EL FIN DEL CAPITALISMO. PIKETTY CONTRA MARX“.- “Como hemos señalado más arriba una de las grandes aportaciones del
marxismo es la objetividad del final del capitalismo, idea que vertebra el
pensamiento no sólo económico, sino que fue también motivo del nacimiento del
materialismo histórico, y elemento fundamental para la comprensión de la
concepción de la lucha de clases, porque
Engels y Marx aglutinan todas las ciencias: no se puede comprender la
economía política sin el materialismo histórico, pero tampoco el materialismo
histórico sin la economía política, ni estas dos ciencias se pueden comprender
al margen de la realidad, al margen de la historia viva, de la economía viva:
no se pueden comprender al margen de la lucha de clases. En el terreno de la economía
la ley más importante es la de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.
Así
explicaron Engels y Marx la necesidad del final del capitalismo, el límite
histórico objetivo que produciría el colapso del capitalismo y el surgimiento
de una nueva sociedad”.
“Partiendo de la base de que es la naturaleza
y la transformación de la misma la fuente de la riqueza (la transformación del árbol en silla, del crudo en gasolina…) el
marxismo sostiene que quien lleva a cabo dicha acción –la clase trabajadora- es
quien genera la riqueza. El marxismo
distingue dos tipos de capitales: el capital variable y el capital constante. El
capital variable es aquel que se invierte en factor trabajo
(trabajadoras/es), el capital constante
es aquel que se invierte en medios de producción (energías, materiales,
maquinaria…). De esta forma, es el
capital variable, el que se invierte en la fuerza de trabajo, esto es, el
que permite la acción de la transformación de la naturaleza, el único capital
que crea excedente. El capital variable
mediante la venta de la mercancía que la clase trabajadora ha producido se
divide en dos: por una parte se convierte en el salario de la clase
trabajadora, por otra parte surge en forma de excedente, de plusvalía: la apropiación de parte del trabajo que la clase
trabajadora realiza y de la que se apropia el/la capitalista.
Así el marxismo explica que a medida que
aumenta el capital constante –por ejemplo porque la tecnología, maquinaria, es cada vez más cara- su peso relativo frente al capital variable es
cada vez mayor: proporcionalmente hoy una empresa de automóviles invierte más
en capital constante en relación al capital variable que cuando surgió la
industria automovilística. Por lo tanto el capital que genera plusvalía es cada
vez menor. De aquí se desprende, en
primer lugar, la ya señalada ley de la tendencia decreciente de la tasa de
ganancia –y como en toda ciencia hay factores que contrarrestan esta tendencia:
ni la historia, ni la economía, ni la
lucha de clases, ni la vida son lineales-; en segundo lugar el aumento de la composición orgánica del
capitalismo –cada vez es mayor la proporción de capital constante en relación
al capital variable-; en tercer lugar
cada vez le es más difícil al capitalista lograr la reproducción ampliada del
capital –obtener plusvalía y
reinvertirla para poder competir con el resto de capitales y sobrevivir,
pues el capital que obtiene una mayor plusvalía obtiene más capital para
reinvertir, para producir cada vez más y acaparar mercado y expulsar al resto de
capitales con los que compite-, lo cual nos llevaría hasta la concentración y
centralización del capital… fenómenos, ambos, que no sólo son cada día mayores,
sino que además hoy, en mitad de la crisis, adquieren formas dramáticas y que, incluso un observador superficial
del mundo, como Piketty, podría advertir.
Piketty, más allá de decir que el capitalismo
no cayó, más allá de decir que el apocalipsis no se produjo, ¿es capaz de demostrar la invalidez del pensamiento económico marxista?
No. No sólo no es capaz de demostrar la invalidez del pensamiento marxista sino
que no es capaz de señalar cómo funciona el mundo, sólo de darse cuenta de que
cada vez las desigualdades son mayores. La
pregunta es, pues: ¿es vigente la tendencia decreciente de la tasa de ganancia?
Es evidente que la forma concreta del modo de producción capitalista –el
modelo- en el siglo XIX y en el siglo XXI no es igual: pero tampoco es igual en
2016 el modelo de producción en Alemania
que en el Estado español, y los dos modelos se corresponden con el modo de
producción capitalista. En cada época, desde que surgió el capitalismo el modo
de producción es el capitalismo, pero la forma en que se concreta es distinta,
y dentro de cada época en cada país adquiere una nueva concreción, un nuevo
modelo, y así llegamos a la actualidad, la época del imperialismo, que se
concreta, en cada país, de una forma distinta, tan distinta como es distinta
hoy la situación de Francia, Perú o
Siria –donde, en cada país, la economía no se puede desligar de la historia,
de la trata de mujeres y la vida y la muerte, porque, insistimos, intentar
analizar la economía al margen del marxismo –al margen de la sociedad y de la lucha de clases- puede servir,
como para Piketty, para escribir cientos de páginas que no dicen nada, pero no
sirve para comprender nada de la vida... ni de la propia economía. Engels y Marx analizaron un modo de
producción: el capitalista; y siglo XIX o siglo XXI el capitalismo es
capitalismo. Y además la pugna despiadada por la obtención de plusvalías es más
aguda que nunca: el capitalismo hoy –con las crisis se agudizan las tendencias-
se parece mucho más al capitalismo que señaló Marx que a cualquiera de las ocurrencias que
han dado por superado su pensamiento, incluido Piketty”.
/////
MARX
LLEVABA BASTANTE RAZÓN.
*****
Vicenç Navarro.
Público.es jueves 4 de agosto del 2016.
Como consecuencia del enorme dominio que las
fuerzas conservadoras tienen en los mayores medios de difusión y comunicación,
incluso académicos, en España (incluyendo Catalunya), el grado de
desconocimiento de las distintas teorías económicas derivadas de los escritos
de Karl Marx en estos medios es abrumador. Por ejemplo, si alguien sugiere que
para salir de la Gran Recesión se necesita estimular la demanda, inmediatamente
le ponen a uno la etiqueta de ser un keynesiano, neo-keynesiano o “lo que
fuera” keynesiano. En realidad, tal medida pertenece no tanto a Keynes, sino a
las teorías de Kalecki, el gran pensador polaco, claramente enraizado en la
tradición marxista, que, según el economista keynesiano más conocido hoy en el
mundo, Paul Krugman, es el pensador que ha analizado y predicho mejor el
capitalismo, y cuyos trabajos sirven mejor para entender no solo la Gran
Depresión, sino también la Gran Recesión. En realidad, según Joan Robinson,
profesora de Economía en la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, y
discípula predilecta de Keynes, este conocía y, según Robinson, fue
influenciado en gran medida por los trabajos de Kalecki.
Ahora bien, como Keynes es más tolerado que
Marx en el mundo académico universitario, a muchos académicos les asusta estar
o ser percibidos como marxistas y prefieren camuflarse bajo el término de
keynesianos. El camuflaje es una forma de lucha por la supervivencia en
ambientes tan profundamente derechistas, como ocurre en España, incluyendo
Catalunya, donde cuarenta años de dictadura fascista y otros tantos de
democracia supervisada por los poderes fácticos de siempre han dejado su marca.
Al lector que se crea que exagero le invito a la siguiente reflexión. Suponga
que yo, en una entrevista televisiva (que es más que improbable que ocurra en
los medios altamente controlados que nos rodean), dijera que “la lucha de
clases, con la victoria de la clase capitalista sobre la clase trabajadora, es
esencial para entender la situación social y económica en España y en
Catalunya”; es más que probable que el entrevistador y el oyente me mirasen con
cara de incredulidad, pensando que lo que estaría diciendo sería tan anticuado
que sería penoso que yo todavía estuviera diciendo tales sandeces. Ahora bien,
en el lenguaje del establishment español (incluyendo el catalán) se suele
confundir antiguo con anticuado, sin darse cuenta de que una idea o un
principio pueden ser muy antiguos, pero no necesariamente anticuados. La ley de
la gravedad es muy, pero que muy antigua, y sin embargo, no es anticuada. Si no
se lo cree, salte de un cuarto piso y lo verá.
La lucha de clases existe.
Pues bien, la existencia de clases es un
principio muy antiguo en todas las tradiciones analíticas sociológicas. Repito,
en todas. Y lo mismo en cuanto al conflicto de clases. Todos, repito, todos los
mayores pensadores que han analizado la estructura social de nuestras
sociedades –desde Weber a Marx- hablan de lucha de clases. La única diferencia
entre Weber y Marx es que, mientras que en Weber el conflicto entre clases es
coyuntural, en Marx, en cambio, es estructural, y es intrínseco a la existencia
del capitalismo. En otras palabras, mientras Weber habla de dominio de una
clase por la otra, Marx habla de explotación. Un agente (sea una clase, una
raza, un género o una nación) explota a otro cuando vive mejor a costa de que
el otro viva peor. Es todo un reto negar que haya enormes explotaciones en las
sociedades en las que vivimos. Pero decir que hay lucha de clases no quiere
decir que uno sea o deje de ser marxista. Todas las tradiciones sociológicas
sostienen su existencia.
Las teorías de Kalecki.
Kalecki es el que indicó que, como señaló Marx, la propia dinámica del
conflicto Capital-Trabajo lleva a la situación que creó la Gran Depresión, pues
la victoria del capital lleva a una reducción de las rentas del trabajo que
crea graves problemas de demanda. No soy muy favorable a la cultura talmúdica
de recurrir a citas de los grandes textos, pero me veo en la necesidad de
hacerlo en esta ocasión. Marx escribió en El Capital lo siguiente:
“Los trabajadores son importantes para los mercados como compradores de bienes y servicios. Ahora bien, la dinámica del capitalismo lleva a que los salarios –el precio de un trabajo- bajen cada vez más, motivo por el que se crea un problema de falta de demanda de aquellos bienes y servicios producidos por el sistema capitalista, con lo cual hay un problema, no solo en la producción, sino en la realización de los bienes y servicios. Y este es el problema fundamental en la dinámica capitalista que lleva a un empobrecimiento de la población, que obstaculiza a la vez la realización de la producción y su realización”.
Más claro, el agua. Esto no es Keynes, es Karl Marx. De ahí la necesidad de trascender el capitalismo estableciendo una dinámica opuesta en la que la producción respondiera a una lógica distinta, en realidad, opuesta, encaminada a satisfacer las necesidades de la población, determinadas no por el mercado y por la acumulación del capital, sino por la voluntad política de los trabajadores.
De ahí se derivan varios principios. Uno de ellos, revertir las políticas derivadas del domino del capital (tema sobre el cual Keynes no habla nada), aumentando los salarios, en lugar de reducirlos, a fin de crear un aumento de la demanda (de lo cual Keynes sí que habla) a través del aumento de las rentas del trabajo, vía crecimiento de los salarios o del gasto público social, que incluye el Estado del bienestar y la protección social que Kalecki define como el salario social.
Mirando los datos se ve claramente que hoy las políticas neoliberales realizadas para el beneficio del capital han sido responsables de que desde los años ochenta las rentas del capital hayan aumentado a costa de disminuir las rentas del trabajo (ver mi artículo “Capital-Trabajo: el origen de la crisis actual” en Le Monde Diplomatique, julio 2013), lo cual ha creado un grave problema de demanda, que tardó en expresarse en forma de crisis debido al enorme endeudamiento de la clase trabajadora y otros componentes de las clases populares (y de las pequeñas y medianas empresas). Tal endeudamiento creó la gran expansión del capital financiero (la banca), la cual invirtió en actividades especulativas, pues sus inversiones financieras en las áreas de la economía productiva (donde se producen los bienes y servicios de consumo) eran de baja rentabilidad precisamente como consecuencia de la escasa demanda. Las inversiones especulativas crearon las burbujas que, al estallar, crearon la crisis actual conocida como la Gran Depresión. Esta es la evidencia de lo que ha estado ocurriendo (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante, Anagrama, 2015)
De ahí que la salida de la Gran Crisis (en la que todavía estamos inmersos) pase por una reversión de tales políticas, empoderando a las rentas del trabajo a costa de las rentas del capital. Esta es la gran contribución de Kalecki, que muestra no solo lo que está pasando, sino por dónde deberían orientar las fuerzas progresistas sus propuestas de salida de esta crisis, y que requieren un gran cambio en las relaciones de fuerza Capital-Trabajo en cada país. El hecho de que no se hable mucho de ello responde a que las fuerzas conservadoras dominan el mundo del pensamiento económico y no permiten la exposición de visiones alternativas. Y así estamos, yendo de mal en peor. Las cifras económicas últimas son las peores que hemos visto últimamente.
“Los trabajadores son importantes para los mercados como compradores de bienes y servicios. Ahora bien, la dinámica del capitalismo lleva a que los salarios –el precio de un trabajo- bajen cada vez más, motivo por el que se crea un problema de falta de demanda de aquellos bienes y servicios producidos por el sistema capitalista, con lo cual hay un problema, no solo en la producción, sino en la realización de los bienes y servicios. Y este es el problema fundamental en la dinámica capitalista que lleva a un empobrecimiento de la población, que obstaculiza a la vez la realización de la producción y su realización”.
Más claro, el agua. Esto no es Keynes, es Karl Marx. De ahí la necesidad de trascender el capitalismo estableciendo una dinámica opuesta en la que la producción respondiera a una lógica distinta, en realidad, opuesta, encaminada a satisfacer las necesidades de la población, determinadas no por el mercado y por la acumulación del capital, sino por la voluntad política de los trabajadores.
De ahí se derivan varios principios. Uno de ellos, revertir las políticas derivadas del domino del capital (tema sobre el cual Keynes no habla nada), aumentando los salarios, en lugar de reducirlos, a fin de crear un aumento de la demanda (de lo cual Keynes sí que habla) a través del aumento de las rentas del trabajo, vía crecimiento de los salarios o del gasto público social, que incluye el Estado del bienestar y la protección social que Kalecki define como el salario social.
Mirando los datos se ve claramente que hoy las políticas neoliberales realizadas para el beneficio del capital han sido responsables de que desde los años ochenta las rentas del capital hayan aumentado a costa de disminuir las rentas del trabajo (ver mi artículo “Capital-Trabajo: el origen de la crisis actual” en Le Monde Diplomatique, julio 2013), lo cual ha creado un grave problema de demanda, que tardó en expresarse en forma de crisis debido al enorme endeudamiento de la clase trabajadora y otros componentes de las clases populares (y de las pequeñas y medianas empresas). Tal endeudamiento creó la gran expansión del capital financiero (la banca), la cual invirtió en actividades especulativas, pues sus inversiones financieras en las áreas de la economía productiva (donde se producen los bienes y servicios de consumo) eran de baja rentabilidad precisamente como consecuencia de la escasa demanda. Las inversiones especulativas crearon las burbujas que, al estallar, crearon la crisis actual conocida como la Gran Depresión. Esta es la evidencia de lo que ha estado ocurriendo (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante, Anagrama, 2015)
De ahí que la salida de la Gran Crisis (en la que todavía estamos inmersos) pase por una reversión de tales políticas, empoderando a las rentas del trabajo a costa de las rentas del capital. Esta es la gran contribución de Kalecki, que muestra no solo lo que está pasando, sino por dónde deberían orientar las fuerzas progresistas sus propuestas de salida de esta crisis, y que requieren un gran cambio en las relaciones de fuerza Capital-Trabajo en cada país. El hecho de que no se hable mucho de ello responde a que las fuerzas conservadoras dominan el mundo del pensamiento económico y no permiten la exposición de visiones alternativas. Y así estamos, yendo de mal en peor. Las cifras económicas últimas son las peores que hemos visto últimamente.
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