El fin del siglo XX y el
comienzo del siglo XXI se ha caracterizado no solamente por la proliferación de
guerras, sino también por el boom de diferentes tratados
Internacionales que en muchos casos han devastado la economía y la estabilidad
de muchos países, llevándolos a una vorágine de dependencia de la cual no
pueden salir. México por ejemplo con el
TLCAN firmado en 1992 y entró en vigor el 1 de enero de 1994 con Estados Unidos
y Canadá, o NAFTA, y hoy el “gran perdedor” y casi “botado a la fuerza” por
las políticas
proteccionistas del Presidente Trump. Se
acercan días muy difíciles, pero también de defensa de la Soberanía Nacional
fuertemente afectada por el inicio de la “construcción
del Muro” y la revisión y reajustes del TLCAN, la expulsión masiva de mexicanos
“ilegales” o NO de suelos norteamericanos.
A pesar de la imposición hoy, con violencia
de las políticas proteccionistas, las burguesías político-empresariales,
así como los “viejos” poderes dependientes absolutos de la exportaciones y el tradicional
modelo estractivista de recursos naturales – exportación de materias primas – en
grave crisis hoy, sin embargo, al no tener salida Política – para sus intereses
– recurren a las alternativas que están en plena crisis, del “libre
comercio” como el Acuerdo Trans-Pacífico
– el TPP – ya decretado su “muerte” por las políticas proteccionistas del presidente Trump, pero en su “desesperada” situación
frente a las políticas de “ Estados
Unidos para sus ciudadanos”, como el cierre de ciertos productos – como es
el caso del “limón argentino”, el
susto a las inversiones de ciertas mega-corporaciones
en México y el adelanto del de los impuestos que deben pagar toda
producción “yanqui” en el extranjero y que ingrese al mercado norteamericano (36%) La globalización neoliberal y el
proceso de Deslocalización
Empresarial, impuesto por las
políticas de las mega-corporaciones y la transnacionalización de los monopolios
imperialistas desde 1990. Los asustó y
ahora sus pares en América latina, apuestas
por el Libre comercio. Pero buscando nuevo protector mundial, y lo
encontraron en las políticas del Capitalismo
de Estado Chino y su Presidente Xi Jinping, en
pleno desarrollo del último Foro Económico Mundial – Davos, Suiza, enero del
2017 -
“Así, se impone como “necesaria” la firma de mega-acuerdos de libre
comercio,
otrora cuestionados por
centrarse en una serie de “ventajas comparativas” y dinámicas que contribuyen a
las condiciones de desigualdad, que no
aportan al desarrollo tecnológico, promueven la explotación de la fuerza de
trabajo, devastan el medio ambiente y perpetúan la reproducción de las
relaciones centro-periferia. Eso sucede cuando se confunde al enemigo: en nombre de la oposición a Trump, se
busca imponer el consenso sobre el libre mercado como salvación para la
humanidad…salvación
que, como en tantos momentos de la
historia, no será lograda sin opresión y por eso, seguirá siendo resistida”.
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A pesar de la crisis de los TLC - cuestionados por sus propios autores y "padres" originarios - como es hoy la política proteccionista del Presidente Trump, sin embargo, las clases dominantes de América latina y sus gobiernos - como Argentina, Chile, Brasil, Paraguay, Perú, Colombia - proponen como salida de "salvación" los TLC, entre ellos el marchito y moribundo TPP - decretado su muerte por Estados Unidos - pero para darle "oxigeno" neoliberal, hoy tratan de salvarlo, para este objetivo estratégico, encontraron un "nuevo" padrastro, como son hoy las políticas del Presidente Xi Jinping de la República Popular China.
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¿ES EL LIBRE COMERCIO LA “SALVACIÓN” PARA
AMÉRICA LATINA?.
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Silvia M.
Romano.
CELAG. Sábado
25 de febrero del 2017.
A inicios del nuevo siglo en América Latina, con la
presión de movimientos políticos y sociales y la confluencia de gobiernos
posneoliberales, los Tratados de Libre Comercio (TLC) fueron ampliamente
cuestionados y se generaron alternativas orientadas a una integración centrada
en las necesidades de los pueblos y no únicamente en las necesidades y lógicas
del mercado. Desde la lucha del zapatismo hasta el movimiento “sin maíz no hay
país” -que pusieron en cuestión el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (TLCAN)- hasta el histórico No al ALCA (Área de Libre Comercio de las
Américas), se expandió un consenso contra los acuerdos de libre comercio por
encarnar las asimetrías más evidentes de las relaciones centro periferia: la
profundización de la dependencia y la pérdida de soberanía (política,
económica, alimentaria, etc.). Esta oposición a los Tratados de Libre Comercio
constituyó una forma concreta de enfrentarse al imperialismo estadounidense
desde la región, planteando otros caminos para la integración: UNASUR, ALBA,
CELAC y el giro político, cultural y social que tomó el MERCOSUR.
El rechazo a los mega-acuerdos de libre comercio
adquirió también un rol protagónico durante el proceso electoral en Estados
Unidos en 2016. De hecho, Hillary Clinton, una de las más acérrimas defensoras
del Acuerdo Trans-Pacífico, tuvo que dar un paso atrás y agregar a sus promesas
de campaña el rechazo a ratificarlo. Luego de las elecciones, con el triunfo de
Donald Trump y la “amenaza” de las medidas proteccionistas para la economía
estadounidense, el consenso en torno al libre comercio ha tomado la senda
contraria: en nombre de una guerra declarada contra Trump (y sus políticas), se
reivindica el libre comercio como la salvación.
Desde América Latina, gobiernos y sectores usualmente
alineados al imperio, buscan ahora consolidar los acuerdos de libre comercio
para “desmarcarse” del proteccionismo impulsado por Trump. Desde el Norte,
México presiona por profundizar el libre comercio insuflando fuerza a la
Alianza del Pacífico, ante la incertidumbre sobre el derrotero del TLCAN. En
noviembre, en pleno encuentro de empresarios de la Alianza, el presidente de la
filial BBVA de México, afirmó: “No hay duda que el liberalismo y la apertura
económica han mostrado que generan mayor crecimiento y bienestar para la
población”.
En esta línea, a fines de ese mismo mes, se reunió el
Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Lima, Perú. La asistencia
nada más y nada menos que de Obama, Putin y Xi Ping, tuvo un claro propósito
que se evidencia en el documento final: reafirmar el compromiso de mantener los
mercados abiertos y luchar contra toda forma de proteccionismo; “declaración
preventiva” frente a las medidas prometidas por Trump.
Más al Sur, a la cabeza del salvataje del libre
comercio, se encuentra el gobierno de Mauricio Macri seguido por Chile y
Brasil, con el proyecto de fusionar el MERCOSUR y la Alianza del Pacífico. Vale
recordar que el MERCOSUR, en el contexto de auge de gobiernos posneoliberales
había tomado un rumbo latinoamericanista buscando la inclusión de Venezuela y
Bolivia; mientras que la Alianza del Pacífico fue conformada por gobiernos
alineados a los intereses económicos y de seguridad estadounidenses (durante la
era Obama), como “contrapeso” a la “otra integración” que se expandía a nivel
regional.
Lo concreto es que Macri convocó a una reunión en
abril para llevar a cabo esta confluencia entre MERCOSUR y Alianza del Pacífico
en defensa del libre mercado. Esta articulación tiene un claro objetivo en
términos de proyección internacional: concretar de una vez el acuerdo con la
Unión Europea –que quedó en stand by por quince años debido a que las
condiciones para la firma del tratado dan cuenta de una evidente asimetría
entre ambas partes, a favor de las economías de la UE. Como adalid de estos
intereses, el presidente argentino viajó a España, con el propósito de
“recuperar el vínculo histórico” con ese país, diferenciándose definitivamente
de la política nacionalista del anterior gobierno de Cristina Fernández de
Kirchner.
El momento del viaje no es azaroso. El 15 de febrero,
la Unión Europea ratificó el CETA, acuerdo de libre comercio con Canadá. Más
allá de la eliminación de aranceles, el acuerdo, tal como lo enuncia la prensa
hegemónica, “tiene un valor simbólico”. Se presenta como punta de lanza de la
defensa del libre comercio y la democracia en contra del proteccionismo (léase,
en contra de las políticas de Trump). Los parlamentarios votaron por “regular
los excesos y desajustes de la globalización que han contribuido a crear un
caldo de cultivo muy propicio para el avance populista”. Entre estos
“desajustes” está el reclamo de cientos de personas que se reunieron fuera del
lugar de reunión para rechazar el tratado, asegurando que el CETA, además de
otros impactos negativos, beneficiará a las multinacionales y no generará
empleo. Para salvar al libre mercado y la democracia, se sofocó la
manifestación y hubo varios detenidos.
Así, se impone como “necesaria” la firma de
mega-acuerdos de libre comercio, otrora cuestionados por centrarse en una serie
de “ventajas comparativas” y dinámicas que contribuyen a las condiciones de
desigualdad, que no aportan al desarrollo tecnológico, promueven la explotación
de la fuerza de trabajo, devastan el medio ambiente y perpetúan la reproducción
de las relaciones centro-periferia. Eso sucede cuando se confunde al enemigo:
en nombre de la oposición a Trump, se busca imponer el consenso sobre el libre
mercado como salvación para la humanidad…salvación que, como en tantos momentos de la historia, no será
lograda sin opresión y por eso, seguirá siendo resistida.
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