Al
cierre del 2016 y mientras esperábamos el 2017, el brexit era
una realidad y lo más probable es que la Unión Europea seguirá
“funcionando” sin el Reino Unido,
así como la zona Euro, si en la segunda vuelta de las elecciones francesas
previstas para mayo de 2017 no gana
la extrema derecha que lidera la populista
Marina Le-Pen. De esta variable depende en muchos sentidos el futuro de la
Unión Europea, que ha tenido como motores principales el eje Berlín-Paris, ahora más averiado que antes con el surgimiento del brexit. Por
otra parte, la victoria del republicano, en
extremo conservador, Donald Trump en los Estados Unidos, como
representativo de una tendencia global de auge
de las fuerzas de derecha, nacionalistas y de extrema derecha o neofascistas,
constituye un estímulo a sus similares europeas para los comicios electorales de 2017 en diferentes
países de la Unión Europea.
Las
posiciones nacionalistas, antiinmigrantes, anti-élites y antiglobalización del
discurso de Trump tienen eco en Europa e ilustran un auge de las
corrientes populistas de derecha en las llamadas democracias occidentales. Y es
que a nivel europeo y global hay un despertar, se despiertan las naciones y llega al paroxismo, al chovinismo. El
hecho de que esto ocurra en los Estados
Unidos tiene un alcance simbólico muy fuerte por tratarse de la única
superpotencia con un verdadero alcance mediático y cultural en todo el sistema
internacional. Los líderes de estos movimientos recibieron con júbilo y
sensación de victoria propia, a fines del 2016, el triunfo del magnate estadounidense,
estimando que es un buen augurio para sus partidos.
/////
El Brexit, la continuidad de la poli-crisis, la guerra en oriente medio, el separatismo regional y el propio crecimiento de la extrema derecha política, ahora alentado por las políticas proteccionistas y ultra-nacionalistas del Presidente Trump, están alentando la destrucción - desintegración política - de la Unión Europea.
***
EL BREXIT Y LA EXTREMA
DERECHA AGRIETAN A LA UNIÓN EUROPEA EN EL 2017.
*****
Leyde E. Rodríguez Hernández.
Rebelión miércoles 1 de febrero del 2017.
En el 2016 uno de los acontecimientos que estremeció
a Europa, y a las relaciones internacionales en su conjunto, fue el referendo
sobre la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, denominado brexit (combinación
de las palabras en inglés Britain, Gran Bretaña y exit, salida), el que seguirá
suscitando la atención de los observadores internacionales durante todo el año
2017 y durante mucho tiempo en adelante.
Es necesario resaltar que varios meses antes de la
celebración del referendo, las encuestas anunciaban una ajustada votación sobre
la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. Y, en efecto, los
resultados del 23 de junio de 2016 confirmaron esos pronósticos con un 51,9 % a
favor de abandonar al bloque regional contra un 48,1 % en defensa de la
permanencia, a pesar de que prácticamente la mayoría de las fuerzas políticas
del Reino Unido lucharon contra el brexit.
Los medios de comunicación y los expertos políticos
han tratado de explicar el daño de distancia con el argumento de que la
juventud británica prefiere permanecer en la Unión Europea. La realidad es
mucho más compleja, porque solo el 36% de los votantes entre 18 y 24 años
emitió su voto. La participación juvenil fue la más baja en todos los tiempos,
y lo cierto es que los jóvenes británicos siempre han tenido poco interés en la
Unión Europea. Los sectores populares de menores ingresos y las clases medias
empobrecidas estuvieron a favor del brexit, mientras los votantes
con carreras universitarias y altos ingresos lo rechazaron.
La polarización o división del país es un hecho
indudable. Existen riesgos de crisis constitucional. La mayoría de los
ciudadanos en Escocia, que ya fue protagonista de un plebiscito de
independencia, Londres e Irlanda del Norte votaron a favor de la permanencia.
También ocurrió una fractura generacional, porque la mayoría de los jóvenes
votaron por permanecer en el bloque y la mayor parte de las personas de mayor
edad votaron en sentido contrario.
En ese extraordinario voto, cada persona que
decidió salir de la Unión Europea tuvo diferentes motivos y perspectivas políticas.
Es muy difícil enmarcar las razones en un único argumento, pero lo cierto es
que la mayoría que optó por el brexit piensa que se obtendrán
mayores beneficios con esta opción. Todo transcurrió a despecho de las intensas
campañas mediáticas a las que fueron sometidos para evitar una ruptura del
statu quo.
Entre los criterios para el voto estuvo el tema de
los inmigrantes que resulta de mucho interés para amplios sectores sociales,
mientras que otros aprovecharon la ocasión para castigar al gobierno, en un
contexto de crisis económica y social que ha provocado el aumento de las
desigualdades, el desempleo, la violencia y criminalidad en la sociedad
británica.
Las diversas causas del brexit también
pueden encontrarse en la necesidad que tuvo el primer ministro británico David
Cameron de convocar el referendo en un contexto de crecientes presiones de
sectores de su propio partido conservador y al crecimiento electoral del
Partido de la Independencia (UKIP). Este partido con sus posiciones de extrema
derecha y nacionalistas, conocidas como antisistema, defiende la salida del
Reino Unido de la Unión Europea.
Otra razón se encuentra en que el establishment
británico se siente “controlado” por la Unión Europea, lo cual aumentó las
discrepancias y los recelos ante la burocracia de Bruselas; además de las
contradicciones sobre la revisión de los flujos migratorios.
De esta forma, se ha producido un choque de los
tradicionales principios soberanistas británicos con las reglas de juego
establecidas por la sacrosanta Troika de la Unión Europea (Comisión Europea,
Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional). No caben dudas de que
el orgullo por la condición insular británica se ha proyectado como un factor
diferenciador del resto de Europa, connotando una problemática de seguridad
nacional frente a los intereses del bloque europeo.
En el plano de la política británica, el referendo
técnicamente no es vinculante, pero el gobierno prometió que si los partidarios
del brexit alcanzaban la mayoría el procedimiento de salida de
la Unión Europea se pondrá en funcionamiento de manera ordenada y sin apuros.
Al mismo tiempo, fuera de los marcos de la política
británica, el brexit puede interpretarse como una amenaza al
proceso de la integración europea, porque la Unión Europea, sin Gran Bretaña,
podría convertirse en un socio comercial menos atractivo a nivel mundial,
atendiendo a que se trata de la segunda economía europea y uno de los
principales centros de las finanzas globales. En cuanto a los flujos de
personas muchos se preguntan cuál será el futuro de casi tres millones de
ciudadanos comunitarios que residen en el norte del Canal de la Mancha.
Para enfrentar todos esos impactos se avecina un
proceso negociador largo y complejo entre los representantes de la Unión Europea
y el gobierno británico. No se producirá un rompimiento abrupto con Bruselas.
En el 2016 no se observó prisa para invocar el artículo 50 del Tratado de
Lisboa, que abre el proceso de dos años para negociar los términos del divorcio
con las estructuras centrales de la Unión Europea. Solo para el líder del
Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), Nigel Farage, la salida
rápida de la Unión Europea es muy necesaria en el objetivo de contribuir a la
destrucción de una integración que considera fallida y en el interés de
regresar a una Europa conformada por Estados nacionales independientes.
La señora Le-Pen de Francia "simboliza" hoy el asenso y poder de la extrema Derecha Europa.
***
Para la extrema derecha el 23 de junio de 2016
simboliza, en la historia británica, el “día de la independencia”, lo cual
también ha sido motivo de festejo para los principales representantes de los
partidos nacionalistas y de extrema derecha en todo el Viejo Continente,
quienes llamaron a celebrar referendos similares en sus respectivos países:
Francia, Holanda, Austria, Dinamarca, entre los más significativos. A la vez,
partidos progresistas, comunistas y de extrema izquierda acogieron el referendo
británico como una muestra de que las clases populares y los trabajadores
desean reformar o suprimir una Unión Europea de las élites burguesas y de las
transnacionales.
Por ejemplo, el diputado comunista del norte de
Francia, Jean-Jacques Candelier, en su página de Facebook, propuso salir por la
izquierda de la Unión Europea, y llamó a un gran debate popular en Europa con
el objetivo de frustrar todos los pronósticos y las presiones de la oligarquía,
la que ha desarrollado un referendo caracterizado por un falso dilema impuesto
por los partidarios de la austeridad: permanecer en la Unión Europea neoliberal
o salir por la derecha para una política neoliberal en Gran Bretaña.
Para Candelier, si el rechazo a las políticas de la
Unión Europea es legítimo, no hay gran cosa a mantener de esa Europa de la
austeridad y los trabajadores británicos pueden temer que los poderosos
utilizan el brexit para acentuar las políticas thatcherianas
en el país. Sin embargo, la Unión Europea no es un bastión contra el
ultraliberalismo, sino todo lo contrario. La prioridad de la Europa actual es
favorecer el mundo de los negocios, la austeridad y las privatizaciones en todo
el continente.
El diputado francés también exigió no más engaño,
pues la economía de mercado y la competencia libre y sin distorsiones
prescritas por la Unión Europea son pretextos formidables para permitir que los
capitalistas reduzcan los salarios y destruyan los servicios públicos; así como
la protección social.
También dijo que está firmemente comprometido con
el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos y a ejercer su soberanía. Y
que la Unión Europea puede, por lo tanto, en muchos sentidos, representar una
"cárcel de los pueblos". Y es esto lo que dejó de interesarles a los
británicos.
Contra la trampa de una "salida de
derecha" de la Unión Europea, Candelier propone una "salida de
izquierda" de la Unión Europea, para volver a nacionalizar los sectores
estratégicos de las economías quebradas; para volver a poner el mundo del
trabajo en el centro de la vida nacional; para cooperar con todos los países de
todos los continentes y reabrir la vía de la cooperación internacional.
En su declaración, Candelier explicó que la
reconquista de la soberanía británica puede ser una oxigenación para todos los
pueblos de Europa ahogados por los tratados supranacionales y neoliberales de
la Unión Europea, y obligados por su pertenencia a la OTAN. Así anunció que, en
Francia, la campaña presidencial y legislativa para 2017 debe ser la ocasión de
un gran debate popular, pues no hay nada que esperar de los artesanos de la
Europa neoliberal en los partidos socialdemócratas y de la derecha europea.
Por todo lo anterior, el brexit es
un desafío para el futuro de la Unión Europea, porque es un hecho político sin
parangón, en medio de la crisis económica más grave de Europa en décadas. En
estas condiciones, un evento político de esta naturaleza enviará ondas de
choque a través del continente durante el 2017. Visto así, el brexit es
una grieta en la Unión Europea y una llamada de atención para los burócratas de
Bruxelas.
Sin embargo, también la Unión Europea sin Gran
Bretaña podría beneficiarse con una mayor integración política, ya que Reino Unido
es uno de los miembros que se opone con más fuerza a una mayor unificación del
bloque y a una política exterior más coherente. Sin Londres, el núcleo duro de
la Unión Europea, Bélgica, Alemania y Francia, trabajará por una mayor cohesión
del pacto comunitario, tratando de convertirlo en una entidad más política, lo
que no implica que tendrá en cuenta la opinión pública. La Unión Europea
negociará con Gran Bretaña, primando la separación británica, a cambio de no
frenar dicha integración política europea en torno a Berlín y entre los estados
miembros realmente interesados.
El brexit abre una nueva
oportunidad para que la Unión Europea comience un proceso de consultas y
negociaciones que conduzcan a su reconfiguración, para la adopción consensuada
de otro tratado. Un accionar en esa dirección podría evitar el contagio del brexit entre
los países miembros de la Unión, temiendo el llamado efecto dominó que se
pudiera producir.
Entre los temas que la Unión Europea deberá negociar sin dilación, con los países miembros, se encuentran los siguientes: el mejoramiento de la colaboración en seguridad y defensa; una nueva política de inversiones; una real armonización fiscal y el fortalecimiento de la eurozona con una gobernanza democrática; la creación de un parlamento de la eurozona; la elaboración de políticas comunes en el terreno digital y el de la transición energética y la denominada Europa de la Defensa, que había tenido la abierta oposición británica.
Entre los temas que la Unión Europea deberá negociar sin dilación, con los países miembros, se encuentran los siguientes: el mejoramiento de la colaboración en seguridad y defensa; una nueva política de inversiones; una real armonización fiscal y el fortalecimiento de la eurozona con una gobernanza democrática; la creación de un parlamento de la eurozona; la elaboración de políticas comunes en el terreno digital y el de la transición energética y la denominada Europa de la Defensa, que había tenido la abierta oposición británica.
Al cierre del 2016 y mientras esperábamos el 2017,
el brexit era una realidad y lo más probable es que la Unión
Europea seguirá “funcionando” sin el Reino Unido, así como la zona Euro, si en
la segunda vuelta de las elecciones francesas previstas para mayo de 2017 no
gana la extrema derecha que lidera la populista Marina Le-Pen. De esta variable
depende en muchos sentidos el futuro de la Unión Europea, que ha tenido como
motores principales el eje Berlín-Paris, ahora más averiado que antes con el
surgimiento del brexit.
Las Políticas del Presidente Trump, en la presente semana, están originando serios problemas en el mercado único del libre comercio mundial - el impulso y fuerza del proteccionismo nacionalista "Primero América" - han levando - y siguen - erizando los intereses políticos de la más extrema derecha política europea. En la práctica está alentando las políticas mundiales no sólo de descomposición del modelo actual del capitalismo en la era de la transnacionalización de los monoipolios, como es la globalización neoliberal - sino que se está poniendo en serio riesgo la Unidad de la Unión Europea, por el rápido "crecimiento político" de la derecha política Europea, que tampoco cree y no es partidaria dela Unión Europea.
***
Por otra parte, la victoria del republicano, en
extremo conservador, Donald Trump en los Estados Unidos, como representativo de
una tendencia global de auge de las fuerzas de derecha, nacionalistas y de
extrema derecha o neofascistas, constituye un estímulo a sus similares europeas
para los comicios electorales de 2017 en diferentes países de la Unión Europea.
Las posiciones nacionalistas, antiinmigrantes, anti-élites
y antiglobalización del discurso de Trump tienen eco en Europa e ilustran un
auge de las corrientes populistas de derecha en las llamadas democracias
occidentales. Y es que a nivel europeo y global hay un despertar, se despiertan
las naciones y llega al paroxismo, al chovinismo. El hecho de que esto ocurra
en los Estados Unidos tiene un alcance simbólico muy fuerte por tratarse de la
única superpotencia con un verdadero alcance mediático y cultural en todo el
sistema internacional.
Los líderes de estos movimientos recibieron con
júbilo y sensación de victoria propia, a fines del 2016, el triunfo del magnate
estadounidense, estimando que es un buen augurio para sus partidos.
En el caso de Francia esta tendencia se incrementa
desde las elecciones regionales celebradas en diciembre de 2015. Ante el claro
desgaste de la derecha sarkozista y de los socialistas galos, se visualiza que
la extrema derecha francesa es un actor a tener en cuenta por sus capacidades
de proyección a la hora de capitalizar las múltiples crisis que afectan a
Francia y a toda Europa. También existen notables diferencias entre las fuerzas
de extrema derecha estadounidenses y francesas por razones culturales e
históricas que merecerían de un estudio sociológico específico.
Aunque el llamado voto republicano pueda impedir su
victoria en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en mayo de 2017,
como ha sucedido en repetidas ocasiones en la historia reciente, ha sido el
auge obtenido por el Frente Nacional, conducido por Marine Le Pen, en Francia,
el corolario que más impacto tiene para toda la extrema derecha en Europa,
siendo también reforzado, como hemos dicho, por la victoria de Donald Trump en
los Estados Unidos, lo que demuestra la posibilidad de que estas fuerzas
extremas lleguen al poder en distintos países del bloque de países
occidentales.
Por otra parte, en sintonía con los tiempos que
corren, la derecha francesa ha endurecido sus posiciones con respecto a la
inmigración y en la lucha contra la criminalidad para adoptar un discurso que
se acerque más al del Frente Nacional, fortaleciendo así, en la práctica, al
partido de los neofascistas galos. Sin embargo, existen pequeñas agrupaciones
extremistas y neofascistas que no militan en el Frente Nacional y actúan en la
sociedad francesa con autonomía y gestionan sus intereses a través de la
violencia en las calles y plazas atemorizando a la sociedad y aprovechando las
divisiones que debilitan a la izquierda francesa.
En Reino Unido, muchos de los votantes que apoyaron
la salida de la Unión Europea, en 2017, seguirán escuchando los llamados del
partido eurófobo UKIP a “recuperar” el control del país.
En Alemania, el partido populista de extrema
derecha Alternativa para Alemania (AfD), que centra su discurso radical en la
inmigración, intentará nuevas victorias electorales como logró en 2016 en las
regiones alemanas.
En Austria, Holanda y en los países escandinavos la
extrema derecha también está en auge y consideran que la victoria de Trump es
histórica para todas las fuerzas en el extremo de la derecha.
El primer ministro húngaro Viktor Orban y el
presidente checo Milos Zeman, a menudo criticados por su discurso de derecha
populista, también expresaron su apoyo al presidente electo de los Estados
Unidos.
Todos estos partidos de extrema derecha denigran a
las “élites” político-financieras y a la globalización, a la que consideran
burocracias fraudulentas inventadas por los ricos.
El Brexit y el crecimiento político de la extrema derecha europea, es un verdadero problema político, para mantener la "unidad" de la Unión Europea. La guerra en la cual están metidos hasta el cuello, los países más poderosos de Europa, hoy - Alemania, Francia, Inglaterra, Italia, etc - es un verdadero mecanismo político que diariamente pone en serio peligro su "unidad" al igual que la continuidad de la poli-crisis.
***
A pesar de todos esos criterios de las fuerzas
populistas y demagogas en el contexto de la crisis sistémica del capitalismo,
no debemos olvidar que una vez la extrema derecha llega al poder sirve a los
ricos y a los intereses del gran capital transnacional.
Todos los extremos al aproximarse se tocan, la extrema
izquierda europea ha adoptado también un discurso “antisistema” o contra la
construcción de la Unión Europea pero, al ser ella minoritaria en términos de
intenciones de votos y contar con pobre influencia política sobre la población,
sus posiciones terminan favoreciendo a la extrema derecha europea.
Asociado a lo anterior, se encuentra el auge de la
inmigración procedente de África del norte y la subsahariana y del Medio
Oriente, que con frecuencia se estigmatiza como «culpable» —especie de «chivo
expiatorio»— de una crisis económica que tiene sus causas más profundas en la
naturaleza del capitalismo globalizado contemporáneo.
Esta situación ha llegado a un punto en el que el
Consejo de Europa reconoció la existencia de un populismo y un extremismo en ascenso
que afecta a casi toda la geografía europea, con su carga de racismo,
intolerancia, violencia contra los extranjeros —en particular los gitanos y
musulmanes—, el crecimiento de agrupaciones políticas xenófobas, que no aceptan
una identidad europea cada vez más multicultural.
Las tendencias autoritarias – o potencialmente
autoritarias – instaladas en los gobiernos comunitarios y la ineficiente
gestión por parte de muchos países en la cuestión de los refugiados solo sirvió
para promover el antieuropeismo y la “Fortaleza Europa”. Las acciones
emprendidas por Hungría o Eslovenia que blindaron sus fronteras, al tiempo que
algunos estados, como Polonia, endurecieron su postura respecto a los valores
“humanistas” que se creyeron arraigados en el continente, constituyendo un
serio reto para la Comisión Europea y la cohesión comunitaria en general.
La resurrección de esas fuerzas populistas y de
extrema derecha ha sido el resultado de la crisis económica, de la
descomposición y pérdida de los beneficios sociales que, durante décadas, había
garantizado el llamado «Estado de bienestar» impulsado por los
socialdemócratas, la indiferencia de la clase política hacia los reclamos de
los ciudadanos y la ausencia de una estrategia humanista que enfrente el empuje
de la inmigración en el contexto de la crisis económica sistémica del
capitalismo globalizado.
En ese contexto también se exacerbó el militarismo
y la guerra en las relaciones internacionales, liderado por los Estados Unidos
y secundado por las principales potencias de la Unión Europea, provocando la
oleada de inmigrantes económicos y refugiados de los conflictos y la
inseguridad reinante en Iraq, Siria, Libia, Yemen, entre otros.
El conjunto de los factores enumerados advierten
que una construcción europea irreversible constituye una percepción falsa, pues
la historia ha demostrado que cualquier proceso social puede ser revertido, y
debe reconocerse que los partidos políticos no han sabido ofrecer respuestas
creíbles a las problemáticas mencionadas, ni a los temores de los ciudadanos
por la pérdida de riqueza material y, como consecuencia, de las libertades
individuales relacionadas con el consumo y el nivel de vida, la igualdad de
género, laicidad o, al menos, preeminencia del Estado sobre la religión, entre
otros temas no menos importantes.
En este panorama, es la socialdemocracia la que más
ha perdido en la batalla electoral, al practicar una política casi idéntica a
la de sus rivales de derecha o conservadores, los que, a su vez, se han
aproximado al populismo y a la demagogia política típica del discurso y la
práctica de las fuerzas de extrema derecha o neofascistas.
Todas estas son condiciones peligrosas y
desafiantes para el futuro de la construcción europea, ya que tales fuerzas
buscan ascender al poder en cada país y a nivel de las instituciones europeas,
con su rechazo al proceso de integración y a la moneda única (euro).
Existen justificados temores sobre las
posibilidades de que las posiciones xenófobas y ultranacionalistas continúen
propagándose. Sobre el papel que pueden desempeñar los partidos euroescépticos,
algunos dirigentes del Consejo de Europa han considerado «preocupante» que
quieran aprovechar el creciente alejamiento de los ciudadanos respecto a las
instituciones europeas, si bien «no es una razón para entrar en pánico [...]
Los partidos euroescépticos van a menospreciar el proyecto europeo con sus
palabras, pero, quizás en contra de sus propias intenciones, lo desarrollarán
mediante sus acciones», pues si los euroescépticos se organizan en torno a
Europa fortalecerán, en una gran «paradoja», su esfera pública,[1] propagándose, principalmente en el
norte comunitario y en el este de Europa, donde muchos gobiernos conservadores
se han escorado en la derecha para afianzarse en el poder.
En ese sentido, hay que razonar sobre la evolución
de la creciente ola islamofóbica en Alemania, materializada en las llamadas
Pegida [2] y en el aumento tras la
crisis de los que buscan refugio entrando a Europa a través de los Balcanes. Al
mismo tiempo que crecen los partidos racistas y xenófobos, los organismos
especializados advierten que Europa necesitará sumar 50 millones de
trabajadores hasta el 2050 si quiere mantener su sistema social debido al
envejecimiento de la población. La única forma de lograrlo es admitir mano de
obra extracomunitaria.
Es por eso que Alemania, al tener la edad media más
alta del mundo, en el 2015, decidió recibir más de un millón de inmigrantes. En
realidad, es casi toda Europa la que se debate entre la necesidad de atraer e
integrar inmigrantes a su mercado laboral y la prédica derechista que reclama
una “nación pura” libre de inmigrantes de otras culturas.
A modo de conclusiones, es precisamente el factor
económico el que ha causado la acentuación de las divisiones políticas en el
seno de la Unión Europea y, también, una disminución de su capacidad para
responder a nuevos desafíos en el ámbito regional y global.
Un desafío importante para el proceso de la
integración europea es el asunto de la salida de Gran Bretaña (brexit)
de la Unión Europea porque sin Gran Bretaña podría convertirse en un socio
comercial menos atractivo a nivel mundial. Hay quienes han ido más lejos con
predicciones catastrofistas cuando consideran que el brexit podría
conducir “no solo a la destrucción de la Unión Europea sino también a la
civilización política occidental”.
Todavía no se aprecia en Europa una reacción hacia
la frustración del electorado que se siente desconectado de los partidos
políticos dominantes, amenazados por los mercados mundiales de la globalización
neoliberal, por las desigualdades económicas y muy incómodos con los cambios
étnicos abruptos aparejados por la inmigración y sus impactos en materia de
seguridad, los sistemas de salud y de educación.
El auge nacionalista y de la extrema derecha será
en el 2017, en el contexto electoral de Holanda, Francia y Alemania, un
verdadero desafío para la Unión Europea y a las instituciones internacionales
en general. El populismo es una señal de alerta para que los políticos europeos
presten más atención a las demandas de una parte de la población desconcertada
y pesimista acerca de su futuro. ¿No será demasiado tarde?
Lo cierto es que, desde el 2008, la reticencia a
hacer frente a asuntos difíciles, la incapacidad para aceptar los costes del
ajuste necesario y la falta de liderazgo ha resultado en un estancamiento. No
es probable que esto vaya a cambiar en el 2017.
La amenaza a la unidad de Gran Bretaña, los
imperativos electorales nacionales, los intentos desesperados de la Unión
Europea de mantener la unidad si Italia y Francia albergan la idea de una
salida y nuevas crisis de seguridad o políticas podrían diluir o incluso anular
el resultado del referendo.
En este sentido, debe recordarse que durante su
campaña electoral, Donald Trump se mostró crítico con varias instituciones
internacionales, como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) o
la Organización Mundial de Comercio (OMC). Sin embargo, dar marcha atrás al
libre comercio y recuperar empleos será una tarea lenta, y quizás imposible.
Forzar el cambio en cadenas de suministros mundiales y modelos de negocios
complejos podría resultar aún más difícil, especialmente si las empresas
estadounidenses tienen voz en el asunto.
Casi con toda probabilidad, poco va a cambiar en el
2017 en Europa. Los que predicen un auge de la ola populista han citado la
victoria de Donald Trump en los Estados Unidos, la votación en el Reino Unido a
favor de una salida de la Unión Europea y el rechazo de Italia a las reformas
constitucionales como acontecimientos precursores o más influyentes en el 2017.
Pero, en mi opinión, en buena medida impactada por todo eso, el acontecimiento
más influyente en Europa serán las elecciones francesas previstas para
abril-mayo de 2017, gane o no gane la extrema derecha que lidera la populista
Marina Le-Pen.
Los políticos harán lo mejor que puedan para
arreglárselas y mantener el status quo, pero la ausencia de una respuesta fácil
y exenta de costes sugiere que cuando llegue enero del 2018, la Unión Europea
seguirá más o menos en el mismo lugar en el que está ahora: sumida en múltiples
contradicciones y en la incertidumbre de su laberinto.[3]
*****
Notas
[1] Alto cargo
del Consejo Europeo cree que la UE sabrá prevenir otra crisis. (2 de diciembre
de 2013) El Diario Montañés.
[2] Así se
denomina al grupo Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente
(Pegida, por sus siglas en alemán). Pegida, el movimiento antiislámico que
divide a Alemania. (5 de enero de 2015). BBC Mundo. Recuperado
Blog
Visiones de Política Internacional.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario