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“La
pregunta hay que hacerla: ¿hay alguna relación entre la crisis de esa
singular democracia y la política imperial que EEUU organiza, mantiene y
dirige? ¿Hay alguna relación entre un país que se encamina a una guerra civil
inminente y el impulso belicista de un presidente que se niega a reconocer que
el mundo está cambiando sustancialmente? EE UU se
está convirtiendo en un problema para el mundo. Su declive se puede frenar, desviar y aplazar, pero el mundo unipolar
hegemonizado por la Administración
norteamericana no volverá. Harían bien en no olvidar la advertencia hecha
por Zbigniew Brzezinski allá por el 2007 en un libro que se llamaba, no por casualidad, “La segunda
oportunidad”. El mundo que viene se define por el “despertar global” y lo
define así: “El despertar político global es
históricamente anti imperial, políticamente antioccidental y
emocionalmente anti norteamericano en dosis crecientes. Este proceso está
originando un gran desplazamiento del centro de gravedad mundial, lo que, a su
vez, está alterando la distribución global de poder con
implicaciones muy importantes de cara al papel de EEUU en el mundo.”
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LA DEMOCRACIA COMO DISCURSO
PARA LEGITIMAR LA GUERRA.
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Por: Manolo Monereo.
Para Manuel Riesco Larraín, con los ojos
abiertos y la mirada clara.
Otra Mirada 1 de febrero del 2022.
Europa puede ser parte de lo
nuevo que emerge o encadenarse a la defensa del mundo unipolar dirigido por los
EEUU.
Es cosa del poder y de los Estados.
Las guerras, los conflictos político-militares, las
invasiones y colonizaciones de determinados países tienen que ser justificadas, argumentadas, razonadas,
para intentar convertirlas en legítimas,
o, al menos, intentarlo. El poder
comunica mejor que nadie; crea
alianzas múltiples y organiza
amplias coaliciones que demuestren que el enemigo no merece nuestro respeto, no
debe de ser reconocido y representa el mal. Razones las que se quieran. No son civilizados y tienen comportamientos que ofenden a nuestra dignidad; son idolatras y sacrifican seres humanos; no se dejan civilizar y rechazan nuestros valores;
impiden la libertad de navegar y el libre comercio. Son enemigos del progreso; de nuestro
insuperable modo de ver y organizar el
mundo.
El racismo está mal visto. La
inferioridad de las razas amarillas, negras, cobrizas no
convence como antes. Viendo, además, el desarrollo de China, mejor no entran en valoraciones porque nos pueden situar
en un lugar incómodo. Son autoritarios, propensos a la corrupción
y no se dejan aconsejar. ¿Quién define
los comportamientos buenos y malos, correctos o incorrectos?, ¿quién se
arroga el derecho a reprimir y a castigar? Quién
detenta y tiene poder para ello. En las relaciones internacionales esta
fuerza que se impone política y
militarmente es más descarnada, más visible, menos sofisticada y más burda. Aun así, tiene que ser legitimada. Al final, la ciudadanía es la que paga y pone los muertos, algo tendrán que
decir.
Hay
que reconocer que los EEUU han hecho avanzar mucho el arte de convertir sus guerras de conquista en
civilizadas formas de organizar el
mundo y ordenarlo a su superior modo. La
OTAN y la Unión Europea lo tienen en el centro de su discurso público: democracia y derechos humanos. Todo se hace, se
justifica, se impone, en nombre
de ellos y de su defensa. La otra cara:
las intervenciones humanitarias.
Hacer la guerra contra el terrorismo,
contra los gobiernos que no aplican
los derechos
humanos, contra los Estados
delincuentes. A un lado la democracia, la de verdad, la buena; al otro lado, el totalitarismo, el mal. El enemigo es totalitario; el amigo es
demócrata. ¿Quién define la democracia como
democracia y quién define los derechos humanos como derechos humanos? Quién tiene poder
para ello, es decir, los Estados Unidos
y sus aliados.
El
poder de definición es centralmente punitivo y se impone como discurso disciplinario.
Quienes no lo siguen son autoritarios,
fascistas,
enemigos de la libertad. Quienes dudan,
cuestionan, critican, denuncian son lo peor de lo peor: quinta
columna, tontos útiles, agentes. ¿Exageraciones?: abran sus televisiones,
radios, redes y tomen nota de la casi unánime pasión de tanto tertuliano y tertuliana por justificar la guerra en nombre de los
derechos humanos y de la paz. Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia, Siria, merecieron
el mismo tratamiento por similares o
parecidos operadores.
Hace unas semanas el presidente Biden, tuvo a bien convocar una magna reunión sobre la democracia y sus enemigos. Hablar de fracaso quizás sea mucho, digamos que fiasco.
Joe Biden, presidente de los
EEUU. Foto: Twitter
***
Unos meses
antes, es septiembre del 21, Robert Kagan, halcón
entre halcones, viejo neocon republicano, devenido consejero de Hillary Clinton y compañero de
aventuras ucranianas de la “vice”
de relaciones exteriores de EEUU,
Victoria Nuland, escribió un artículo en el The Washington Post, luego reproducido en medio mundo, donde advertía de que EEUU se encaminaba a una grave crisis
política y constitucional que ponía en peligro la democracia y amenazaba con llevar
al país de nuevo a la guerra civil. Señalaba directamente al expresidente Donald Trump como inductor omnipresente de esta enorme conspiración y ponía la fecha del 2024,
elecciones presidenciales, como
punto culminante en esta escalada
fascistizante.
“El mundo
unipolar hegemonizado por la Administración norteamericana no volverá”
La pregunta
hay que hacerla: ¿hay alguna
relación entre la crisis de esa singular democracia y la política imperial que
EEUU organiza, mantiene y dirige? ¿Hay alguna relación entre un país que se encamina a una guerra civil
inminente y el impulso belicista de un presidente que se niega a reconocer que
el mundo está cambiando sustancialmente? EE UU se
está convirtiendo en un problema para el mundo. Su declive se puede frenar, desviar y aplazar, pero el mundo unipolar
hegemonizado por la Administración
norteamericana no volverá. Harían bien en no olvidar la advertencia hecha
por Zbigniew Brzezinski allá por el 2007 en un libro que se llamaba, no por casualidad, “La segunda
oportunidad”. El mundo que viene se define por el “despertar global” y lo
define así:
“El
despertar político global es históricamente anti imperial, políticamente
antioccidental y emocionalmente antinorteamericano en dosis crecientes. Este
proceso está originando un gran desplazamiento del centro de gravedad mundial,
lo que, a su vez, está alterando la distribución global de poder con
implicaciones muy importantes de cara al papel de EEUU en el mundo.”
Se dirá que los derechos humanos no se respetan en Rusia y China y que las libertades
públicas no están garantizadas
efectivamente en esos países. Discútase
a fondo y sin prejuicios. Es más, sería bueno abrir un amplio debate público sobre los procesos de democratización
política y social en los diversos
países y sobre el efectivo ejercicio del autogobierno
de las poblaciones; hacerlo sin
dobles raseros y poniendo el acento en el modo de vida de las mayorías sociales. Lo que no se puede hacer es
usar el concepto de democracia que imponen nuestras clases dirigentes para demonizar al enemigo geopolítico y convertirlo en instrumento
discursivo que justifique la guerra.
Si algo han demostrado las
intervenciones militares organizadas y planificadas
por los EEUU es que las guerras son siempre una violación masiva de los derechos humanos y
que no sirven para imponer regímenes políticos
democráticos.
Lo que se debería hacer desde Occidente, a mi juicio, es tener una visión más modesta sobre
el funcionamiento real de sus democracias y no ir dando lecciones a los demás
de cómo organizar sus sociedades y sus sistemas políticos. Como decía con mucha
valentía Cristina Lafont en El País el pasado mes de noviembre:
“Las
democracias están en crisis… aunque en las sociedades
democráticas siguen teniendo todos los derechos políticos formales de voto,
libertad de expresión, etc. esos derechos ya no garantizan un poder real de
influenciar las decisiones políticas” … “EEUU
ya no es una democracia. Técnicamente es una oligarquía…
“La situación en Europa no es muy diferente. La UE nunca fue un proyecto democrático. Nació como un
proyecto de integración económica sin integración política y sus déficits se
han criticado desde hace décadas. Pero lo que refleja la crisis actual es que,
a consecuencia de dichos déficits, los países europeos están dejando de ser
democracias también”.
Se abre una
época histórica nueva y radicalmente diferente a la actual. La grandes
civilizaciones humilladas y colonizadas
durante siglos por las grandes potencias
imperiales vuelven a ser sujetos
autónomos y activos en un mundo que cambia aceleradamente. Nada será como antes. La responsabilidad de
Europa es muy grande. Puede ser
parte de lo nuevo que emerge o encadenarse a la defensa del mundo unipolar
dirigido por los EEUU. El actual conflicto entre la
OTAN y Rusia marcarán el futuro. Hay que definirse.
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