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AMIGOS, AMIGAS, CIUDADANOS Y CIUDADANAS, permítanme presentar el día de hoy
2 extraordinarios Artículos sobre el proceso político
chileno. El primero del reconocido y
respetado Maestro Universitario, Sociólogo Dr. EMIR SADER
que nos presenta el proceso histórico chileno como
un “laboratorio político” interpretando un trabajo
que Federico Engels realizara en la década de
los 80’ del siglo XIX en Francia – en relación la realidad que emergió después de la Revolución Francesa de 1789 – un
siglo antes. y ahora reinterpretando esta realidad después
de los Históricos acontecimientos de la Comuna de
París, 1871 cuando la clase
obrera, el proletariado francés, toma el Gobierno -no el Poder – durante 70 días – y que se consiguió en beneficio de
los grandes derechos y reivindicaciones de proletariado.
Chile igual, hace un siglo Luis Emilio Recabarren
con el apoyo de los partidos Socialista y
Comunista – en 1920 se presentó como candidato a las elecciones con un Programa
Político de transformación- económico, social, político, etc. Como el que, en la actualidad, 100 años después, debe asumir el nuevo gobierno de Boric.
En Segundo Lugar, el Literato Chileno, Poeta y Novelista Ariel Dorfman nos
presenta los grandes retos y desafíos históricos que su patria necesita en estos momentos, para ir dando solución a sus problemas
estructurales que han hecho de Chile uno de los países más Desiguales del Mundo. Tareas, trabajo y responsabilidad
que asume para él – con toda justificación -. Está nueva
Generación Profesional, extraordinaria, forjada en grandes Movimientos Sociales y que conoce los problemas históricos
y coyunturales que exige la Ciudadanía. Los Invito a Leer
ambos artículos.
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CHILE,
LABORATORIO POLÍTICO DE LATINOAMÉRICA.
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Por Emir Sader. Dr. En Sociología
Página/12 sábado 12 de marzo del 2022.
Chile ha sido el laboratorio de
experiencias políticas en Latinoamérica, de forma similar a que Engels había caracterizado a Francia en Europa. Chile
es un país que, en nuestro continente, ha vivido algunas de las
experiencias más memorables de la historia política latinoamericana.
Primeras experiencias
Chile ha tenido un líder de izquierda, el gran
marxista latinoamericano Luis Emilio
Recabarren, candidato de izquierda a la
presidencia del país, en 1920. Fue
apoyado por los partidos comunista y
socialista, fundados poco tiempo antes.
En los años 30 Chile fue el único país de América
Latina en tener un gobierno de Frente Popular, conforme
las orientaciones de la Tercera
Internacional, bajo la presidencia de Pedro Aguirre Cerda.
Esas experiencias prematuras respecto a otros países del continente tienen sus orígenes en el hecho
de que Chile
tuvo una economía primario-exportadora,
pero exportadora de minerales – estaño, después cobre. Así, mientras otros países producían campesinados, Chile tenía, ya a fines del siglo XIX, el surgimiento de una clase obrera minera. (los obreros del
salitre) De forma tal que, en Chile,
el proletariado nació antes que la burguesía. De esos fundamentos
vienen las experiencias innovadoras de Chile.
Alianza del Progreso
Ya en los años 60 el gobierno de Eduardo Frei fue
la referencia más importante de los gobiernos
propuestos para la Alianza del Progreso por Estados Unidos. Un tipo de
gobierno que debía hacer reformas
moderadas, como supuesta forma de impedir que surgieran otras experiencias revolucionarias, como la
de Cuba. Ante todo, el objetivo
de la Alianza del Progreso era
realizar reformas
agrarias que impidieran que las
agudas contradicciones sociales en el
campo derivaran en nuevas
alternativas revolucionarias. Proceso que Frei intentó implementar, aunque sólo lo logró a medias.
Mas tarde la extrema derecha chilena lo acusaría a Frei de ser un Kerensky chileno, que habría acelerado, en lugar de bloquear, las contradicciones en el campo chileno.
Chile siguió su camino de laboratorio
de experiencias políticas originales en el continente eligiendo a Salvador Allende, quien llegó a la presidencia con un programa socialista
para el país, experiencia única en el
mundo, por su carácter de socialista
y a la vez democrático.
El golpe y después
El viraje del golpe militar
con Pinochet hizo que Chile siguiera siendo referencia, esta vez de la extrema derecha. Después de la dictadura, Chile
se ha volvió un caso testigo para los
Estados Unidos, de la búsqueda de compatibilizar democracia con
neoliberalismo. (imposible en 40 Europa (Chile) y 30 años en América latina) el
neoliberalismo no se llegó en lo más mínimo ha concertar, compatibilizar, salvo
cuando la deformaron y envenenaron a la Democracia,
en Democracia Fallida, Democracia de Mercado).
Fueron esas herencias del pasado las que explotaron en las manifestaciones del 2019, que demandaban una nueva Constitución en lugar de la vieja carta magna pinochetista, impuesta en pleno estado de sitio y remendada varias veces, pero no abolida. Los manifestantes también demandaban terminar con la herencia del modelo neoliberal, igualmente sobreviviente del régimen pinochetista.
La elección de Boric
La elección de Gabriel Boric,
joven líder estudiantil que alcancé a conocer allá por 2019, representa un
nuevo capítulo de las grandes innovaciones políticas que Chile siempre
ha traído a Latinoamérica. Un gobierno nuevo porque es antineoliberal, al contrario de los
gobiernos anteriores. Nuevo, porque existe en paralelo a la Convención
Constituyente, que propiciará que Chile tenga una nueva Constitución, que innovará en el plano de la descentralización política, de la atención a las demandas de las mujeres, de los indígenas, de los niños y
de los enfermos, así como atender
las necesidades del medio ambiente. (Incluye
también como punto central el problema de las AFPs y la situación de extrema
pobreza de los Jubilados).
Boric tendrá un marco legal
propicio para que su gobierno represente una nueva experiencia de democracia política, de políticas sociales y
ecológicas. Un gobierno joven, con gran participación de mujeres, que expresa esa nueva cara del Chile del siglo XXI. Un gobierno que, 100 años después, podrá realizar los sueños de Recabarren.
Isabel Allende, en su último libro, "Violeta", cuenta
la historia de una mujer nacida en
la pandemia de fiebre española y que
ha muerto, exactamente un siglo después, en plena pandemia de coronavirus. Precisamente
el tiempo que ha transcurrido desde el primer intento de la izquierda de gobernar Chile hasta
el gobierno de Boric.
Como se suele decir
allá: ¡Viva Chile, mierda!
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BORIC ANTE LOS
DESAFÍOS DE LA HISTORIA
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Por Ariel Dorfman.
Página /12 sábado 12 de marzo del 2022.
Cuando Gabriel Boric, con apenas treinta y seis años a cuestas, jure hoy como el presidente
más joven de la historia de Chile, tendrá,
paradójicamente, que hacer frente al
desafío de remediar en los próximos cuatro años el problema más vetusto y
antiguo que arrastra esta nación
andina desde antes de su independencia en 1810.
En efecto, ya en 1796, José Cos de Iriberri, comerciante chileno, elogió "la opulencia y riqueza" de
la tierra, pasando a lamentarse:
"Quién pensaría que en
medio de tal abundancia habría una población escasa gimiendo bajo el pesado
yugo de la pobreza, la miseria y el vicio".
Por supuesto, el fantasma de
Iriberri (que habitaba una provincia española de menos de un millón de
almas), no reconocería el Chile contemporáneo, una nación de 20 millones de personas, gimiendo bajo el yugo de problemas típicos, más bien,
del siglo 21. Y, sin embargo, Iriberri
advertiría también que la desigualdad, la injusticia y la corrupción continúan
perturbando persistentemente a su tierra natal, aunque,
de resucitar, quizás abrigara de pronto la esperanza de que esta situación desastrosa pudiera estar llegando
a su fin.
Boric fue elegido porque encarnaba
un vasto movimiento de ciudadanos que colmaron las calles
en octubre del 2019 exigiendo un nuevo sistema político, un conjunto diferente de prioridades económicas y, sobre
todo, dignidad para los desfavorecidos, una serie de medidas drásticas
que, de ser llevadas a cabo, podrían
dentro de poco invalidar un juicio tan melancólico como el de Iriberri.
El éxito de la tajante agenda de Boric dependerá de varios factores. Ante todo, en un país atormentado por la pandemia y el malestar social, tendrá que aumentar los impuestos a los súper ricos y a las grandes corporaciones, especialmente en el sector minero, para financiar reformas indispensables en salud, educación, planes de pensiones, un salario mínimo más alto, políticas ecológicas agresivas, así como el empoderamiento de las mujeres y la gobernanza regional. Para obtener estos ingresos, la administración de Boric tiene que negociar con un Congreso donde su coalición está en franca minoría. Moderar algunos de los objetivos más ambiciosos podría conducir a algunos acomodos, pero también es probable que decepcione y movilice a muchos de sus agitados seguidores que votaron por un líder que prometió enterrar el neoliberalismo y sus descontentos. De todas maneras, cualquier acuerdo que se alcance obligará a muchos meses de legislación, compromisos y presión desde la calle.
Una segunda serie de
circunstancias precisa atención inmediata. Una
crisis migratoria en el extremo norte del país,
invadido por trabajadores indocumentados de toda América Latina, ha sembrado un tóxico sentimiento antimigrante que incitó a camioneros a que bloquearan
rutas vitales, una acción que, de repetirse, podría paralizar áreas
significativas de la economía. La propia postura de Boric de dar la bienvenida a sus hermanos y hermanas latinoamericanos se verá, entonces, puesto
pronto a prueba. En el sur del país, las justas exigencias reivindicativas de pueblos originarios largamente despreciados
y expoliados han abierto un terreno
fértil para una creciente violencia.
El nuevo presidente está decidido a rechazar la militarización
que instaló su predecesor, el inepto
derechista Sebastián Piñera, y estrenar un diálogo sereno con todas las partes, pero los acontecimientos sobre
el terreno pueden constreñir su margen
de maniobra. ¿Y cómo reformar a fondo una fuerza policial
recalcitrante que ha brutalizado sistemáticamente a jóvenes y pobres y
rebeldes, justo en una coyuntura en que se acrecienta la delincuencia y el
narcotráfico?
El mayor desafío para la administración entrante, sin embargo, es la Convención Constitucional que fue creada para canalizar las demandas de los insurrectos y que en estos mismos momentos está escribiendo una nueva Carta Magna para reemplazar la que, fraudulentamente impuesta por Augusto Pinochet en 1980, había bloqueado las mismas reformas que Boric ahora quiere instituir. Aunque la mayoría de los delegados (los conservadores sólo tienen 37 de los 154 miembros de la Convención) comparte las convicciones de Boric (ecológicas, feministas, igualitarias, profundamente participativas, con gran respeto por las creencias indígenas y el rol de las regiones), hay signos de tensión entre un gobierno que tiene que cotidianas lidiar con las complicaciones de la gente común y llegar a convenios con los adversarios, y muchos convencionales que sueñan con una patria completamente libre de explotación, donde la naturaleza reina en forma suprema y el multiculturalismo triunfa. Lo único que Boric no puede permitirse es que los votantes, en un referéndum en septiembre, rechacen la nueva Constitución, una posibilidad que, por ahora, es poco verosímil, pero que, con pujantes fuerzas reaccionarias saboteando la Convención, podría conducir a un resultado que dejaría al nuevo gobierno atado a viejas leyes que, en el pasado, atascaron importantes alteraciones al status quo.
A pesar de todas
estas acechanzas y dilemas en el horizonte, el futuro me parece promisorio.
Hace treinta y dos años, el 11
de marzo de 1990, fui un invitado oficial a la toma de posesión del presidente Patricio Aylwin después de diecisiete años de
terror dictatorial. Para esa transmisión
del mando, conocía personalmente
a todos los miembros del gabinete de
Aylwin, así como a los jefes del
Senado y la Cámara de Diputados. Me complace anunciar que no me he topado
nunca con ni uno de los ministros y
ministras de Boric (¡es un gabinete paritario, el de Aylwin consistía sólo de hombres!), aunque sí he conocido de cerca a algunos de sus padres y abuelos.
Esta es una prueba rotunda y
maravillosa de un verdadero cambio de guardia. Parece que ha llegado el momento de que esta multitud de jóvenes tan talentosos como el carismático y tatuado Boric --¡que no usa corbata!, por fin arremeta con alegría y desparpajo
contra la situación que devasta
nuestra desafortunada patria desde hace tanto tiempo. No se trata
simplemente de que asumen el poder con
el respaldo de una ciudadanía
ardiente dispuesta a rebelarse con aún más vehemencia si no hay respuesta a sus necesidades, sino que
estos jóvenes políticos forman parte
del resurgimiento de una nueva izquierda
en toda América Latina, con posibles victorias en Brasil y Colombia
en las postrimerías de este año que confirmarían esa tendencia.
Así que, a pesar de la crisis
global creada por la invasión de Ucrania y sus secuelas, Boric
enfrenta un panorama internacional
favorable, sin el tipo de hostilidad
o el intervencionismo descarado e imperial de los Estados Unidos que ha
obstruido esfuerzos anteriores para realizar cambios fundamentales. Boric
representa, además, una vena
libertaria que a mí me parece
saludable para nuestra izquierda, oponiéndose al autoritarismo de todo tipo (ha
criticado la represión de los disidentes
en Cuba y ha denunciado al seudo sandinista
Daniel Ortega como un dictador),
que rompe con muchos de los dogmas revolucionarios más ortodoxos de América Latina (incluidos
algunos de sus propios aliados
comunistas en Chile). Hay que
comprender que la experiencia fundacional de la generación de Boric se forjó, no en la lucha contra una dictadura, sino desafiando a gobiernos democráticos que no
habían profundizado esa democracia y
preferido a una élite pequeña, poderosa
y privilegiada por sobre las urgencias
de la inmensidad de sus conciudadanos.
Si logra Boric avanzar, utilizando medios pacíficos, hacia cambios sociales y económicos cruciales, e implementar una política intensa de justicia ambiental y de género, su ejemplo va a trascender las fronteras del propio Chile. En un momento en que estamos siendo bombardeados por una cascada implacable de noticias desesperantes, un modelo fundacional que ofrezca esperanza en la democracia y la participación puede inspirar al mundo y especialmente a los jóvenes.
Muchos, aquí en Chile y en el
extranjero, estarán observando, entonces, cómo Gabriel
Boric inaugura una nueva era en la
historia de mi país. Junto a tantos
hombres y mujeres que, presumo, le desean
buena ventura, agregaría yo legiones
de muertos que no pudieron resolver el enigma del perenne desarrollo desigual que todavía nos ronda. Tal vez el fantasma de José Cos de Iriberri, con ganas de descansar en paz, sonría, donde quiera que
se encuentre, al reflexionar que, quizás esta vez, después de más de dos siglos
de intentos fallidos, sus compatriotas tengan el gobierno que finalmente se
merecen.
ARIEL DORFMAN es autor de La muerte y
la doncella y de la reciente novela Apariciones, además de
una colección de poesía, Palabras desde el otro lado de la muerte que
publicará próximamente la editora argentina Libros del Zorzal.
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