miércoles, 2 de marzo de 2022

LA GRAN PARADOJA: MÁS HAMBRE EN UN MUNDO EN EL QUE SOBRA ALIMENTOS.

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Las causas más saltantes. Es indiscutible que la pobreza y la desigualdad son las causas estructurales más gravitantes de todas las formas de inseguridad alimentaria y malnutrición, que a su vez amplifican los efectos negativos de otros factores como, los conflictos armados internos y externos, el cambio climático, la especulación de alimentos, la crisis energética, el costo de los alimentos nutritivos, etc. La inseguridad alimentaria y la malnutrición en todas sus formas se ven agravadas por los niveles de desigualdad altos y persistentes en cuanto a ingresos, activos productivos y servicios básicos (salud y educación), así como en cuanto al acceso a la información y la tecnología (por ejemplo, la brecha digital) y, en un sentido más amplio el acceso desigual a la riqueza. Mientras estas causas persistan, el buen deseo de hambre cero, seguirá siendo inalcanzable. La recesión económica mundial provocada por la pandemia, así como la propagación de la propia enfermedad, ha agravado las desigualdades existentes principalmente en los países en vías de desarrollo. La pandemia también ha provocado otras alteraciones: el perfil de las nuevas víctimas del hambre ha cambiado. Antes, el hambre estaba estrechamente vinculado a la pobreza. La pandemia ha provocado un fuerte giro que no se esperaba. Ha sido por la duración de las duras cuarentenas impuestas y por su relación con la informalidad laboral, que en promedio es del 75%, como ocurre en Perú. Parte de la clase media perdió todo de la noche a la mañana. Y se sumaron por primera vez a la estadística del hambre. Ya no son solo los pobres".

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HAMBRE en el MUNDO con la  PANDEMIA. Finales del 2020, son 870 MILLONES de seres humanos se mueren de hambre, mientras 8 BILLONARIOS son dueños del 90% de la riqueza del mundo. son los "Nuevos Amos del Universo". y hoy hacen turismo Espacial, cada viaje cuesta nada menos que 30 millones de dólares. Esa es la sociedad de la Desigualdad salvaje e inhumana que defienden las élites empresariales, las corporaciones  y los gobernantes  corruptos del mundo.
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LA GRAN PARADOJA: MÁS HAMBRE EN UN MUNDO EN EL QUE SOBRA ALIMENTOS

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Por:  Alejandro Narváez Liceras.

Otra Mirada Lima martes 1 de marzo del 2022.

La producción mundial de alimentos, sigue marcando récords históricos año tras año, tal como se dio en 2020 – 2021, e igual comportamiento se espera en la campaña 2021 – 2022. Sin embargo, esa mayor producción de alimentos no ha sido suficiente para detener el alza de precios internacionales y menos para reducir el hambre en el mundo que azota aproximadamente a 811 millones de seres humanos, según la FAO.

El reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) de febrero de 2022, revela que la producción mundial de alimentos (trigo, maíz, cebada, sorgo y arroz) aumenta cada año. En el periodo 2018/2019 se llegó a producir 2,647 millones de toneladas. En el siguiente periodo 2019/2020 pasó a producirse 2,712 millones de toneladas de alimentos.  Entre el 2020/2021 la producción mundial aumento nuevamente llegando a 2,771 millones de toneladas. Por último, para la campaña 2021/2022 se estima un récord de producción de alimentos, equivalente a 2,793 millones de toneladas, que representa un aumento de 22 millones de toneladas respecto al periodo anterior.

Sin embargo, el buen rendimiento del campo no ha servido para frenar el aumento de los precios internacionales de los alimentos. Según el índice de precios de los alimentos de la FAO, que viene a ser una medida de la variación mensual de los precios internacionales de una canasta de productos (carne, productos lácteos, cereales, aceites vegetales y azúcar), los precios de estos alimentos en 2021 alcanzaron en conjunto un aumento del 28.1%, su nivel más alto desde 2012. Los beneficiados de estas alzas históricas de precios son los países exportadores y los complejos agroindustriales controlados generalmente por las grandes multinacionales de alimentos, inmersas en el negocio agroalimentario mundial.  

Entre las principales causas que se esgrimen como impulsoras del aumento de precios de los alimentos son: la crisis energética y de los insumos productivos que se usan en el campo (abonos, fertilizantes, plásticos, cartones, etc.) y el acopio de cereales por parte de China en previsión de una futura escasez. Otro factor no menos relevante, es la persistente sequía en el hemisferio sur, concretamente en Argentina y el Brasil, dos importantes productores de cereales en el mundo. Son factores externos que, sin embargo, impactan directamente en la economía doméstica o nacional, de los países importadores, principalmente.

Hambre cero para 2030, una utopía

A pesar de la producción global de alimentos aumenta cada año, no obstante, el mundo atraviesa sus peores momentos de hambruna. Hoy, la situación es mucho más dramática que hace siete años, cuando los países firmantes de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) se comprometieron a cumplir el objetivo de poner fin al hambre, la inseguridad alimentaria y todas las formas de malnutrición para 2030. Desde 2015, año en el que se firmó el compromiso de hambre cero, el número de personas malnutridas y hambrientas en el mundo, no ha dejado de aumentar. Según las cifras de la FAO, en 2014 había 607 millones de personas que padecían hambre en todo el mundo, en 2015 un total de 615 millones, en 2019, año de prepandemia el hambre alcanzó a 650 millones de personas. En 2020, bajo la sombra de la pandemia, padecieron hambre 811 millones de personas. Para el año 2030, se pronostica que habrá 841 millones de personas hambrientas en todo el mundo (véase, “El Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo 2021” de la FAO).

El HAMBRE en América Latina y el Caribe hasta diciembre del 2019 - pre pandemia - comprometió a 47 millones 700 mil personas (más del 70% niños, niñas y Mujeres) Con la pandemia a finales del 2021 - aumento a 65 millones (aquí fue el golpe más grande) y sigue el Hambre, NO hay Políticas de Estado que aborden con responsabilidad esta realidad inhumana.

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Por regiones, del número total de personas que padecieron hambre en 2020 (811 millones), más de la mitad (418 millones) viven en Asia, un poco más de un tercio (270 millones) en África, mientras que corresponde a América Latina y el Caribe (ALC) cerca del 8% (65 millones). En comparación con 2019 de prepandemia, en 2020 padecían hambre 46 millones de personas más en África, 57 millones más en Asia y unos 14 millones más en América Latina y el Caribe.

El hambre en ALC se extiende

El hambre en América Latina y el Caribe está en su punto más alto desde 2000. El reciente

“Informe Regional de Seguridad Alimentaria y Nutrición 2021” de las Naciones Unidas, revela un escenario sombrío para el futuro de la región. Desde 2014, el hambre en la región no dejo de aumentar.  En ese año la inseguridad alimentaria moderada (personas que ven reducidas la calidad y/o cantidad de sus alimentos) o severa (cuando no se consumen alimentos durante un día o más) alcanzaba a 154 millones de personas (24.9%), en 2019 estuvo en 207 millones (31.9%) y al cierre de 2020 esa cifra se había incrementado a 267 millones de personas lo que equivale al 40.9% de la población total de la región. No menos importante es señalar que la inseguridad alimentaria no afectó a hombres y mujeres por igual. En 2020, 41.8% de las mujeres sufrió algún grado de inseguridad alimentaria, en comparación con el 32.2% de los hombres.

No cabe duda de que una parte de esta situación de más hambre puede atribuirse al impacto de la pandemia del coronavirus, que redujo los ingresos de millones de personas en la región. Sin embargo, la pandemia no es la única responsable de la expansión del hambre, ya que las estadísticas regionales del hambre llevan siete años consecutivos aumentando.

Por otro lado, hay otras secuelas por la falta de una adecuada alimentación. Por ejemplo, en la región, uno de cada cuatro adultos sufre de obesidad. El sobrepeso infantil ha aumentado en los últimos 20 años y es mayor que la media mundial, afectando a 7.5% de los niños menores de cinco años en 2020. El sobrepeso y la obesidad tienen importantes repercusiones económicas, sociales y sanitarias en los países, ya que provocan una reducción de la productividad y un aumento de la discapacidad y la mortalidad prematura, así como un incremento de los costos de atención y tratamiento médico.

PERÚ hoy el HAMBRE comprende a 6 millones 300 mil peruanos (más del 70% son Niños, Niñas, Mujeres y Ancianos), pero si además consideramos las Familias VULNERABLES o con inseguridad Alimentaria Moderada, la tenemos la cruda e inhumana realidad de 15 millones con 700 mil habitantes. El 47.8% de la población. A nadie le importa porque, la crisis Política sigue imparable. Ejecutivo, Legislativo. Pronto rendirán cuentas ante la historia.

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El virus del hambre en el Perú no se detiene

El escenario en el Perú ya era muy preocupante en 2014. En ese entonces, un total de 4 millones 100 mil peruanos estaban en situación de inseguridad alimentaria severa. En 2019, antes de la pandemia 5 millones 800 mil personas pasaban hambre. El último “Informe Regional de Seguridad Alimentaria y Nutrición 2021”, elaborado por cinco agencias de Naciones Unidas, alerta de un nuevo escenario “significativamente más desolador y desafiante”: 6 millones 300 mil peruanos (19.2% de la población total) padecen de inseguridad alimentaria grave al cierre del 2020. La cifra es aún mayor si se incluye a aquellas personas que sufren inseguridad alimentaria moderada, que hacen un total de 15 millones 700 mil lo que representa el 47.8% de la población peruana.

Esta cifra quedaba demasiado lejos del Objetivo de Desarrollo Sostenible, que apuntaba a erradicar el hambre para 2030, mejorar la nutrición y promover una agricultura sostenible. En el Perú, como en el resto del mundo, la pandemia ha supuesto un enorme traspié que ha alejado más aún de la meta de hambre cero para el 2030. Las previsiones para los años venideros tampoco son halagüeñas, seguirá habiendo millones de peruanos hambrientos en parte por los efectos colaterales de la crisis desencadenada por el COVID-19 y otros factores tanto internos como externos.

Las causas más saltantes

Es indiscutible que la pobreza y la desigualdad son las causas estructurales más gravitantes de todas las formas de inseguridad alimentaria y malnutrición, que a su vez amplifican los efectos negativos de otros factores como, los conflictos armados internos y externos, el cambio climático, la especulación de alimentos, la crisis energética, el costo de los alimentos nutritivos, etc. La inseguridad alimentaria y la malnutrición en todas sus formas se ven agravadas por los niveles de desigualdad altos y persistentes en cuanto a ingresos, activos productivos y servicios básicos (salud y educación), así como en cuanto al acceso a la información y la tecnología (por ejemplo, la brecha digital) y, en un sentido más amplio el acceso desigual a la riqueza. Mientras estas causas persistan, el buen deseo de hambre cero, seguirá siendo inalcanzable. La recesión económica mundial provocada por la pandemia, así como la propagación de la propia enfermedad, ha agravado las desigualdades existentes principalmente en los países en vías de desarrollo. La pandemia también ha provocado otras alteraciones: el perfil de las nuevas víctimas del hambre ha cambiado. Antes, el hambre estaba estrechamente vinculado a la pobreza. La pandemia ha provocado un fuerte giro que no se esperaba. Ha sido por la duración de las duras cuarentenas impuestas y por su relación con la informalidad laboral, que en promedio es del 75%, como ocurre en Perú. Parte de la clase media perdió todo de la noche a la mañana. Y se sumaron por primera vez a la estadística del hambre. Ya no son solo los pobres.

Los Objetivos del Desarrollo Sostenible - hambre cero y fin de la pobreza rural al 2030. hoy con los resultados globales que deja la Pandemia, la crisis civilizatoria mundial y principalmente la multiplicación de la riqueza en unos cuantos Billonarios, en realidad hoy es un sueño, que se profundiza y cada día es más brutal e inhumana la Desigualdad Social.

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Reflexiones finales

Las frías estadísticas nos dicen que los peruanos estamos perdiendo en la lucha contra el virus del hambre y otras formas de malnutrición, como el resto del mundo. Hemos vuelto a los niveles de hace 15 años. Los números también revelan el fracaso de la lucha contra el hambre en el país. El impacto del Plan Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional 2015-2021 y de los programas nacionales de alimentación, han sido claramente insuficientes. Es evidente que el problema del hambre no es un asunto de mayor producción, es esencialmente, de distribución. Y eso está ligado a la pobreza y desigualdad estructural reinante.

En este escenario los desafíos urgentes para mitigar el hambre, pasan por poner en marcha medidas sencillas pero efectivas, como, por ejemplo:

a) Proteger a las familias en situación de pobreza y pobreza extrema y apoyar a la agricultura familiar,

b) Tomar medidas audaces de mitigación y adaptación al cambio climático,

c) Adoptar medidas que aseguren el buen funcionamiento de los mercados de alimentos de productos básicos y sus derivados,

d) Promover la educación alimentaria y nutricional en todos los niveles educativos,

e) Invertir en infraestructura rural, en la investigación, el desarrollo y la innovación agrícola, y

f) Perfeccionar el marco jurídico que fije políticas y estrategias que garanticen el derecho a la alimentación, la seguridad alimentaria y nutricional de todos. Y finalmente, erradicar el hambre, es también, un asunto de voluntad política.

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