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Según este análisis, una de las razones de ese aumento de los costos ha sido la decisión del gobierno ucraniano el pasado 9 de marzo de prohibir las exportaciones de trigo, avena y otros cultivos básicos para proteger el consumo interno. Al mismo tiempo, la escalada de sanciones occidentales contra Rusia desestimula a muchos compradores de productos rusos. Para visualizar aún más la magnitud de la crisis específicamente en el contexto africano, el artículo cita a Modibo Mao Makalou, un experto de Malí, quien subraya que el 80% del comercio entre África y Rusia, así como el 50% de del comercio entre África y Ucrania, corresponden a importaciones de trigo. En Senegal, país que importa la mitad de ese grano de Rusia, la preocupación por el pan crece entre la población. Desde hace varios años el gobierno ha controlado el precio del pan tipo baguette con un máximo de 175 francos CFA (29 centavos de dólar), pero éste podría subir a 500 francos CFA (84 centavos de dólar) si persiste la crisis ucraniana. Al igual que Senegal, Malí, importa el 70% de sus alimentos. En 2019, sus exportaciones de alimentos generaron apenas 25 millones de dólares en tanto que sus importaciones en ese rubro representaron 344 millones de dólares. Este análisis concluye con el consenso de diversos especialistas africanos, en cuanto a la necesidad imperiosa de soluciones endógenas a fin de asegurar la soberanía alimentaria del continente. Los países en desarrollo, en particular los africanos, deben emprender un proceso de transformación estructural de sus economías para tener cierta autonomía en sectores como salud, educación, alimentación y tecnología.
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LAS
ESQUIRLAS DEL CONFLICTO UCRANIA-RUSIA TAMBIÉN HIEREN EN ÁFRICA Y MEDIO ORIENTE.
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Por Sergio
Ferrari | 29/03/2022 | Mundo.
Fuente
Rebelión martes 29 de marzo del 2022.
La carencia a mediano plazo
de granos básicos en Medio Oriente y África sobrevuela como una amenaza
preocupante. El conflicto entre Rusia y Ucrania genera daños colaterales de muy
diverso tipo a miles de kilómetros del teatro de operaciones.
En el conjunto de África y Oriente
Medio, 45 países importan de Ucrania y Rusia un tercio del trigo que consumen y
18 de ellos hasta el 50%, según cifras de la Organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Es el caso, entre otros, de Burkina
Faso, la República Democrática del Congo, Libia, Somalia, Sudán, Yemen y
Eritrea (país que depende 100% del trigo ucraniano).
La
actual situación bélica impacta las cadenas de
suministros y los precios de los productos agrícolas y
sus derivados están aumentando rápidamente.
Daños “colaterales” de repercusión geopolítica
El Fondo Internacional de Desarrollo
Agrícola (FIDA) alertó la tercera semana de marzo, desde su
sede central en Roma, sobre la
repercusión de la guerra en numerosos
países que dependen de la importación de granos básicos ( https://www.ifad.org/es/web/latest/-/el-conflicto-en-ucrania-ya-esta-afectando-a-la-seguridad-alimentaria-en-la-region-de-oriente-proximo-y-africa-del-norte-y-se-extendera-rapidamente-advierte-el-fida).
En su análisis, el FIDA
sostiene que el aumento de precios de los alimentos esenciales, el combustible
y los fertilizantes, junto con otros efectos colaterales, están afectando
dramáticamente a las comunidades rurales más pobres.
Los ejemplos no faltan. Debido al
conflicto, en Somalia –donde 3,8 millones de personas
padecen las consecuencias de la grave inseguridad alimentaria– el costo de la electricidad y el transporte subieron
sustancialmente como producto del aumento brusco del precio de los
combustibles. Lo que produce repercusiones para numerosos pequeños agricultores, quienes a raíz de la imprevisibilidad
de las lluvias y la sequía en curso dependen, para su supervivencia, de
sistemas de agricultura de riego basados en motores diésel de baja potencia.
En Egipto, que importa un 85 % de su trigo de Ucrania y un 73% de su aceite de girasol de Rusia, los precios de ambos productos y sus derivados también han explotado.
Un 22% de las familias del Líbano
padecen hoy agudos problemas de alimentación. El país les compra a Rusia y a Ucrania hasta un 80% del trigo que
consume. Sin embargo, solo puede almacenar lo suficiente como para un mes
debido a que sus mayores silos resultaron destruidos por la monumental
explosión ocurrida en el puerto de
Beirut en agosto de 2020. Dicha fragilidad y el aumento de precios traerán
consecuencias desastrosas para los sectores más vulnerables de la población
libanesa.
En cuanto a los países de Asia Central
–que dependen en gran medida de las remesas
monetarias que envían los trabajadores migrantes–, también ellos se han
visto gravemente afectados por esta guerra. Debido a la devaluación del rublo, por ejemplo, las remesas en esa moneda que
llegan a Kirguistán, vitales para las familias de esos migrantes, y que
representan un 31%
del Producto Interno Bruto (PIB) de ese país, de un día para el otro han
perdido muchísimo de su valor.
Entre hambrunas y protestas sociales
Los cultivos de Ucrania, tradicional granero europeo, y de Rusia,
que ha desarrollado considerablemente su agricultura
en los últimos años, representan el 20% del comercio mundial de maíz y el 34% de trigo, cuyo precio el 8 de marzo de este año superó la barrera de los 410 euros por tonelada, frente a poco
más de 300 euros en septiembre-octubre
de 2021.
Según un análisis publicado el 22 de
marzo por el cotidiano suizo Le
Courrier, los precios de los cereales ya han superado los que
tenían al inicio de la Primavera Árabe y
son más caros que los que detonaron las revueltas del hambre de 2007-2008 (https://lecourrier.ch/2022/03/21/vers-un-retour-des-emeutes-de-la-faim/ ).
El artículo Retorno a la época de los disturbios
por alimentos, de los periodistas Benito Pérez y Tahar Yacine, sostiene
que muchos países árabes y de África
saldrán perdiendo de un conflicto prolongado entre Ucrania y Rusia.
En Egipto, el precio del pan se ha disparado un 50% desde que comenzó el conflicto. Es el mayor importador mundial de trigo y se abastece en un 85% de los dos países hoy en guerra. El Gobierno, a pesar que el país cuenta con una reserva para tres o cuatro meses, estudia la posibilidad de aumentar el precio del pan subvencionado hasta ahora para los sectores con bajos ingresos. Sin duda, una apuesta política riesgosa que no se veía desde los «disturbios del pan» de 1977. Con el agravante de que otros productos, como el aceite de girasol (tres cuartas partes del cual se importa de Rusia y Ucrania), trasladen a lo interno el aumento descontrolado de los precios internacionales.
Por su parte Argelia,
quinto importador mundial de cereales (por detrás de Egipto, China, Indonesia y Turquía),
tiene previsto importar 7.7 millones de
toneladas de cereales en 2022. Como el resto de las naciones del Magreb,
tal como lo afirma el análisis del cotidiano helvético, Argelia no podrá escapar a la subida
de los precios de los alimentos debido al bloqueo
de las exportaciones de la región del Mar Negro y a la
especulación en los mercados bursátiles. Le
Courrier dice que “los
argelinos contienen la respiración al acercarse
el mes del Ramadán, período habitual de aumentos
de precios a pesar de todas las medidas de control”. En la memoria de ese
país aún están presentes los disturbios de 2011
tras el repentino aumento del costo
del petróleo y el azúcar, aumento que muy pronto se extendió a otros
productos de primera necesidad. A diferencia de otros países sin recursos suficientes como para recuperar las
pérdidas, Argel
apuesta a amortiguar este choque con los
ingresos adicionales que puede recibir por sus exportaciones de gas.
La situación no es mejor en Marruecos y Túnez. Según Abdelkader Aloui,
presidente de la Federación de Molinos
de Marruecos, el país dispone de una reserva
de cereales para los próximos seis meses, gracias a las 50.000 toneladas de trigo que importó
de Ucrania
justo antes del estallido de la guerra. Desde ya, Marruecos intenta diversificar sus
compras en Brasil,
Argentina y Alemania. Sin embargo, analistas locales no descartan
posibles reacciones de los sectores más desfavorecidos de la población ante el anuncio del aumento de los productos básicos.
Túnez, por
su parte, podría enfrentar grandes dificultades debido a su escasa capacidad de almacenamiento y sus
limitaciones presupuestarias. Según el Grupo de reflexión tunecino IACE
(Instituto Árabe de directores de Empresas), el país es «muy dependiente de los cereales ya que importa el 84% de lo que consume en trigo blando, cerca del 40% de
trigo duro y el 50% de cebada». Dicho Grupo reconoce
que
«Ucrania
era hasta ahora un proveedor privilegiado,
junto con Canadá y la Unión Europea,
y será necesario revisar nuestra
política de suministro, sobre todo porque el país sufre un problema crónico en
su capacidad de almacenamiento, limitada a tres meses”. En 2021, Túnez importó 2.6 millones de toneladas de cereales de los 3 millones de toneladas que necesita para
abastecer el consumo interno, lo que demuestra su fragilidad productiva y su dependencia extrema del mercado
internacional.
Una mirada desde China
Si el conflicto entre Rusia y Ucrania se prolonga, se avecina una crisis de suministro de alimentos en muchas partes del mundo y los países africanos estarán entre los más afectados, afirmaba el sitio Web CHINA.ORG.CN en un análisis de inicios de esta semana (http://french.china.org.cn/foreign/txt/2022-03/20/content_78118577.htm). Análisis particularmente interesante si se tiene en cuenta la cada vez mayor presencia china en el continente africano.
Este medio oficial caracteriza a la
región del Mar Negro como el “granero del mundo” y constata que Rusia y Ucrania suministran el 29% de las exportaciones mundiales de trigo,
el 19% de las de maíz y el 80% de las de aceite de girasol. Los primeros indicios del impacto de esta
crisis en la economía mundial se expresan en el aumento a inicios de marzo del precio del trigo
en más de un 40%, el del maíz en un 30% y los de la soja en más de un 25%.
Según este análisis, una de las razones
de ese aumento de los costos ha sido la decisión del gobierno ucraniano el pasado 9 de
marzo de prohibir las exportaciones de
trigo, avena y otros cultivos básicos para proteger el consumo interno. Al mismo tiempo, la escalada de sanciones
occidentales contra Rusia desestimula a muchos compradores de productos rusos.
Para visualizar aún más la magnitud de
la crisis específicamente en el contexto africano, el artículo cita a Modibo
Mao Makalou, un experto de Malí,
quien subraya que el 80% del comercio entre África
y Rusia, así como el 50% de del comercio entre África
y Ucrania, corresponden a importaciones de trigo. En Senegal, país que importa la mitad
de ese grano de Rusia, la preocupación por el pan crece entre la población. Desde hace varios años el gobierno ha controlado el precio del pan tipo baguette con
un máximo de 175 francos CFA (29
centavos de dólar), pero éste podría subir a 500 francos CFA (84 centavos de dólar) si persiste la crisis
ucraniana. Al igual que Senegal, Malí, importa el 70%
de sus alimentos. En 2019, sus exportaciones de alimentos generaron apenas 25 millones de dólares en tanto
que sus importaciones en ese rubro
representaron 344 millones de dólares.
Este análisis concluye con el consenso
de diversos especialistas africanos, en cuanto a la necesidad
imperiosa de soluciones endógenas a fin de asegurar la soberanía
alimentaria del continente. Los países en desarrollo, en particular los africanos, deben
emprender un proceso de transformación estructural de sus economías para tener cierta autonomía en sectores como salud, educación, alimentación y tecnología.
En resumidas cuentas, el conflicto
bélico en el centro de la Europa continental, que lleva ya más de
cuatro semanas, está modificando, aceleradamente, no solo la lógica geopolítica del
continente sino también el entramado de las interdependencias económicas entre esa región y otras en
el resto del mundo. En un sistema
globalizado como el actual, una bomba sobre Kiev,
Mariounpol o Donbás producirá de inmediato secuelas significativas en El Cairo,
Beirut, Túnez o Rabat.
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