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"Punto de partida: Ciclos de Innovación y
Olas del Siglo XX. Para comprender las dinámicas
del futuro, es crucial echar un vistazo al pasado. Schumpeter, con su teoría
de destrucción creativa,
sostiene que hay ciclos de actividad económica vinculados al surgimiento de diversas innovaciones. Basándose en esta premisa, Neufeld divide el periodo 1785-2020 en seis olas, desde la
invención de la máquina de vapor hasta la
llegada de la inteligencia artificial. En el campo de la sostenibilidad, John Elkington identifica tres grandes “olas”:
la primera durante la Guerra Fría, con el movimiento hippie y el Mayo del 68 francés; la segunda
con la extensión de las economías
de mercado; y la tercera a partir del nuevo siglo, caracterizada por movimientos antiglobalización y cumbres internacionales centradas
en el medio ambiente. La
conclusión de estos análisis históricos es
que agrupar momentos con características similares facilita el análisis y
contribuye a esbozar el futuro, y pone el punto
de partida de este análisis en la tercera ola de
Elkington.
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Fuentes: El salto [Imagen: COP 25: De izquierda a derecha, las representantes de Amigos de la Tierra, Rezero, Alianza Resiudo Cero, Retorna y Fundación Basura Cero DAVID F. SABADELL]
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CRISIS
CLIMATICA.
Las
cuatro olas de la sostenibilidad del siglo XXI.
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Por Francisco Ortín Córdoba | 22/02/2024 | Ecología social
Fuentes Revista Rebelión., jueves 22 de febrero del
2024.
Utilizando
como inspiración la teoría de las olas de sostenibilidad, podemos dividir
el siglo XXI en cuatro grandes etapas: Filantropía y Vocación, Compromiso
y Planificación, Ajuste y Transformación,
y Estabilización y Equilibrio.
Podría comenzar
este artículo explorando la disfunción de nuestro
sistema económico, señalando la necesidad de una transición sostenible,
de llevar a cabo una reforma o de ser repensado. Sin
embargo, dada la abundancia de informes científicos, libros divulgativos
y artículos que ya mencionan estos términos, es probable que los lectores ya tengan una idea al
respecto. Prefiero centrar este artículo en explorar cómo será el desarrollo de
dicha revolución -un tema también manido, pero
aún bastante incierto.
Con
esta perspectiva, utilizando como inspiración la teoría de las olas de sostenibilidad,
podemos dividir el siglo XXI en cuatro
grandes etapas, cada una con sus características particulares en cuanto
a la integración de la sostenibilidad por parte
de nuestras instituciones, organizaciones y ciudadanos.
Tratando de dejar de lado la mera especulación futurista, este análisis se fundamenta en la construcción de un escenario simplista que recoge cómo los diversos objetivos regulatorios, eventos climáticos y disrupciones sociales podrían desencadenar cambios de paradigma, influyendo en nuestra forma de vivir y tomar decisiones.
Punto de partida: Ciclos de Innovación y
Olas del Siglo XX.
Para
comprender las dinámicas del futuro, es crucial
echar un vistazo al pasado. Schumpeter, con su teoría de destrucción creativa, sostiene que hay ciclos
de actividad económica vinculados al surgimiento
de diversas innovaciones. Basándose en esta
premisa, Neufeld divide el periodo 1785-2020 en seis olas, desde la
invención de la máquina de vapor hasta la
llegada de la inteligencia artificial.
En
el campo de la sostenibilidad, John Elkington identifica tres grandes “olas”:
la
primera durante la Guerra
Fría, con el movimiento hippie y el Mayo
del 68 francés; la segunda con la
extensión de las economías
de mercado; y la tercera a partir del nuevo siglo, caracterizada por movimientos antiglobalización y cumbres internacionales centradas
en el medio ambiente.
La
conclusión de estos análisis
históricos es que agrupar momentos con características similares
facilita el análisis y contribuye a esbozar el futuro,
y pone el punto de partida de este análisis en la tercera
ola de Elkington.
Rumbo a 2.100: cuatro olas de
sostenibilidad
El
año 2015 se erige como un hito
en la historia de la sostenibilidad,
marcado por la COP 21 y la firma del Acuerdo de París, así como el lanzamiento de los Objetivos
de Desarrollo Sostenible(ODS).
Antes de este momento, la sostenibilidad
era un tema relevante -especialmente para la comunidad
científica-pero, en general, abordado desde una perspectiva vocacional o
filantrópica. Sin
desprestigiar todos los hechos influyentes que ocurrieron antes de esta fecha, las acciones por responder a problemas relacionados
con la sostenibilidad
eran más altruistas
-por ejemplo, cortar los anillos
de plástico de las latas de refresco para proteger a los delfines- que sistémicas -como repensar nuestros sistemas alimentarios y el ciclo de vida en nuestro modelo productivo.
Las decisiones sostenibles, en este periodo que podemos
considerar como la “Ola 0”, pues se puede considerar una extensión de la última
etapa del siglo XX, se basaban en la filantropía y
la vocación de cambiar el mundo, sin esperar beneficios
tangibles para las administraciones o las organizaciones a corto plazo más allá
de una mejora de la imagen corporativa.
Sin embargo, desde 2015, la sostenibilidad ha adquirido un nivel de relevancia superior. Esta “Ola 1” está caracterizada por los compromisos y la planificación hacia una economía diferente. Es evidente que la sostenibilidad debe integrarse en la toma de decisiones y, para ello, se están comenzando a mover las piezas para que sea integrada de manera sistémica en nuestros procesos.
Desde 2015 la sostenibilidad ha adquirido un nivel de relevancia
superior. Esta primera ola está
caracterizada por los compromisos y la planificación
hacia una economía diferente.
Sin
embargo, nadie espera un mundo de
emisiones netas en un horizonte cercano y, entre otros aspectos, aún se
necesita más cooperación global, herramientas para decisiones informadas y
alternativas sostenibles en los mercados.
Además, por ahora, hay una visión de túnel hacia la neutralidad de carbono y
el resto de temas, especialmente más allá del ámbito
ambiental, todavía no han adquirido tanta relevancia.
Para
las corporaciones, si bien invertir en sostenibilidad puede dar
seguridad a determinados modelos de negocio o suponer “quick wins”,
en la mayoría de los casos el retorno esperado únicamente será positivo
a largo plazo. Por parte de los ciudadanos, aunque algunas prácticas
sostenibles pueden suponer ahorros, en general, tener comportamientos responsables sigue siendo más caro
-por ejemplo, consumir productos bio– o supone
pérdidas de bienestar
-como sustituir el vehículo
propio por transporte publico en ciudades aun no
preparadas-, por lo que ser sostenible sigue siendo más costoso. A pesar de ello, ya sea por su compromiso o
visión estratégica, algunos actores han comenzado a comprometerse a adoptar
comportamientos sostenibles,
incluso aunque tengan que pagar una prima o
esperar al largo plazo para hacer tangibles sus
retornos.
¿Cuándo
pasaremos de hablar de objetivos a presenciar la revolución
en marcha? Podemos marcar este punto crítico
cuando las emisiones globales de gases de efecto invernadero
dejen de aumentar en un año “normal”,
-sin pandemias, guerras u otros sucesos extraordinarios-, y comience
su vertiginoso descenso hacia la neutralidad. Según el IPCC, esto debería
suceder antes de 2030, pero tal vez no se
consiga hasta bien entrada la próxima década. Si
continuamos al ritmo actual, es probable que esta fase llegue algo tarde y que los primeros efectos
físicos de la crisis ambiental sean aún más
palpables.
Lo que nos
esperará tras la planificación de un nuevo
sistema durante la ola 1 será la “Ola 2”, es
decir, la implementación de las nuevas reglas del
juego. En esta fase deberíamos ver un ajuste en los procesos de toma de decisiones y una transformación del sistema productivo.
En el ámbito empresarial,
podríamos presenciar el nacimiento de nuevos mercados y la desaparición de otros,
impulsados por inversiones públicas y nuevas regulaciones. Gracias a esta “distorsión planificada”,
las empresas podrían alejarse naturalmente de inversiones
deficitarias no respaldadas por el nuevo marco, volcándose hacia negocios sostenibles o de transición en busca de beneficios.
En este contexto, la inversión en sostenibilidad podría
superar el break-even a corto plazo, ya que los nuevos mecanismos del
mercado podrían bonificar lo sostenible y penalizar lo insostenible.
En
la segunda ola deberíamos ver un ajuste en los procesos de toma de
decisiones y una transformación del sistema productivo.
En cuanto a
los ciudadanos, esta tendencia podría reflejarse
en una variación de sus comportamientos económicos.
Si los mercados son eficaces a la hora de trasladar los criterios ESG a aspectos como el precio, las opciones más sostenibles serán también las más económicas, por lo que, en contraposición a la
situación actual, no ser
sostenible saldrá caro.
Si
todas estas fases se desarrollan de
manera satisfactoria, alcanzaremos la neutralidad
en emisiones. Con suerte, la transición
no solo habrá sido en términos de emisiones de gases de efecto invernadero,
sino que otros compromisos ambientales y sociales habrán
sido cumplidos. No obstante, es poco probable que lleguemos a un momento de perfección y satisfacción con la situación
actual, por lo que podemos esperar otras transiciones. En
cualquier caso, la “Ola 3”, debería apuntar hacia una visión
de estabilización y equilibrio en lo concerniente a
los retos actuales. Establecer una fecha exacta para esta fase resulta
complicado, pero los compromisos de neutralidad de la Unión Europea y Estados Unidos -2050-, China -2060- y
la India -hacia 2070-
pueden servirnos de guía.
La
cara B de la “Ola 3” implica que la
planificación en la “Ola 1” no haya sido la
adecuada, o que la transición
de la “Ola 2” no sea lo suficientemente rápida y efectiva,
dejándonos una situación de desequilibrio.
Este escenario podría conllevar una gran serie
de riesgos, como la pérdida de esperanza y cooperación y la desestabilización del sistema económico actual. En
este caso, podríamos vivir una transición “forzosa” y
malthusiana del
sistema actual.
La cara B de la tercera ola implica que la planificación de la primera no haya sido la adecuada, o que la transición de la segunda no sea lo suficientemente rápida y efectiva, dejándonos una situación de desequilibrio.
Incertidumbres y escenarios.
Como
se puede observar, en contraposición a los ciclos
de innovación, las olas proyectadas son cada vez más largas. Y tiene sentido, pues los retos a resolver son cada
vez de mayor envergadura
-anunciar la necesidad de una transición, planificarla,
llevarla a cabo y llegar a un punto de equilibrio en el largo plazo-.
Sin
embargo, su velocidad
podría variar según diversos factores. Por ejemplo, si desarrollamos
tecnologías efectivas y rentables, la fase de transición podría concluir con mayor rapidez y el
equilibrio podría alcanzarse con mayor facilidad.
Por el contrario, la falta
de cooperación internacional o no conseguir movilizar los recursos necesarios
podría retrasar el proceso.
Sin
embargo, recuerden que cualquier ejercicio prospectivo es de naturaleza especulativa y
debe tratarse con cautela. Este análisis únicamente pretende ofrecer una visión tan racional como la navaja de Ockham sobre lo que podemos anticipar en los
próximos años en el ámbito de la sostenibilidad con la información de la que disponemos en la actualidad.
Francisco Ortín Córdoba. Economistas sin Fronteras
Economistas sin Fronteras
no se identifica necesariamente con la opinión del autor y ésta no compromete a
ninguna de las organizaciones con las que colabora.
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