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“El
pasado día 31 de enero, Mark Zuckenberg, CEO de Meta; Linda Yaccarino, de X; Shou Zi Chew, de TikTok; Jason Citron, de Discard,
y Evan Spiegel, de
Snap, comparecieron en la Comisión Judicial del Senado de
los Estados Unidos sobre el papel de las redes
ante determinados tipos de violencia, y el senador republicano
Lindsey Graham se dirigió a ellos y les dijo de manera asertiva que tenían “las
manos manchadas de sangre”, y no se equivocaba. El diseño de los algoritmos y la
permisividad respecto a ciertos temas,
imponiendo un control capaz de impedir la imagen de una
madre amamantando a su bebé, pero no
otras que forman parte de la violencia de género,
o capaz de cortar una comunicación sobre un tema
político, pero dejar el discurso de odio como parte de
la violencia que sufren hoy mujeres y niñas,
hasta el punto de haberlas llevado en algunos casos al
suicidio, no es obra de una sola persona, sino de quienes utilizan las redes y de
los que permiten que lo hagan con todas sus posibilidades para ejercer esta violencia".
"Hoy
las redes se han convertido en el principal medio para transmitir el odio y ejercer la violencia, y
en ellas hay muchos usuarios con las manos manchadas de
sangre, aunque no hayan dado un solo golpe de manera directa y material. Si no actuamos para evitarlo, las consecuencias serán
terribles, como ya demuestran los estudios".
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ESCENARIO DIGITAL &
VIOLENCIA MACHISTA.
Redes manchadas de sangre.
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Por | 17/02/2024 | Feminismos
Fuentes.
Revista Rebelión sábado 17 de febrero del 2024.
Fuentes: https://www.infolibre.es
No
hay estructura sin redes ni redes sin estructura.
Cualquier
sistema organizado necesita unir sus elementos y coordinarlos sobre posiciones y funciones que permitan sostener el modelo y hacerlo operativo, más allá de los aspectos
formales determinados por su propia configuración.
La clave de un sistema no está en lo que impone y
obliga, sino en lo que
logra que asuman como propio las personas que
forman parte de él. A la postre se tiene, por un lado, una serie de elementos formales;
por otro, elementos
informales surgidos de las dinámicas que se
generan a todos los niveles, y luego las redes generadas sobre algunos temas e intereses, como
una especie de nivel intermedio que permite definir
mejor el tipo de relaciones y las
funciones de las personas que las forman.
La cultura es la red de redes, todo lo que forma parte de ella se organiza para darle sentido y lograr que los valores e ideas que la definen se materialicen en hechos y consecuencias. Y si la cultura es machista, sus redes serán machistas y dirigidas a mantener las referencias androcéntricas. Nada de lo que ocurre de manera habitual es producto de la casualidad.
La
violencia contra las mujeres a través de las redes
está aumentando de
manera muy significativa sin
que se adopten las medidas para evitarlo y,
sobre todo, sin tomar conciencia del significado
de este aumento ni de sus consecuencias. Lo más
sorprendente es comprobar cómo se trata de presentar la ciberviolencia de género como una “nueva violencia”, como si cuando se inventaron las armas de fuego y se utilizaron sobre las mujeres hubiera sido una nueva
violencia, no la
violencia de siempre que hasta ese momento solo se ejercía con armas blancas e
instrumentos contusos. La ciberviolencia contra las mujeres
no es una nueva violencia, es la violencia histórica ejercida con nuevos medios y estrategias, y debemos tenerlas en
cuenta para ser eficaces en la erradicación de
todas las formas de violencia de género.
Hoy,
las redes sociales han
conseguido algo fundamental para los agresores, que podemos centrar en cuatro hechos:
/nuevas
formas de ejercer la violencia contra mujeres y niñas, /darle continuidad a la
violencia que se produce fuera del escenario digital,
/señalar a
determinadas mujeres como “merecedoras” de la violencia para que otros actúen
con agresiones directas, y /aumentar la impunidad de los agresores.
Veamos
brevemente cada uno de estos elementos de la ciberviolencia
de género.
Nuevas
formas de violencia de género. La violencia contra las mujeres se mueve entre dos grandes objetivos, el
de controlarlas
sobre la idea de posesión
y el de la utilización de las mujeres a partir de su cosificación. Las
TIC han permitido potenciar estas dos
motivaciones por medio de nuevas agresiones
(ciberacoso, sexting, doxeo, sextorsión, gender trolling…) y a través de su sexualización, además de potenciar todos los estereotipos sobre la maldad,
la provocación, la manipulación…
que se asignan a las mujeres.
Las nuevas formas de violencia se unen a la continuidad de la violencia de género ejercida fuera del escenario digital. Un maltratador ahora puede controlar a su pareja o expareja a través de las TIC y hacer de su violencia una violencia 24/7, puede amenazarla a cualquier hora, saber cuáles son sus fuentes de apoyo… y puede hacerlo de manera abierta para que todo el mundo sepa que es una “mala mujer”, o hacerlo por vías privadas. Recuerdo un caso en que la víctima había bloqueado todas las vías para que no contactara con ella, y se dedicó a mandarle bizum con la mínima cantidad exigida para seguir amenazándola en las notas que incorporaba junto al envío de dinero. Todas estas situaciones no se producían antes, había una “desconexión” de la violencia que, de algún modo, ayudaba a tomar conciencia de la situación y a la recuperación.
El
señalamiento se ha
convertido en uno de los elementos más graves de la ciberviolencia de género, y
busca el doble objetivo de, en primer lugar,
agredir a la mujer señalada por medio de toda la violencia que se ejerce contra ella, y, en segundo término, que otros agresores se unan a esa violencia en nombre de los valores e ideas que se defienden desde las
posiciones que atacan a estas mujeres, todo ello
como parte del “gender trolling”. Este
señalamiento cada vez es más frecuente en la estrategia que el machismo ha puesto
en marcha bajo la idea de “guerra cultural”, presentando
a determinadas mujeres feministas y activistas como responsables de lo que
consideran que es una “criminalización de los
hombres”.
Impunidad
de los agresores. Las redes sociales contribuyen también a la impunidad que siempre ha existido en
violencia de género. Tampoco esta es nueva, como revelan los estudios, pero sí
se trata de una impunidad que se construye sobre
tres nuevas referencias. Una,
la más evidente, es el anonimato de determinados perfiles; la segunda es la minimización
de las consecuencias al hacer creer que lo que
se dice o hace en las redes no tiene importancia, y que todo forma parte de la virtualidad que las caracteriza, no de la realidad; y la tercera busca
presentar esas iniciativas
como algo grupal, no individual, como si fuera
una especie de versión digital de “Fuenteovejuna”.
No
son casos aislados, ni estrategias inconexas, ni nuevas violencias… es la violencia contra las mujeres de siempre ejercida con
los medios actuales, y potenciada e intensificada por las vías que
proporciona la tecnología en este momento histórico.
Por eso también tenemos que llamar a la responsabilidad.
Una responsabilidad en todas sus dimensiones, desde la responsabilidad
individual y social a la hora de usar las redes
sociales, a la responsabilidad política para
regular su uso cuando ya sabemos las consecuencias que produce, y a la responsabilidad penal
cuando el resultado sea la violencia.
Lo hemos
visto en el Senado de los EE.UU. hace unos días,
donde se ha puesto de manifiesto que las redes sociales son parte esencial en la violencia, y de manera muy
especial en la violencia contra las mujeres.
El
pasado día 31 de enero, Mark Zuckenberg, CEO de Meta; Linda Yaccarino, de X; Shou Zi Chew, de TikTok; Jason Citron, de Discard,
y Evan Spiegel, de
Snap, comparecieron en la Comisión Judicial del Senado de
los Estados Unidos sobre el papel de las redes
ante determinados tipos de violencia, y el senador republicano
Lindsey Graham se dirigió a ellos y les dijo de manera asertiva que tenían “las
manos manchadas de sangre”, y no se equivocaba. El diseño de los algoritmos y la
permisividad respecto a ciertos temas,
imponiendo un control capaz de impedir la imagen de una
madre amamantando a su bebé, pero no
otras que forman parte de la violencia de género,
o capaz de cortar una comunicación sobre un tema
político, pero dejar el discurso de odio como parte de
la violencia que sufren hoy mujeres y niñas,
hasta el punto de haberlas llevado en algunos casos al
suicidio, no es obra de una sola persona, sino de quienes utilizan las redes y de
los que permiten que lo hagan con todas sus posibilidades para ejercer esta violencia.
Hoy
las redes se han convertido en el principal medio para transmitir el odio y ejercer la violencia, y
en ellas hay muchos usuarios con las manos manchadas de
sangre, aunque no hayan dado un solo golpe de manera directa y material. Si no actuamos para evitarlo, las consecuencias serán
terribles, como ya demuestran los estudios.
Fuente: https://www.infolibre.es/opinion/ideas-propias/redes-manchadas-sangre_129_1709740.html
—- Sobre
el autor: Miguel Lorente
Acosta es médico y profesor en la
Universidad de Granada y fue delegado del Gobierno para la Violencia de Género.
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