viernes, 11 de marzo de 2011

Crisis local y global en Oriente Medio.

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La rebelión de los pueblos árabes también dejó en desairada posición a los expertos, los analistas y los periodistas especializados. Desnudó impiadosamente su charlatanería, y su papel de manipuladores de la opinión pública al servicio del capital. Una revista de tanta experiencia como The Economist, por ejemplo, fue incapaz de anticipar, en su último número del año pasado dedicado a presentar las previsiones y lo que se venía para el 2011, los acontecimiento que pocas semanas más tarde conmoverían al mundo árabe -y, por extensión, así equilibrio geopolítico mundial- hasta sus cimientos. Este fracaso reitera por enésima vez la incapacidad del saber convencional para predecir los grandes acontecimientos de nuestro tiempo. La ciencia política quedó boquiaberta ante la caída del Muro de Berlín y, más recientemente, la mismísima reina de Inglaterra le preguntó a un selecto núcleo de economistas británicos cómo fue posible que nadie hubiera sido capaz de pronosticar la actual crisis general del capitalismo.
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Crisis local y global en Oriente Medio.


"El fracaso de los Estados-nación y la Revolución Popular".

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El especialista analiza las causas y las consecuencias de las revoluciones populares del Norte de África y Oriente Medio, tanto en esos países como en el resto del mundo.

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Miguel Angel Gutiérrez.

OPINION. Jueves 10 de marzo del 2011.

Uno de los cuatro escenarios de futuros globales de energía 2020 del informe Estado del Futuro 2006, publicado por el Millennium Project, se denominaba Agitación Política. Este escenario asume crecientes conflictos y guerras con varios países colapsados en Estados fallidos, conduciendo a crecientes migraciones e inestabilidades políticas alrededor del mundo.

Sus variables centrales eran:

1) un crecimiento moderado de las innovaciones tecnológicas;

2) con bajo impacto de los movimientos medioambientales:

3) un crecimiento económico de bajo a moderado y

4) grandes cambios en la geopolítica y problemas de guerra, paz y terrorismo agudizados.

En su detalle descriptivo se señalaba: el fracaso de los Estados Nación y de las Organizaciones Internacionales para tomar decisiones serias, había hecho a estos Estados irrelevantes.

Crecientes conflictos políticos por el petróleo. Los sindicatos del crimen organizado transnacional -que manejan tres veces más dinero que todos los presupuestos militares sumados- desplegaron sus luchas por poder a través de gobiernos, corporaciones e incluso ONG. El individualismo egoísta parece remplazar los valores comunes, haciendo algo insignificante de la Ley Internacional.

El cambio climático global continúa. El terrorismo se ha incrementado porque algunos ven los sistemas de gobierno como injustos y la cooperación internacional se está quebrantando. Las migraciones desde las áreas pobres a las más ricas desencadenaron disturbios y expusieron las horribles brechas de ingresos.

Las actuales crisis en Oriente Medio muestran lo oportuno que hubiera sido contar con una visión a largo plazo que tuviera en consideración alternativas como la reseñada y también confirman una gravísima falta de previsión de los países afectados, tanto como de la diplomacia e inteligencia de los EEUU.

Ese déficit afecta también a nuestros países, los que aunque están lejos de ser actores, no van a poder escapar a sus consecuencias, por lo cual vale pensar sobre los posibles escenarios tras los cambios.

En primer lugar, si se considera la causalidad interna de las protestas populares en cada uno de los países afectados -aún no sabemos dónde finalizarán- pareciera haber una cierta similitud: muy prolongados gobiernos autoritarios fundados en alianzas con las grandes corporaciones de energía y con gobiernos extranjeros sin consentimiento en su población, lo que no supone un reclamo de democracia.

Antiguas cuestiones tribales y étnicas, religiosas, incluso grupos sectarios y fundamentalistas pueden encontrarse en la motivación de los movilizados. Pero no se puede descartar la incidencia de cuestiones más domésticas como el aumento de precios de los productos de primera necesidad, en una región del mundo cuya población crece más rápido que la producción de alimentos.

Las “salidas” no se alcanzan con el alejamiento de los gobernantes autocráticos, y están lejos de ser las mismas para todos. Algún país podrá ensayar formas democráticas; otros podrían terminar en un desmembramiento dramático, como lo anuncia Kadhafi al declarar “Libia soy yo” -lo mismo podría haber dicho Tito respecto de Yugoslavia- y el retorno a emiratos regidos por líderes tribales o religiosos surge como una posibilidad no menor.

Ahora bien, las consecuencias posibles no sólo afectaran a la gobernabilidad, población e instituciones de los países de la región, sino que otras tendrán alcance global, como el costo del petróleo, que podría dispararse hasta los 200 dólares el barril, lo que agravará más los costos de alimentos, que tendrán que enfrentar la alternativa de los biocombustibles.

En materia tecnológica, se abre un campo por demás interesante para el uso socio-político de las redes de comunicación e información, fácilmente replicables en cualquier parte del mundo.

El interrogante es si podrán servir para consolidar fuerzas unificadoras en remplazo de una ciudadanía artificialmente creada por las potencias colonialistas del siglo XX, o que podría tener consecuencias muy significativas sobre ejes de investigación de gran trascendencia.

Como podría ser una frenética búsqueda de alternativas energéticas a los combustibles fósiles de los países europeos, la investigación se acelerará aún más, si yacimientos u oleoductos caen bajo dominio de poderes “anti-occidentales” o anticorporativos.

También es posible que, como ocurrió con la Guerra de la Galaxia de Reagan cuando Mijail Gorbachov decidió dejar a los EEUU sin enemigo y mudarse al mundo capitalista, estos golpes de Estado civiles en una región crítica pueden terminar con el sistema de combate futuro de los EEUU antes de que esté listo para entrar en batalla.

Conocido por sus siglas en inglés (FCS) fue el eje de la preparación del Ejército para la guerra del futuro: remota, robótica, con micro-soldados, vehículos no tripulados, armas inteligentes y con un nuevo paradigma de comunicación virtual-real. Este programa multi-anual (2003/09) de modernización de su Ejército, con un costo total estimado en 340 mil millones de dólares, fue limitado por la crisis financiera y continuado parcialmente por otros programas.

El más importante programa de I & D y de adquisiciones del Ejército se consideraba como una empresa de alto riesgo debido a las avanzadas tecnologías y al desafío del trabajo en red de todos sus subsistemas juntos. Preveía más de una decena de vehículos tripulados y no tripulados unidos por sistemas de comunicaciones y redes de información.

También preveía crear nuevas brigadas equipadas con nuevos vehículos rápidos y flexibles tripulados y no tripulados sin precedentes, ligados por una red al campo de batalla, todo esto muy poco aplicable a movilizaciones civiles y disturbios sociales.

Con estos ejemplos queda claro que hoy la conflictividad interna no queda encerrada en los límites convencionales de los Estados, que se proyecta a la región e incluso globalmente y que alcanza la política y las instituciones, pero también la economía, la sociedad, la tecnología y es una muestra más de la complejidad de un mundo globalizado que requiere más inteligencia que armamentos.

Por Miguel Ángel Gutiérrez - Licenciado en Ciencias Políticas. Doctor en Historia. Preside el Centro Latinoamericano de Globalización y Prospectiva, nodo del Millennium Project.
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