Perfectamente de acuerdo con la Tesis central del Autor, porque hoy en la coyuntura mundial de las Tres Crisis Globales multidimensionales, la Convocatoria de Organismos Supranacionales – políticos o financieros – sea a su turno la ONU, la UE, la OCDE; o la OMC, el FMI, el BM o el BID, centralizaban miles de activistas anti-globalización de todo el mundo. Pero ahora cuando los países capitalistas se hunden en su propia crisis estructural de sistema y cuando el nuevo proceso de acumulación mundial – la apropiación por despojo – concentra todo su inmenso poder financiero y político – los poderes fácticos globales – en los recursos naturales – materias primas – de los países emergentes, - algunos de ellos hoy verdaderas potencias regionales y mundiales – las protestas sociales. Las acciones de lucha no han desaparecido porque el capitalismo haya solucionado todas sus reivindicaciones y protegido sus derechos, NO, sino que hoy se han transformado en LOCALES. Los Conflictos Sociales, “nuevos movimientos sociales” anti-globalización hoy constituyen el verdadero poder y potencialidad emergente de la sociedad civil local y las ciudadanía múltiple en defensa de su patrimonio, territorio y soberanía nacional.
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Moisés Naím.
El País.com Internacional. Domingo 10 de abril del 2011.
Cerezos en flor y marchas anti-globalización. Durante años estos fueron los ritos de la primavera en Washington. Ya no. Los bellísimos cerezos siguen floreciendo, pero las manifestaciones callejeras se han ido apagando.
Antiguos países pobres tienen ahora economías fuertes, y muchos de los ricos están arruinados Las protestas primaverales coincidían con las cumbres que el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial celebran cada año por estas fechas en la capital estadounidense. Los manifestantes, numerosos y venidos de todas partes, protestaban contra el libre mercado, la pobreza o la política exterior norteamericana. También tenían exigencias específicas como, por ejemplo, frenar las reformas económicas (austeridad fiscal, privatización, liberalización comercial, desregulación) que el FMI y el Banco Mundial imponían a los países como condición para otorgarles créditos. O cancelar las deudas de los países pobres con los bancos internacionales. O abolir los acuerdos de libre comercio. Frecuentemente, estas marchas terminaban en enfrentamientos con la policía.
Este año seguramente habrá concentraciones, pero serán menos multitudinarias, tumultuosas y visibles que las de antes. ¿Por qué? ¿ A dónde se han ido los manifestantes. Las repuestas son interesantes, ya que el ocaso de estas protestas es sintomático de importantes cambios en el mundo.
En primer lugar, las reformas económicas que el FMI exigía a los países como condición para ayudarlos financieramente ya no son tan controvertidas. Casi todos los países las han aplicado por su cuenta. Por otro lado, el FMI y el Banco Mundial se han vuelto menos dogmáticos. El FMI, por ejemplo, acaba de adoptar una política más tolerante hacia los controles que algunos países imponen al capital extranjero, cosa que antes era anatema. Tampoco parece haber motivos de peso para protestar contra los acuerdos de libre comercio: esas negociaciones mundiales llevan más de una década estancadas. Y el apoyo a las políticas sociales es ahora una prioridad.
Pero hay cambios aún más profundos. Durante décadas, los países en desarrollo asistían a las reuniones del FMI / Banco Mundial para obtener nuevos préstamos y negociar las transformaciones que emprenderían a cambio de obtener el dinero. En estos encuentros recibían arengas de los países ricos exhortándolos a llevar a cabo reformas políticamente difíciles pero necesarias para fortalecer sus economías. A su vez los banqueros privados esperaban en sus lujosos hoteles a la procesión de ministros de Economía que venían a mendigar créditos o a persuadirlos de lo atractivo que era invertir en sus respectivos países.
Ese mundo ya no existe. Los países pobres de antes tienen ahora economías fuertes y enormes reservas internacionales, mientras que muchos de los países ricos están en bancarrota. En la década pasada, los países en desarrollo crecieron a una media del 6,1% cada año. En cambio, las economías avanzadas han crecido un anémico 1,8% en promedio. Si en 2000 los países en desarrollo sumaban una quinta parte de la economía mundial, hoy su participación alcanza a más de un tercio del total. Los mercados emergentes como China, India, Brasil o Indonesia han capeado la reciente crisis financiera mucho mejor que las naciones más avanzadas. No están sumidos en una dura recesión, como España; no han debido socorrer a sus bancos, como Estados Unidos; no necesitan mendigar ayuda internacional, como Irlanda o Portugal, y no requieren de draconianos recortes en su gasto público, como Reino Unido. Y ahora son los banqueros privados quienes esperan pacientemente una audiencia con los ministros en Pekín, Brasilia y Nueva Delhi.
Y hay más. Después de cada desplome financiero (en América Latina o Asia), los jefes de Estado se reunían en cumbres que concluían con promesas de drásticas reformas del sistema financiero. La necesidad de "una nueva arquitectura financiera internacional" se convirtió en el mantra de todos estos cónclaves poscrisis.
Pero esta nueva arquitectura nunca llega. Una vez pasado el susto inicial, la voluntad política para hacer los cambios se evapora. Los líderes dejan de hablar de "nueva arquitectura financiera" y los tecnócratas toman el protagonismo, prometiendo, en cambio, mejoras en la fontanería del sistema: apretar las regulaciones bancarias, revisar las normas de contabilidad, examinar el papel de los fondos de cobertura y las agencias de calificación crediticia y otras medidas semejantes.
Esto es importante -pero muy aburrido-. Motivar a jóvenes idealistas a protestar, por ejemplo, en contra de Basilea III (en la jerga del ramo, esto se refiere a las nuevas normas que regulan el capital de los bancos) es sin duda mucho más difícil que estimularlos a salir a la calle a exigir que se anulen las deudas que asfixian a los pobres. Son estos cambios en las ideas, el poder económico y las realidades políticas los que explican por qué en esta primavera en Washington los cerezos siguen floreciendo, pero las protestas contra el FMI no.
Nuestra Opinión.
Compartimos el argumento central del autor del texto, en el sentido que hoy la crisis está centrada en su "verdadero origen" los países desarrollados, los capitalistas-imperialistas, capitales y centros donde –ayer, en la historia - los organismos multinacionales - políticos y financieros - ONU, FMI, BM. OMC, UE, BID, etc. Convocaban a sus reuniones anuales, fecha y acontecimiento donde concurrían miles de opositores, antiglobalización, muchas veces terminó en violencia con muertes de militantes contra el neoliberalismo. Pero hoy, en el contexto global de las Tres Crisis Mundiales multidimensionales - cuando los países capitalistas continúan hundiéndose económica, social y políticamente - y cuando los países del "tercer mundo", ayer ninguneados, marginados hacían cola para unos cuantos dólares. Pero ahora aquí viene la verdad de lo que está sucediendo. Perfecto, el nuevo proceso de acumulación mundial del capitalismo - el capitalismo de apropiación, explotación y saqueo por despojo de los recursos naturales - materias primas - las corporaciones transnacionales, la transnacionalización de los monopolios imperialistas - están generando un nuevo proceso de dominación colonial, el surgimiento de un capital imperialista patrimonialista.
"La joya de la reina" esta por ejemplo en América Latina. Hoy el capital se vuelca por inversiones en nuestros países. En la ejecución de los grandes proyectos, mega-proyectos urbanos, en las tierras agrícolas, agua y minería de nuestra región andina; en la energía - petróleo, gas, carbón - y la biodiversidad de nuestra Amazonía - materias primas en calidad incalculable - para las poderosas corporaciones alimentarias, farmacéuticas, gasíferas, mineras, hidro-eléctricas, comerciales. Aquí surge el nuevo escenario local de la lucha de los pueblos en defensa de su patrimonio y su territorio que por historia les pertenece. Los Conflictos Sociales - "volcanes sociales y políticos" en toda nuestra América, unos que ya estallaron y otros a punto de explosionar - y han llegado para quedarse por mucho tiempo. Son “hijos” directos de la crisis mundial, hoy son parte central, pero - desconocida, ignorada, excluida, y acusada de anti-sistema - por la derecha conservadora y sus gobiernos neoliberales. Los Conflictos Sociales como nuevas formas de organización, movilización, lucha, nuevos sujetos sociales, nueva plataforma de reivindicaciones, nuevo capital político, con nuevos líderes que hoy están oxigenando el proceso social y político, constituyen parte central, activa, plural, popular y potencialmente emergente de la Democracia Moderna, Participativa, Asociacionista, Solidaria, Dialogante; Democracia del Trabajo y la Tierra del siglo XXI.
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