Admiramos a las personas capaces de comprometerse con ideales generosos y de superar ideologías que hacen del ser humano un objeto de mercado, de fascinación o de intercambio. Los jóvenes rechazan la guerra, los paraísos fiscales, los grupos de poder que controlan una sociedad de mercado injusta en la que se confunde valor con precio. Protestan ante esta gestión financiera y mercantilista de una globalización para que los condenados del mundo hagan escuchar su grito y puedan construir una convivencia más humana. Pero muchos no se comprometen.
Vanguardia. Viernes 8 de abril del 2011.
Por José Carlos García Fajardo.
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La situación de millones de personas se hace insoportable, aunque con las nuevas tecnologías de comunicación nos sepamos capaces de hacer realidad lo que anhelamos.
Algunos han actuado como si el mundo globalizado fuera de su exclusiva competencia. Se mueven como sátrapas de un imperio invisible, pero de repercusión masiva.
Ha llegado el momento de alzarnos pues la injusticia y la locura no pueden imponerse a los más profundos anhelos de las gentes que se saben responsables y necesarias. Es preciso aunar voluntades, concitar adhesiones con propuestas alternativas sostenibles, que siempre se hacen realidad cuando las proyectan inteligencias responsables.
En la universidad más prestigiosa y grande de España, la Complutense, se han celebrado elecciones a Rector en la que participaban todos los estamentos: profesores doctores, contratados, personal administrativo y estudiantes. Mientras que los primeros concurrieron en un 80%, de los 81.413 estudiantes sólo participó un escuálido 14’5%. ¿Cómo puede funcionar una democracia en la que los jóvenes no participan? ¿Se darán cuenta de cuál es la alternativa? Los seis candidatos habían visitado cada una de las facultades con sus programas para responder a las preguntas.
Protestan ante esta gestión financiera y mercantilista de una globalización para que los condenados del mundo hagan escuchar su grito y puedan construir una convivencia más humana. Pero muchos no se comprometen.
En las últimas tres décadas ha aflorado el voluntariado social como respuesta a las desigualdades injustas. Y aunque las personas generosas siempre serán necesarias, -porque aportan un plus de humanidad-, muchas organizaciones humanitarias de la sociedad civil se han burocratizado y contagiado de los mismos defectos que motivaron su llegada.
Nos movemos acuciados por la pasión por la justicia y, en nuestra tarea, aportamos la delicadeza en el modo y la firmeza en los fines. Ya no bastan la compasión, ni la indignación ni una reacción guiada por impulsos viscerales, aunque esas fases sean necesarias.
Actuaremos como acumuladores y transformadores de energía para sostener la red sobre la pista de este circo. Recogerá al que caiga, lo devolverá a su puesto y seremos invisibles a los ojos del público que no podrá dejar de sentir la conmoción ordenada a otro mundo más justo y necesario.
No es de extrañar que el voluntariado se plantee como plataforma de reivindicación de justicia para que la solidaridad sea algo real, exigible y de la que somos responsables.
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