jueves, 14 de abril de 2011

PERÚ, EL REINO DE LA INCERTIDUMBRE. Activos y pasivos de los candidatos. Dos escenarios temerarios.

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San Agustín enseñó que el futuro no es aquello que está delante de nosotros pues no podemos verlo. Delante, en realidad, tenemos al pasado que sí se deja observar. Las elecciones peruanas no podrían ejemplificar mejor la propuesta del viejo de Hipona: el futuro entre tinieblas y el pasado iluminado. En Perú la manera en que gobernarán los presidentes una vez elegidos forma parte del mundo de las tinieblas. En 1990 Fujimori prometió no poner en práctica un brutal ajuste económico y ésta fue su primera medida al llegar al poder. En los comicios de 2006, Alan García ganó gracias a su promesa de llevar a cabo un ejecutivo moderado y sus cinco años han sido inmoderadamente conservadores. Así que mejor veamos de dónde vienen estos cinco candidatos antes que intentar predecir hacia dónde irán una vez en el gobierno.


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PERÚ, EL REINO DE LA INCERTIDUMBRE.


Activos y pasivos de los candidatos. Dos escenarios temerarios.


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Fuente F.P. en Español. Autor. Alberto Vergara


Jueves 7 abril del 2011.



Tomado de Wikio Gobernabilidad.



Un escenario político fragmentado en vísperas de las elecciones presidenciales plantea un futuro incierto y preocupante en el país latinoamericano.


Outsider es la palabra más popular de la política peruana. “¿Quién cree usted que será el próximo outsider?”, la más popular de todas las preguntas. Se la plantean con pánico los grandes empresarios y con gustoso malhumor los pobres. Los peruanos llaman de este modo al candidato sorpresa de cada elección, a ese personaje que en cuestión de semanas pasa de ser un honorable desconocido a presidente de la República o alcalde de Lima. Dos premisas descansan bajo la pregunta sobre el outsider. De un lado, que ante la ausencia absoluta de partidos políticos, en Perú una elección es una competencia entre individuos que no dependen de sus ideas u organizaciones, sino de su buena o mala estrella; del otro, que la política peruana es una caja de sorpresas igualmente indescifrable para científicos sociales que para chamanes. Y la presente campaña para elegir presidente el próximo 10 de abril le confirma a los ciudadanos la más arraigada de todas sus certidumbres: que la política peruana es el reino de la incertidumbre.


Según las encuestas, cinco candidatos presidenciales disputan apretujados el liderazgo de los comicios. El primero y el quinto no están separados por más de seis o siete puntos, por lo cual en cada encuesta el orden de estos candidatos varía y quien estaba primero en una es tercero en otra y el último en aquel sondeo aparece segundo en uno alternativo. Es decir, parecieran subir y bajar impulsados por el margen de error que cargan todas las encuestas. Lo único seguro es que el primero (sea quien sea) tiene alrededor de 21% de intención de voto y el último (sea quien sea) alrededor de 15%. Imposible saber cuáles serán los dos que pasarán a la segunda vuelta frente a esta dispersión imprevista.


¿Quiénes son los cinco apretujados candidatos que se arranchan puntos unos a otros? Alejandro Toledo (ex presidente de la República), Keiko Fujimori (hija del ex presidente preso Alberto Fujimori), Luis Castañeda (ex alcalde de Lima), Ollanta Humala (ex outsider perdedor de la segunda vuelta en las elecciones de 2006) y Pedro Pablo Kuczynski (ex primer ministro y ex ministro de varios presidentes). Como se puede apreciar, todos llegan con un currículum vitae nutrido.


Activos y pasivos de los candidatos


San Agustín enseñó que el futuro no es aquello que está delante de nosotros pues no podemos verlo. Delante, en realidad, tenemos al pasado que sí se deja observar. Las elecciones peruanas no podrían ejemplificar mejor la propuesta del viejo de Hipona: el futuro entre tinieblas y el pasado iluminado. En Perú la manera en que gobernarán los presidentes una vez elegidos forma parte del mundo de las tinieblas. En 1990 Fujimori prometió no poner en práctica un brutal ajuste económico y ésta fue su primera medida al llegar al poder. En los comicios de 2006, Alan García ganó gracias a su promesa de llevar a cabo un ejecutivo moderado y sus cinco años han sido inmoderadamente conservadores. Así que mejor veamos de dónde vienen estos cinco candidatos antes que intentar predecir hacia dónde irán una vez en el gobierno.


A cada candidato le persiguen los activos y pasivos de sus pasados. El ex presidente Alejandro Toledo tiene como logros más importantes haber sido el principal opositor de Alberto Fujimori y los resultados de su paso por el gobierno (2001-2006). En aquel periodo el Perú volvió a crecer económicamente después de los últimos años recesivos del ejecutivo de Fujimori; durante la gestión de Toledo el promedio de crecimiento económico anual fue de 4%. Políticamente, Perú recuperó el Estado de Derecho después de una década de arbitrariedad. Sin embargo, los ciudadanos no recuerdan únicamente este lado del gobierno de Toledo. También recuerdan su estilo frívolo. Recuerdan que al llegar al poder aumentó el salario presidencial a dieciocho mil dólares, que demoró mucho más tiempo del aceptable en reconocer la filiación de una hija suya, que tenía unos primos y sobrinos metidos en diversos escándalos, y que el Presidente parecía estar siempre living la vida loca. El recuerdo popular, entonces, es ambivalente, está su gestión pero también un comportamiento que asemejaba al de quien ha ganado la lotería y no el trabajo más complicado de todos.


Luís Castañeda fue alcalde de Lima entre 2002 y 2010. Lo conocen como “el mudo”. Habla poco, afirma que sus obras hablan por él. Y vaya si lo han hecho. Gracias a una serie de obras ha sido un alcalde extremadamente popular en la ciudad que alberga a un tercio del electorado peruano. Su trabajo se centró en los distritos pobres de la capital, haciendo escaleras en los cerros y estableciendo una serie de centros sanitarios populares llamados los “hospitales de la solidaridad” (no es casualidad que su organización política se llame Solidaridad Nacional). Sin embargo, las obras no se ven fuera de Lima y cuando, finalmente, se ha visto obligado a hablar en el fragor de la campaña presidencial ha demostrado que no tiene muchas ideas y, lo que es peor, cuando intentó decir alguna nadie le entendió. Promete hacer más obras por todo Perú. Viene cayendo sostenidamente en las encuestas y desde hace mucho se le señala como el candidato que desaparecerá pero, cual toro con media estocada, se resiste y deambula en el ruedo.


Keiko Fujimori es la Marine Le Pen peruana. Su peor pesadilla sería levantarse una mañana y tener otro apellido


Keiko Fujimori es la Marine Le Pen peruana. Su peor pesadilla Su peor pesadilla sería levantarse una mañana y tener otro apellido. Como en el verso de Fruko, solo vive del recuerdo eterno de su padre. A los diecinueve años, cuando su papá se divorció, Keiko asumió el cargo de Primera Dama. Por lo tanto, fue parte de un gobierno que siempre mantuvo unas tasas de popularidad muy altas, a pesar de su autoritarismo (o quizás gracias a él). Aunque han pasado veinte años, la candidata fujimorista sigue recordándole a la población que su padre derrotó a Sendero Luminoso y que también detuvo la inflación. Su frase favorita es “mano dura” (con lo que sea). Y 20% del electorado se lo retribuye sólidamente. Pero, también está el lado oscuro de la luna. El ejecutivo de los Fujimori fue uno de los más corruptos de la historia latinoamericana, la “utopía mafiosa” le llamó un ensayista peruano. Fujimori, su asesor Montesinos y varios otros integrantes de aquel gobierno están en prisión por ladrones y asesinos. De ganar, Keiko tendría, literalmente, un gabinete en la sombra.


Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski (PPK, así le conocen) son la sorpresa dentro de estas elecciones sorpresivas. Se les daba por descartados a fines de año y ahora disputan su paso a la segunda vuelta. No podrían ser más opuestos. Humala fue el populista candidato a quien Hugo Chávez apoyó abiertamente en los comicios de 2006, mientras que PPK tiene una larga trayectoria de ortodoxia económica en distintos gobiernos; Humala es el más joven de los candidatos (a excepción de Keiko Fujimori) y PPK es el más viejo (bien arriba de 70); el primero se reivindica nacionalista y el segundo es ciudadano estadounidense; Humala es acusado de populista pero se comporta como un candidato serio, Kuczynski se vende como tecnócrata maduro pero pareciera que Abdalá Bucaram dirige su campaña. Finalmente, el 65% de la clase alta peruana apuesta por PPK y Humala recoge sus votos en los sectores más deprimidos. Tal vez debido a todos estos contrastes ambos crecieron inesperadamente en los márgenes de una campaña que era muy monótona.


Dos escenarios temerarios


Que el futuro está hecho para desacreditar a los profetas, lo advirtió Mahoma hace mucho. Mal haríamos en leerle la mano a Perú en este momento de incertidumbre. Y menos aún conjeturar una segunda vuelta que habrá de jugarse en un lejanísimo 5 de junio. Sin embargo, podemos imaginar dos panoramas temerarios. No aquellos que ocurrirán, pero aquellos que pondrían en peligro lo que ha sido el rasgo distintivo y positivo del sistema político peruano en los últimos años: el crecimiento económico y el Estado de Derecho. He aquí dos escenarios construidos a partir de dos elecciones latinoamericanas recientes donde también primó una fragmentación radical como la que se observa en el Perú hoy.


Bolivia 2002. Gonzalo Sánchez de Lozada hablaba como gringo. Había ya sido presidente de Bolivia cuando ganó las presidenciales de 2002 con 22%. El segundo lugar lo empataron con 21% Manfred Reyes Villa y un tal Evo Morales, el cuarto lugar fue para Paz Zamora con 16%. Sánchez de Lozada fue un ganador débil en aquellas elecciones. El gobierno de Sánchez de Lozada “agudizó contradicciones”, como se decía en otro siglo. Había recogido la mayoría de sus votos en una zona del país, había arrasado entre los ricos de Bolivia, era la encarnación máxima del malhadado neoliberalismo, etc. Cuando empezó a gobernar, todas las contradicciones de Bolivia se alinearon contra él. No duró mucho tiempo en el poder. Diferencias sobre qué hacer con el hidrocarburo boliviano incendiaron la pradera. El gringo no parecía muy fiable a la hora de lidiar con asuntos de relevancia nacional. Todas las contradicciones, sociales, económicas, étnicas y políticas se pusieron en contra del individuo y de su baja legitimidad electoral. Y eso que Sánchez de Lozada representaba la formación política más importante e histórica de Bolivia (el MNR). Kuczynski no tiene partido alguno y de llegar al poder, según los sondeos, ni siquiera alcanzaría el 10% de una representación legislativa que, en realidad, ni siquiera le pertenecería, pues es producto de una alianza improvisada de cuatro grupos políticos precarios.


Argentina 2003. Carlos Menem llegó primero en las elecciones de 2003 con 24%, Néstor Kirchner segundo con 21%, López Murphy tercero con 16% y los candidatos Rodríguez Saá y Elisa Carrió obtuvieron ambos 14%. Puesto que Menem se retiró de la contienda y no participó en la segunda vuelta, Kirchner llegó al poder con la legitimidad a medias. Entonces, ya en el gobierno, siguió siendo medio candidato. Con y desde el aparato estatal construyó un proyecto hegemónico. El leviatán populista emprendió vuelo con crecimiento económico y asistencialismo, y con un matrimonio presidencial que ofrecía el bien más escaso y añorado por los argentinos: “estabilidad”. Este es el escenario con el que fantasean Ollanta Humala y Keiko Fujimori. Construir el leviatán populista desde el Estado que hoy cuenta con recursos, sobre la dispersión de lo que será una oposición sin partidos, sin fuerzas en el parlamento y con Toledo y Kuczynski viviendo nuevamente en EE UU.


Ahora a esperar el 10 de abril. Si el panorama es incierto y preocupante no dejemos de celebrar que los peruanos van a votar libremente por tercera vez consecutiva. No es poca cosa en la historia del país.


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