martes, 19 de abril de 2011

La quiebra moral de la economía de mercado. “La quiebra moral del nuevo capitalismo que emergió en los años ochenta del siglo pasado”.

&&&&& Este es el verdadero rostro del imperialismo. No importan que sean jóvenes, adultos o adultos mayores, hombres o mujeres, blancos, negros, asiáticos, latinos al servicio del poder imperial, son los poderes fácticos mundiales de las mega corporaciones globales, quienes hoy gobiernan el mundo. Los políticos o los militares intervencionistas y neocoloniales en Irak, Afganistán, hoy "escudados" en la OTAN cuando intervienen Libia - y así justifican los crímenes del dictador interno - o como ayer lo hicieron con Pinochet o los militares argentinos, lo seguirán haciendo, hasta el momento que los pueblos del mundo despertemos para siempre y estemos decididos a romper las cadenas de las nuevas formas de explotación, saqueo - hermoso concepto las inversiones - miseria, la desigualdad económico-social ante la crisis estructural del capitalismo y el quiebre moral del “nuevo” modelo financiero especulativo o capitalismo salvaje o la transnacionalización de los monopolios imperialistas.


Esta violencia y destrucción del ser humano, es pues, una de las manifestaciones concretas de la crisis moral, económica, social, política del imperialismo. Iniciemos el gran proceso de emancipación, democratizando las instituciones de la Democracia - pero una democracia participativa, asociacionista, solidaria, dialogante, nueva democracia del trabajo y de la tierra - asumir la defensa de la soberanía nacional, estaremos asegurando el derecho al futuro de las próximas generaciones y recuperar nuestra América para construir un Mundo Nuevo.


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Cárcel de Abu Grahib.

La quiebra moral, política, social y económica del capitalismo.

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La quiebra moral de la economía de mercado.


“La quiebra moral del nuevo capitalismo que emergió en los


años ochenta del siglo pasado”.


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Jaque al neoliberalismo.


Antón Costas. El País. Lunes 16 de abril del 2011.


Tomado de Wikio Gobernabilidad.


Si la política no recobra su autonomía frente a los mercados financieros y la sociedad no es capaz de manifestar su indignación, no habrá límites a la especulación, la voluntad financiera y la desigualdad.


Uno.- Los argumentos económicos son insuficientes para comprender las causas profundas del desastre que estamos viviendo, No sólo ha habido “fallos” de la regulación financiera y “errores” de la política como dicen los economistas. Hay algo más intrigante: una quiebra moral del nuevo capitalismo que emergió en los años ochenta del siglo pasado.


Si no se toma en consideración esa quiebra moral es imposible comprender la crisis financiera del 2008. Y, lo que es más importante, tampoco se ven algunos de los destrozos que deja: la deslegitimación social de la economía de mercado; una deslegitimación que abarca a las políticas que están haciendo los gobiernos.


Es descorazonador ver como se utiliza el argumento del too big to fail (demasiado grande para caer) con el fin de justificar el rescate público de los bancos y el mantenimiento del empleo y sueldo a los banqueros, haciendo pagar al resto la factura con sus impuestos y recortes de gastos sociales. Esa “medicina”, además de culpabilizar a las víctimas, aumentará la desigualdad.


El riesgo es entonces el desprestigio de la política democrática y la aparición de problemas serios de gobernabilidad de nuestras sociedades.


Dos.- Para comprender las raíces de esa quiebra moral, es necesario cruzare las fronteras del análisis económico y adentrarse en otras disciplinas que captan mejor los fundamentos éticos de la economía basados en valores como la confianza, la equidad, la justicia o la buena fe en las relaciones económicas; y las consecuencias negativas de la desigualdad, el fraude, el expolio y la corrupción.


Esa convicción me ha llevado a coordinar un Ensayo colectivo que en su propio título expresa esa necesidad: La crisis del 2008. De la economía a la política y más allá. Junto a la opinión de economistas, incluye la filósofos, sociólogos, historiadores, periodistas, ensayistas y novelistas. Aunque sus miradas son diferentes, la polifonía de voces no desentona. Al contrario, ofrece una visión más comprensiva en la que las voces de los economistas se ven complementadas por la de otros pensadores y científicos sociales.


Tres.- Los economistas ofrecen cuatro tipos de explicaciones, no excluyentes entre sí, que descansan la idea de los “fallos”, “errores” y “desequilibrios”.


La primera, atribuye la burbuja de crédito y la asunción de riesgos a los “fallos” de la desregulación financiera que propició la desaparición del viejo modelo de banca prudente y aburrida, que mantenía el riesgo en su propio balance y fomentó nuevas prácticas (“innovación financiera”) que llevaron a la toma de riesgos excesivos para esparcirlos por todo el globo.


La segunda, se centra en los “errores” de una prolongada política de bajos tipos de interés practicadas en Estados Unidos ( para evitar la recesión posterior a la explosión de la burbuja punto.com a inicios del 2000), y en Europa ( para intentar sacar a Alemania de su anorexia pos-integración.


La tercera, se fija en los “desequilibrios globales” que hicieron que algunos grandes exportadores de manufacturas, como China y Alemania, en vez de consumir esos ingresos crearán grandes masas de ahorro (global savings glut) que financiaron la burbuja de crédito en EE.UU. y en la periferia europea.


Una cuarta, explicación vincula la burbuja de crédito y la burbuja inmobiliaria con la desigualdad. Incapaces de hacerle frente mediante políticas redistributivas, los gobiernos habrían utilizado el crédito barato y las políticas de desgravación a la vivienda para compensar la caída de los ingresos de las clases medias y trabajadoras. El hecho de que la burbuja inmobiliaria haya sido más intensa en los países del Atlántico Norte, como España, parece apoyar esa hipótesis.


Cuatro.- Los no economistas dirigen la mirada hacia otro lugar. Buscan las raíces de la crisis en una “quiebra moral” de la economía que se habría producido en los años noventa.


Estamos ante un fenómeno intrigante. Algo sucedió en los ochenta que invirtió la tendencia a la reducción de la desigualdad desde la II Guerra Mundial. A partir de los ochenta la distribución de la renta se hizo más desigual. Los ricos especialmente en el sector financiero, se han hecho cada vez ricos.


Las causas no están claras. Coincidió con cambios de diverso tipo: tecnológicos (las nuevas tecnologías de la información y las telecomunicaciones), económicos ( la globalización), políticos (Caída del Muro de Berlín) e ideológicos ( aparición de la ideología del mercado libre de trabas). Pero parecen haber tenido más influencia las políticas desreguladoras y la debilitación de instituciones que ejercían un cierto control social, como los sindicatos y los medios de comunicación.


La caída del Muro de Berlín y del socialismo jugó un papel decisivo. Paradójicamente, no sólo dejó huérfano de fundamento ético al socialismo, sino también al capitalismo. La vieja ideología calvinista, basada en la ética del esfuerzo y la responsabilidad individual, dejó paso a una nueva ideología donde la retórica de las “leyes impersonales del libre mercado” impediría juzgar la conducta de los actores desde una perspectiva moral. Es decir, la lógica del mercado haría desaparecer el libre albedrío y por tanto, la responsabilidad individual. La economía quedaría así liberada de fundamentos éticos.


Esta falacia dio carta de naturaleza al “nuevo héroe” del capitalismo. Un personaje amoral, desacomplejado, libre de cualquier tipo de cortapisas, que lo quiere todo y ahora, que busca maximizar el valor de la acción y su rentabilidad inmediata, y no a la creación de valor económico a largo plazo. Además, se beneficia del paraguas del llamado “riesgo moral”, sabe que las consecuencias negativas de sus acciones no las pagará él, sino la sociedad que vendrá a su rescate.


Los economistas han tenido un papel importante en esa quiebra ética. Aunque saben poco de cómo funciona el mundo real, practican una economía arrogante, basada en supuestos idealizados del comportamiento económico, que han utilizado para apoyar políticas de libre mercado. Sólo una economía humilde, que reconozca que sabe poco sobre los mercados financieros, será fuente de progreso y estabilidad.


Cinco.- Si es cierta esta quiebra moral de la economía, la pretensión bien intencionada de que corrigiendo los “fallos” de la regulación financiera será suficiente para acabar con las conductas amorales y meter al genio de la inestabilidad financiera dentro de la botella es un wishful thinking, una ilusión interesada.


La evidencia de que es una falsa solución está en la rápida reaparición de las mismas conductas de riesgo y sobresueldos protagonizadas por los responsables de las agencias de rating y de las instituciones financieras que causaron el desastre y fueron rescatadas con dinero público. Causa sonrojo ver la desfachatez con que vuelven a practicar las mismas conductas. No es que sean inmorales, son amorales. Practican un “fraude inocente”.


Una salida estable y duradera requiere una refundación moral del capitalismo. No creo que necesitemos otro capitalismo, pero sí necesitamos salvar al capitalismo de estos capitalistas. El problema es que la política ha perdido autonomía y capacidad para hacerlo. Causa desazón ver la confesión de impotencia de David Cameron en el Parlamento Británico al señalar que su gobierno no puede hacer nada para frenar esas conductas.


Pero si la política no recobra su autonomía frente a los mercados financieros, y la sociedad no es capaz de manifestar su indignación ante estas conductas, no habrá límites eficaces a la economía especulativa, a la volatilidad financiera y a la desigualdad.


De ser así, el mayor riesgo de la próxima década será la creciente ingobernabilidad de nuestras sociedades democráticas. Algunas señales apuntan ya en esa dirección.


Antón Costas es Catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona.


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