viernes, 31 de octubre de 2025

PERU. DÍA DE LA CANCION CRIOLLA. DIA NACIONAL DE TODOS LOS PERUANOS. FORJEMOS TODOS EN UNIDAD NUESTRA IDENTIDAD NACIONAL.

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PERU. DÍA DE LA CANCION CRIOLLA.

DIA NACIONAL DE TODOS LOS PERUANOS.

FORJEMOS TODOS EN UNIDAD NUESTRA IDENTIDAD NACIONAL.

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Fotografía de hace 5 años, en nuestro Homenaje al Día de la Canción Criolla, publicado en nuestra Página de Facebook. Augusto Polo Campos, Chabuca Granda y Luis Abanto Morales.

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PERÚ HOY 31 DE OCTUBRE ES EL DÍA DE LA CANCIÓN CRIOLLA, NUESTRO HOMENAJE A LOS GRANDES MAESTROS Y CANTANTES de la MUSICA PERUANA. la letra y música que nos une a todos los peruanos. Nuestro Corazón y nuestra Vida hoy vibra de emoción, cariño, respeto y dignidad ante el mundo. Nuestra Cultura peruana de 200 años de República nos da felicidad con nuestra MÚSICA CRIOLLA. Saludos presentes y por todos los tiempos, a los HOMBRES Y MUJERES, que, con su obra, dieron gloria a nuestra Música Criolla, su nombre y su ejemplo permanecerán como su letra y Música en el más grande Pedestal de nuestra HISTORIA.

CUANTOS recuerdos personales – Igual que nuestros HUAYÑOS CHUQUIBAMBINOS, me trae en mi Vida. La canción “CHOLO SOY” cantado por el inolvidable y eterno LUIS ABANTO MORALES. O un día “D” en pleno “Arequipazo”, año 2002 (Leer al final) conocimos en una Picantería, ubicada en el Filtro, al Sr. AUGUSTO POLO CAMPOS, se quedó en Arequipa – invitado por el SUDUNSA y la Derrama Universitaria” Lo mejor, tomamos un “Submarino” o ”Seco y volteau, hasta los Portales” Por supuesto, que acompañado por un ilustre Maestro de la Guitarra “nos Regaló” a todo el público, su mejor creación “Y SE LLAMA PERÚ”. SALUDOS PARA TODOS Y VIDA ETERNA PARA NUESTRA MÚSICA CRIOLLA.

HOY 31 DE OCTUBRE NUESTRA MUSICA CRIOLLA NUESTROS MAESTROS Y CANTANTES. PRIMERO ESTA NUESTRA HISTORIA, lo nuestro, lo que nos representa y es parte importante de nuestra IDENTIDAD NACIONAL. El criollismo musical peruano. Pablo Raúl.

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10 REPRESENTANTES DE LA MUSICA CRIOLLA.

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Por Cervezas Personalizadas.com

Perú. Arequipa viernes 31 de octubre del 2025.

Cada 31 de octubre en el Perú celebramos el Día de la Música Criolla, una fecha creada para rendirle homenaje a este gran género musical que tanto nos representa como país. El género criollo tuvo sus inicios durante las primeras décadas del siglo XX, cuando los intérpretes limeños buscaban una fusión musical que volteara el famoso vals vienés.

La historia del Día de la Canción Criolla está llena de varios artistas que han dejado su huella y su granito de arena en el crecimiento y difusión de este género musical. Por ello, en esta oportunidad en Cervezaspersonalizadas.com queremos contarte como 10 representantes de la música criolla.

  


1. Felipe Pinglo Alva.

Comenzamos la lista de representantes de la música criolla con el gran Maestro Felipe Pinglo Alva. El considerado como Padre de la Música Criolla nació el 18 de julio de 1899 en el seno de una familia pobre, pero con mucha emoción social, la cual se ve reflejada en sus composiciones.  En palabras de José María Arguedas fue quien les enseñó a los limeños a querer su música.

 


2. Chabuca Granda.

María Isabel Granda Larco o «Chabuca Granda» es una de las mayores representantes de la música criolla. Sus obras musicales fueron declaradas Patrimonio Cultural de la Nación en el 2017 y en el 2019 recibió, como título póstumo, la máxima condecoración nacional, la Orden El Sol del Perú. Sus obras como “La flor de la canela”, “El puente de los suspiros”, “Fina estampa”, entre más, la volvieron famosa internacionalmente representando a la música criolla a otros países.

 


3. Lucha Reyes

El 19 de julio de 1936 nació una de las más notables representantes de la música criolla. Y es que es imposible pasar un Día de la Canción Criolla sin escuchar las canciones de Lucha Reyes o «La Morena de Oro del Perú» como “Siempre te amaré” o “Propiedad privada”. Lamentablemente falleció a una edad temprana el 31 de octubre de 1973, día que también conmemoramos a la música criolla.

 


4. Arturo Cavero Velásquez

Más conocido como el «Zambo» Cavero, nos dejó el 9 de octubre de 2009 por complicaciones de salud debido al sobrepeso, pero no sin antes dejarnos un legado de obras musicales inigualables como «Contigo Perú», «Y se llama Perú» o «Rebeca» que hasta ahora seguimos escuchando cada mes de julio. El 3 de junio de 1987 fue reconocido, junto a otros cantantes criollos, como representante de la canción criolla en el extranjero por la OEA (Organización de los Estados Americanos)



5. Óscar Avilés

La guitarra acústica es uno de los elementos principales para la música criolla y no hay mayor representante de este instrumento que el gran Óscar Avilés o también conocido como «La primera guitarra del Perú». Siendo el mejor acompañante de los varios músicos peruanos y extranjeros fue reconocido por la OEA como Patrimonio Artístico de América.

 


6. Carmencita Lara.

¿Quién no ha escuchado la canción de la «Reina de las provincias»? Y es que son su gran versatilidad, Julia Rosa Capristán García, o también conocida como Carmencita Lara, nos interpretó de huaynos hasta polcas. Conocida por sus letras de desamor, tristeza e ilusiones y su agudo timbre de voz, las canciones de la «Reina de la rockola» se siguen escuchando hasta la actualidad.



7. Augusto Polo Campos

El 25 de febrero de 1932 en la provincia de provincia de Lucanas-Parinacochas, Ayacucho, nació uno de los compositores y autores más famosos de la música criolla moderna. Siendo el creador de la icónica canción «Contigo Perú», Augusto Polo Campos se coronó como uno de los mayores representantes de la música criolla.

 


8. Jesús Vásquez.

María de Jesús Vásquez, o también conocida como «La Reina de la Canción Criolla», nació el 20 de diciembre de 1920. Con el apoyo de su mamá, quien le enseñó a cantar, se convirtió en una de las representantes de la música criolla más importantes. Sus obras musicales como «Todos vuelven», «Muñequita Rota» o «La pasionaria» se siguen escuchando sin importar los años.

 


9. Eva Ayllón.

María Angélica Ayllón Urbina, es una las representantes de la música criolla más actuales. «La Reina del Landó» se llevó la estatuilla del Grammy Latino a la Excelencia Musical debido a su aporte cultural. Junto a Susana Baca y Tania Libertad, es considerada como uno de los pilares de la música peruana. Eva Ayllón ha compartido el escenario con diversos artistas nacionales y extranjeros, siempre dejando el nombre del Perú en lo más alto.

 


10. Susana Baca.

Y por último, pero no menos importante tenemos a la gran Susana Baca. Nacida en el seno de una familia de artistas, sus primeros acercamientos con la música fueron incluso antes de poder caminar. Ganadora de dos Grammys Latinos, uno en el 2002 en la categoría de «Mejor Álbum de Folk» y otro en el 2011 por su canción «Latinoamérica», mismo año que incursionó en la política como Ministra de Cultura del Gobierno de Perú; además de presidir la Comisión Interamericana de Cultura entre el 2011 y 2013.

Sabemos que en esta lista de representantes de la música criolla nos faltaron varios grandes como: Lorenzo Humberto Sotomayor, Manuel Acosta Ojeda, Cecilia Bracamonte, Félix Casaverde, José Escajadillo, y otros talentosos músicos que nos hicieron sentir peruanos con sus hermosas interpretaciones.

¡Que siga la jarana!

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NOTA DE NUESTRA HISTORIA. El "AREQUIPAZO" fue un movimiento cívico en Arequipa, Perú, en 2002, que protestó contra la privatización de las empresas eléctricas EGASA y EJESUR bajo el gobierno de Alejandro Toledo. Las protestas incluyeron paros, bloqueos de carreteras y manifestaciones masivas, lo que llevó al gobierno a revocar la privatización y disculparse por la represión policial, resultando en un saldo de dos muertos y varios heridos. Este evento se convirtió en un símbolo de la resistencia civil en defensa de los intereses regionales y la soberanía sobre los recursos locales. La redacción. Pablo Raúl.

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jueves, 30 de octubre de 2025

ENTREVISTA AL ECONOMISTA BRITÁNICO, MARXISTA MICHAEL ROBERTS. La apuesta de Trump no saldrá bien.

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"-La cuestión de la multipolaridad me parece más compleja. Para algunos, significa simplemente el fortalecimiento de los Estados capitalistas del Sur global. Para otros, y esta es la perspectiva más interesante, se trata de romper el dominio occidental y crear más margen de maniobra para proyectos progresistas que, de otro modo, se verían asfixiados bajo la hegemonía de los Estados Unidos.  

¿Pueden los BRICS constituir una fuerza contraria decisiva al imperialismo liderado por Estados Unidos y su cada vez más ambiciosa alianza con la OTAN? No lo creo. Desde el punto de vista económico, los BRICS —incluso en su forma ampliada BRICS+, que también incluye a Indonesia, Egipto y posiblemente Arabia Saudí— no son más que una agrupación informal en la que China es la potencia económica dominante. Los demás miembros son comparativamente débiles o dependen en gran medida de un único sector, en su mayoría de la energía y las materias primas.

"El atractivo financiero de los BRICS, incluido su Nuevo Banco de Desarrollo, sigue siendo escaso en comparación con las instituciones del capital occidental. Políticamente, los líderes de los países BRICS persiguen intereses e ideologías muy diferentes. Rusia es una autocracia clientelista; Irán está dominado por una élite religiosa islamista; China, a pesar de su enorme éxito económico, es un Estado unipartidista; la India está gobernada por un partido hindú nacionalista, anteriormente fascista, que reprime cualquier tipo de oposición. Estos gobiernos no defienden ni el internacionalismo ni la democracia obrera. Dentro de estos países, por utilizar tu propia expresión, no hay margen de maniobra. Lo que se necesitaría, más bien, sería el derrocamiento de estos regímenes por parte de los movimientos obreros para establecer verdaderas democracias socialistas capaces de impulsar el cambio internacional.

El surgimiento de un orden mundial multipolar en el siglo XXI es una consecuencia del relativo declive del capitalismo estadounidense, especialmente desde la crisis financiera mundial y la Gran Recesión que le siguió. Pero es una peligrosa ilusión creer que las potencias resistentes son una fuerza del internacionalismo, que reducirían la desigualdad y la pobreza globales o que detendrían el calentamiento global y la inminente catástrofe ecológica. Para ello se necesita una internacional de gobiernos socialistas. Si un gobierno socialista llegara al poder en una gran economía, esto abriría un espacio para que otros países se opusieran al imperialismo. Un gobierno de este tipo podría cooperar con Estados fuera de la zona de influencia de Estados Unidos, como Venezuela o Cuba, que hoy en día disponen de un margen de maniobra muy limitado. Pero, sobre todo, podría inspirar el movimiento por gobiernos socialistas democráticos en todo el mundo.

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Fuentes: Sin permiso.

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ENTREVISTA AL ECONOMISTA BRITÁNICO, MARXISTA MICHAEL ROBERTS.

La apuesta de Trump no saldrá bien.

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Por Arman Spéth | 30/10/2025 | Economía

 

Fuente. Revista Rebelión jueves 30 de octubre del 2025.


Donald Trump quiere revitalizar el capitalismo estadounidense con su política arancelaria. Pero ni siquiera un «Napoleón del proteccionismo» puede hacer frente a la crisis de base del sistema, opina el economista marxista Michael Roberts.

Cuando se intenta describir la situación mundial actual, cada vez es más difícil evitar los superlativos. La guerra económica desatada por Donald Trump, la creciente confianza de China, que ya no está dispuesta a aguantar lo que sea, y la guerra en curso en Ucrania han llevado a una incertidumbre sistémica que no se veía desde el periodo de entreguerras o incluso tiempo atrás. El temor a otra gran crisis o incluso a otra gran guerra está comprensiblemente muy extendido, quizás más en Europa que en ningún otro lugar, la región que más tiene que perder con la nueva guerra fría.

¿Cuánta de esta inquietud cabe imputarla a un presidente estadounidense impredecible y cuánta es el resultado de cambios estructurales más profundos? ¿El surgimiento de potencias que pueden competir con Estados Unidos apunta a la posibilidad de un orden mundial más justo, o simplemente se trata de la sustitución de una potencia hegemónica por otra? Y, sobre todo, ¿qué significa todo esto para la vida y las perspectivas políticas de la población trabajadora? Arman Spéth habló para Jacobin con el economista marxista Michael Roberts, autor de los libros The Great Recession: A Marxist View y The Long Depression, para conocer su opinión sobre la economía mundial cada vez más fragmentada.

–LAS convulsiones geopolíticas que observamos actualmente serían impensables sin el segundo mandato de Donald Trump. Desde su regreso a la Casa Blanca, tanto la política interior como la exterior de Estados Unidos han cambiado de forma indiscutible, lo que, a la vista del papel del país como potencia hegemónica mundial, tiene inevitablemente repercusiones en el resto del mundo. Si damos un paso atrás y observamos con cierta distancia el caos cotidiano de la política estadounidense, ¿ves en la política económica de Trump algo que se acerque a una estrategia consistente? ¿Hay un «método en la locura» y, si es así, en qué consiste exactamente?



En primer lugar, Donald Trump es una persona profundamente disfuncional, cuya arrogancia, una hybris extrema y una falta de empatía humana son evidentes para cualquier persona racional. Sus declaraciones públicas y sus constantes cambios de rumbo político, ya sea en materia de aranceles, conflictos internacionales o cuestiones culturales y sociales, lo prueban de manera impresionante. Pero esta locura esconde un método. La estrategia de Trump tiene como objetivo restaurar la base industrial de Estados Unidos, reducir el déficit comercial de bienes y reafirmar la hegemonía global de Estados Unidos, especialmente frente a China.

Trump y sus MAGA-seguidores están convencidos de que Estados Unidos ha sido despojado de su poderío económico y su estatus hegemónico porque otras grandes economías le han «robado» su base industrial y luego habrían erigido numerosos obstáculos que dificultan a las empresas estadounidenses (especialmente a las del sector manufacturero) mantener su supremacía. Para Trump, esto se manifiesta en el déficit comercial que Estados Unidos tiene con el resto del mundo.

Donald Trump suele aludir al presidente estadounidense William McKinley cuando anuncia sus aranceles. En 1890, McKinley, entonces miembro de la Cámara de Representantes, propuso una serie de medidas arancelarias para proteger la industria estadounidense que posteriormente fueron aprobadas por el Congreso. Sin embargo, estas medidas resultaron ser un fracaso: no pudieron evitar la grave crisis económica que comenzó en 1893 y se prolongó hasta 1897. En 1896, McKinley se convirtió en presidente y llevó a cabo una nueva ley arancelaria, la llamada Dingley Tariff Act de 1897. Dado que esto coincidió con una fase de auge económico, McKinley afirmó que los aranceles ayudarían a reactivar la economía.

Se le denominó «el Napoleón del proteccionismo» y vinculó su política arancelaria con la ocupación militar de Puerto Rico, Cuba y Filipinas para ampliar la «esfera de influencia» estadounidense, algo que Trump retoma hoy en día de manera análoga con sus comentarios sobre Canadá, Groenlandia o Gaza. Al principio de su segundo mandato, McKinley fue asesinado por un anarquista indignado por el sufrimiento de los trabajadores agrícolas durante la recesión de 1893 a 1897, de la que responsabilizaba a McKinley.

Ahora tenemos otro «Napoleón del proteccionismo» en Donald Trump, quien afirma que sus aranceles ayudarían a los fabricantes estadounidenses. El objetivo de Trump es claro: quiere restaurar la base industrial de los Estados Unidos. Una gran parte de las importaciones estadounidenses procedentes de países como China, Vietnam, Europa, Canadá o México proviene de empresas estadounidenses que producen allí y revenden los productos en Estados Unidos a un coste menor que el que tendrían si se produjeran en el país.

En los últimos cuarenta años de «globalización», las multinacionales de Estados Unidos, Europa y Japón han trasladado su producción al sur global para beneficiarse de los bajos salarios, la ausencia de sindicatos y regulaciones, y el acceso a la tecnología moderna. Como resultado, estos países asiáticos industrializaron masivamente sus economías y ganaron cuota de mercado en la producción y las exportaciones, mientras que los Estados Unidos se desplazaron cada vez más hacia el marketing, las finanzas y los servicios.

¿Tiene eso alguna importancia? Trump y su entorno creen firmemente que sí. Su objetivo estratégico principal consiste en debilitar a China, estrangularla y, finalmente, provocar un «cambio de régimen», al tiempo que se ampliaría el control hegemónico sobre América Latina y la región del Pacífico. En consecuencia, la producción industrial debe volver a trasladarse a Estados Unidos. Biden quería alcanzar este objetivo mediante una «política industrial» que subvencionara a las empresas tecnológicas y las infraestructuras industriales, pero esto condujo a un aumento masivo del gasto público y, en consecuencia, déficits de récord en el presupuesto.

Trump considera que este no es el camino correcto: está convencido de que el objetivo se puede alcanzar mejor mediante aumentos de los aranceles, que deberían obligar a las empresas estadounidenses a repatriar su producción y motivar a las empresas extranjeras a invertir en Estados Unidos. Cree que solo con el aumento de los aranceles podrá impulsar la producción, gastar más en armamento y reducir los impuestos a las empresas, al tiempo que recorta el gasto social y mantiene así la estabilidad del presupuesto federal y del dólar.



–¿Qué probabilidades hay de que su apuesta salga bien?

Esta apuesta no va a acabar bien. En la década de 1930, el intento de Estados Unidos de «proteger» su base industrial mediante los aranceles Smoot-Hawley únicamente provocó una nueva caída de la producción, mientras la Gran Depresión se extendía por Norteamérica, Europa y Japón. La gran industria y sus economistas condenaron enérgicamente las medidas Smoot-Hawley y lucharon con fuerza contra ellas. Henry Ford, por ejemplo, intentó convencer al entonces presidente Herbert Hoover de que bloqueara la ley, calificándola de «estupidez económica».

Hoy en día se escuchan palabras similares en los círculos económicos y financieros, como por ejemplo en el Wall Street Journal, que calificó los aranceles de Trump como «la guerra comercial más estúpida de la historia». Es cierto que la crisis económica mundial de la década de 1930 no se desencadenó por esta guerra comercial proteccionista que Estados Unidos provocó en 1930, pero los aranceles agravaron la contracción global, ya que el lema fue entonces «cada país por su cuenta». Entre 1929 y 1934, el comercio mundial se redujo en aproximadamente un 66 % porque los estados de todo el mundo respondieron con contramedidas.

Aunque Trump ha roto con la política neoliberal de la «globalización» y el libre comercio para hacer «America great again» a costa del resto del mundo, sigue comprometido con la lógica del neoliberalismo en el ámbito interno. Se pretende bajar los impuestos a las grandes empresas y a los ricos, pero al mismo tiempo se reducirá la deuda pública y el gasto público se verá recortado (excepto el gasto en defensa, se entiende). El déficit presupuestario de Estados Unidos ascenderá este año a casi 2 billones de dólares, de los cuales más de la mitad corresponderá al pago de intereses, casi tanto como lo que Estados Unidos gasta en su ejército. La deuda pública pendiente total asciende ahora a más de 30 billones de dólares, es decir, alrededor del 100 % del producto interior bruto. La proporción de la deuda en el PIB pronto superará el máximo alcanzado en el período de la Segunda Guerra Mundial. La Oficina Presupuestaria del Congreso estima que la deuda pública estadounidense superará los 50 billones de dólares en 2034, es decir el 122,4 % del PIB. Solo los pagos de intereses ascenderán entonces a 1,7 billones de dólares al año.

Para evitar este escenario, Trump planea «privatizar» tanto como sea posible del Estado. «Le recomendamos que busque un puesto en el sector privado lo antes posible», declaró la Oficina de Gestión de Personal de su administración. En la concepción de Trump, el sector público es improductivo, a diferencia del sector financiero, se entiende. «El camino hacia una mayor prosperidad estadounidense consiste en incentivar a las personas a cambiar de puestos de trabajo menos productivos en el sector público a puestos más productivos en el sector privado». Sin embargo, estos «magníficos puestos de trabajo» no se han especificado con más detalle. A esto se suma que esos puestos supuestamente más productivos no pueden crearse si el crecimiento económico se estanca o se contrae como consecuencia de la guerra comercial.



–¿Pero por qué Trump concede tanta importancia a la reactivación del sector industrial y a la reducción del déficit comercial de bienes? ¿Cómo debería esto, según su concepción, fortalecer el capitalismo estadounidense y por qué sigue impulsando esta política, a pesar de que contraviene directamente los intereses de la mayor parte de la burguesía estadounidense?

La política declarada de Trump de restaurar la industria estadounidense se basa en la idea de que proteger la producción nacional de la competencia extranjera revitalizará el capitalismo estadounidense. Sin embargo, irónicamente, Estados Unidos obtiene un considerable superávit comercial en el sector de los servicios, por ejemplo, en áreas como las finanzas, los medios de comunicación, la consultoría empresarial y el desarrollo de software. El déficit de productos industriales se compensa en parte con las exportaciones de servicios.

La imposición de aranceles a las importaciones de bienes socava aún más el potencial de crecimiento de la industria manufacturera estadounidense, así como del sector servicios, ya que de este modo aumentan los costes de los componentes que llegan para la producción final. Esto se traduce o en un aumento de los precios, si estos costes se repercuten, o en una menor rentabilidad, si no se repercuten, o en ambas cosas.

Las contradicciones en la política arancelaria y de deportación de Trump quedaron patentes recientemente, cuando más de 500 técnicos coreanos que trabajaban en un proyecto de baterías de Hyundai en el estado de Georgia fueron detenidos y expulsados de Estados Unidos. Trump quiere atraer a empresas extranjeras para crear puestos de trabajo en Estados Unidos, pero al mismo tiempo hace detener a los trabajadores extranjeros. Además, afirma que los ingresos procedentes del aumento de los aranceles contribuirían a reducir el déficit presupuestario y la deuda pública, pero estos ingresos adicionales son insignificantes en comparación con la pérdida de ingresos causada por sus grandes recortes fiscales para las empresas y los súper ricos, su «gran y hermosa ley».

Trump ha retirado o atenuado en ocasiones sus aumentos arancelarios cuando los mercados financieros han reaccionado negativamente. Sin embargo, el sector financiero parece reaccionar cada vez con más serenidad a las medidas de Trump. Por lo tanto, por el momento mantendrá su rumbo.

-SI miramos más allá de la política arancelaria, se nos muestra un contexto más amplio de estancamiento económico global. Desde el inicio de la crisis financiera mundial en 2007, el capitalismo mundial se encuentra en lo que tú denominas «larga depresión», caracterizada por bajas tasas de beneficio, crecimiento estancado, crisis recurrentes y fases de recuperación débiles. Como consecuencia, los gobiernos de los países occidentales, en particular el de Estados Unidos, intervienen cada vez más directamente en los procesos económicos y protegen determinados intereses. Al mismo tiempo, destacas que el neoliberalismo, como antes, sigue muy vivo en Estados Unidos. Esto contradice las afirmaciones de algunos expertos de que el neoliberalismo ha muerto. ¿Has cambiado tu valoración al respecto?

Las grandes economías capitalistas han registrado un crecimiento significativamente menor desde la crisis financiera de 2008 y la gran recesión que le siguió. En este contexto, la economía estadounidense fue la que salió mejor parada: el crecimiento real del PIB no superó el 2 % anual de media en los últimos diecisiete años en comparación al más del 3 % anterior a 2008. El resto de los países del G7 evolucionaron peor, con un crecimiento real medio del 1% anual en el mejor de los casos. Alemania, Francia y el Reino Unido se encuentran en gran medida estancados, mientras que Japón, Canadá e Italia solo han obtenido resultados ligeramente mejores.

Estas tasas de crecimiento nacional estancadas se deben a la disminución de las tasas de inversión en la economía productiva, ya que la tasa media de beneficio del capital ha alcanzado mínimos históricos en todo el mundo. ¿Cómo puede ser esto así si las grandes empresas estadounidenses de los sectores tecnológico, energético y farmacéutico obtienen enormes beneficios? Estas empresas forman una excepción en comparación con la inmensa mayoría de las empresas de Estados Unidos, Europa y Japón. Se estima que entre el 20 % y el 30 % de las empresas de todo el mundo no obtienen beneficios suficientes para pagar sus deudas y tienen que seguir endeudándose para sobrevivir. Como consecuencia, en el siglo XXI los beneficios se invierten cada vez menos en innovación y tecnología y más en inmuebles y especulación financiera. Wall Street está en auge, mientras que Main Street lucha por sobrevivir.

Las políticas neoliberales se apoyaban en la hegemonía de Estados Unidos. Desde una perspectiva internacional, siempre fueron una tapadera para lo que antes se denominaba el Consenso de Washington, es decir, el consenso por el que Estados Unidos y sus socios menores en Europa y en el espacio pacífico-asiático establecían las normas del libre comercio y los flujos de capital en interés de los bancos y las multinacionales del llamado norte global. Trump ha cambiado todo esto. Hoy en día, el gobierno estadounidense traza su propio camino, no solo a costa de los países más pobres del sur global, sino también a costa de sus propios socios menores dentro de la «alianza» liderada por Estados Unidos.

El Estado trumpista interfiere mientras tanto también en la economía y la estructura social estadounidenses. El sector público y muchas de sus instituciones han sido diezmados. Trump incluso aspira a tomar el control de la Reserva Federal. Gobierna por decreto, elude al Congreso y menosprecia los tribunales. El libre comercio ha sido sustituido por el proteccionismo, y la inmigración, por la deportación. Y, sin embargo, el neoliberalismo sigue fuerte bajo Trump, entendido como la desregulación de las normas medioambientales y sanitarias, de los riesgos financieros, así como la reducción del gasto público y de los impuestos para los ricos.



-Pasemos ahora a los «socios menores» de Estados Unidos. La Unión Europea está viviendo una humillación sin precedentes al aceptar de hecho una subordinación total a Estados Unidos. Esto es una clara muestra de debilidad económica y política. Al mismo tiempo, la UE intenta contrarrestar su declive reforzando industrias clave mediante iniciativas proteccionistas y dirigidas por el Estado, como la Ley de Chips o el Pacto Verde. ¿Ves alguna posibilidad realista de que Europa pueda detener su menguante importancia en el mercado mundial?

Los jefes de Estado y de gobierno de los principales países de la UE se han perjudicado a sí mismos. La crisis financiera mundial de 2008 provocó una enorme carga de deuda para los países más débiles de la UE. Para cumplir con las exigencias de los bancos y de las instituciones de la UE —el Banco Central Europeo (BCE) y la Comisión Europea—, impusieron a sus poblaciones programas de austeridad draconianos. Las tasas de crecimiento de la productividad laboral, las inversiones y los ingresos reales en las grandes economías se redujeron drásticamente y los países europeos centrales (incluido el Reino Unido) se quedaron atrás en los últimos avances tecnológicos.

Luego vino la guerra en Ucrania. La política de sanciones contra Rusia y la suspensión de las importaciones de petróleo y gas rusos elevaron los precios de la energía a niveles récord. Esto ha desestabilizado a la industria alemana y europea. En poco tiempo, Alemania pasó de ser la «locomotora industrial de Europa» a una fase de estancamiento y recesión que ya dura tres años consecutivos. Francia e Italia apenas obtuvieron mejores resultados y la economía británica está claramente por los suelos, sin signos de recuperación.

Para complicar aún más las cosas, las élites europeas están cada vez más obsesionadas con la idea de que la Rusia de Putin está a punto de invadir Europa y «acabar con la democracia». Es difícil decir si realmente lo creen, pero su respuesta consiste, en cualquier caso, en presionar para que haya una presencia militar estadounidense permanente en Europa. Al mismo tiempo, bajo la presión de Estados Unidos, los Estados miembros de la UE imponen sanciones y aranceles a los productos chinos, lo que constituye un ejemplo más de su papel de vasallo sumiso a Washington.

Mientras tanto, el gasto público en Europa está aumentando rápidamente, sobre todo debido al fuerte incremento del gasto militar, cuya proporción del PIB es probable que aumente a más del doble a finales de esta década. Esto se hace a expensas de las inversiones productivas, las medidas de protección del clima, los servicios públicos y las prestaciones sociales. No es de extrañar, pues, que las fuerzas reaccionarias, con su programa racista, antiinmigración, escéptico con respecto al cambio climático y «radicalmente liberal», estén ganando terreno rápidamente en casi todos los países europeos. En este contexto, y ante la falta de cualquier rumbo político corrector, el relativo declive de Europa no puede sino acelerarse. De Gaulle en Francia, Kohl en Alemania e incluso Thatcher en Gran Bretaña se revolverían en sus tumbas.



-El declive de la UE y su subordinación a los intereses estadounidenses no pueden entenderse desligados de los cambios más amplios en el equilibrio de poder mundial. Trump no solo sigue una política arancelaria, sino que altera las condiciones de fondo por las que Estados Unidos ejerce su papel de potencia hegemónica mundial. Intenta deshacerse de las cargas y obligaciones del liderazgo hegemónico y sustituirlas por un sistema de dominio sin tapujos. Sin embargo, al hacerlo, ha intensificado un proceso que ya estaba en marcha: el declive relativo de la hegemonía estadounidense, cuyas bases económicas se han ido erosionando desde hace tiempo. ¿Conducirá esto a un orden multipolar más estable o nos estamos moviendo más bien hacia una fase caótica de rivalidades entre grandes potencias?

Trump se considera a sí mismo un «negociador» (Dealmaker) par excellence. En su forma de pensar, las reglas e instituciones establecidas son más bien obstáculos que puntos de referencia. Está convencido de que puede cerrar acuerdos comerciales internacionales en interés de los Estados Unidos mediante negociaciones directas con los jefes de Estado y de gobierno de Europa, Japón, etc. Del mismo modo, cree que puede poner fin a las guerras en Ucrania, Oriente Medio, África y el sur de Asia mediante tratos directos, es decir, mediante un juego de incentivos y amenazas. Este es el enfoque general de Trump para todas las cuestiones políticas.

Sin embargo, detrás de sus arrebatos hay una percepción racional: que Estados Unidos está perdiendo rápidamente su papel hegemónico global. Desde un punto de vista histórico, esto señala un desplazamiento en el orden mundial. Sí, hoy vivimos efectivamente en un mundo multipolar, como no se había visto desde la década de 1930. Después de 1945, surgió un orden mundial bipolar en el que el imperialismo estadounidense dominaba el mundo, pero se enfrentaba a un adversario ideológico, la Unión Soviética. El imperialismo estadounidense ganó finalmente esta «guerra fría» con el colapso de la Unión Soviética y sus estados satélites en Europa. A partir de entonces dominó la Pax Americana, aunque sin mucha paz real, ya que Estados Unidos siguió librando guerras, invasiones e intervenciones para «pacificar» el mundo en su propio interés y en el de sus «cómplices» en Europa, Oriente Medio, América Latina y en el Este asiático.

Pero nada dura para siempre y el capitalismo estadounidense se encuentra ahora en una fase de declive irreversible. La industria y las exportaciones estadounidenses perdieron su supremacía en los mercados mundiales, primero frente a Europa en la década de 1960, luego frente a Japón en la década de 1970, pero de manera decisiva frente a China en el siglo XXI. Sin embargo, esto no significa que se deba sobreestimar el declive relativo de la hegemonía estadounidense. Estados Unidos sigue disponiendo del sector financiero más grande y penetrante del mundo. Sus existencias de activos en el extranjero superan a los de cualquier otro país. El dólar estadounidense sigue siendo la moneda de referencia para el comercio, los flujos de capital y las reservas de divisas nacionales. Y el ejército estadounidense sigue siendo superpoderoso, con más de 700 bases en todo el mundo y un presupuesto superior al gasto militar total del resto del mundo en su conjunto. Los cómplices de Estados Unidos se aferran desesperadamente a su escudo protector para preservar la llamada «democracia liberal», es decir, a los intereses de sus élites capitalistas.

Sin embargo, ahora hay potencias rebeldes importantes que se sustraen a las reglas de Estados Unidos. Algunas de ellas, como Rusia, querían inicialmente formar parte de Occidente; Rusia incluso fue miembro del llamado G8 durante un tiempo. La India forma parte del Quad-4, una alianza liderada por Estados Unidos cuyo objetivo pretende frenar el ascenso de China en Asia. Cuando el pueblo iraní derrocó al corrupto y brutal Sha en 1979, incluso los mulás buscaron inicialmente un compromiso con Estados Unidos y Occidente.

A pesar de décadas de apoyo a los gobiernos opresores del apartheid por parte de Estados Unidos y sus aliados, la Sudáfrica posterior al apartheid también estaba muy interesada en unirse al Occidente democrático. Sin embargo, todos los Estados que hoy forman parte del llamado grupo BRICS fueron rechazados por el sistema de alianzas liderado por Estados Unidos. El llamado Consenso de Washington, la plataforma ideológica de los sucesivos gobiernos estadounidenses, apuntaba en cambio a un cambio de régimen en Rusia, Irán y, sobre todo, China. De este modo, se trazaba en cierta manera el camino hacia un mundo multipolar.

Sin embargo, los BRICS no representan una alternativa coherente al dominio estadounidense. Por lo tanto, la idea de que un orden mundial multipolar pueda reemplazar a la hegemonía estadounidense es prematura. Es cierto que la Pax Americana, tal y como existió después de la Segunda Guerra Mundial y de nuevo tras el colapso de la Unión Soviética en la década de 1990, ya no existe hoy en día. Pero el llamado grupo BRICS es una asociación heterogénea y organizativamente floja de potencias regionales, ubicadas principalmente en las regiones más pobladas, pero a menudo también más pobres del mundo, y con pocos intereses comunes. No es el grupo de los BRICS como tal el que representa el verdadero desafío para la hegemonía estadounidense, sino la emergente potencia económica de China, un adversario potencialmente mucho más fuerte y resistente de lo que jamás fue la Unión Soviética.



-El declive de la hegemonía estadounidense también plantea la cuestión de las alternativas progresistas. Destacan tres tendencias: en primer lugar, el apoyo al nacionalismo económico, la idea de que aislando la economía nacional se pueden proteger los puestos de trabajo y los salarios frente a la competencia global. En segundo lugar, un lamento sorprendentemente nostálgico por el fin del libre comercio, expresión de un temor al fortalecimiento del nacionalismo. Y, en tercer lugar, la orientación hacia la idea de la multipolaridad y los BRICS, vistos como una alternativa progresista al imperialismo estadounidense. Ninguna de estas tres orientaciones estratégicas parece convincente. Entonces, ¿qué aspecto podría tener una perspectiva de izquierda que no se vea atrapada ni en el nacionalismo, ni en la nostalgia del libre comercio, ni en la orientación hacia una multipolaridad capitalista fragmentada y sin efecto?

La «izquierda» que describes es lo que yo llamaría izquierda reformista, liberal o socialdemócrata. Esta izquierda parte de la premisa de que no hay alternativa al sistema capitalista, porque cualquier idea de socialismo se ha desvanecido hace tiempo. Según su concepción, su tarea consiste en configurar el capitalismo para que sea más justo para la mayoría, sin tocar de forma esencial los intereses del capital, ya que, al fin y al cabo, eso sería matar a la gallina de los huevos de oro. Sin embargo, esta izquierda ha perdido influencia porque la gallina capitalista hace tiempo que pone muy pocos huevos y estos benefician cada vez más solo a la minoría dominante.

Durante la «gran moderación» que se inició en la década de 1990, la izquierda liberal alabó el éxito de la globalización y el libre comercio. Sin embargo, la crisis financiera mundial, la gran recesión que le siguió, la larga depresión de la década de 2010, el desplome económico provocado por la pandemia de 2020 y la consiguiente espiral inflacionista del coste de la vida han dejado una cosa clara: el capitalismo del siglo XXI es incapaz de satisfacer las necesidades sociales de la mayoría de la población de Estados Unidos, Europa y el resto del mundo.

El liberalismo y la idea de reformas graduales, que en su día encarnó con éxito la izquierda liberal, están hoy en día desacreditados. En su lugar, se ha impuesto una amplia aceptación en torno a un nacionalismo burdo que se manifiesta en actitudes hostiles hacia las grandes empresas y en un racismo contrario a la inmigración en Estados Unidos y Europa (por ejemplo, alrededor del 70 % de las personas detenidas en los campos de internamiento del ICE en Estados Unidos no tenían condenas penales y, entre el resto, muchas estaban detenidas únicamente por delitos menores, como infracciones de tráfico). Trump y sus seguidores del MAGA, Farage en el Reino Unido y movimientos similares en otros países europeos están a favor de un retorno a los sombríos años del fascismo de la década de 1930, una evolución que finalmente desembocó en una devastadora guerra mundial. Para enfrentar esto, la verdadera izquierda debe partir de la premisa de que el sistema capitalista que domina hoy en día a nivel mundial se encuentra en una crisis irreversible.

-La cuestión de la multipolaridad me parece más compleja. Para algunos, significa simplemente el fortalecimiento de los Estados capitalistas del Sur global. Para otros, y esta es la perspectiva más interesante, se trata de romper el dominio occidental y crear más margen de maniobra para proyectos progresistas que, de otro modo, se verían asfixiados bajo la hegemonía de los Estados Unidos.

¿Pueden los BRICS constituir una fuerza contraria decisiva al imperialismo liderado por Estados Unidos y su cada vez más ambiciosa alianza con la OTAN? No lo creo. Desde el punto de vista económico, los BRICS —incluso en su forma ampliada BRICS+, que también incluye a Indonesia, Egipto y posiblemente Arabia Saudí— no son más que una agrupación informal en la que China es la potencia económica dominante. Los demás miembros son comparativamente débiles o dependen en gran medida de un único sector, en su mayoría de la energía y las materias primas.

El atractivo financiero de los BRICS, incluido su Nuevo Banco de Desarrollo, sigue siendo escaso en comparación con las instituciones del capital occidental. Políticamente, los líderes de los países BRICS persiguen intereses e ideologías muy diferentes. Rusia es una autocracia clientelista; Irán está dominado por una élite religiosa islamista; China, a pesar de su enorme éxito económico, es un Estado unipartidista; la India está gobernada por un partido hindú nacionalista, anteriormente fascista, que reprime cualquier tipo de oposición. Estos gobiernos no defienden ni el internacionalismo ni la democracia obrera. Dentro de estos países, por utilizar tu propia expresión, no hay margen de maniobra. Lo que se necesitaría, más bien, sería el derrocamiento de estos regímenes por parte de los movimientos obreros para establecer verdaderas democracias socialistas capaces de impulsar el cambio internacional.

El surgimiento de un orden mundial multipolar en el siglo XXI es una consecuencia del relativo declive del capitalismo estadounidense, especialmente desde la crisis financiera mundial y la Gran Recesión que le siguió. Pero es una peligrosa ilusión creer que las potencias resistentes son una fuerza del internacionalismo, que reducirían la desigualdad y la pobreza globales o que detendrían el calentamiento global y la inminente catástrofe ecológica. Para ello se necesita una internacional de gobiernos socialistas. Si un gobierno socialista llegara al poder en una gran economía, esto abriría un espacio para que otros países se opusieran al imperialismo. Un gobierno de este tipo podría cooperar con Estados fuera de la zona de influencia de Estados Unidos, como Venezuela o Cuba, que hoy en día disponen de un margen de maniobra muy limitado. Pero, sobre todo, podría inspirar el movimiento por gobiernos socialistas democráticos en todo el mundo.

Michael Roberts, habitual colaborador de Sin Permiso, es un economista marxista británico que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.

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miércoles, 29 de octubre de 2025

EL CAPITALISMO AMA LA COMPETENCIA, PERO LA NATURALEZA TIENE OTRAS IDEAS.

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“Reconociendo la cooperación humana. Darwin explicó en sus escritos que los «más aptos» no son necesariamente los más grandes, más fuertes o mejores luchadores del grupo. Detalló cómo una especie puede ser «apta» y sobrevivir mediante la cooperación. La aplicación errónea de la teoría de Darwin por parte de los pensadores occidentales para centrarse selectivamente en la competencia es de gran alcance; el sesgo darwinista social hacia la competencia se ha utilizado para justificar la propiedad privada de los recursos del ecosistema en lugar de la propiedad comunal. Cuando los colonizadores desembarcaron en las Américas, Australia, Nueva Zelanda y África, dividieron las tierras indígenas de propiedad comunal y forzaron la privatización. En la propiedad privada, las personas compiten para poseer individualmente un bien del que se puede excluir el uso a otros. En la propiedad comunal, se requiere adaptación y cooperación para desarrollar una estructura de reparto.

“En otra de mis conferencias, discutí cómo Elinor Ostrom ganó un Premio Nobel de Economía por su trabajo al oponerse a la inevitabilidad de la «tragedia de los comunes» e ilustrar que los recursos de propiedad comunal pueden ser bien administrados. Describió caso de estudio tras caso de estudio de cómo se desarrollaron las instituciones culturales indígenas para gestionar la cooperación, o como ella la llamó, acción colectiva, como un desafío directo a la idea de que la privatización es una parte necesaria de la modernización y el statu quo en el mundo occidental.

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Fuentes: El salto [Foto: Mellifera e. V.]

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EL CAPITALISMO AMA LA COMPETENCIA, PERO LA NATURALEZA TIENE OTRAS IDEAS.

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Por Mona Shomali | 29/10/2025 | Ecología social.

Fuente. Revista Rebelión miércoles 29 de octubre del 2025.


Los darwinistas sociales usan la «supervivencia del más apto» como excusa para privatizar tierras o eliminar la red de seguridad social. Pero eso no reconoce cómo funciona realmente la naturaleza.

Los economistas y líderes empresariales adoptan un concepto retorcido de la evolución: las corporaciones y los sistemas sobreviven, dicen, debido a ventajas competitivas, lo que los hace superiores y capaces de dominar (o destruir) sistemas, compañías, personas y naciones más débiles.

Esto, argumentan, hace que los sistemas humanos sean como la naturaleza. Los débiles se desvanecen de los ecosistemas, mientras que los fuertes persisten: la llamada «supervivencia del más apto».

El científico cuya obra inspiró ese término no estaría de acuerdo con ellos.

Impartí una clase en la New School en la ciudad de Nueva York sobre la relación entre cultura y medio ambiente. Como les dije a mis estudiantes, los defensores del capitalismo usan la «supervivencia del más apto» y una percepción incorrecta de la competencia en el mundo natural para justificar la eliminación de las redes de seguridad social para las personas más vulnerables de nuestra sociedad, una justificación implícita, por ejemplo, en las acciones actuales de la administración vigente.

Según mi experiencia, cada vez que alguien cuestiona si la competencia debiese ser un valor central —como en el capitalismo—, la gente a menudo dice«¡Es natural! ¡Solo hay que mirar la naturaleza!».

Pero ¿y si esta defensa del capitalismo como algo natural es defectuosa y la competencia nunca ha sido la única forma de «sobrevivir» o ser «apto» en un ecosistema? ¿Qué pasa si aquellos que interpretaron las teorías del naturalista Charles Darwin y las aplicaron a las sociedades y economías humanas simplemente seleccionaron selectivamente las partes de la teoría que parecían justificar su agenda?



Darwinismo social.

A mediados de la década de 1850, Darwin comenzó a observar y estudiar cómo los organismos y las especies individuales encuentran su nicho. Cuando un animal ha encontrado su lugar y función en un ecosistema, escribió, ese animal ha encontrado su nicho. Aunque las especies pueden competir por un nicho, también pueden adaptarse y cooperar por uno. Una especie es la más apta cuando suficientes de sus miembros han encontrado un nicho dentro del ecosistema donde viven. Y cuando suficientes miembros han encontrado un nicho, Darwin explicó este proceso como «supervivencia del más apto».

En las décadas posteriores a la publicación del innovador libro de Darwin, El origen de las especies, un grupo de pensadores occidentales utilizó su teoría de la selección natural para intentar explicar la competencia feroz y cruel en la sociedad humana.

El darwinismo social, tal como lo definieron, argumenta que los individuos, grupos y pueblos están sujetos a las mismas leyes darwinianas de selección natural que las plantas y los animales. Pensadores ingleses como Herbert Spencer abogaron por esta teoría a finales del siglo XIX y principios del XX, y sigue resonando hoy en día.

El darwinismo social afirma que las clases altas han competido por ser aptas y han ganado el juego de la selección natural. Sugiere falsamente que ciertas clases sociales son superiores, y que la inequidad social y la inacción política son un resultado natural de la competencia.

No debería sorprender que los pensadores colonialistas europeos utilizaran el darwinismo social para racionalizar la presión por reformas progresistas.

Pero tal justificación se basa en un malentendido y una adulteración de las observaciones de Darwin, porque él también había observado el papel igualmente importante de la cooperación en los ecosistemas. La competencia y la cooperación son ambas naturales entre todas las especies.




La cooperación como mutualiso.

Es esencial no tergiversar la dinámica del ecosistema para justificar una forma de organizar la sociedad humana.

Según el estudio de la ecología, una relación entre dos especies que ambas se benefician de la cooperación se conoce como mutualismo. Esta relación les da a ambas especies una ventaja que de otro modo no tendrían. El mutualismo es una cooperación biológica que permite a dos organismos mejorar sus posibilidades de éxito y reproducción en el ecosistema.

Por ejemplo, los delfines necesitan la ayuda del atún para encontrar los peces más pequeños de los que ambos se alimentan. Los ecólogos llaman a esto caza conjunta. En otro caso, los pájaros picabueyes se comen las garrapatas del pelaje de los antílopes impala africanos. El picabuey se beneficia de tener una comida, y el antílope se beneficia de tener menos garrapatas molestas.

La polinización es otro ejemplo: los insectos transportan polen de una planta a otra mientras se benefician de la fuente de alimento de néctar de las flores en las que aterrizan. A medida que insectos como abejas o mariposas aterrizan en las flores para comer, también fertilizan las plantas con el polen en sus cuerpos. El polen se transfiere del estambre al estigma, lo que permite la producción de flores y frutos. Los insectos que polinizan específicamente las plantas a cambio de alimento se conocen como insectos beneficiosos.



La cooperación como adaptación.

En El origen de las especies, Darwin describió un proceso en el que ciertas especies prevalecieron sobre otras porque eran mejores en la adaptación. Habían cooperado con otros organismos o con factores no vivos en su entorno para poder sobrevivir. Los ecólogos se refieren a la adaptación como el proceso de cambiar con el tiempo para que un organismo pueda estar mejor preparado para encontrar un nicho y sobrevivir en el ecosistema. Cuando el ecosistema cambia o desaparece rápidamente, la especie se ve obligada a considerar una nueva cooperación dentro del nuevo ecosistema.

Las primeras y más famosas descripciones de adaptación de Darwin fueron sus estudios de los animales de las Islas Galápagos de Ecuador. Después de observar las aves allí, Darwin notó que las formas de los picos de los pinzones se habían adaptado con el tiempo para ajustarse a las formas de lo que se estaban alimentando: flores, insectos, semillas y frutas.

Los camellos también se han adaptado con éxito a uno de los ecosistemas más duros: el desierto cálido y seco. Un camello puede pasar una semana o más sin beber agua, lo que es más de lo que la mayoría de los animales pueden tolerar. Sus cuerpos también conservan agua al no sudar a medida que aumenta la temperatura. Los camellos también pueden durar varios meses sin comida, porque almacenan grasa en sus jorobas. Sin embargo, si el desierto seco de repente se volviera frío y húmedo, un camello no estaría preparado y se vería desafiado a adaptarse rápidamente.

Algunos animales se han adaptado a sus entornos como protección contra los depredadores. Una excelente manera de evitar ser comido por un depredador es camuflarse entre el follaje. Muchos insectos, como la mantis religiosa, han evolucionado para parecerse a las hojas entre las que viven.

A lo largo de miles de años, las plantas y los animales han evolucionado para tolerar perturbaciones repentinas o condiciones persistentes en sus entornos locales. Todo organismo vivo es parte de una especie que ha descubierto cómo prosperar a pesar de las condiciones fluctuantes del ecosistema. Adaptación significa que la especie necesita rediseñarse y remodelarse para encontrar un nuevo nicho en un ecosistema cambiante. Para sobrevivir, la especie tendrá que encontrar un nuevo propósito.



Cambio climático: la falta de adaptación

Los cambios rápidos en un ecosistema, como el cambio climático, son problemáticos y no dan tiempo para que los humanos, los animales y las plantas se adapten al cambio nuevo y repentino en su ecosistema.

Los animales y las plantas se adaptan y cooperan, pero este no es un proceso rápido, y los cambios adaptativos dentro de un ecosistema pueden tomar múltiples generaciones o siglos. Una especie muere si no se adapta lo suficientemente rápido, pero las especies que muestren la mayor cooperación y adaptación tendrán una enorme ventaja al enfrentar perturbaciones y desastres.

Para llevar la idea de la adaptación un paso más allá, yo argumentaría que nuestro fracaso en combatir el cambio climático está arraigado en nuestra incapacidad humana para adaptarnos a las condiciones que causan el cambio climático. Nos adaptamos reconociendo las limitaciones de los entornos en los que vivimos y planificando en consecuencia para no explotar, consumir en exceso y contaminar. Si pudiéramos adaptarnos a las limitaciones de lo que nuestros ecosistemas pueden tolerar —por ejemplo, cuánto carbono puede tolerar nuestra atmósfera—, tendríamos una mejor oportunidad de supervivencia.



Competencia y falsa escasez.

Las especies siempre están compitiendo por un nicho, ya que se esfuerzan por el mismo lugar en el ecosistema. La competencia ocurre cuando los organismos luchan por un mismo nicho o similar porque no hay un suministro adecuado de un recurso limitado en la misma área.

Por ejemplo, los guepardos y los leones se alimentan de presas similares (como impalas). Estos competidores también se matarán entre sí en la lucha por los recursos.

Cuando las especies luchan por un nicho, dependen de la competencia. La especie que gana la competencia transmite sus rasgos físicos a las generaciones futuras, mientras que la especie que pierde se extinguirá. La competencia «funciona» debido a la escasez de recursos.

Como sociedad humana, podemos decidir y organizarnos para determinar qué hacer cuando los recursos son escasos. Tenemos una función ejecutiva que nos permite gestionar o compensar la escasez. Yo argumentaría que muchos gobiernos crean escasez falsa a través de sus prioridades y políticas y las elecciones de qué programas cívicos deciden financiar y cuáles no. Esto prácticamente garantiza «perdedores» en nuestros sistemas sociales.



Reconociendo la cooperación humana

Darwin explicó en sus escritos que los «más aptos» no son necesariamente los más grandes, más fuertes o mejores luchadores del grupo. Detalló cómo una especie puede ser «apta» y sobrevivir mediante la cooperación.

La aplicación errónea de la teoría de Darwin por parte de los pensadores occidentales para centrarse selectivamente en la competencia es de gran alcance; el sesgo darwinista social hacia la competencia se ha utilizado para justificar la propiedad privada de los recursos del ecosistema en lugar de la propiedad comunal. Cuando los colonizadores desembarcaron en las Américas, Australia, Nueva Zelanda y África, dividieron las tierras indígenas de propiedad comunal y forzaron la privatización. En la propiedad privada, las personas compiten para poseer individualmente un bien del que se puede excluir el uso a otros. En la propiedad comunal, se requiere adaptación y cooperación para desarrollar una estructura de reparto.

En otra de mis conferencias, discutí cómo Elinor Ostrom ganó un Premio Nobel de Economía por su trabajo al oponerse a la inevitabilidad de la «tragedia de los comunes» e ilustrar que los recursos de propiedad comunal pueden ser bien administrados. Describió caso de estudio tras caso de estudio de cómo se desarrollaron las instituciones culturales indígenas para gestionar la cooperación, o como ella la llamó, acción colectiva, como un desafío directo a la idea de que la privatización es una parte necesaria de la modernización y el statu quo en el mundo occidental.

Los darwinistas sociales han negado los muchos aspectos y comportamientos de la sociedad humana que se basan en la cooperación, y eso ha tenido numerosas implicaciones negativas para la humanidad y el planeta. Es importante que no descuidemos e ignoremos la existencia de una cooperación exitosa dentro de nuestra propia ecología humana. Con una comprensión de la dinámica real del ecosistema, en lugar de extrapolaciones sesgadas y falsas, podemos reivindicar la cooperación.

Este análisis de Mona Shomali fue publicado originalmente en inglés en ‘The Revelator‘. Lo publicamos en español como parte de la alianza Covering Climate Now, que busca ampliar la cobertura sobre el cambio climático a nivel mundial.

Mona Shomali es una autora, artista y profesional del medio ambiente iraní-estadounidense. Su carrera comenzó como investigadora del caso Sarayaku contra Ecuador en la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Como profesora adjunta, impartió clases en The New School, Pace y NYU. También ha enseñado ecología en el Jardín Botánico de Nueva York. Su libro de ficción sobre el clima, Water Mamas, explora el choque entre la espiritualidad indígena y la ciencia occidental.

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