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“Por otra parte,
insisten Ortiz, Frank y Koehler, se debe garantizar servicios
públicos universales y de calidad a través de sistemas financiados
y gestionados con fondos públicos para proteger a los trabajadores, eliminar
barreras a los servicios de calidad mediante una sólida
inversión pública basada en una financiación más justa y proteger
el desarrollo social de los recortes presupuestarios y la privatización.
“Con respecto a la creciente
precariedad de ingresos, proponen abordarla mediante la inversión en trabajo decente con
derechos/estándares laborales y la extensión de sistemas y niveles de
protección social universales. Y promover una economía del
cuidado que apoye a la mujer y priorice el bienestar sobre
el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB). Conceptualmente,
sostienen, se debe reconocer las limitaciones
de los paradigmas centrados en el crecimiento y en cambio
adoptar políticas orientadas a la sostenibilidad ecológica y el desarrollo
equitativo. No menos esencial en este panorama reivindicatorio es el
combate contra los movimientos anti-derechos y anti-género
y la reafirmación de los compromisos globales con los derechos humanos y la
democracia. El avance hacia la justicia social mundial confronta al
planeta a sus propias contradicciones sistémicas, entre un ideal
de mayor redistribución –con Estados sociales más fuertes
– y un sistema hegemónico centralizador en lo económico y
excluyente y discriminatorio en lo social.
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Fuentes: Rebelión.
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800 MILLONES DE POBRES, LA PRINCIPAL DEUDA SOCIAL PLANETARIA.
30 años después, la segunda Cumbre para el Desarrollo Social.
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Por Sergio
Ferrari | 28/10/2025 | Economía
Fuentes. Revista Rebelión martes 28 de
octubre del 2025.
En menos de dos semanas arranca en
Doha, Catar, la Cumbre Mundial para el Desarrollo Social. Convocatoria marcada
por la crisis del multilateralismo, así como por una fatiga inevitable tras
tantos eventos de las Naciones Unidas con relativamente pocos resultados. A
pesar de algunos avances sociales, los esfuerzos de dicha organización lucen
frágiles debido a los estragos causados por la persistente pobreza mundial.
Esta será la segunda cumbre, a treinta años de la de 1995
en Copenhague, y entre el 4 y el 6 de noviembre reunirá a miles
de representantes de gobiernos e instituciones internacionales y
de la sociedad civil. El programa incluye una sesión oficial
y una paralela. Esta última, con un día para el Foro
de la sociedad civil y otro para el Foro del sector privado (https://social.desa.un.org/es/world-summit-2025/programme).Hasta
la tercera semana de octubre, los medios de información poco se
interesaron en la dinámica preparatoria de la Cumbre de Catar,
desde ya eclipsada por una coyuntura mundial donde los
conflictos en Palestina y Ucrania, así como la imposición
unilateral de aranceles por Washington, parecen definir otras
prioridades.
Desde Latinoamérica, la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) señala que tres décadas después
de Copenhague esta nueva convocatoria busca evaluar el progreso
alcanzado y definir nuevas estrategias para los desafíos
actuales. Según la CEPAL,
“persisten problemas como la pobreza, la desigualdad y la exclusión social en un contexto de crisis globales y cambios acelerados”, de allí la esperanza de que esta cumbre ofrezca una oportunidad clave para fortalecer compromisos y promover políticas que garanticen mayor cohesión social y movilidad económica. “América Latina y el Caribe, con una larga trayectoria en el debate sobre desarrollo social”, anticipa la CEPAL, “presentará propuestas para reducir la desigualdad y mejorar la inclusión social”.
Como expresión de deseos esta
organización latinoamericana
espera que la cumbre sirva como plataforma para consolidar una
perspectiva común que refuerce la gobernanza, la cooperación
internacional y el papel de la sociedad civil en la implementación
de políticas efectivas para el desarrollo sostenible (https://www.cepal.org/es/segunda-cumbre-mundial-desarrollo-social).
Tibios progresos, enormes deudas
civilizatorias Con
la mirada puesta en Catar, la segunda quincena de octubre la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) lanzó la campaña “Esto
es justicia social” mediante una serie de videos con historias
humanas que muestran el impacto de la justicia social en la
vida de trabajadores, empleadores y comunidades (https://www.ilo.org/es/temas-y-sectores/justicia-social).
Algunas semanas antes, a fines de septiembre, en su Informe sobre el Estado de la Justicia Social en 2025 la OIT reconoció varios logros desde Copenhague 1995 hasta el presente. Por ejemplo, la disminución del trabajo infantil del 20,6% en 1995 al 7,8% en 2024 y el aumento del índice de finalización de la escuela secundaria en 22 puntos porcentuales desde 2000 hasta la fecha. Además, el hecho de que la pobreza extrema pasara de 4 de cada 10 personas en 1995 a 1 de cada 10 en 2023 y que la proporción de trabajadores pobres se redujera del 27,9 % en 2000 al 6,9 % en 2024. Sin embargo, la propia OIT reconoce enormes tareas pendientes y deudas sociales no resueltas. Fundamentalmente, que no se haya logrado erradicar la pobreza, como lo evidencian estos datos tan preocupantes: 800 millones de personas aún viven con menos de 3 dólares al día y una de cada cuatro carece de acceso al agua potable. El desequilibrio resultante sigue siendo una constante planetaria: el 1% más rico de la población mundial posee el 20 % de los ingresos y el 38% de la riqueza. En paralelo, la brecha entre la fuerza de trabajo masculina y la femenina mejoró muy poco desde 1995 y el índice de informalidad laboral se redujo apenas dos puntos porcentuales desde 2005, con un 58% de los trabajadores aún en empleo informal. Si de derechos humanos fundamentales se trata, la OIT constata un deterioro del derecho de asociación y de negociación colectiva, para mencionar tan solo dos.
Fatiga de Cumbres
A fines de mayo pasado, la agencia informativa IPS
publicó un comentario analítico titulado “La Cumbre Social
Mundial de 2025 no debe ser una oportunidad perdida”. Escrito a seis
manos por Isabel Ortiz, Odile Frank and Gabriele Koehler, tres
dirigentes femeninas de prestigio en instituciones internacionales miembros
de la organización Justicia Social Global, el análisis
señala que
“En la sede de la ONU
circulan rumores de que hay poca ambición en la Segunda
Cumbre Mundial para el Desarrollo Social… (y que) diplomáticos y
expertos hablan de una ‘fatiga de cumbres’ tras un calendario
repleto de reuniones globales: la Cumbre de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de 2023,
la Cumbre
del Futuro de 2024 y la Cuarta
Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo del
2025” (https://www.un.org/pga/wp-content/uploads/sites/109/2025/04/Zero-Draft-clean-as-of-24-April-2025-12pm.pdf)
Además, deslizan que el Borrador de la Declaración Política de
la Cumbre Social “carece de la ambición necesaria para enfrentar las
múltiples crisis sociales que atraviesa nuestro mundo” (https://ipsnoticias.net/2025/05/la-cumbre-social-mundial-de-2025-no-debe-ser-una-oportunidad-perdida/).
Para estas tres coautoras, la realidad es contundente:
“Hay demasiado en
juego. El
mundo ha cambiado dramáticamente desde la histórica primera Cumbre Social de 1995 en Copenhague. En aquel
entonces, los líderes mundiales reconocieron la necesidad de un
desarrollo centrado en el ser humano. Hoy, la urgencia ha crecido
exponencialmente en un mundo fracturado y volátil”.
El punto clave del comentario es el análisis de la actual
situación mundial, con una población que debe enfrentar
múltiples crisis superpuestas: una policrisis pospandémica, una crisis
del costo de vida que ha empujado a millones a la pobreza, la
priorización del bienestar corporativo sobre el de las personas,
un rápido deterioro democrático que agrava las desigualdades, una
creciente emergencia climática y una prolongada crisis de empleo
que, con toda probabilidad, se deteriorará drásticamente debido al
uso de la inteligencia artificial (IA). Por otra parte, la confianza
en los gobiernos y en las instituciones multilaterales se está
erosionando, el descontento social y las protestas se multiplican
y las desigualdades, tanto internas como internacionales, han
alcanzado niveles grotescos. Por todo ello, coinciden,
“Una declaración
tímida [en la Cumbre de Catar de noviembre]… sería una traición a quienes
siguen viendo en las Naciones Unidas un modelo de justicia y dignidad humana”.
¿Cómo evitarlo, se interrogan? Según ellas, la Declaración
debe definir acciones vinculantes y compromisos explícitos para construir
sociedades que funcionen y generen prosperidad para todos. Esto
implica, entre otras iniciativas,
“reducir las desigualdades de ingresos y riqueza que socavan profundamente la cohesión social, la gobernanza democrática y el desarrollo sostenible”. Además, reconocer la justicia de género como un pilar fundamental, sin la cual se estaría traicionando a la mitad de la humanidad y fracasando en su misión de promover los derechos humanos, la dignidad y el desarrollo sostenible.
Por otra parte, insisten Ortiz, Frank y Koehler,
se debe garantizar servicios públicos universales y de calidad a
través de sistemas financiados y gestionados con fondos públicos para
proteger a los trabajadores, eliminar barreras a los servicios de
calidad mediante una sólida inversión pública basada en una
financiación más justa y proteger el desarrollo social de los recortes
presupuestarios y la privatización.
Con respecto a la creciente
precariedad de ingresos, proponen abordarla mediante la inversión en trabajo decente con
derechos/estándares laborales y la extensión de sistemas y niveles de
protección social universales. Y promover una economía del
cuidado que apoye a la mujer y priorice el bienestar sobre
el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB). Conceptualmente,
sostienen, se debe reconocer las limitaciones
de los paradigmas centrados en el crecimiento y en cambio
adoptar políticas orientadas a la sostenibilidad ecológica y el desarrollo
equitativo. No menos esencial en este panorama reivindicatorio es el
combate contra los movimientos anti-derechos y anti-género
y la reafirmación de los compromisos globales con los derechos humanos y la
democracia.
El avance hacia la justicia social
mundial confronta al planeta
a sus propias contradicciones sistémicas, entre un ideal de mayor
redistribución –con Estados sociales más fuertes – y
un sistema hegemónico centralizador en lo económico y
excluyente y discriminatorio en lo social
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