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En 20 años de “transición a la
democracia” no hicieron absolutamente nada serio por derogar la Constitución de
1980, el sistema binominal que garantiza la
alternancia en el poder a las dos derechas (la Concertación y la tradicional
golpista) al estilo estadounidense, liberalizaron
aún más el ingreso de capitales foráneos, no tocaron el cobre nacionalizado por
Allende y privatizado por Pinochet, mantuvieron intactos los bajos
salarios, no repusieron la negociación colectiva de los trabajadores, etc. Siguieron esquilmando de mil maneras al
pueblo trabajador con iniciativas desastrosas como la multitienda La Polar
o el sistema de transporte urbano capitalino Transantiago, que eliminó a los
pequeños empresarios, dejó el negocio en poder de grandes corporaciones locales
y extranjeras y
creó nuevos sufrimientos a quienes deben concurrir diariamente a trabajar.
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Chile. Se cumplen 39 años del golpe de Estado contra el Presidente Dr. Salvador Allende.
CHILE: 39 años de neoliberalismo salvaje.
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Martes,
11 de septiembre del 2012.
Ernesto Carmona (especial para ARGENPRESS.info)
El 39° aniversario del
golpe militar contra Salvador Allende encuentra Chile en un franco despertar
social y político, tras cuatro décadas de profundo adormecimiento inoculado por
la dictadura militar. La feroz represión, casi 4 mil muertos y desaparecidos,
decenas de miles de personas encarceladas/torturadas y centenares de miles de
expatriados permitieron al dictador Pinochet implantar la nueva versión
neoliberal del capitalismo –ahora convertida en el catecismo mundial
dominante–, mientras las clases populares estaban imposibilitadas de defender
sus derechos y el miedo embargaba a gran parte de la población.
La llamada “reforma
económica” o “economía social de mercado”, concebida para todo el planeta por
el Consenso de Washington, la Comisión Trilateral, el Foro de Davos, el Banco
Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el grupo de Bildelberg, en fin, por
todo el poder financiero y económico mundial que conducen el imperio
estadounidense, su furgón de cola europeo y las corporaciones transnacionales,
fue aplicada por primera vez en el planeta en este país cuando estaba sometido
de rodillas, por la fuerza. Más tarde esas reformas se expandieron a todo el
orbe en lo que comúnmente llaman “neoliberalismo”, la doctrina económica
neoconservadora del capitalismo mundial contemporáneo, por lo demás en crisis.
Los poderes mundiales
convirtieron a Chile en una gran máquina productora de ganancias extraídas de
la explotación de recursos naturales, con mano de obra barata hasta hoy
sobre-explotada, sin sindicatos ni organizaciones políticas que defendieran los
intereses populares y nacionales, pero con todas las facilidades otorgadas la
dictadura militar no logró atraer grandes capitales extranjeros y se hizo cada
vez más impresentable por tantos crímenes de lesa humanidad. Pinochet se
convirtió en un ícono mundial tan deleznable como Hitler.
Una vez hecho el trabajo
sucio, quienes lo instalaron en el poder fraguaron un nuevo plan para sacarlo
“por las buenas”, aunque con pequeñas patadas por debajo de la mesa de
negociación. De nuevo, EEUU, Europa y las transnacionales financiaron, esta
vez, a la “oposición democrática”, subvencionaron diarios y revistas –que
después abandonaron–, impulsaron el plebiscito de 1988 y el país comenzó a
transformarse “en la medida de lo posible”, tras las elecciones que en 1989
dieron el triunfo a Patricio Aylwin, uno de los más acérrimos enemigos de Allende
e influyente factor desestabilizador de su gobierno como jefe del Partido
Demócrata Cristiano (PDC) y controlador de la mayoría en un Poder Legislativo
que declaró ilegal su gobierno legítimo.
La Concertación de
Partidos por la Democracia, liderada por el PDC, e integrada por el Partido
Socialista (PS), el mismo de Allende pero “renovado” –como sus símiles
europeos–, el Partido Radical Social Demócrata (PRSD) y el oportunista Partido
Por la Democracia (PPD), creado por Ricardo Lagos sin ideología explícita, se
afanaron por identificar “libertad económica” –léase neoliberalismo– con
“libertad política” y con sus mandantes estadounidense-europeos lograron el
flujo de abundante inversión extranjera, manteniendo intactas la estructura
jurídica que garantizan toda clase de granjerías al gran capital transnacional,
las mismas que fueron impuestas a la fuerza por la dictadura.
En 20 años de
“transición a la democracia” no hicieron absolutamente nada serio por derogar
la Constitución de 1980, el sistema binominal que garantiza la alternancia en
el poder a las dos derechas (la Concertación y la tradicional golpista) al
estilo estadounidense, liberalizaron aún más el ingreso de capitales foráneos,
no tocaron el cobre nacionalizado por Allende y privatizado por Pinochet,
mantuvieron intactos los bajos salarios, no repusieron la negociación colectiva
de los trabajadores, etc. Siguieron esquilmando de mil maneras al pueblo
trabajador con iniciativas desastrosas como la multitienda La Polar o el
sistema de transporte urbano capitalino Transantiago, que eliminó a los
pequeños empresarios, dejó el negocio en poder de grandes corporaciones locales
y extranjeras y creó nuevos sufrimientos a quienes deben concurrir diariamente
a trabajar.
Lo que está ocurriendo
hoy en un despertar social ciudadano, liderado por los estudiantes, de carácter
nacional, inspirado por un profundo desprecio a la clase política, los
partidos, el Congreso, los militares, la Iglesia, los grandes medios y casi
todos los factores del poder, según lo demuestran las encuestas. Las elecciones
municipales del 28 de octubre revelarán cuáles serán los efectos de la medida
desesperada por salvar al sistema de cúpulas políticas incorporando 5 millones
de electores jóvenes al juego político, con “inscripción automática” a los 18
años y “voto voluntario”, sin castigos pecuniarios para quienes no concurran a
las urnas.
Esta elección de
alcaldes y concejales, no regida por el sistema binominal, dará algunas luces
de lo que podría ocurrir en las presidenciales 2013. Mientras tanto, los
movimientos sociales avanzan buscando su propio camino independiente del
sistema político de partidos. La crisis de liderazgo chileno evoca la situación
de la Venezuela pre-chavista que salió abruptamente de otro adormecimiento de
más de 30 años, al despertar con el llamado “Caracazo” del 27 y 28 de febrero
de 1989, cuando un pueblo sin organización ni conducción salió a las calles a
impetrar sus derechos.
Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno.
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