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Increíble, sólo en Brasil y en la opinión
respetable del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, las privatizaciones
neoliberales han sido una “maravilla”, han generado un verdadero
proceso de mejores perspectivas económicas, sociales y políticas, así como han
marcado un camino de calidad hacia la modernidad, porque además han ampliado el
empleo, ha crecido el salario y pagan mejores impuestos al Estado. En cambio la
oposición a este tipo de políticas de parte de los siguientes presidentes Lula da Silva y Dilma Rousseff del Partido de
los Trabajadores (PT), es populismo, son anti-nacionales, constituyen
políticas de conjunto que se oponen a la Modernidad. (Un ejemplo, en Perú, en
cambio las políticas de privatizaciones y en general las políticas neoliberales
del Consenso de Washington, fueron
en realidad un fracaso completo con los dos gobiernos del dictador Fujimori y
los siguientes gobiernos que continuaron la misma política económica). Si todo
el argumento del Dr. Henrique Cardoso
fuera cierto, contundente, que sus políticas implementadas durante los 8 años de
su gobierno hubieran sido un éxito, porque al finalizar su mandato
constitucional – diciembre del 2002 -,
Brasil era el país que concentraba la mayor cantidad de pobreza y extrema pobreza.
La concentración demográfica de millones de brasileños (as) en las Favelas, realmente constituye y representa un
insulto a la humanidad y la dignidad del ser humano en el inicio del siglo XXI.
Hoy todos conocemos que las políticas de Estado del
Presidente Lula – no las considero lo máximo, la plena realización, la solución a la
complejidad de su país y las alternativas en el cumplimiento de sus
propuestas de campaña, no fue así, todos conocemos que se salió de su Plataforma Original (Por ejemplo la
Reforma Agraria y la solución a los 30 millones de brasileños que representan
el más grande Movimiento Social del Mundo:
Los Trabajadores Sin Tierra). – políticas en relación a la lucha contra la
pobreza y extrema pobreza, han sido un éxito en la medida que han solucionado
sus principales problemas, sacando de la pobreza a más de 40 millones de
brasileños (as). En cambio si las privatizaciones y en general la imposición de
las políticas neoliberales del Consenso
de Washington – no constituían una dependencia en relación a las políticas
de los dos mandatos presidenciales del Dr,
Cardoso, formulamos ahora la segunda pregunta: Brasil debió alcanzar la
plenitud de sus políticas de “crecimiento
y empleo”, con desarrollo económico social. (Hoy Brasil es el país, número uno en cuanto la desigualdad económico-social
en el mundo y en relación al crecimiento macro-económico ha logrado mundializar, “globalizar” sus
principales empresas y corporaciones privadas y estatales, por ejm. Petrobrass)
y en ese escenario del tiempo político no logro liderar el proceso de
integración de América latina – como hoy lo están implementando a partir de las políticas del
Presidente Lula y hoy de la Presidenta Rousseff.
Las Favelas concentran a millones de pobres y pobres extremos, violencia, drogas, como parte de la población brasileña. Las políticas de lucha contra la pobreza del Presidente Lula, han estado concentradas en relación a esta cruel e indignante realidad. 40 millones de brasileños pobres han logrado salir de la pobreza. Sin embargo muchos Politólogos, Sociólogos, Economistas y Políticos opinan muy fuerte que Lula efectivamente fue el "padre" de millones de pobres y pobres extremos, pero a su vez "la madre" de las corporaciones brasileras, hoy presentes en todos los mercados del mundo.
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Una tercera pregunta, si todo fuera cierto en relación al argumento muy
respetable del ex presidente Cardoso, porque Brasil y sus políticas centrales, en la
práctica estaban atadas –amarradas, dependientes – de las políticas vigentes
por entonces de los Estados Unidos – del Presidente Clinton – en relación con
América Latina, políticas de integración del mercado continental en un mercado
único, el ALCA –
el Área Libre de Comercio de las Américas -, es decir, el mercado de grandes
capitales – corporaciones, bancos, cajas, bolsas, etc.- corporaciones transnacionales, mercado para
mano de obra barata, mercado único para su propia producción imperialista, que
en su conjunto como política central del mundo globalizador, encerraba las
políticas de los llamados TLC – Tratados
de Libre Comercio – políticas que representan y responden a nuevas formas
de dominación e integración continental, siguiendo estrictamente los mandados
del Consenso de Washington que en
algunos países fueron impuestas en tiempos de crisis y violencia – dictaduras militares
fascistas, como en Chile y Argentina, Uruguay o el propio Brasil.
En cambio las políticas nacionalistas, proteccionistas – que no
son revolucionarias, expropiadoras, sino que en lo central se inscriben en el ámbito político de
la Social Democracia- del Presidente Lula, que logra salir – y crear
una verdadera crisis final del ALCA,
junto a otros Presidentes de América
Latina como, Chávez de Venezuela, Kirchner de Argentina-
de la opresión absoluta basada en nuevas formas de dominación y dependencia. Porque el ALCA era un Proyecto continental
que respondía a los principios centrales de las políticas neoliberales del Consenso de Washington y como proyecto es
“enterrado” políticamente, por las mismas políticas que hoy critica el ex presidente Cardoso – y que
sus políticas si estuvieron fieles en su aplicación a estas políticas del
capitalismo salvaje. Finalmente, es
importante que al salir del ALCA – y generar su crisis final – los Presidentes
de América Latina – ahora acompañados por los mandatarios de Ecuador, Bolivia,
Uruguay, Chile –logran acercar sus
políticas a los países de economías emergentes como China, India, Rusia e incluso la Unión Europea. Pero todas estas
políticas – que no es lo máximo ni menos la plena realización de la Plataforma de Lucha
que ofreció el Presidente Lula, sin embargo, marcan un camino político de “independencia”
distinto y nuevo en América Latina.
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Fernando Henrique Cardoso, Dr. en Sociología. Maestro Universitario. Dos veces Presidente de Brasil- 1995 - 2002 -. Defiende las privatizaciones dentro de las Políticas del Consenso Washington. Hoy critica las políticas de los Presidentes Lula y Rousseff, como la falta de organización, previsión y planificación en la solución de las políticas sociales de calidad - Educación, Salud, Transporte, Deporte, Medio Ambiente - que reclama el Nuevo Movimientos Social Ciudadano de la "clase media" emergente.
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Dr. EN SOCIOLOGÍA. FERNANDO HENRIQUE CARDOSO.
“DESMITIFICAR EL ENGAÑO OFICIAL”.
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Autor: Fernando H.
Cardoso.
Informe 21.com viernes 11
de abril del 2014.
Cuando me empeñé, durante
los años 1990, en hacer algunas reformas y modernizar la estructura productiva
de Brasil, tanto de las empresas
privadas como de las estatales, no lo hice movido por caprichos o por
subordinación ideológica. Se trataba, pura y simplemente, de adecuar la
producción brasileña y el desempeño del gobierno a los nuevos tiempos (sin
discutir si son buenos o malos, mejores o peores que las experiencias de
tiempos pasados).
Eran, como lo son todavía,
tiempos de globalización impulsados
por las nuevas tecnologías de
comunicación e información, como la Internet,
y por los avances en los medios de
transporte, como los buques portacontenedores, que permitieron maximizar
los factores productivos a escala mundial. De ahí en adelante, la producción se
repartió por todo el mundo, con independencia del país de origen del capital.
Los mecanismos financieros, a su vez, englobaron todos los mercados,
interconectados por las computadoras.
En las nuevas condiciones
mundiales, o Brasil se integraba en
los flujos productivos del mercado de manera competitiva y, en la medida de lo
posible autónoma, o perecía en el
aislamiento y la desventaja competitiva, por el atraso tecnológico y por la
ineficiencia de la maquinaria pública.
Las
privatizaciones fueron sólo una parte del proceso modernizador, tan importante
como lo fue la transformación del sector productivo estatal. El objetivo era transformar las empresas estatales en compañías públicas, sometidas a reglas
de administración, fuera del control de los intereses político-partidistas,
capaces de competir en el mercado y de beneficiarse de su dinámica.
El alboroto de la
oposición, con Luiz Inácio Lula da Silva
y su Partido de los Trabajadores (PT) a la cabeza, fue enorme. Acusaba al
gobierno de seguir políticas ”neoliberales’’
y de haberse sometido al ”consenso de
Washington’’. A cada licitación pública para la exploración de un campo de
petróleo (especialmente de aquél donde se vino a descubrir petróleo en el manto
pre-salino) llovían protestas y movilizaciones de ”organizaciones populares’’, así como acciones judiciales para
paralizar las decisiones.
Con igual o mayor vigor,
la oposición y los sectores de la sociedad que todavía no se daban cuenta de
las transformaciones por las que estaba pasando la economía global, protestaban contra las concesiones de servicios
públicos, como en el caso de la telefonía
y llegaban a la desesperación cuando se trataba de privatizar una empresa como la Vale do Rio Doce, que era una de las
compañías mineras más grandes del mundo, o las siderúrgicas (que, ¡ay!, fueron privatizadas en los gobiernos de
los presidentes José Sarney,
1985-1990, e Itamar Franco,
1992-1995).
Se alegaba que las
empresas se malbarataban y vendían a precios irrisorios. En realidad, en el
caso de la telefonía, se vendieron
20 por ciento de sus acciones, que garantizaban su control, por 22 billones de reales, precio que
superó en más de 60 por ciento el valor mínimo establecido. Además de eso, la
privatización permitió un gran volumen de inversiones en los siguientes años,
sin faltar el salto tecnológico y el aumento de producción que rindieron las
privatizaciones al país. Por ejemplo, pasamos de 2 millones de teléfonos
celulares en los años 1990 a 260
millones hoy en día.
Se decía que las privatizaciones reducirían el número de
empleos, cuando en realidad hubo una expansión laboral extraordinaria. Que
la compañía Vale estaba siendo
entregada a cambio de nada, cuando fue difícil encontrar participantes en la
licitación porque su valor, en esa época, parecía elevado. Y si hoy vale
billones es porque hubo inversiones y acción empresarial competente (digamos de
paso que, en impuestos, Vale paga
hoy al gobierno mucho más de lo que pagaba en dividendos cuando era una
estatal). La Empresa Brasileña de Aeronáutica, Embraer, de estar casi quebrada pasó a ser una de las mayores
compañías del mundo: en cuarto lugar después de Bombardier, Airbus y Boeing.
Todo eso se suspendió a
partir del gobierno del presidente Lula
da Silva, en su afán de mantener el estigma de ”vendedor del patrimonio nacional’’ y neoliberal sobre el gobierno
anterior. Nada de concesiones, privatizaciones o modernizaciones que olieran a
globalización.
Cuando los vientos del
mundo favorecieron la valorización de las mercancías agro-mineras, gracias a China, y hubo abundancia de dólares, la
máquina económica echó a andar a todo vapor y creó la ilusión de que bastaba
con expandir el crédito, bajar los intereses e incentivar el consumo para que
el producto interno bruto creciera y se generalizara el bienestar.
La crisis financiera
global de 2007 a 2009 le dio al gobierno de Lula da Silva la oportunidad, bien aprovechada, de hacer políticas
anti-cíclicas con resultados positivos. Pero una vez terminados los efectos de
la crisis, los gobiernos de Lula da
Silva y de la presidenta Dilma
Rousseff hicieron una lectura errónea. Estaba dada la licencia para
enterrar el pasado reciente de los años 1990 y adherirse sin embozos al
populismo económico: más Estado, más
impuestos, menos intereses, más salarios, más consumo y al diablo con las concesiones y las modernizaciones, al diablo con el papel regulador del Estado
– a través de sus agencias – en relación con el mercado.
Pero no dio para más. El
gobierno de Rousseff, presionado por
las dificultades de hacer funcionar la maquinaria pública y por la sociedad que
exigía servicios de mayor calidad, redescubrió
las concesiones (ah, pero no son privatizaciones, dicen, como si se hubiera
hecho otra cosa con las telefónicas …).
Y las hizo pero mal hechas: poco dinero privado y mucho crédito público.
Ahora se da cuenta de los
malos resultados producidos por la recuperación de las empresas estatales por
los partidos, como se ve en la compañía de Petróleo
Brasileño, S.A. (Petrobras) y en la Caja Económica Federal, así como en el
uso abusivo del Banco Nacional de
Desarrollo Económico y Social. E incluso hubo una pérdida millonaria de
recursos, se crearon nuevos ”esqueletos’’ (deudas no reconocidas públicamente)
y contabilidades creativas impuestas para esconder las transferencias de
recursos no declaradas en el presupuesto.
¡Cómo debe estar
arrepentida la presidenta Rousseff, en
el caso de Petrobras, de no haberse
desembarazado de la responsabilidad política legada por su antecesor, que
permitió que los intereses privados y públicos penetraran a fondo en las
empresas estatales!
A pesar de todo, el PT y el gobierno ya se están
preparando para engañar al pueblo en la próxima campaña para las elecciones de octubre, presentándose
como defensores
del interés popular, como si éste fuera lo mismo que la estatización y la hegemonía partidista,
y estigmatizando a sus adversarios como representantes de las élites y fiadores
de los intereses extranjeros.
Le corresponde a la oposición
desmitificar tanto engaño, echándose a la uña el trompo de los escándalos de Petrobras, rechazando el matiz ideológico
de ”neoliberal’’ y reafirmando la urgencia de cambiar los criterios de
administración de las empresas estatales.
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