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La Nueva Guerra Fría, su objetivo fundamental o
estratégico es el control, de los mercados como la imposición de
políticas, asentadas (falsamente sustentadas) en seudo-democracias, elites
militaristas o grupos de poder económico anti-nacionales, tiempos históricos y políticos neoliberales del siglo XXI, objetivos
que están centralizados en el dominio
del mundo, con fines políticos y
económico-financiero-comerciales, pero también dentro de estos objetivos, las grandes potencias imperialistas, corporaciones transnacionales y los poderes
facticos globales, está presente construir
nuevos – o consolidar antiguos levantados durante la presente década (Europa y Estados Unidos en el epicentro ) “Muros anti. Migración
transcontinental”. Genera la llamada “globalización de la indiferencia” la protesta del actual Pontífice Francisco ante los miles y
miles de muertos y asesinados en alta mar por los traficantes y los Gobiernos
del “Primer Mundo” que condenan la
migración ilegal. (Si la primera Guerra Fría fue básica y fundamentalmente
política, capitalismo-comunismo, y
las décadas siguientes el intento de controlar los mercados, aquí evidentemente
perdió el “mundo socialista”, en cambio, hoy
en el siglo XXI alcanza las dimensiones económico-financiero-comerciales de las mega-corporaciones
transnacionales. No es solamente el apoyo o la intervención en el supuesta
defensa de las “democracias”
– simplemente eran fantasías monárquicas y/o monarquías absolutistas, que
servían y sirven a los intereses estratégicos de las grandes potencias, en la
era de la transnacionalización de los monopolios imperialistas, al final, sin
embargo, todos conocemos que junto a la
intervención militar está el interés supremo por el control de los mercados.
La lucha por una Nueva Democracia Participativa, Ciudadana y Republicana, es uno de los grandes objetivos políticos estratégicos del Poder Local Popular, los Nuevos Movimientos Sociales en tiempos históricos y políticos del Cambio de Época Histórica actual.
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En América Latina, las características
principales de la Guerra Fría, es también político-militar y financiero-comercial. Nuestra América hoy es un continente de
los “tesoros imperiales escondidos”,
centro principal de las políticas globales del nuevo proceso de acumulación
mundial del capitalismo – el capitalismo
de la desposesión, saqueo, pillaje de nuestros recursos naturales- es el
continente que en pleno siglo XXI,
continúa con su modelo económico-tradicional, extractivo exportador, - aún
permanece inmóvil, crece pero es destructivo y depredador de la naturaleza - de nuestros recursos naturales, sumado
a ello la dependencia de la mayoría –
aún de gobiernos a las políticas neoliberales, hay ausencia de Políticas de
Estado, sobre esta múltiple y compleja realidad territorial e incluso sobre nuestra
Soberanía Nacional y sobre nuestro patrimonio histórico. Si hoy es Venezuela,
el epicentro de una crisis económica y comercial, pero agravada con una crisis política – digitada e impuesta
por los poderes facticos y las propias corporaciones transnacionales – por el
hecho de que el modelo “chavista”
como llama la derecha político-financiera y los poderes facticos de los medios
de comunicación – el principal opositor -, ser
depositario de la mayor reserva de petróleo y gas, modelo que superó y
salió del viejo sistema de dominación imperial – un gobierno progresista de izquierda,
nacionalista y con su “propio” modelo revolucionario”-, no es pues
de la “simpatía” y menos está al servicio de los poderes imperiales, origen de la “guerra política actual”, que sin
lugar a dudas puede generalizarse en todo el continente en especial en países
que hoy tienen fuertes políticas de oposición con el imperio. Generalización intervencionista – ante la
débil y muy pausada integración continental que se daría por las débiles instituciones
que hoy sustentan y fortalecen la democracia
liberal representativa, - electoral, delegativa, novelada y mediática - la corrupción institucionalizada, inseguridad,
el crimen organizado y la economía criminal, y sobre todo la desigualdad
económico social, que hoy se profundiza y cada vez es más cruel e hiriente a
los derechos humanos de nuestras
poblaciones.
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El poder "imperial y neocolonial" de la Rusia de Putín, su actual Presidente es una de los países protagonistas centrales en la era de la transnacionalización de los monopolios imperialistas de la nueva Guerra Fría, que hoy tiene connotaciones, definiciones estratégicas diferentes a la Primera Guerra Fría del Siglo XX.
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LA NUEVA GUERRA FRÍA EN
EL SIGLO XXI.
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Juan Diego
García, (especial para ARGENPRESS.info).
Lunes 21 de
abril del 2014.
Los
actuales acontecimientos en Ucrania no solo tienen que ver con desacuerdos
internos relativos a un mayor acercamiento a la Unión Europea o al
mantenimiento de las tradicionales relaciones con Rusia. Tampoco es posible
explicar los sucesos de las últimas semanas simplemente como el estallido de
tensiones étnicas o nacionales existentes desde siempre en una región en donde
conviven grupos propiamente ucranianos junto a otros de origen ruso (muy
mayoritarios en ciertas regiones) y tártaros, entre otros.
Las
divergencias entre partidarios de Rusia
y los amigos de la UE habían
encontrado fórmulas de arreglo (incluyendo elecciones anticipadas) que sin
embargo fracasaron por la acción de comandos especializados en el sabotaje y la
acción directa, y por la indecisión del gobierno, ahora depuesto. Las nuevas
autoridades parecen incapaces de controlar el poder que les entregaron las
turbas y se muestran aún más débiles frente a la espiral de tendencias
separatistas que primero llevaron a la secesión de Crimea y su incorporación a Rusia
(a la que siempre perteneció hasta que Moscú la anexó a Ucrania en los años 50
cuando ambas pertenecían a la Unión Soviética) y ahora se extienden por
diversas localidades del este del país.
Pero la
orientación más o menos europea o rusa
del país y los encuadres problemáticos de sus regiones en la unidad nacional se
podrían solventar sin violencia y mediante las negociaciones entre las partes
implicadas si se hubiese podido neutralizar la pugna entre las grandes
potencias que, de un modo u otro, editan de nuevo los conflictos de la Guerra Fría que sostuvo Occidente con
el Campo Socialista. En la práctica,
son precisamente las grandes potencias las que ahora deciden el futuro de los
pueblos de Ucrania: Estados Unidos y la EU, de una parte, y Rusia, de la otra,
convertida ahora -junto a China- en
la mayor competencia del capitalismo occidental por asegurarse materias primas,
mercados, zonas de influencia y control de las vías del comercio mundial.
Si ayer Occidente justificaba la Guerra Fría como una
cruzada contra el comunismo y como el propósito de llevar la democracia burguesa y la economía de
mercado a todo el planeta, ahora el discurso se reduce a proclamar de nuevo
la vocación civilizadora y democrática del Occidente rico frente a las
pretensiones de Rusia y China, dos
nuevas potencias que les disputan el dominio mundial. Aunque ya no cabe la
excusa de combatir el comunismo siempre se puede utilizar el expediente de la
lucha contra dictaduras odiosas nacidas de las entrañas del despotismo asiático
(Rusia) o - por qué no- el renacer del conocido “peligro amarillo” (China) que de nuevo amenaza la civilización
cristiana y occidental.
La Nueva Guerra Fría carece
del velo beatífico de antaño. Ni Rusia
ni China promueven la revolución socialista mundial ni Occidente las democracias representativas puesto que su propósito es la dominación mundial al precio que
sea necesario. Se trata del viejo cálculo de traficantes que repite en las
nuevas condiciones aquellas guerras coloniales mediante las cuales se saqueó
todo el planeta y se crearon los grandes imperios de la era moderna. Por
supuesto, todos se justifican con las más bellas palabras y con los más sanos
propósitos. Pero sería de enorme ingenuidad no ver la intervención de Occidente en las guerras en curso, en
las ocupaciones territoriales y en la sistemática destrucción de países enteros
(Irak, Pakistán, Afganistán, libia y
Siria entre los casos más recientes) o la abierta intervención mediante golpes
de estado (Egipto). En ningún caso
estas acciones se deben a la preocupación del Occidente rico por la suerte de
estos pueblos. En realidad, luego de la “cruzada salvadora” solo queda
destrucción y muerte. No es una
coincidencia que los lugares en conflicto abierto formen un arco estratégico,
parte del cerco global que las grandes potencias capitalistas tradicionales
tienden alrededor de sus mayores competidores, Rusia y China.
Igual
sucede en África, un escenario clave de esta Nueva Guerra Fría. Allí resultan idénticos los protagonistas y
apenas cambian los métodos mediante los cuales los conflictos internos de
cualquier país de la periferia del sistema se pueden convertir en la excusa
perfecta para dirimir la confrontación de las grandes potencias. Y cuando no
hay motivos, sencillamente se generan, que en eso también resultan grandes maestros los agentes de la
desestabilización, sean éstos las empresas multinacionales o directamente los
servicios secretos de las potencias.
Resulta
todo un sarcasmo que Occidente acuse
a los rusos de “intervenir” en los asuntos internos de Ucrania cuando es evidente su propia responsabilidad en los
acontecimientos mediante la grosera injerencia de sus diplomáticos y de sus
organizaciones “no gubernamentales”, sin que falten sus comandos de espías,
saboteadores y desestabilizadores de cualquier gobierno incómodo. En este caso ha sido el débil gobierno de
Yanukovich. Pero las experiencias de Yugoslavia
y Libia seguramente sirvieron para que Moscú
tomara nota y las cosas discurran ahora de diferente forma en Siria y
Ucrania. En ambos casos el gobierno ruso vio el asunto como un movimiento de
Occidente en su contra y reaccionó en consecuencia.
En América Latina esta Nueva Guerra Fría tiene
ahora su principal escenario en Venezuela
pero tampoco desatiende otros flancos como Ecuador
y Bolivia ni la mayor preocupación de Occidente por Brasil, dadas sus dimensiones. Pero al parecer Maduro va saliendo
airoso de la mayor ofensiva en su contra por parte de los instrumentos de Occidente
(la llamada “oposición” interna). Igual de importante es la actitud de la
mayoría de los gobiernos de la región
que a diferencia de otras épocas rechazan abiertamente la utilización de
métodos de desestabilización y guerra civil tan parecidos a los usados en Ucrania y detrás de los cuales,
manejando los hilos, aparecen los mismos protagonistas externos. En efecto, más
allá de los problemas de Venezuela,
de las limitaciones de su sistema democrático o de la eficiencia de su gobierno
para hacerles frente, se trata de deshacerse de un líder nacionalista incómodo
(Maduro) para garantizar a Occidente el suministro de petróleo. Podría ocurrir que, en el contexto de esta
guerra global entre potencias, los hidrocarburos venezolanos terminaran en
China, afectando de lleno el suministro a los Estados Unidos (De Venezuela le
llega casi el 15% de su consumo diario).
A las
batallas de Ucrania o Venezuela
seguirán seguramente otras, todas ellas en apariencia tan solo resultado de
problemas internos pero en las que será imposible no ver la mano interesada de
las grandes potencias en pugna. Sin embargo, y al igual que sucedió durante la Guerra Fría, los países afectados
pueden aprovechar estas pugnas en su propio beneficio. En el caso de América Latina los gobiernos nacionalistas y de progreso - objetivos
preferentes del capitalismo occidental- además de su integración en un bloque
fuerte de naciones se pueden beneficiar de la
pugna entre Occidente y el bloque
ruso-chino tejiendo nuevas alianzas, y mediante la diversificación
comercial disminuir la actual y casi única dependencia económica, tecnológica y
militar de Occidente.
Cuba consiguió derrotar nada menos que a la primera
potencia mundial con la ayuda del campo socialista. Da igual
si esa ayuda fue una muestra desinteresada de Internacionalismo Proletario o resultado del interés soviético por
poner en jaque a su rival (o ambas cosas). El hecho concreto es que los cubanos supieron hacer un uso muy
inteligente y pragmático de esa ayuda sin la cual quién sabe qué suerte hubiese
corrido su proyecto revolucionario. La
autarquía es un ideal seguramente muy loable pero casi impracticable para
países pequeños y sobre todo atrasados económica y tecnológicamente. De allí la importancia de los proyectos de
integración regional en curso, los que bien gestionados ayudan a reforzar
la soberanía nacional y potencian la
capacidad efectiva de auto-determinación. En estos tiempos de Nueva Guerra Fría valen mucho las
lecciones del pasado. Si Occidente opta por algún tipo de agresión cuando
considere afectados sus intereses a estos países siempre les quedan Pekín y Moscú, no porque ellos encarnen
ideales de libertad o democracia sino porque están en capacidad de comprar y
vender, de suerte que ningún bloqueo lleve a la derrota de un proyecto nacional de progreso. Mientras la
dependencia sea un lastre siempre es mejor diversificarla y no estar sometidos
a los designios de un único centro de poder.
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