En este contexto los intelectuales
institucionalizados, incluyendo a aquellos que ocupaban altas posiciones en el
nuevo régimen como así también a sus colegas que permanecieron en el centro de
estudios pero servían como consejeros del régimen, desplazaron su agenda de
investigación, apartándola de estudios críticos de las desigualdades, la
dependencia y el poder, hacia direcciones tecnocráticas y de desarrollo. Su crítica ya no estuvo dirigida a sus
colegas en el régimen y el Estado sino
hacia los sindicatos, los movimientos sociales, y los partidos políticos en
la sociedad civil, que presionan al régimen para que cumpla sus promesas
electorales. La noción más común y banal que informó la escritura y los
pronunciamientos políticos ocasionales de los intelectuales institucionalizados convertidos en oficialistas, fue
lo del "demonio doble". Según esta idea, el régimen civil electoral
está amenazado al mismo tiempo por los militares de extrema derecha y por los
movimientos sociales "radicales" o "extremistas". Los intelectuales institucionalizados
recurren a la confusión de los movimientos sociales que lucharon y eligieron a
los regímenes civiles con los grupos militares y pararmilitares desplazados.
Este ejemplo de deshonestidad es sintomático del estado avanzado de decadencia
que acompaña a la conversión de los intelectuales
institucionalizados en funcionarios del Estado.
Los intelectuales así
"uniformados" no pueden enfrentar la crisis de sus regímenes
electorales liberales y el fracaso de sus políticas de contrato social. Hacerlo exigiría que se apartaran del marco
ideológico asegurado por la financiación externa. Los empresarios intelectuales institucionalizados no sólo saben
cómo y dónde obtener abundante subsidio externo, sino que conocen también los
peligros implicados en plantear alternativas sociales basadas en el poder
popular a las democracias liberales decadentes en existencia. Enfrentados
a este dilema, la posición más conveniente es proclamar que la situación
poselectoral es muy difícil y compleja, y que no hay alternativas fáciles. Esta
posición permite a los intelectuales institucionalizados seguir recibiendo
fondos externos, mientras pasan por encima fondos externos, mientras pasan por
encima de los rasgos y políticas menos atractivos de sus colegas en el Estado. De
ese modo, muy poco después de la transición a un régimen civil los intelectuales institucionalizados
pasan de la celebración electoral a la consternación política: al pasar a apologistas del régimen abdican
de su responsabilidad como intelectuales críticos. La crisis actual de la
democracia liberal en América Latina se refleja en la crisis del intelectual
institucionalizado en especial a medida que las agencias de ayuda externa han
empezado a buscar y financiar otros institutos, vinculados a las nuevas fuerzas
sociales en ascenso.
/////
Dr. James Petras. Sociólogo - "marxista" norteamericano - crítico permanente del neoliberalismo muy respetado por sus trabajos de investigación y un Maestro en sus críticas a los Intelectuales "institucionalistas" de América Latina. (En el presente artículo, "olvido" la crisis estructural de la política (la corrupción), el proceso de des-ideologización y des-politización en las Universidades y los altos niveles de desempleo de los "jóvenes" profesionales, que por lo general sirve de justificación al "nuevo intelectual" de las ONGs y los centros de investigación en general. Vida cómoda, No?. Simplemente para ellos ya no existen procesos revolucionarios. ¿Es una ilusión para unos pocos?.
*****
LA METAMORFOSIS DE LOS
INTELECTUALES LATINOAMERICANOS.
*****
James
Petras.
Las dictaduras de la década de los
setenta jugaron inicialmente un importante papel en el cambio del mundo
intelectual latinoamericano. En primer lugar asesinaron, encarcelaron o
desterraron a muchos de los intelectuales señeros, particularmente, a aquellos
vinculados con activistas sociales. Los encarcelados que tuvieron la suerte de
ser puestos en libertad, los exiliados y los expulsados de las universidades,
perdieron su principal fuente de ingresos. Los diarios fueron cerrados; los
movimientos, sindicatos y partidos políticos parcialmente destruidos; las
revistas y periódicos fueron cerrados o sufrieron una rígida censura. La clase
intelectual política y económicamente vulnerable, estuvo crecientemente
dispuesta a aceptar el financiamiento externo como una forma de supervivencia.
Por otra parte, debido a las presiones de la opinión pública internacional (incluyendo a los activistas por los derechos humanos, la Iglesia, los partidos políticos, etc.), las agencias gubernamentales de asistencia en Europa y Canadá, así como fundaciones privadas en
Estados Unidos aumentaron sus subsidios y liberalizaron sus criterios ideológicos con respecto a beneficiarios potenciales en América Latina. Los programas de ayuda así liberalizados y las purgas que los regímenes aplicaron a instituciones políticas y movimientos, fueron bases para la creación de un nuevo mundo intelectual: el de los centros de investigación financiados desde el exterior. Para los intelectuales política y económicamente vulnerables; esto fue en algunos casos un salvavidas: la vinculación a agencias gubernamentales subsidiantes de Europa o a fundaciones estadounidenses, proporcionó protección política y una sólida fuente de ingresos, que ayudó a muchos a sobrevivir y proseguir una vasta gama de temas de investigación. Los resultados inmediatos de esta unión entre las fundaciones liberales y socialdemócratas y los intelectuales vulnerables pareció sólo para bien: mientras las universidades y los institutos públicos eran arrasados, islas de racionalidad, ciencia y análisis crítico continuaban recogiendo datos y publicando estudios científico-sociales.
Los mayores y mejor establecidos institutos fueron controlados y dirigidos por intelectuales de centro-izquierda que habían desarrollado vínculos con fuentes exteriores de subsidios desde fines de los años sesenta y principios de los setenta. El crecimiento y el éxito de estos centros de investigación condujo a la proliferación de nuevos institutos identificados por una literal sopa alfabética de siglas. Una amplia gama de escritores, intelectuales, políticos y analistas económicos entró en la competencia para obtener fondos. Con el retorno de muchos intelectuales que habían vivido en el extranjero, el número de institutos se multiplicó. En el exterior los intelectuales exiliados habían recibido, en muchos casos, recursos de gobiernos o de fundaciones y estuvieron en estrecha colaboración con las corrientes liberales y socialdemócratas vigentes.
Una conexión directa se estableció entre la integración institucional de los intelectuales latinoamericanos desplazados dentro del welfare state liberal-socialdemócrata y su creciente consumo de corrientes intelectuales posmarxistas. Luego de su regreso a América Latina, esas redes estructurales e ideológicas del exterior se convirtieron en ingredientes esenciales para la posterior expansión de los nuevos institutos. Tales vinculaciones fueron importantes, porque las condiciones económicas latinoamericanas en el período posmilitar eran altamente desfavorables. La cuestión económica fue particularmente sensible, porque los intelectuales que regresaban experimentaron un agudo descenso de su nivel de vida, en relación al que acostumbraban tener en Europa, México, Venezuela o Estados Unidos.
En resumen, el ejemplo de los institutos económicamente exitosos, el poder de influencia derivado de contactos ubicados en el exterior, las desfavorables condiciones económicas de las universidades públicas y el deseo de atenuar los declinantes niveles de vida, fueron todos factores que impulsaron el amplio flujo de los exiliados radicales en retorno a entrar en el juego crecientemente competitivo de preparar proposiciones para recibir financiamiento externo. Algunos intelectuales orientados a trabajar en institutos de investigación fueron paradojalmente ayudados por la profundización de las crisis económicas, que agudizó la pobreza y la miseria de los medios rural y urbano incrementando de ese modo la preocupación política en las agencias exteriores de financiamiento. Temiendo una nueva ola de inquietud social y protesta política contra los regímenes liberales y conservadores en el poder (que podía terminar con las amortizaciones de la deuda externa), las fundaciones vertieron más re cursos en los institutos.
Si la primera ola de asistencia económica externa fue dirigida a la crítica del modelo económico y a la denuncia de las violaciones de derechos humanos de las dictaduras militares, la segunda ola se dirigió al estudio de los nuevos movimientos sociales, mientras que la tercera ola de financiamiento se centró en el proceso de deznocratización y la deuda. Los estudios producidos encajan en un mismo esquema: los estudios sobre la dictadura encararon sus rasgos políticamente represivos y no sus vínculos económicos y militares con las elites de Europa Occidental y los Estados Unidos; la violencia de Estado se analizó en términos de violaciones a los derechos humanos, no como expresión de dominio de clase, de la lucha de clases, de la violencia de clase; la base política que surgió de esos estudios planteó el tema como concepciones políticas enfrentadas, como conflicto entre la democracia liberal y la dictadura militar; la disociación deliberada de la estructura de clase del poder estatal fue justificada por la idea de que la esfera política era "autónoma" de la sociedad civil.
Los estudios de los movimientos sociales siguieron la misma tendencia; proclamaron que los movimientos sociales se contraponían a la política de clase, que la estructura de clase de la que surgieron era "heterogénea", y que los esfuerzos de los movimientos sociales estaban muy alejados de las antiguas ideologías. la línea política respecto a los movimientos sociales fue, en primera instancia, la de que estos debían separarse de los partidos ideológicos (radicales); más tarde, con el ascenso de los partidos electorales liberales, la línea política se desplazó y se aconsejó a los movimientos que canalizaran su atención hacia la "lucha por la democracia". La "autonomía de los movimientos sociales" fue impulsada cuando los investigadores trataron de apartarlos de la izquierda revolucionaria; la "participación en amplios frentes democráticos" se convirtió en la fórmula que los investigadores impulsaron, cuando la política electoral liberal pasó a primer plano.
La tercera etapa del financiamiento -relativa a la democratización- fue la más abiertamente ideológica: la investigación se centró en un conjunto de fórmulas que justificaban el acomodo con las elites militares y económicas locales y extranjeras como la única opción viable "posible", congelando así el proceso de transformación en una transacción entre civiles conservadores y militares.
En pocas palabras, la investigación conducida por institutos latinoamericanos revela un conjunto común de recetas políticas. Los estudios contienen una gran cantidad de datos e información, pero empotrados en un marco ideológico densamente influido por las agendas políticas de las agencias de financiamiento externo. En cada punto los proveedores de fondos externos eligen temas de preocupación particular para sus responsables de las decisiones en política exterior y empresarial. Buscaron crear alternativas políticamente estables a las dictaduras, y ubicar fuerzas políticas capaces de refrenar desafíos futuros a la hegemonía occidental liberal en el mercado.
Su meta básica fue establecer la hegemonía ideológica entre los intelectuales latinoamericanos, dado que éstos sirven como importante terreno de reclutamiento para la clase política de centro-izquierda.
La relación entre los financiadores externos y los intelectuales es compleja y sutil. No hay ultimatos y el grado de supervisión política abierta es limitado. Hay frecuentes reuniones e intercambios de ideas sobre temas adecuados, en las que parece haber cierto grado de influencia recíproca. Con no poca frecuencia, las agencias que proveen los fondos anuncian sus prioridades de investigación anual: una cuestión altamente politizada queda recubierto por el manto de la jerga de la ciencia social. Los directores o empresarios de los centros de investigación organizan equipos, para formular propuestas que vinculan la realidad local a los proyectos de sus benefactores potenciales.
A menudo
los directores de investigación locales pueden anticipar los deseos y
necesidades políticas de los proveedores de fondos de ultramar y discutir
sensatamente en defensa de sus intereses. Así la apariencia de "autonomía
local" queda enganchada a los proyectos políticos de los poderes
hegemónicos. La incongruencia entre la apariencia de autonomía intelectual y la
profunda dependencia económica es importante, tanto en el plano político como
en el psicológico. Sin la apariencia de autonomía llevar a fondo la compilación
de datos sobre temas delicados podría ser cuestionada.
Las
consecuencias directas de la dependencia económica se manifiestan a nivel
ideológico, estableciendo los parámetros políticos del discurso intelectual. De
allí la importancia de conservar una imagen de autonomía intelectual para
disimular la dependencia. La investigación crítica sobre participación popular,
organizaciones de base, políticas de ingreso, etcétera, es esencial para
fomentar una imagen de autonomía intelectual, mientras que la disociación de
esas condiciones de su contexto imperialista y de clase aumenta los vínculos a
largo plazo con los benefactores externos.
La
transformación de los intelectuales latinoamericanos se centra en su
incorporación como funcionarios de investigación a centros de estudios que
dependen del financiamiento externo. Su trabajo les exige suministrar
información que sus benefactores no obtendrían de otro modo, y, lo que es aún
más importante, hacer circular e implantar las ideas y conceptos aceptables
para sus benefactores como ideología dominante de la clase política.
Para
nosotros los peruanos, los intelectuales y profesionales que mantenemos en toda
nuestra vida profesional, una vocación política de servicio a nuestro pueblo. -
durante años hemos superado las tentaciones del capital y mantenemos nuestra Ciudadanía
Política, pertenencia a una comunidad política Socialista, democrática,
consecuente con la Doctrina Socialista que nos dejara el Maestro José Carlos
Mariátegui - el ejemplo del intelectual orgánico - Paradigma Político para las
generaciones de Nuestra América. Sus Obras Completas, constituyen el mejor
legado que hoy tenemos para forjar y construir un Perú Nuevo en un Mundo Nuevo.
*****
El
cambiante eje de rotación intelectual.
En el pasado,
América Latina poseía -en el mejor de los casos- lo que Gramsci llamaba
"intelectuales orgánicos": escritores, periodistas y economistas
ligados directamente a las luchas políticas y sociales contra el imperialismo y
el capitalismo. Eran piezas integrales de los sindicatos, de los movimientos
estudiantiles, o de los partidos revolucionarios. El Che Guevara, Camilo Torres
en Colombia, Luis de la Puente en Perú, Miguel Enríquez en Chile, Roberto
Santucho en Argentina, Julio Castro en Uruguay, eran algunos de los cientos si
no miles de intelectuales que integraban su trabajo intelectual a las luchas
sociales de sus países. Y los intelectuales orgánicos consecuentes
establecieron las normas de conducta para el resto de la clase intelectual.
Para miles de otros intelectuales el ejemplo político y personal de los
intelectuales orgánicos sirvió como vara de medir, a la que se aproximaban en
diverso grado. Había una lucha "interna' continua entre el oportunismo
profesional y el compromiso político, a medida que los intelectuales
latinoamericanos se esforzaban por tomar decisiones existenciales. Esta lucha
ya no existe: ha quedado resuelta y olvidada desde hace tiempo, en la nueva
generación de intelectuales orientados por los centros de investigación. El
problema es hoy cómo asegurarse mejor la mayor suma de dinero de la agencia
exterior financiadora más accesible.
Los
intelectuales institucionalizados son, en sentido foucaultiano, prisioneros de
sus propios y estrechos deseos profesionales. Sus vínculos con las fundaciones
externas, con las burocracias internacionales y con los centros de
investigación, dominan una vida política vacía y vicaria.
En el
pasado los intelectuales orgánicos luchaban con una existencia intelectual autosustentada
y autofinanciada. Vivían y sufrían los ciclos económicos de sus países. Hoy los
intelectuales institucionalizados viven y trabajan en un mundo dependiente del
exterior, resguardados por pagos en divisas fuertes y los ingresos derivados,
independientemente de las circunstancias económicas locales. Los profundos
vínculos internos horizontales entre los intelectuales orgánicos y la sociedad
civil, contrastan con los vínculos verticales entre el intelectual
institucionalizado y las agencias de financiamiento externo y, al llegar los
regímenes civiles, con el Estado y el régimen local. Las dictaduras crearon
indirectamente una nueva clase de intelectuales orientados
"internacionalmente", críticos ostensibles del modelo económico
neoliberal, pero tan empotrados en relaciones dependientes con redes de
ultramar como sus adversarios de las elites exportadoras y financieras. Esta
nueva clase tiene un estilo de vida y de trabajo que contrasta agudamente con
las generaciones anteriores de intelectuales orgánicos. Una historia apócrifa
se me ocurrió durante una visita a Chile, hace algunos años. El director de un
centro de investigación invita a su madre provinciana a visitarlo a Santiago.
Llega a recogerla al aeropuerto con su nuevo Peugeot.
-¿De
dónde sacaste este hermoso auto? --exclama ella mientras mira todos los chiches
del tablero.
- Lo
financió el Instituto. Lo necesitaba en mi investigación para derrocar a la
dictadura. Cuando llegan al hogar del hijo en una zona residencial, la madre
queda con la boca abierta.
- ¿De
dónde sacaste esta hermosa casa?
- El
Instituto la financió. La necesitaba en mi investigación para derrocar a la
dictadura.
Entran al
comedor, donde los espera el almuerzo: una mesa cubierta de mariscos, pollo,
ensaladas, fruta y buen vino. Mientras come con entusiasmo, ella pregunta:
- ¿De
dónde sacaste semejante almuerzo?
- El
Instituto lo financia. Lo necesito en mi investigación para derrocar a la
dictadura.
A esa
altura la madre se rasca la nariz y susurra:
-- Cuida
de que no derroquen a la dictadura y pierdas todo esto.
Y los intelectuales institucionalizados que forman parte del circuito internacional de provisión de fondos tienen mucho que perder, pero no en el sentido de cualquier compromiso profundo con la lucha popular por transformar el sistema socioeconómico.
Los
intelectuales institucionalizados de hoy miran con desdén a los intelectuales
orgánicos que los precedieron -meros "ideólogos"- y se consideran a
sí mismos cientistas sociales. Desde luego que no existe semejante distinción
entre ciencia e ideología. Los ideólogos institucionalizados están tan
orientados ideológicamente como sus predecesores: su "ciencia" está
unida a un mundo de conflicto manejado, de elites electorales, de mercados
privados, y de ingeniería social. Son los perros guardianes ideológicos que han
exiliado la política del imperialismo al limbo de los idiomas olvidados. han
descrito su propia conversión en intelectuales funcionarios como la culminación
de una revolución científica que trasciende las vulgares y parroquiales
preocupaciones ideológicas. En el pasado, los intelectuales orgánicos discutían
con pasión las ideas, porque las mismas tenían consecuencias directas para su
propio compromiso y participación personales. los intelectuales
institucionalizados cambian de ideas como de ropa interior. la pose de
objetividad (la metodología necesaria para la aceptación externa) suministra la
distancia correcta, a partir de la cual se pueden observar las luchas como
objetos a ser deformados, manejados y gobernados.
El
problema del compromiso intelectual está relacionado con el público al que cada
uno se dirige: el intelectual institucionalizado escribe y trabaja dentro de
los límites de los otros intelectuales semejantes, de sus patrocinadores de
ultramar y sus conferencias internacionales, y como ideólogo político que
establece el territorio de la clase política liberal. Los intelectuales
orgánicos se movían en el mundo de los activistas y militantes políticos lisos
y llanos, con una visión global que desafiaba los límites del mercado liberal burgués.
Su trabajo ligaba las luchas locales en las minas, bancos y fábricas como
instancias concretas del dominio imperialista global. Ligaban el descontento
social con las luchas políticas contra un Estado clasista claramente
determinado.
El
influjo de los intelectuales institucionalizados ha desterrado los conceptos
-claves que iluminaban las luchas populares. Imperialismo, socialismo, poder
popular y lucha de clases han desaparecido a través del agujero de la memoria:
están fuera de moda. En vez de esas formulaciones precisas, han emergido en el
aparato conceptual de los intelectuales institucionalizados, nociones vacías de
"participación popular', desencarnados "problemas de deuda' y
'contratos sociales', Los nuevos códigos de lenguaje de los intelectuales
institucionalizados tienen una doble función: suministran a los perros de
guardia ideológicos las señales simbólicas para expulsar a los transgresores y
legitiman a los ojos de los propios intelectuales su papel de cuidadores de la
ideología hegemónica de los centros liberales de subsidio.
Dr.
Salvador Allende, Presidente Constitucional de Chile. Militante del Partido
Socialista y Líder histórico de la Unidad Popular, Ejemplo del Intelectual
orgánico, revolucionario que entregó su vida por su pueblo. Fue víctima de la
conjura más diabólica de la CIA, el imperialismo, los poderes facticos
mundiales, los fascistas, los militares y una costra burocrática de falsos
sindicalistas camioneros. Su vida, su ejemplo revolucionario y consecuencia
política hoy es un Paradigma de dignidad para nuestras generaciones.
*****
Entre los
institutos dedicados a la difusión ideológica a través de la promoción y el
entrenamiento popular, los efectos negativos de este estilo de trabajo
intelectual son magnificados. En su actividad promocional entre las clases
populares, la resolución de problemas es localizada y disociada de cualquier
idea de poder estatal y de la construcción de una visión alternativa basada en
el concepto de clases de una sociedad colectivista democrática, que era el proyecto
original y creativo de los intelectuales orgánicos.
La
transformación conceptual y lingüística que acompaña la conversión de los
intelectuales orgánicos en institucionalizados se manifiesta de formas
distintas. La política del lenguaje es el lenguaje de la política: tan
impactante como lo que se escribe y se publica en los institutos es lo que
queda ausente. En el período actual en que los bancos y corporaciones de Europa
y Estados Unidos están comprometidos en una extracción masiva y sostenida del
superávit económico, no hay un solo centro de investigación subsidiado en
Chile, Argentina, Perú, Colombia o Uruguay que esté elaborando y profundizando
la comprensión de la teoría y práctica de la explotación imperialista. En vez
de eso encontramos el lenguaje de la evasión, la ciencia social del eufemismo:
el problema es planteado como "el balance de pagos" o "el
problema de la deuda". Los intelectuales institucionalizados se entregan a
una abstracción ingeniosa y astuta de la deuda, de la política de clase y, aún
más, de la lucha de clases. Desde su aventajado punto de vista, existen sólo
"Estados" desencarnados, sin clases, que negocian con otros
"Estados": los intelectuales institucionalizados han creado la
metafísica de la pospolítica.
En su
sentido más amplio, el influjo de los intelectuales institucionalizados y la
declinación de los intelectuales orgánicos, representan una contrarrevolución
cultural, un gran salto hacia atrás. Es el mundo del intelectual como
"consejero político interno", administrador de la conformidad
política o (en su idioma) del consenso político. Para los intelectuales
ex-radicales arrepentidos (aquellos que pasaron de una vocación política a una
vocación institucional) la esencia de la política es la burocracia. El eje de
la política gira alrededor de estrechos intereses institucionales,
desarrollando vínculos con los caudillos de los centros de poder burocrático.
En este contexto, la principal preocupación intelectual es la renovación del
formalismo y el legalismo y la marginación de la política sustantiva.
El
agotamiento político (en el sentido de la incapacidad o falta de voluntad de
formular una visión global) es reconstruido como Teoría Política: una
compilación sanitizada de conceptos no relacionados con las luchas históricas.
No hay relación entre las opciones políticas de los intelectuales
institucionalizados y la realidad de América Latina. Bajo condiciones de
absoluta y sostenida regresión socioeconómica, de miseria popular masiva y de
creciente descontento social, el lenguaje y la práctica conceptual de la
reconciliación y política son surrealistas. No reflejan las realidades
latinoamericanas objetivas; reflejan la reconciliación del intelectual con los
parámetros ideológicos de las agencias subsidiantes exteriores.
En los
centros de investigación intelectualmente más consecuentes existe una honda
contradicción entre los profundos problemas estructurales, que son discutidos
con rigor de modo muy detallado, y la política superficial recetada en lenguaje
burocrático eufemista. La combinación de crítica socioeconómica y definiciones
políticas no consecuentes, define el dilema de los mejores intelectuales
institucionalizados latinoamericanos. Que esta contradicción provoque malestar
personal entre algunos intelectuales institucionales es dudoso. Para .la
mayoría de ellos, las operaciones institucionales son la realidad dominante en
su vida cotidiana. Y para quienes operan dentro de las reglas del Instituto, el
mundo importante es el circuito del instituto internacional. El prestigio y las
recompensas giran alrededor de los sistemas de la conferencia internacional y
el centro de investigación avanzado. Los directores de investigación
internacionales y los organizadores de los proyectos de investigación
internacionales más importantes, son figuras decisivas en el mundo del
intelectual institucionalizado.
El
crecimiento rápido y masivo de los intelectuales institucionalizados y su
influjo en los años ochenta no dejan ver su creciente vulnerabilidad. La
universalización de intereses privados, tan evidente en sus vidas intelectuales
y personales, no ofrece soluciones societales y contribuye a una mayor
fragmentación del tejido de la sociedad civil. La sobrevaluación que hacen de
las libertades individuales a expensas de los derechos colectivos sociales, los
coloca en oposición a movimientos sociales en ascenso, con posible reacción
popular a largo plazo. Lo que se ha vuelto central para. los intelectuales
institucionalizados es la reproducción de sus institutos. Con los conflictos de
clase en aumento, es de esperar que sus patrocinadores de ultramar exijan
claras definiciones políticas: estudios no del terror estatal sino de
propensiones a la violencia entre quienes habitan los cantegriles, datos útiles
para limitar la insurgencia popular. Irónicamente, pueden ser las agencias de
financiación externas las que devuelvan el intelectual al estudio de la
relación entre clase y Estado (apartándolo de los enfoques centrados en el
"Estado"), a medida que se preocupen ante la nueva ola de lucha de
clases.
Durante
las dictaduras militares, los institutos de investigación mantuvieron una
posición ambivalente: publicaron estudios que atacaban las violaciones a los
derechos humanos, las desigualdades de ingresos, los pagos de la deuda externa,
y el esquema de acumulación económica neoliberal. Al mismo tiempo, los
institutos expresaron sus recetas en términos de alianzas políticas y sociales
(incluyendo como socios de coalición a elites económicas y militares de las
democracias capitalistas occidentales) que parecían excluir la posibilidad de
cualquier reforma consecuente. El ambiguo tratamiento, por parte de los
intelectuales de los centros de investigación, del análisis crítico
socioeconómico junto con sus complacientes recetas políticas, fueron resueltos
con la transición a los regímenes civiles electorales. En algunos países, como
Argentina, Brasil y Chile, los intelectuales institucionalizados se
convirtieron en funcionarios importantes de los gobiernos civiles electorales.
Estos regímenes, condicionados por sus alianzas con las elites militares y
económicas, se adaptaron a las estructuras socioeconómicas preexistentes y
siguieron políticas semejantes a las de sus predecesores.
En este
contexto los intelectuales institucionalizados, incluyendo a aquellos que
ocupaban altas posiciones en el nuevo régimen como así también a sus colegas
que permanecieron en el centro de estudios pero servían como consejeros del
régimen, desplazaron su agenda de investigación, apartándola de estudios
críticos de las desigualdades, la dependencia y el poder, hacia direcciones
tecnocráticas y de desarrollo. Su crítica ya no estuvo dirigida a sus colegas
en el régimen y el Estado sino hacia los sindicatos, los movimientos sociales,
y los partidos políticos en la sociedad civil, que presionan al régimen para
que cumpla sus promesas electorales. La noción más común y banal que informó la
escritura y los pronunciamientos políticos ocasionales de los intelectuales
institucionalizados convertidos en oficialistas, fue lo del "demonio
doble". Según esta idea, el régimen civil electoral está amenazado al
mismo tiempo por los militares de extrema derecha y por los movimientos
sociales "radicales" o "extremistas". Los intelectuales
institucionalizados recurren a la confusión de los movimientos sociales que
lucharon y eligieron a los regímenes civiles con los grupos militares y
pararmilitares desplazados. Este ejemplo de deshonestidad es sintomático del
estado avanzado de decadencia que acompaña a la conversión de los intelectuales
institucionalizados en funcionarios del Estado.
Los
intelectuales así "uniformados" no pueden enfrentar la crisis de sus
regímenes electorales liberales y el fracaso de sus políticas de contrato
social.
Hacerlo
exigiría que se apartaran del marco ideológico asegurado por la financiación
externa. Los empresarios intelectuales institucionalizados no sólo saben cómo y
dónde obtener abundante subsidio externo, sino que conocen también los peligros
implicados en plantear alternativas sociales basadas en el poder popular a las
democracias liberales decadentes en existencia.
Enfrentados
a este dilema, la posición más conveniente es proclamar que la situación
poselectoral es muy difícil y compleja, y que no hay alternativas fáciles. Esta
posición permite a los intelectuales institucionalizados seguir recibiendo
fondos externos, mientras pasan por encima fondos externos, mientras pasan por
encima de los rasgos y políticas menos atractivos de sus colegas en el Estado.
De ese
modo, muy poco después de la transición a un régimen civil los intelectuales
institucionalizados pasan de la celebración electoral a la consternación
política: al pasar a apologistas del régimen abdican de su responsabilidad como
intelectuales críticos. La crisis actual de la democracia liberal en América
Latina se refleja en la crisis del intelectual institucionalizado en especial a
medida que las agencias de ayuda externa han empezado a buscar y financiar
otros institutos, vinculados a las nuevas fuerzas sociales en ascenso.
Conclusión.
Tipos de
intelectual diametralmente opuestos sirven como modelo para la próxima
generación: los intelectuales orgánicos de los años sesenta y los intelectuales
institucionalizados de los años ochenta y noventa. El impacto de los últimos
sobre la generación actual ha sido contradictorio: aunque han impartido
capacidad metodológica, sus estudios teóricos y empíricos se enmarcan en un
contexto ideológico que suministra un terreno intelectual inadecuado para desarrollar
un compromiso con las luchas de clase emergentes. Aun así, la incapacidad del
intelectual institucionalizado para suministrar respuestas adecuadas a los
problemas apremiantes que enfrentan los regímenes democrático-liberales, ya ha
puesto en marcha la formación de núcleos de jóvenes intelectuales vinculados a
los movimientos sociales y políticos.
El modelo
de rol negativo que los intelectuales institucionalizados ofrecen a la nueva
generación se encuentra en el estilo de vida y los valores que acompañan sus
investigaciones: redes internacionales y recetas políticas ambiguas.
La crisis
actual en América Latina puede forzar a los integrantes de la nueva generación
de intelectuales que no pueden ser, o elijan no ser absorbidos por el sistema, a
luchar contra él y a reconstituirse como tales a través de vínculos orgánicos
con los movimientos populares.
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