martes, 5 de abril de 2016

BRASIL. CRISIS Y CAMBIOS. EL REVANCHISMO CONSERVADOR AMENAZA A AMÉRICA LATINA.

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LA NUEVA OLA CONSERVADORA EN EL MUNDO. LA DERECHA Y LA DEMOCRACIA ELECTORAL. ATACA CON ODIO Y REVANCHISMO.- La derecha es “otra” en el mundo hoy, NO. Sin embargo, camina por otros senderos diferentes a los caminos históricos de la derecha tradicional.  Si en Norteamérica desde hace más de tres décadas gobierna la derecha más extrema, radical, violenta, “estúpida”, excluyente, xenofóbica, del Partido Republicano, es un caso muy especial, NO pero tiene sus seguidores. Hoy no es la misma en su comportamiento político en América Latina. Pero sí podríamos encontrar muchos nichos sociales de similitud política en varios países Europeos, especialmente la extrema derecha conservadora en Francia, Alemania e Inglaterra, solo como ejemplos Hoy, en América Latina, la derecha tradicional, conservadora – amante del golpismo político, militarista – ha sido desplazada, salvo excepciones en algunos países (Brasil) (La derecha más conservadora, extrema, sin duda se quedó postrada en Perú, es el Poder dinosaurio). En cambio hoy en todos los países donde los gobiernos actuales son progresistas de izquierda democrática, los mismos que se encuentran atravesando serios problemas políticos estructurales : crisis económica – al haber terminado la era del crecimiento macro-económico, basado en la exportación extractivo tradicional de materias primas – crisis de la política al haber perdido Confianza la clase política, sus organizaciones y la propia representación política, perdida permanente de la legitimidad institucional, el haber convivido con la corrupción generalizada y principalmente el haber olvidado de su máxima estrategia política, generar cambios principales, para cambiar el Estado.

Todos estos graves errores, distorsiones y pérdida permanente de la legitimidad constitucional, (se cobran factura política) hoy ha originado que en el epicentro de esa turbulenta crisis política, desde abajo – considerando, esas “minorías silenciosas” de los 80’ y 90’ del siglo XX – en forma progresiva han ido ganando posiciones y apoderándose de grandes paradigmas de la izquierda, que la fue abandonando, por la división interna, estúpida y destructiva: la calle, la plaza pública, la pelea por sus objetivos políticos en el centro del escenario de las clases y la lucha de clases. Una nueva derecha NO, es la misma derecha, sino que hoy se organiza, pelea, boicotea, y la lucha política no la hace desde los cuarteles, o exclusivamente imponiendo sus políticas en forma vertical y autoritaria NO esos tiempos terminaron?. Hoy es la derecha político-empresarial que apuesta por su democracia, una democracia puramente electoral, la del “pensamiento único” el neoliberalismo. Desde las calles y plazas públicas – el escenario histórico de la izquierda en el mundo – hoy lucha con sus propios medios, medios colaterales y medios comprados, (los poderosos instrumentos del Poder) más el-  el poder de los medios de comunicación, hoy el poder más productivo, eficaz  e influyente -. Esa derecha ya está en Argentina (cuidado ya está en Venezuela y avanza en Brasil), y desde el Poder ahora sí impone en forma vertical, autoritaria y violenta sus propias políticas de clase. Cuidado esa es la “nueva derecha” con todo su poder, - en la coyuntura ha sido desplazada, “anulada”, tachada en el Perú -. Es la derecha con mucho poder (moderno) pero actúa con odio y revanchismo con los derechos del pueblo, de la Ciudadanía. La derecha político-empresarial hoy en América latina, representa  la suma total de los poderes fácticos tradicionales y modernos.


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BRASIL. CRISIS Y CAMBIOS.
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Emir Sader.

Público domingo 3 de abril del 2016.

Ningún país puede quedar igual después de una crisis tan profunda y prolongada como la que vive Brasil. Es una crisis que en su dimensión directamente política puede tener su desenlace incluso este mes de abril, en el caso de que el pleno la Cámara de Diputados no logre el quórum que necesita la oposición para seguir con el proceso de ‘impeachment’ contra la presidenta Dilma Roussef.

Brasil ya ha cambiado mucho en este último año y medio y va a cambiar más, sea por un triunfo de la derecha o porque la izquierda derrote la asonada golpista de la oposición. Los que observaron las calles de todo el país durante los días 18 y 31 de marzo ya pudieron ver los cambios, no solo por las inmensas marchas y concentraciones populares en todo el país, con gente pobre, con jóvenes, mujeres, ancianos, con personas de todas las clases sociales y de todas las etnias, mezcladas, de forma alegre y espontánea, como no se había visto en Brasil desde la campaña a favor de elecciones directas, en la salida de la dictadura, hace más de 30 anos.

Los que, precipitadamente, una vez más, dieron por muerta a la izquierda brasileña, agotado el gobierno, terminado el liderazgo de Lula y el PT (Partido dos Trabalhadores), se han quedado de nuevo sin palabras para describir lo que pasa en Brasil en este momento, porque no han entendido todo lo que el país ha vivido desde 2003 y vive actualmente.

El vigor y la capacidad de movilización que ha demostrado la izquierda brasileña y el liderazgo de Lula demuestran la fuerza y el potencial que tiene siempre el campo popular en Brasil. Mientras la derecha pierde fuerza y apela en su repliegue a las acciones violentas, la crisis brasileña llega a su punto de inflexión, con la izquierda a la ofensiva, ocupando las calles, movilizando a un amplio espectro de entidades civiles – de universidades a asociaciones de artistas, de religiosos a movimientos hip-hop -, que demuestran cómo la izquierda ha madurado y se ha fortalecido a lo largo de la crisis.

De la consigna “Fuera Dilma”, con la que la derecha llegó a movilizar a amplios sectores de clase media derechizada, se ha pasado al “No habrá golpe/habrá lucha”, que ahora domina en todas las calles del país.

Si ganara la derecha, se instauraría simplemente en Brasil el proceso de deconstrucción del Estado, de las políticas sociales, de Petrobras y del Pre-sal, de la política exterior soberana que actualmente tiene este país. Se sumaría a Argentina como un gran polo de restauración conservadora, pero al igual que en aquel país, con un fuertísimo movimiento popular organizado y movilizado para resistir a ese proceso. Brasil no se volvería más estable que actualmente sino todo lo contrario. Nadie puede imaginar lo que sería un gobierno nacido de un golpe blanco hoy en Brasil.

Pero en el caso de que la derecha resulte derrotada, lo cual puede darse este mes, por incapacidad para conseguir los dos tercios de los votos que necesita en la Cámara de Diputados para el ‘impeachment’ contra Dilma, la izquierda tendría una nueva y gran posibilidad de imponer una salida progresista a la crisis brasileña, porque el país ha cambiado.

Tanto los partidos de la derecha, el PSDB y el PMDB, como los grandes medios de comunicación se lo han jugado todo para tumbar al gobierno. Si no lo logran, los dos partidos tradicionales prácticamente desaparecerán como fuerzas políticas, desprestigiados, sin candidatos y sin propuestas.

Lula, por su parte, reapareció con toda la fuerza, con el gran mitin del 18 de marzo en Sao Paulo y con viajes por todo el país. Este sábado ha participado en un mitin en Fortaleza, en el nordeste de Brasil, región en la que cuenta con el mayor apoyo, como inicio de otras manifestaciones, con las que intenta recuperar el respaldo al gobierno y promover las tesis de la izquierda para la crisis brasileña

Lula a la vez ya ha empezado a actuar como coordinador político del Gobierno, dirigiendo una reforma ministerial para la próxima semana. Actuará directamente como Ministro de la Casa Civil, si el Supremo Tribunal de Justicia decide a favor de su petición, o como simple asesor político de Dilma, lo cual sólo cambiaría formalmente su lugar central en el Gobierno.

La crisis demuestra sobradamente además el agotamiento del sistema político, que permite la proliferación de partidos, que viven de su comercialización, así como de un Congreso que se permite, entre otras aberraciones, la imposición de gastos para uso de los parlamentarios sin ningún tipo de control.

Aunque el próximo Congreso ya se elegirá sin financiación privada será necesario un gran proceso de democratización. Al igual que el poder judicial, que en esta crisis ha jugado un papel arbitrario, con decisiones que solo puede asumir un órgano sin control democrático, con jueces con mandatos eternos.

Una derrota de la derecha abre camino también para el rescate de la economía brasileña, retomando la vía del desarrollo, con distribución de rentas, expansión del mercado interno del consumo popular, con un nuevo impulso de las políticas sociales. Estas van a quedar bajo la responsabilidad de Lula dentro del Gobierno, así como los grandes proyectos de infraestructuras.

En resumen, en las próximas semanas y días Brasil decide la fisonomía que el país va a tener en toda la primera mitad del siglo XXI, con consecuencias directas para todo el continente.

La crisis ha puesto de manifiesto que el país no puede seguir como ha estado hasta ahora. La lucha política decide el camino que va a tomar Brasil. –


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EL REVANCHISMO CONSERVADOR AMENAZA A AMÉRICA LATINA.
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Emir Sader.
La Jornada sábado 2 de abril 2016.

Hablábamos de restauración conservadora, pero la expresión es un tanto fría para designar el proceso real con que la derecha latinoamericana amenaza a nuestros países. No se trata de un proceso frío de sustitución de un modelo económico por otro, porque detrás de ese cambio hay unos profundos en las relaciones de clase, con sentimientos y rencores.

Los gobiernos progresistas de América Latina cometieron el pecado de lesionar intereses de las élites dominantes. En Brasil, el editor jefe de O Globo –un tal Alí Kamel– alcanzó a escribir un libro para acusar a los que han adoptado la política de cuotas para negros en las universidades públicas de haber introducido (sic) el racismo en Brasil. Los negros estaban quietos, según él, a lo mejor resignados por su condición, en un país conocido por su democracia racial, por una miscegenación consentida, cuando la política de cuotas despertó en ellos sentimientos malos. El libro se llama No somos racistas y acusa a los que han impulsado políticas de cuotas de haber metido el racismo en Brasil.

Sentimientos similares se mantuvieron en sectores de las élites tradicionales cuando vieron que sus privilegios dejaban de serlo para volverse derechos de todos. Sectores de clase media no quieren derechos, prefieren privilegios, que los incluyan solamente a ellos.

Los gobiernos progresistas han promovido los derechos de la gran masa que siempre había estado rezagada, discriminada, excluida. Es una experiencia inolvidable para ellos y traumática para los que los querían siempre abajo. Se fueron acumulando rencores, conforme esa masa fue eligiendo y religiendo los gobiernos que atendían sus reivindicaciones.

Ahora, cuando la derecha ve posibilidades de retornar al gobierno –vía elecciones, como en Argentina, o con alguna forma de golpe blanco, como en Brasil y en Venezuela–, sus designios se van volviendo claros. No se trata solamente de adecuaciones económicas, sino de virajes fundamentales hacia economías de mercado, abiertas al libre comercio, de vuelta a estados mínimos y a recortes duros de empleos y de los derechos sociales de la gran mayoría.

Se trata de una verdadera revancha social, porque las correlaciones de fuerza entre las clases han cambiado mucho, en favor de las capas populares. Las élites y la derecha no perdonan haber cedido espacios para los derechos de la masa de la población. Macri ataca directamente las políticas sociales del gobierno de Cristina Fernández, con el pretexto de equilibrar las finanzas públicas y combatir la inflación.

En Brasil, el programa esbozado por los políticos más corruptos del país –Michel Temer, Eduardo Cunha, Renan Calheiros, vicepresidente y presidentes de la Cámara y del Senado, respectivamente, todos del PMDB– representaría un durísimo ajuste fiscal, con recortes sustanciales en las políticas sociales introducidas por el gobierno Lula y profundizadas por el gobierno de Dilma Rousseff. Además del ataque entreguista a Petrobras y al Presal.

Hablar simplemente de restauración parece algo plácido respecto de la violencia del contenido social de las medidas que buscan poner en práctica, así como de la represión que necesariamente las acompaña.

La lucha por la defensa de la democracia y de los gobiernos progresistas no es así solamente una guerra política y electoral. Es una inmensa batalla social, de defensa de la gran masa de la población, cuyos derechos están en juego bajo la feroz revancha de clases que la derecha lleva a cabo para recobrar el poder.

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