LA NUEVA OLA CONSERVADORA EN EL MUNDO. LA
DERECHA Y LA DEMOCRACIA ELECTORAL. ATACA CON ODIO Y REVANCHISMO.- La derecha es “otra” en el mundo hoy, NO. Sin embargo, camina por otros senderos
diferentes a los caminos históricos de la derecha tradicional. Si en Norteamérica
desde hace más de tres décadas gobierna la derecha más extrema, radical,
violenta, “estúpida”, excluyente, xenofóbica, del Partido Republicano, es un
caso muy especial, NO pero tiene sus seguidores. Hoy no es
la misma en su comportamiento político
en América Latina. Pero sí podríamos encontrar muchos
nichos sociales de similitud política en varios países Europeos,
especialmente la extrema derecha conservadora en Francia, Alemania e Inglaterra, solo como ejemplos Hoy, en América Latina, la
derecha tradicional, conservadora – amante del golpismo político, militarista –
ha sido desplazada, salvo excepciones en algunos países (Brasil) (La derecha más conservadora, extrema, sin duda se quedó
postrada en Perú, es el Poder dinosaurio). En cambio hoy en todos los países donde los gobiernos
actuales son progresistas
de izquierda democrática, los mismos que se encuentran atravesando
serios problemas políticos estructurales : crisis
económica – al haber
terminado la era del crecimiento macro-económico, basado en la exportación
extractivo tradicional de materias primas – crisis
de la política al haber
perdido Confianza la clase política, sus organizaciones y la propia
representación política, perdida permanente de la legitimidad institucional, el
haber convivido con la corrupción generalizada y principalmente el haber olvidado de
su máxima estrategia política, generar cambios principales, para cambiar el Estado.
Todos estos graves errores, distorsiones y
pérdida permanente de la legitimidad constitucional, (se cobran
factura política) hoy ha
originado que en el epicentro de esa turbulenta crisis política, desde abajo –
considerando, esas “minorías
silenciosas” de los 80’ y 90’ del
siglo XX – en forma
progresiva han ido ganando posiciones y apoderándose de grandes paradigmas de
la izquierda, que la fue abandonando, por la división interna, estúpida y
destructiva: la calle, la plaza pública,
la pelea por sus objetivos políticos en el centro del escenario de las clases y
la lucha de clases. Una nueva
derecha NO, es la misma
derecha, sino que hoy se
organiza, pelea, boicotea, y la lucha política no la hace desde los
cuarteles, o exclusivamente imponiendo sus políticas en forma vertical y
autoritaria NO esos tiempos terminaron?.
Hoy es la derecha político-empresarial que apuesta por su democracia, una democracia puramente electoral, la del “pensamiento
único” el neoliberalismo. Desde las calles y plazas públicas – el escenario histórico de la izquierda en el mundo
– hoy lucha con sus propios medios, medios colaterales y medios comprados, (los poderosos instrumentos del Poder) más el- el poder de los medios de comunicación, hoy el poder más
productivo, eficaz e influyente -. Esa derecha ya está en Argentina (cuidado ya está en Venezuela y avanza en Brasil), y desde el
Poder ahora sí impone en forma vertical, autoritaria y violenta sus propias
políticas de clase. Cuidado esa es la “nueva derecha” con todo
su poder, - en la coyuntura
ha sido desplazada, “anulada”, tachada en el Perú -. Es la derecha con mucho poder (moderno) pero actúa con odio y revanchismo con los derechos del pueblo, de la Ciudadanía. La derecha político-empresarial hoy en América
latina, representa la suma
total de los poderes fácticos tradicionales y modernos.
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BRASIL. CRISIS Y
CAMBIOS.
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Emir Sader.
Público domingo 3 de abril
del 2016.
Ningún país puede quedar
igual después de una crisis tan profunda y prolongada como la que vive Brasil.
Es una crisis que en su dimensión directamente política puede tener su
desenlace incluso este mes de abril, en el caso de que el pleno la Cámara de
Diputados no logre el quórum que necesita la oposición para seguir con el
proceso de ‘impeachment’ contra la presidenta Dilma Roussef.
Brasil ya ha cambiado mucho
en este último año y medio y va a cambiar más, sea por un triunfo de la derecha
o porque la izquierda derrote la asonada golpista de la oposición. Los que
observaron las calles de todo el país durante los días 18 y 31 de marzo ya
pudieron ver los cambios, no solo por las inmensas marchas y concentraciones
populares en todo el país, con gente pobre, con jóvenes, mujeres, ancianos, con
personas de todas las clases sociales y de todas las etnias, mezcladas, de
forma alegre y espontánea, como no se había visto en Brasil desde la campaña a
favor de elecciones directas, en la salida de la dictadura, hace más de 30
anos.
Los que, precipitadamente,
una vez más, dieron por muerta a la izquierda brasileña, agotado el gobierno,
terminado el liderazgo de Lula y el PT (Partido dos Trabalhadores), se han
quedado de nuevo sin palabras para describir lo que pasa en Brasil en este
momento, porque no han entendido todo lo que el país ha vivido desde 2003 y
vive actualmente.
El vigor y la capacidad de
movilización que ha demostrado la izquierda brasileña y el liderazgo de Lula
demuestran la fuerza y el potencial que tiene siempre el campo popular en
Brasil. Mientras la derecha pierde fuerza y apela en su repliegue a las
acciones violentas, la crisis brasileña llega a su punto de inflexión, con la
izquierda a la ofensiva, ocupando las calles, movilizando a un amplio espectro
de entidades civiles – de universidades a asociaciones de artistas, de
religiosos a movimientos hip-hop -, que demuestran cómo la izquierda ha
madurado y se ha fortalecido a lo largo de la crisis.
De la consigna “Fuera
Dilma”, con la que la derecha llegó a movilizar a amplios sectores de clase
media derechizada, se ha pasado al “No habrá golpe/habrá lucha”, que ahora
domina en todas las calles del país.
Si ganara la derecha, se
instauraría simplemente en Brasil el proceso de deconstrucción del Estado, de
las políticas sociales, de Petrobras y del Pre-sal, de la política exterior
soberana que actualmente tiene este país. Se sumaría a Argentina como un gran
polo de restauración conservadora, pero al igual que en aquel país, con un
fuertísimo movimiento popular organizado y movilizado para resistir a ese
proceso. Brasil no se volvería más estable que actualmente sino todo lo
contrario. Nadie puede imaginar lo que sería un gobierno nacido de un golpe
blanco hoy en Brasil.
Pero en el caso de que la
derecha resulte derrotada, lo cual puede darse este mes, por incapacidad para
conseguir los dos tercios de los votos que necesita en la Cámara de Diputados
para el ‘impeachment’ contra Dilma, la izquierda tendría una nueva y gran
posibilidad de imponer una salida progresista a la crisis brasileña, porque el
país ha cambiado.
Tanto los partidos de la
derecha, el PSDB y el PMDB, como los grandes medios de comunicación se lo han
jugado todo para tumbar al gobierno. Si no lo logran, los dos partidos
tradicionales prácticamente desaparecerán como fuerzas políticas,
desprestigiados, sin candidatos y sin propuestas.
Lula, por su parte,
reapareció con toda la fuerza, con el gran mitin del 18 de marzo en Sao Paulo y
con viajes por todo el país. Este sábado ha participado en un mitin en
Fortaleza, en el nordeste de Brasil, región en la que cuenta con el mayor
apoyo, como inicio de otras manifestaciones, con las que intenta recuperar el
respaldo al gobierno y promover las tesis de la izquierda para la crisis brasileña
Lula a la vez ya ha
empezado a actuar como coordinador político del Gobierno, dirigiendo una
reforma ministerial para la próxima semana. Actuará directamente como Ministro
de la Casa Civil, si el Supremo Tribunal de Justicia decide a favor de su
petición, o como simple asesor político de Dilma, lo cual sólo cambiaría
formalmente su lugar central en el Gobierno.
La crisis demuestra
sobradamente además el agotamiento del sistema político, que permite la
proliferación de partidos, que viven de su comercialización, así como de un
Congreso que se permite, entre otras aberraciones, la imposición de gastos para
uso de los parlamentarios sin ningún tipo de control.
Aunque el próximo Congreso
ya se elegirá sin financiación privada será necesario un gran proceso de
democratización. Al igual que el poder judicial, que en esta crisis ha jugado
un papel arbitrario, con decisiones que solo puede asumir un órgano sin control
democrático, con jueces con mandatos eternos.
Una derrota de la derecha abre camino también para el rescate de la economía brasileña, retomando la vía del desarrollo, con distribución de rentas, expansión del mercado interno del consumo popular, con un nuevo impulso de las políticas sociales. Estas van a quedar bajo la responsabilidad de Lula dentro del Gobierno, así como los grandes proyectos de infraestructuras.
Una derrota de la derecha abre camino también para el rescate de la economía brasileña, retomando la vía del desarrollo, con distribución de rentas, expansión del mercado interno del consumo popular, con un nuevo impulso de las políticas sociales. Estas van a quedar bajo la responsabilidad de Lula dentro del Gobierno, así como los grandes proyectos de infraestructuras.
En resumen, en las próximas
semanas y días Brasil decide la fisonomía que el país va a tener en toda la
primera mitad del siglo XXI, con consecuencias directas para todo el
continente.
La crisis ha puesto de
manifiesto que el país no puede seguir como ha estado hasta ahora. La lucha política
decide el camino que va a tomar Brasil. –
*****
EL REVANCHISMO
CONSERVADOR AMENAZA A AMÉRICA LATINA.
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Emir Sader.
La Jornada sábado 2 de abril
2016.
Hablábamos de restauración conservadora,
pero la expresión es un tanto fría para designar el proceso real con que la
derecha latinoamericana amenaza a nuestros países. No se trata de un proceso
frío de sustitución de un modelo económico por otro, porque detrás de ese
cambio hay unos profundos en las relaciones de clase, con sentimientos y
rencores.
Los gobiernos progresistas
de América Latina cometieron el pecado de lesionar intereses de las élites
dominantes. En Brasil, el editor jefe de O Globo –un tal Alí Kamel–
alcanzó a escribir un libro para acusar a los que han adoptado la política de
cuotas para negros en las universidades públicas de haber introducido (sic) el
racismo en Brasil. Los negros estaban quietos, según él, a lo mejor resignados
por su condición, en un país conocido por su democracia racial, por una
miscegenación consentida, cuando la política de cuotas despertó en ellos
sentimientos malos. El libro se llama No somos racistas y acusa a los
que han impulsado políticas de cuotas de haber metido el racismo en Brasil.
Sentimientos similares se
mantuvieron en sectores de las élites tradicionales cuando vieron que sus
privilegios dejaban de serlo para volverse derechos de todos. Sectores de clase
media no quieren derechos, prefieren privilegios, que los incluyan solamente a
ellos.
Los gobiernos progresistas
han promovido los derechos de la gran masa que siempre había estado rezagada,
discriminada, excluida. Es una experiencia inolvidable para ellos y traumática
para los que los querían siempre abajo. Se fueron acumulando rencores, conforme
esa masa fue eligiendo y religiendo los gobiernos que atendían sus
reivindicaciones.
Ahora, cuando la derecha ve
posibilidades de retornar al gobierno –vía elecciones, como en Argentina, o con
alguna forma de golpe blanco, como en Brasil y en Venezuela–, sus designios se
van volviendo claros. No se trata solamente de adecuaciones económicas, sino de
virajes fundamentales hacia economías de mercado, abiertas al libre comercio,
de vuelta a estados mínimos y a recortes duros de empleos y de los derechos
sociales de la gran mayoría.
Se trata de una verdadera revancha social, porque las correlaciones de fuerza entre las clases han cambiado mucho, en favor de las capas populares. Las élites y la derecha no perdonan haber cedido espacios para los derechos de la masa de la población. Macri ataca directamente las políticas sociales del gobierno de Cristina Fernández, con el pretexto de equilibrar las finanzas públicas y combatir la inflación.
Se trata de una verdadera revancha social, porque las correlaciones de fuerza entre las clases han cambiado mucho, en favor de las capas populares. Las élites y la derecha no perdonan haber cedido espacios para los derechos de la masa de la población. Macri ataca directamente las políticas sociales del gobierno de Cristina Fernández, con el pretexto de equilibrar las finanzas públicas y combatir la inflación.
En Brasil, el programa
esbozado por los políticos más corruptos del país –Michel Temer, Eduardo Cunha,
Renan Calheiros, vicepresidente y presidentes de la Cámara y del Senado,
respectivamente, todos del PMDB– representaría un durísimo ajuste fiscal, con
recortes sustanciales en las políticas sociales introducidas por el gobierno
Lula y profundizadas por el gobierno de Dilma Rousseff. Además del ataque
entreguista a Petrobras y al Presal.
Hablar simplemente de
restauración parece algo plácido respecto de la violencia del contenido social
de las medidas que buscan poner en práctica, así como de la represión que
necesariamente las acompaña.
La lucha por la defensa de
la democracia y de los gobiernos progresistas no es así solamente una guerra
política y electoral. Es una inmensa batalla social, de defensa de la gran masa
de la población, cuyos derechos están en juego bajo la feroz revancha de clases que la
derecha lleva a cabo para recobrar el poder.
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