POR PRESIDENTA Y POR MUJER.
“Todas somos Dilma”. Respaldan grupos de mujeres en Brasil.
(El Imperio no se duerme. La derecha político-empresarial (sector golpista)
ahora festejan este golpe contra la Democracia).
Representantes de agrupaciones e instituciones que luchan
por los derechos de las mujeres denuncian la salida golpista y advierten sobre
los ataques machistas contra Rousseff. El Congreso está dominado por hombres
reaccionarios.
Mercedes López San Miguel
Entre
consignas “todas somos Dilma”, “cuando atacan a una mujer con poder, nos atacan
a todas” y expresiones de afecto “Dilma te amamos” organizaciones e
instituciones que luchan por los derechos de las mujeres se hicieron presentes
días atrás en un acto de respaldo a la presidenta Rousseff en el Palacio del
Planalto. La ex compañera de celda en tiempos de dictadura, Eleonora Menicucci,
hoy secretaria especial de las Mujeres, leyó las palabras de solidaridad de
Margarida Genevois, integrante de la Comisión de Justicia y Paz de San Pablo,
quien denunció “todo tipo de salida golpista, así como todo preconcepto con la
presidenta Dilma”. Y denostaron la figura de Eduardo Cunha, uno de los
artífices del proceso de juicio político contra la mandataria que ayer se votó
a favor en Diputados. Otro es su socio, el vicepresidente Michel Temer. Ambos
pertenecen al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), una
formación que recientemente se fue de la coalición gobernante y se sumó al afán
destituyente del opositor Partido de la Social Democracia Brasileña, sectores
del poder judicial y la prensa opositora.
“Dilma
se queda, Cunha se va” gritaron dirigentes de la Marcha de las Mujeres Negras,
de la Unión Nacional de Estudiantes, de la Confederación de Trabajadoras de la
Agricultura, de la Asociación Brasileña de Lesbianas y Travestis, entre otras
agrupaciones. Cunha es autor de un proyecto que penaliza el aborto y defensor
de otro en contra de la unión civil entre personas del mismo sexo. En los
pasillos del Congreso lo llaman el Frank Underwood de Brasil, en referencia al
protagonista de la taquillera serie norteamericana House of Cards, un político
inescrupuloso. Al presidente de la Cámara baja la justicia lo procesó por
esconder millones de dólares en una cuenta en Suiza y sólo evita la cárcel
gracias a la inmunidad que le da el alto puesto que ocupa. Cunha aceptó en
diciembre dar curso al pedido de juicio político contra la mandataria.
Simpatizantes
de Dilma se manifestaban ayer en Belo Horizonte mientras avanzaba la votación.
***
A
Rousseff se la acusa de haber realizado maniobras contables para maquillar la
situación financiera de Brasil y haber emitido por decreto, sin autorización
del Congreso, partidas de fondos extras para planes sociales. Pero los
especialistas consideran que tales acusaciones son frágiles. Es conveniente
aclarar que este proceso de juicio político no tiene relación con la
investigación que lleva adelante la justicia brasileña por la trama de
corrupción en la compañía estatal Petrobras, a pesar de que los medios
opositores insistan en vincularlos; pero que sin duda afectó la imagen de la
presidenta y de la clase política en su conjunto, dado que hay implicados de
todos los partidos.
Es en este contexto que la presidenta llamó recientemente a un pacto
nacional para superar la crisis. Pero aclaró: “Un pacto requiere algunas
condiciones, como es el respeto a la legalidad y la democracia”, haciendo
referencia a su postura sobre la ilegalidad del juicio político que avanza
sobre ella. En un reportaje a Página12 (25-3-2016), Rousseff dio cuenta de las
presiones que viene recibiendo para que deje el cargo –por dar un ejemplo, el
diario Folha de S. Paulo pidió su renuncia en su editorial en sintonía con el
reclamo de los políticos opositores–. “Me piden que renuncie. ¿Por qué? ¿Por
ser una mujer frágil? No, no soy una mujer frágil. Mi vida no fue eso. Piden
que renuncie para evitarse el mal trago de tener que echar de forma ilegal a
una presidenta elegida”. Y evocó su pasado de guerrillera y presa de la
dictadura. “Piensan que tengo que estar muy afectada, desconcertada, muy
presionada. Pero yo no estoy así, no soy así. Tuve una vida muy complicada para
no poder luchar ahora. Yo tenía 19 años y estuve tres años presa durante la
dictadura, y la cárcel entonces no era cualquier cosa. Yo luché en condiciones
muy difíciles. Así que no voy a renunciar, claro que no”.
La
mandataria recibe ataques mediáticos de tipo machista. Es el caso de la revista
Istoé, que en un reportaje de tapa retrató a Dilma como desequilibrada,
comparándola con María I, conocida como “la Loca”, reina de Portugal. “Es un
profundo sentimiento de indignación, queremos repudiar actos como el de la
revista Istoé, que atentan contra cada una de nosotras. Somos todas Dilma”,
sostuvo Alessandra Costa Lunas, coordinadora general de las mujeres campesinas
en el encuentro de apoyo a la presidenta. Dora Barrancos, especialista en
género e investigadora del Conicet, señaló a este diario que hay una
“hipertrofia de la vulnerabilidad” cuando la mujer es pública. “Los flancos y
condicionantes aumentan: se la trata de desequilibrada, hipersensible, incapacitada
para el poder”. Y agrega: “En el caso de Brasil, el sistema político fragiliza
la posibilidad de participación política de la mujer, cuya representación en el
Congreso no llega al 20 por ciento”.
Si de algo sirvió el espectáculo en el pleno de Diputados de ayer fue
para ver a una mayoría de varones reaccionarios haciendo alusiones a Dios o al
padre, y hasta uno de ellos votó “por los torturadores de Dilma Rousseff”. No parece casual
que en ese Congreso se haya avanzado con la destitución de la primera mujer
presidenta de Brasil.
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Con la decisión de la Cámara de Diputados de ayer se abrió un período de profundas y graves incertidumbres para Brasil.
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BRASIL: UN
GOLPE QUE SE VIO EN VIVO Y EN DIRECTO CONTRA DILMA ROUSSEFF.
Con 367 votos a
favor y 137 en contra, avanza el juicio político contra la Mandataria.
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Las cámaras de televisión mostraron las justificaciones de los diputados
que defenestraron a Dilma Rousseff y que apenas mencionaron de qué se la acusa.
Votaron en nombre de Dios, la patria, la familia.
Eric Nepomuceno
Página/12 En Brasil
Desde Río de Janeiro lunes 18
de abril del 2016.
Han
sido 367 votos favorables y 137 contrarios a la destitución de Dilma Rousseff,
que llegó al poder al amparo de 54 millones de votos. Otras nueve ausencias y
abstenciones podrían ayudar a la mandataria a permanecer en su puesto, pero ni
modo. Ayer, la Cámara de Diputados presidida por Eduardo Cunha, quien es reo en
el Supremo Tribunal Federal por crímenes diversos, que van de la lisa y llana
corrupción a mantener cuentas ocultas en Suiza, decidió poner un final al
gobierno de quien ni siquiera está investigada.
En
las justificaciones de votos de los que defenestraron a la mandataria apenas
mencionan los crímenes de que es acusada. Han sido votos a nombre de Dios, de
la Patria, de la familia, es decir, puras diversificaciones frente a un momento
tan decisivo para el futuro del país.
El
camino abierto ahora prevé pocas alternativas para Dilma Rousseff. Dentro de
pocas semanas –la fecha inicialmente prevista es el miércoles, 11 de mayo– el
Senado decidirá si acepta o no lo que indica la Cámara de Diputados, es decir,
si abre o no el juicio a la mandataria. En caso positivo, Dilma Rousseff será
apartada de la presidencia por un plazo que podrá llegar a 180 días, tiempo que
tendrá para presentar su defensa.
Nadie
cree que el Senado cambie la decisión de la Cámara de Diputados. O sea, el
juicio a Dilma será instaurado. Y nadie cree que, en el Senado, ella logre
cambiar el veredicto de los diputados.
En
pocas palabras: Dilma Rousseff está liquidada. Los números de ayer han sido
suficientemente elocuentes para fulminar de una vez su defensa. A ella le
quedan alternativas como recurrir al Supremo Tribunal Federal, pero las
posibilidades son muy cercanas a cero. El resultado de ayer superó las peores
expectativas de sus defensores, inclusive en la opinión pública. Ha sido una
derrota que superó a la anunciada.
La
presidenta seguirá en su puesto hasta que el Senado defina si acepta o no la
decisión de la Cámara. Eso significa algo entre dos o a lo sumo tres semanas.
Será una presidenta fantasma. Nada de lo que haga en ese corto período de
tiempo será considerado sólido o válido. Si el Senado acepta, y seguramente lo
hará, la apertura del proceso de destitución, Michel Temer, el vicepresidente,
asumirá el poder.
A
la una de la madrugada de hoy, asesores muy cercanos a Dilma reafirmaron que la
presidenta pretende dar batalla hasta el último instante (ver recuadro), o sea,
no renunciará al puesto. Con eso, el país seguirá a la deriva, esperando por un
vicepresidente sin legitimidad pero con el respaldo de una oposición dispersa,
cuyo proyecto de gobierno es difuso.
Si
se recuerda que Brasil vive una de las peores, si no la peor, recesión
económica de sus últimos cien años, que viene de un período de año y medio en
que el gobierno de Rousseff siquiera logró gobernar, lo que les espera a Michel
Temer y sus aliados es un escenario nebuloso, de dudas y crisis. Y más: tendrá
que enfrentarse con la anunciada oposición durísima de los movimientos
sociales, de las principales agrupaciones sindicales y con todos los que no se
resignan al golpe institucional que victimó a una presidenta inepta pero que no
cometió ningún crimen que justificase su destitución.
En
términos prácticos, hoy mismo empieza el gobierno –todavía no anunciado– de
Michel Temer, el vicepresidente que se bandeó a la oposición. El país vivirá un
fenómeno insólito: una presidenta en plenas y constitucionales funciones, hasta
que el Senado de su veredicto, pero sin credibilidad alguna. Una presidenta
fantoche.
Y
un vicepresidente sin legitimidad alguna, a la espera de poder poner las manos
sobre el bastón presidencial y empezar a gobernar.
Los
llamados “agentes económicos” –empresarios, inversionistas, especuladores del
mercado financiero– viven una expectativa que está en plena ebullición. Al
mismo tiempo, las fuerzas que por tradición apoyan al PT –movimientos sociales,
centrales sindicales– se preparan para responder a lo que clasifican como un
“golpe blanco”.
Mucho
más que defenestrar a una presidenta impopular, que condujo un gobierno inepto,
lo que se abrió ayer en Brasil, con la decisión de la Cámara de Diputados, ha
sido un período de profundas y graves incertidumbres.
Brasil
entra en una zona de tinieblas, y las tensiones no harán más que reforzarse en
los días que vendrán.
Michel Termer armó, en las últimas semanas, un gobierno que todavía no
ha sido presentado al país. Lo hará pronto. Pero será siempre un gobierno
nacido de un golpe institucional, que contará con el respaldo del gran capital pero sin
ningún reconocimiento del electorado.
*****
Las
dos marchas de la capital: las de las remeras rojas a favor de Dilma, y las de
camisetas amarillas, opositoras.
DOS BRASILIAS SEPARADAS POR UN MURO.
Los miles de manifestantes por la Democracia,
no se cruzaron con los movilizados por el Impeachment.
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A João Gomes Pineda no lo amedrenta la
derrota del gobierno democrático en la Cámara de Diputados. “Dilma es una guerrera.” Del otro lado de la valla Rodrigo
Riveiro dijo: “Sacar a Dilma es liberar
a Brasil de una dictadura”.
Darío Pignotti.
Página/12 En Brasil
Desde Brasilia lunes 18 de abril del 2016.
La
fractura de Brasil. “A mis 76 años, además cuarenta y tantos trabajando en
Petrobras, me vine desde Río para no dejar que estos fascinerosos den un golpe
para darles el petróleo a los gringos. Mientras tenga salud voy estar en todas
las marchas contra estos traidores al patrimonio nacional”.
A
João Gomes Pineda no lo amedrenta la derrota del gobierno democrático en la
Cámara de Diputados, “tengo muchas peleas en el lomo, con Dilma están queriendo
hacer lo que hicieron con Getulio Vargas (se suicidó en 1954), pero ella es
guerrera”.
“Nosotros
ya peleamos contra Fernando Henrique Cardoso que nos mandó hasta el ejército
porque no quisimos el fin del monopolio de Petrobras, esto va para largo”,
agrega Joao que integra una delegación de la Federación Unica de Petroleros,
que se concentró cerca del Ministerio de Justicia.
Las
columnas de miles de manifestantes por la democracia, con remeras y banderas
rojas, estuvieron unas 8 horas bajo el sol en el Eje Monumental, la principal
avenida de Brasilia, atravesada por un muralla metálica de un kilómetro para
evitar choques con los manifestantes de camisetas amarillas y banderas
brasileñas que se movilizaron del otro lado del Muro de Brasilia, en el
andarivel sur de la ancha avenida que desemboca en el Congreso.
La
Central Unica de los Trabajadores estacionó dos inmensos camiones con parlantes
y un palco en lo alto, los conocidos “trios eléctricos” que desfilan en los
carnavales.
Uno
de ellos se ubicó frente al Ministerio de Defensa y desde sus parlantes se
propalaban temas de Chico Buarque que se hicieron célebres durante la
resistencia a la dictadura.
En
el otro, ubicado unos trescientos metros más al oeste hacían uso de la palabra
dirigentes sindicales, campesinos y militantes.
“Nosotros
comemos mortadela, no tenemos vergüenza de comer mortadela, a Lula también le
gusta la mortadela, y eso nos pone orgullosos”, dijo una dirigente de Minas
Gerais indignada con las bromas golpistas sobre los hábitos sencillos del ex
presidente.
Provocadores
fueron enviados este fin de semana al hotel donde se alojaba Lula y allí
colocaron una gran mortadela plástica además de insultar a militantes petistas.
La hostilidad fue una de las constantes de los templarios de la libertad y el
antipetismo, que tuvieron la protección nada disimulada de la Policía
Militarizada.
Además
de las consignas por Lula y en defensa del gobierno de Dilma, la marcha
democrática no olvidó al poderoso jefe de Diputados Eduardo Cunha el mentor del
golpe blando en complicidad con el vicepresidente Michel Temer.
“Empujemos
un poquito a Cunha para que se caiga, machista, homofóbico”, se decía desde la
columna de las Mujeres por la Democracia, que fueron cacheadas con alguna
grosería por la Tropa de Choque de la Policía Militarizada al ingresar a la
avenida.
Del
otro lado de Muro de Brasilia, en la pista sur reservada a la oposición, el
trato de los agentes de seguridad era distinto.
Tres
helicópteros de la Policía Militarizada de Brasilia saludaron simbólicamente a
la parcialidad amarilla a través de una serie de maniobras.
Una
de las aeronaves se detuvo un par de minutos sobre la multitud opositora y
luego comenzó a desplazarse hacia atrás, lo que mereció una ovación: “Viva
nuestra policía, estamos con ustedes”, festejó Teresinha Almeida, una
arquitecta treintañera.
“Nosotros
somos gente de bien, trabajamos, venimos con nuestros hijos sanamente a
protestar contra estos ladrones, nos pagamos nuestro pasaje no como los
petistas que los acarrean”, proclamó la mujer casi a los gritos frente al
estruendo de los rotores de los helicóteros policiales que en ese momento se
habían estacionado cerca del Ministerio de Salud.
Y
agregó: “Quiero que Dilma se vaya al infierno junto con Eduardo Cunha”, el
dirigente opositor y poderoso jefe de la Cámara de Diputados que presidió la
histórica sesión en el Congreso.
Cunha
es reo ante el Supremo Tribunal Federal por haber escondido cinco millones de
dólares presuntamente cobrados por sobornos en el escándalo de Petrobras.
“Dilma
fuera, pero también fuera toda esa bosta de Cunha, ese es el Alí Baba de los
300 ladrones que pudren ese Congreso”, dijo a su vez el Rodrigo Riveiro, de 23
años, sin esconder su enojo.
Rodrigo
llevaba una camiseta blanca con la foto del diputado Jair Bolsonaro y debajo de
esta la palabra “Bolsonaristas”: “Soy un bolsonarista convencido, es un
verdadero conservador, tiene coraje de decir lo que piensa en esa podredumbre
de la Cámara”, añadió Rodrigo, quien estudia en la Universidad de Brasilia, en
la que –precisó– “son todos izquierdópatas”.
Rodrigo, medio gordito y alto, cerró con una versión propia de la
historia y el presente “en 1964 no hubo golpe, el Congreso sacó a Joao Goulart
y llamó al general Castelo Branco que trajo la Revolución, no fue una dictadura
como dicen los izquierdópatas, fue una Revolución. Ahora también tergiversan,
dicen que esto es un golpe. Al contrario, sacar a Dilma es liberar a Brasil de una
dictadura. ¿O quieren que seamos como Corea del Norte?”.
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