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“Negocio creciente y en pocas manos. Un uso masivo de estos productos ha generado un
mercado muy voluminoso. “Para 2023 se espera que el
valor total alcance casi los 130.700 millones de dólares”, dice el Atlas –unos 120.000 millones
de euros–. Según la investigación, el sector casi se ha duplicado en las dos últimas décadas. A la cabeza del negocio está la Unión Europea, que es la principal exportadora de pesticidas a pesar de haber contenido
su aplicación en suelo propio. Además, desde la UE se producen y venden al
exterior compuestos químicos cuyo uso interno se ha prohibido por sus efectos tóxicos. “En 2019, los países de la UE y Gran Bretaña aprobaron la exportación de 140.908 toneladas de pesticidas” vetados en Europa,
calcula el trabajo.
“Los
principales países exportadores en esta
categoría fueron Reino Unido, Alemania y España.
El principal receptor de pesticidas con
principios activos inaceptables en los campos europeos fue Brasil, seguido de Ucrania y Suráfrica. “En el Sur global las regulaciones para el uso de pesticidas
son menos estrictas”, analiza el Atlas. El
mercado de los pesticidas está acaparado en pocas manos: cuatro grandes
empresas –Bayer, Syngenta, Basf y Coterva– controlan el 70%. “Hace 25 años su porcentaje era solo del 29%”, recuerda
el análisis para ilustrar cómo se ha concentrado el sector. Estos gigantes
también dominan el mercado de la venta de semillas agrícolas: controlan el 57% del mercado
–hace 25 años era el 21%–. Círculo cerrado.
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LA PRODUCCIÓN INDUSTRIAL DE
ALIMENTOS INUNDA EL MUNDO CON UN 80% MÁS DE PESTICIDAS.
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Por 19/04/2023 | Ecología social
Fuentes-
Rebelión miércoles 19 de abril del 2023.
La
aplicación de agentes químicos en la agricultura ha
crecido exponencialmente desde 1990, especialmente
en América del Sur, donde hay menos regulación,
y gracias a un mercado que controlan un puñado de grandes
corporaciones, que también acaparan la venta
global de semillas.
Hace
50 años la bióloga Rachel Carson alertó al mundo sobre cómo el uso intensivo de pesticidas estaba envenenando los ecosistemas. Su libro Primavera
silenciosa describía la destrucción ecológica que causaban productos como el
entonces generalizado DDT.
Medio siglo
después la aplicación de agentes químicos para controlar plagas agrícolas es
más fuerte que nunca. Los productos son diferentes a los que estudió Carson,
con efectos menos agudos, pero vertidos
en grandes cantidades: el volumen de pesticidas se ha incrementado un 80% desde 1990, según una investigación de Amigos de la Tierra y la fundación Heinrich-Böll-Stiftung.
“En la actualidad el consumo mundial de pesticidas es de cuatro millones de toneladas”, recoge este trabajo. La mitad de ellos son herbicidas, un tercio insecticidas y un 17% se utilizan contra hongos.
América Latina un continente infectado por los agrotóxicos.
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América
del Sur es donde más se aplican: unas 770.000 toneladas en 2020,
un 119% más que al iniciar el siglo XXI. En América Central fueron
más de 90.000 (+36%). En Asia se aplicaron otras 658.000 toneladas (un
aumento del 7,7%).
También
creció mucho el volumen usado en África, que en 2020 registró 105.000
toneladas, un salto del 67%. En Norteamérica se utilizaron 486.000
toneladas (+1,8%) y en Europa 468.000 toneladas (un mínimo decrecimiento del 0,2%).
Este
Atlas de los pesticidas explica que si bien estos productos
“se han
desarrollado para evitar las pérdidas en las cosechas –que, a lo largo de la
historia, han causado hambrunas–, también generan problemas”. Entre los productos pesticidas más vendidos están el glifosato,
el paraquat, la atrazina
y los neonicotinoides.
La ONU calculaba en 2007 que en ese momento ya se producían en el mundo alimentos suficientes para alimentar a 12.000 millones de personas. “La producción de cereales entre 1960 y 2000 se ha doblado, pero a un alto coste”. Para 2019, la organización calculaba que más de 800 millones de personas pasaban hambre, a pesar de que “en el mundo se desperdicia más de 1.000 millones de toneladas de alimentos cada año”.
Envenenamiento por pesticidas, vinculado a los agronegocios, en Marro Grosso, Brasil.
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Veneno para la biodiversidad
Dentro de esos problemas, el holocausto de insectos
que se extiende por todo el planeta es
de los más destacados. El desplome de las
abejas y abejorros y su relación
con los pesticidas neonicotinoides también están ya acreditados. Tanto como para
que la Unión Europea haya
prohibido estos productos al aire libre. No ocurre lo mismo en otras
partes del planeta.
De hecho, las poblaciones de insectos voladores
se han desmoronado: en poco más
de 25 años cayeron un 75%, según halló un grupo de investigadores alemanes (y eso que revisaban zonas protegidas). Muchas especies de insectos son, simplemente, esenciales para los humanos. Entre sus
servicios se cuentan la polinización
de cultivos, el reciclaje de
nutrientes o el mismo control de
plagas.
Los cereales no precisan polinización
mediante insectos, pero sí
las frutas y
hortalizas –dos tipos de productos
que constituyen un punto fuerte de la
producción agrícola española–. Los
almendreros de California (el 80% mundial) deben alquilar colmenas de abejas que viajan
cientos de kilómetros para polinizar
sus árboles. En China, ante la desaparición de insectos, los agricultores
deben realizar ese trabajo a mano.
En
España, además, la intensificación de la agricultura que lleva aparejado un alto consumo de pesticidas también se ha conectado
con el declive de las especies de aves esteparias.
Salud humana
El trabajo de estas organizaciones explica que la cantidad de pesticidas aplicados ha conllevado “el aumento de las intoxicaciones en todo el mundo, especialmente en el Sur Global”. Y calculan que 385 millones de personas sufren alguna intoxicación por este motivo.
Sobre todo,
los trabajadores agrícolas que, debido a la
precariedad, no tienen capacidad de autoprotegerse ya sea al desconocer las condiciones de uso seguro de los productos o por no poder acceder a la equipación necesaria. En Europa, una recopilación de datos publicada el año pasado mostraba que uno de cada tres ciudadanos presentaba restos
de plaguicidas en su cabello.
Consciente
del problema, la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) mantiene un código de buenas prácticas para
disminuir
“los riesgos
de los plaguicidas con el objetivo de reducir al
mínimo los efectos adversos para los seres humanos, los animales y el medio ambiente y de prevenir el envenenamiento
accidental”. El código, eso sí, es “de carácter voluntario”.
Negocio creciente y en pocas manos
Un uso masivo
de estos productos ha generado un mercado muy voluminoso. “Para 2023 se espera que el valor total alcance casi los
130.700 millones de dólares”, dice el Atlas
–unos 120.000 millones de euros–. Según la
investigación, el sector casi se ha duplicado en las dos
últimas décadas.
A la cabeza
del negocio está la Unión Europea, que es la
principal exportadora de pesticidas a pesar de
haber contenido su aplicación en suelo propio. Además, desde la UE se producen
y venden al exterior compuestos químicos
cuyo uso interno se ha prohibido por sus
efectos tóxicos. “En 2019, los países de la UE y Gran Bretaña aprobaron
la exportación de 140.908 toneladas de
pesticidas” vetados en Europa, calcula el trabajo.
Los
principales países exportadores en esta
categoría fueron Reino Unido, Alemania y España. El principal
receptor de pesticidas con principios activos
inaceptables en los campos europeos fue Brasil,
seguido de Ucrania y Suráfrica. “En el Sur global
las regulaciones para el uso de pesticidas son menos estrictas”, analiza el
Atlas.
El mercado
de los pesticidas está acaparado en pocas manos: cuatro grandes empresas
–Bayer, Syngenta, Basf y Coterva– controlan el 70%. “Hace 25 años su porcentaje era solo del 29%”, recuerda el
análisis para ilustrar cómo se ha concentrado
el sector. Estos gigantes también
dominan el mercado de la venta de semillas agrícolas: controlan el 57% del mercado –hace 25 años
era el 21%–. Círculo cerrado.
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