&&&&&
“A inicios del año pasado, el Centro Estratégico
Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), publicó un informe sobre la situación legal, económica y geopolítica del litio en la región,
teniendo como referencia los países
que poseen yacimientos de litio: Bolivia,
Argentina, Chile, Perú, México y Brasil. Según CELAG, Bolivia, Argentina, Chile, México y Perú controlan más del 67% de los recursos mundiales de litio. Los mismos están concentrados principalmente en Bolivia (21 millones de toneladas (MdT), Argentina
(18,3 MdT) y Chile (9,6 MdT).
“En cuanto a las grandes empresas que lideran la producción mundial del litio, CELAG enumera las chinas Jiangxi Gangfeng Lithium y Tianqi Lithium
(con acciones en SQM, con presencia
en Chile y en México); las
norteamericanas Albemarle (opera en
Chile) y FMC Corporation, y la Sociedad
Química y Minera de Chile (SQM o
Soquimich). El informe indica también que la Tianqi está ganando presencia y opera junto con la Albemarle la mina más grande del mundo, la Greenbushes en Australia. A SQM,
Gangfeng y Albermale se suman Jemse, Orocobre, Toyota Tsuyo y Livent en
Argentina. En Brasil, Sigma, AMG, CBL, y en Bolivia,
TBA-Boacheng y ASI Systema.
/////
MULTINACIONALES
A LA CAZA DEL LITIO LATINOAMERICANO.
*****
Por Sergio
Ferrari.
Fuente,
Prensa Latina 20 de abril del 2023.
El planeta consume el doble de la sal
médicamente recomendada. Miles de personas ya podrían estar condenadas a muerte
por esta ingestión excesiva. Un tema que excede la simple receta culinaria y confronta con la transición
climática ética y justa.
En dosis correctas, la sal
constituye un condimento nutriente esencial. En exceso, potencializa el riesgo de enfermedades cardíacas, accidentes
cerebrovasculares (ACV) y muerte prematura.
El consumo medio mundial de sal es de 10,8 gramos al día, cantidad que supera los cinco gramos aceptables (un poco menos que una cucharita de té). Es decir, un 200% mayor que lo que acepta una dieta equilibrada. Este exceso amenaza la vida de siete millones de personas en los próximos siete años. Tal es el número de aquellos que seguramente morirán debido a infartos de miocardio o ataques cerebrales.
Esta dramática realidad, expuesta en un
informe reciente de la Organización
Mundial de la Salud (OMS), conspira contra los compromisos asumidos por la comunidad internacional de reducir el 30% el
consumo de sodio hacia el año 2025).
La principal fuente de sodio es la sal de mesa (cloruro sódico), pero también se encuentra en otras substancias utilizadas para condimentar alimentos.
La OMS señala que las dietas malsanas son una de las causas
principales de enfermedad y muerte
en el mundo y advierte que cada día
aparecen más pruebas de la estrecha
correlación entre el consumo elevado
de sodio y el aumento de riesgo
de diversas afecciones, como el cáncer gástrico, la obesidad, la
osteoporosis y las enfermedades
renales. La lenta
toma de conciencia- y de decisiones
concretas- por parte de los gobiernos
no se corresponde con la gravedad
del problema. Conclusión que nace de dicho informe, según el cual sólo el 5%
de las naciones han establecido políticas
obligatorias de protección de la salud, que incluye la reducción del consumo de sodio. Casi tres
de cuatro países en el mundo
carecen de indicadores completos
para asegurar medidas de control. Hasta
la actualidad, solo nueve cuentan con medidas apropiadas de regulación estatal. Entre ellos, cuatro latinoamericanos: Brasil, México, Chile y Uruguay.
Los otro cinco son España, Lituania, Malasia,
República Checa y Arabia Saudí.
Apunten contra la sal
Según la OMS, un enfoque integral de la reducción de sodio para la prevención de enfermedades no transmisibles debe incorporar dos pilares. Por una parte, la adopción de medidas obligatorias y, por otra, políticas públicas de adquisición de alimentos con bajo contenido de sal para las cocinas y cantinas de las instituciones públicas, como hospitales, escuelas, centros de trabajo estatales y residencias de ancianos. También propone ampliar todo lo que ya se hace para educar a los consumidores, como colocar etiquetas bien visibles en los envases de alimentos. De esta manera, los consumidores podrán informarse adecuadamente y optar por los productos con menor contenido de sodio. Finalmente, sugiere la creación o ampliación de las campañas de comunicación que promuevan cambios en el comportamiento individual para la reducción del consumo de sodio.
Por otra parte, y con el fin de aplicar una visión pedagógica más eficaz, recientemente la OMS ha
diseñado un mapa mundial de puntaje con respecto al consumo de sodio). Asimismo, ha estrechado su colaboración con la organización sin
fines de lucro Resolve to save lives
la cual acaba de publicar una base
mundial de datos sobre alimentos,
con información sobre los nutrientes de
productos envasados que se distribuyen en 25 países.
La sal, una prioridad y monopolio
nacional
Para asegurar ese consumo excesivo de la sal es imprescindible un aumento constante de su producción y de
la comercialización mundial.
Suiza, paraíso de las
transnacionales y espacio abierto para una filosofía
predominante que promueve la liberación
de los mercados, jamás renunció al
monopolio de la comercialización
de la sal,
un sector que el Estado controla desde
hace 450 años. Un interesante
análisis de 2018 del cotidiano
helvético Le Temps comenta que se trata de
“uno de los últimos
monopolios públicos de Suiza” y que “en la era del comercio globalizado, Suiza
conserva una particularidad: el impuesto sobre la sal”.
Dicho artículo además subraya que, aunque el Gobierno suizo rechazó la
iniciativa popular para la soberanía alimentaria por
considerarla proteccionista, de
todos modos “ha mantenido uno de los
últimos monopolios públicos en Suiza: la sal”. El mismo se encuentra en
manos de la sociedad anónima Salines
Suisse SA, constituida en 2014 a
partir de la fusión de Salines du Rhin y Saline vaudoise de Bex. Sus
accionistas son los 26 cantones suizos (provincias
o Estados) y uno de sus vecinos, el
Principado de Liechtenstein.
Estos accionistas tienen derechos exclusivos para producir y comercializar la sal en el país en virtud de un acuerdo Inter-cantonal de 1973 Salines Suisse produce anualmente
unas 650 mil toneladas de sal, con ventas
altísimas los últimos años. La gran demanda de sal durante los inviernos
de 2020 y 2021 batió varios récords
de ventas- unas 630 mil toneladas, máximo histórico para la empresa. Las 370 mil toneladas de sal
destinadas al deshielo de rutas
fueron las más significativas en la
historia suiza. Los beneficios netos
correspondientes también fueron jugosos.
La sal no sólo se
utiliza para el consumo en la mesa familiar, sino también para descongelar caminos nevados en el invierno alpino (principal mercado), la industria y el sector farmacéutico,
de importancia estratégica para la economía
del país. Salines Suisse reconoce en su
sitio oficial que “la industria química de Basilea pudo
desarrollarse gracias a la fábrica de sal del Río Rin” y sostiene que
la mayor parte de la sal utilizada en el
comercio y la industria se presenta en forma
de ácidos y soluciones alcalinas, aunque muchos productos de uso cotidiano,
como el jabón,
también contienen sal. Y agrega que “en Suiza,
la industria transforma cada año unas 100 mil toneladas en una amplia gama de
productos”. Desde el vidrio –y
los envases en general– hasta el detergente
para lavar la ropa, numerosos productos contienen sal.
Cuando sal rima con litio
Dieciséis de los 18 salares más extensos del mundo se ubican en Sudamérica. El mayor, el de Uyuni, en Bolivia, abarca más de 10 mil km².
Le siguen el de Atacama, en Chile, y
el Coipasa (entre Chile y Bolivia). El Arizaro es el más extenso de Argentina, con mil 600 km²,
junto con los de Hombre Muerto, Pipanaco
y Antofalla, por citar los primeros de la lista de los sudamericanos. Sólo el Salinas Etosha, en Namibia (segundo en extensión a nivel mundial, con cuatro
mil 800 km²) y el Salar de
Bonneville, en Estados Unidos
(con 260 km²), escapan a la supremacía regional cono-sureña.
Significativamente, los salares sudamericanos también representan
el 58% de las
reservas mundiales de litio, mineral cada vez más
esencial para el desarrollo de numerosas tecnologías “limpias” (ecológicamente hablando), las cuales buscan sustituir parcialmente a los combustibles fósiles.
El litio
juega un papel fundamental en la producción de celulares, baterías, computadoras y automóviles eléctricos.
La reserva sudamericana
es más del doble de la de China, hasta ahora
la segunda en importancia, y seis veces más grande que la de Australia, tercera en la lista.
Un análisis muy completo intitulado “La gobernanza del
litio y el cobre en los países andinos”, publicado en 2020 por la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (CEPAL), pone el dedo en la llaga al analizar a fondo la trascendencia estratégica del litio y los desafíos
que les plantea a los países sudamericanos
en términos de su extracción y
comercialización. El estudio señala
que este mineral
“está provocando un aumento de la presión
extractiva en los países andinos, en los que
abundan el cobre y el litio,
e impulsando la expansión de la frontera extractiva, algo que tiene amplias
consecuencias sociales, económicas y ambientales en estos territorios”.
En síntesis, que esa industria minera, con el pretexto de
reemplazar los combustibles fósiles-
y así combatir el calentamiento global- atenta contra los intereses locales y regionales
de asegurar una transición energética ética y justa.
Descifrar el panorama de quiénes controlan la producción del litio sudamericano permite descifrar los grandes intereses transnacionales que están en juego teniendo en cuenta que, según la Agencia Internacional de Energía, la demanda del mineral aumentará 42 veces de aquí al año 2040, particularmente para la fabricación de baterías de autos eléctricos.
A inicios del año pasado, el Centro Estratégico
Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), publicó un informe sobre
la situación legal, económica y
geopolítica del litio en la región, teniendo como referencia los países que poseen yacimientos de litio:
Bolivia, Argentina, Chile, Perú, México
y Brasil.
Según CELAG, Bolivia, Argentina,
Chile, México y Perú controlan más
del 67%
de los recursos mundiales de litio. Los mismos
están concentrados
principalmente en Bolivia (21 millones de toneladas (MdT), Argentina
(18,3 MdT) y Chile (9,6 MdT).
En cuanto a las grandes empresas que lideran la
producción mundial del litio, CELAG enumera las chinas
Jiangxi Gangfeng Lithium y Tianqi Lithium (con acciones en SQM, con presencia en Chile y en México); las norteamericanas
Albemarle (opera en Chile) y FMC Corporation, y la Sociedad Química y
Minera de Chile (SQM o Soquimich).
El informe indica también que la Tianqi
está ganando presencia y opera junto con la Albemarle la mina más grande del mundo, la Greenbushes en Australia. A SQM, Gangfeng y Albermale se
suman Jemse, Orocobre, Toyota Tsuyo y Livent en Argentina. En Brasil, Sigma,
AMG, CBL, y en Bolivia, TBA-Boacheng y ASI Systema.
América Latina: del plato de comida diario a nuevos desafíos
geo-estratégicos; del consumo y la producción en vertiginoso
aumento de la sal
a la angurria desmedida de transnacionales
y grupos políticos de poder por el control del litio
en la reserva mundial más importante
de ese mineral. Sal y litio van de
la mano, y los excesos de su consumo
amenazan no sólo al ser humano (y su
salud cotidiana), sino también a la Tierra, su propia
vida y su sobrevivencia.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario