&&&&&
“Desperdicios al por mayor. Según
cifras oficiales de la Confederación Helvética, cada año, el consumo alimentario suizo genera
unos 2.8 millones de toneladas de residuos alimentarios, lo que corresponde a
casi 330 kg de residuos anuales por habitante. Según un estudio
de Foodwaste.ch de 2021, el 28% del
desperdicio alimentario en este país europeo se genera en los hogares; el 7%, proviene de los restaurantes; 10% del comercio mayorista y minorista; 35% de la transformación y 20%
de la agricultura. En cuanto al impacto en el medio ambiente, el sistema
alimentario representa alrededor del 28% de la
huella ecológica total de Suiza (impacto en el efecto invernadero), una cuarta parte de la cual procede de residuos alimentarios
que podrían ser evitados.
/////
LA
OTRA CARA DEL HAMBRE ES EL DESPERDICIO DE COMIDA.
Mil millones de personas podrían
alimentarse con lo que hoy se desecha
*****
Por Sergio Ferrari | 18/07/2023 | Economía
Fuentes: Rebelión martes 19 de julio del 2023.
Alternativas al derroche alimentario
En la ciudad suiza de Ginebra, una asociación
solidaria instaló cuatro frigoríficos con alimentos que se renuevan
diariamente, a disposición del consumo público y gratuito.
Iniciativa de
Eco-ciudadano (Eco-citoyen, en su nombre en francés), organización que se
propone limitar los desperdicios de alimentos, entre otros, frutas, verduras,
lácteos, carnes, pastas o conservas.
Entusiasmo desmedido ante ciertas ofertas o compras hogareñas no bien planificadas. Así mismo, artículos que caducan o productos sobrantes, pero en buen estado, a la venta en negocios mayoristas y minoristas, y que están condenados a terminar en la basura. Realidades repetidas tanto en Ginebra, como en tantos otros lugares del mundo donde casi un 20 % de los desperdicios alimentarios provienen de los hogares.
Evitar los basureros
Los
frigoríficos denominados Free-go (gratis), cuentan normalmente
con un armario externo para los artículos que no necesitan enfriamiento. En Ginebra
fueron instalados en el barrio Les
Charmilles y en la Casa de las
Asociaciones, en el popular
Plainpalais, así como, a partir de este año, en el Centro Roseraie de Carouge y en el Pâquis. Cada uno de ellos ofrece alimentos que no pudieron ser vendidos y que son recogidos
diariamente por voluntarios de la
asociación en muchos comercios o de
casas de particulares que desean
donar. Esta experiencia tiene
precedentes en el Cantón de Neuchâtel,
donde se promovieron ya a partir de 2019
con resultados muy positivos).
El objetivo
principal es “reducir el desperdicio de productos mediante la sensibilización de los
hogares”, explicaba Marine Delévaux,
directora del proyecto ginebrino, en
un reciente reportaje publicado por el cotidiano suizo Le Courrier.
Para la
directora, darles una segunda oportunidad a los alimentos condenados a la basura es, ante todo, “un acto cívico”. Y reconoce
que si bien los free-go juegan
un papel social importante al poner
a disposición productos de forma
gratuita, la propuesta no solo está dirigida a familias con ingresos precarios. Cualquier persona puede servirse, por ejemplo, una manzana o una pera, explica la
responsable.
La fruta, así como las verduras,
constituyen la mayor parte de los comestibles,
a los que se añaden ocasionalmente quesos
o yogures. Alguna-os voluntaria-os, incluidos beneficiarios del Hospicio
General (institución de Ayuda Social
de la ciudad), están a cargo de los recorridos en bicicletas por las tiendas asociadas para buscar los sobrantes.
La propuesta busca también involucrar
en el aprovisionamiento a los vecinos
del propio barrio donde se ubican las heladeras
populares. Todo el mundo
puede colocar allí productos de huerta,
pero también artículos secos como arroz o pastas cuya fecha de validez no
haya caducado. No se permite
alcohol, productos abiertos, ni comidas ya preparadas.
El primero de estos frigoríficos populares cumplió un año y el resultado es excelente, explica Marine Delévaux. La mayoría de los free-go, que ya cuentan con clientes habituales, se vacían rápidamente, una hora después de ser aprovisionados. Eco-ciudadano calcula que en un año se recuperaron tres toneladas de alimentos. La asociación también organiza colectas “al pie de los edificios”, para dar a conocer su práctica de recuperación entre los vecinos.
Otras formas novedosas
A nivel nacional,
la Fundación Table Suisse (Mesa Suiza) evitó en 2022 que 17.5 millones de porciones de comida terminaran en
la basura. Dicha organización con sede en el Cantón de Friburgo y seis antenas
regionales se moviliza contra el
derroche y la pobreza, recuperando alimentos
y productos de buena calidad que ya no
pueden venderse. Provienen de grandes
distribuidores, productores y minoristas y los redistribuye gratuitamente a instituciones
sociales que atienden a personas
de muy escasos recursos).
En 2022, recuperó 6.100 toneladas de productos alimentarios y no alimentarios de calidad
irreprochable que, de otro modo, habrían acabado en los basureros y que representan casi una cuarta parte más que el año
precedente.
Según la
fundación, todos los actores de la cadena alimentaria
generan a nivel nacional 2.8 millones de toneladas de residuos anuales. Dos tercios de los cuales están en buen estado para el consumo humano cuando llega la fecha
de caducidad. Cifra que representa, en Suiza, un desperdicio
anual de 330 kilos por persona.
Otra
alternativa interesante contra el derroche la constituye Fruits en Cavale (Frutas a Domicilio),
que promueve desde 2016 en el Cantón de Neuchâtel el aprovechamiento
de frutas que por no ser cosechadas terminan desechándose.
Compuesta íntegramente por voluntarios,
la asociación organiza la recolección
urbana de fruta en la región de Neuchâtel (costera al lago, Val-de-Ruz
y Val-de-Travers). Los propietarios de
árboles recurren a la asociación cuando no pueden asegurar la recogida o en los casos en que se confrontan
a una producción demasiado abundante.
Esta actividad no autoriza ningún
tipo de intercambio monetario ni venta.
El producto se reparte equitativamente entre los propietarios, los voluntarios recolectores y diversas organizaciones de asistencia social (como el Centro Social Protestante o Emaús) que
lo destinan para el consumo de sus
beneficiarios.
Una
organización de este tipo, SOS Fruits
(SOS Frutas) nació en 2020 en el Cantón de Vaud, con Lausana
como capital. Este modelo se inspira en una experiencia semejante denominada Les fruits défendus (Frutas Prohibidas) que existe en Quebec, Canadá, desde hace ya dos
décadas.
A nivel macro
europeo – y también presente en otros continentes– la iniciativa Too Good To Go (Demasiado buena para
desperdiciarla) es una aplicación que permite a los usuarios comprar comida restante de calidad en muy diversos restaurantes
por un precio muy bajo que puede llegar al tercio
del valor real.
La aplicación
facilita acceder, por ejemplo, a comidas elaboradas no vendidas al final del día, así como a paquetes “sorpresa”, con menús variados y de bajo costo. La misma facilita navegar
en los sitios Web de los locales
cercanos al domicilio del usuario
para encontrar el lugar más apropiado al gusto
del mismo. La aplicación informará además sobre la franja horaria en que se puede recoger
la bolsa de comida, para lo que
exige extrema puntualidad.
Como lo señala el sitio suizo de Too Good To Go, esta iniciativa “le da a la comida una segunda oportunidad” El hecho de que grandes cadenas de supermercados con beneficios millonarios (y no siempre principales defensores del medio ambiente) así como Nestlé, la cuestionada transnacional de la alimentación, participen entre los asociados, aunque no le resta utilidad a la aplicación disminuye la credibilidad sobre el sentido político de la misma.
Pan de ayer
Todo comenzó
una década atrás con una idea muy sencilla. Cotidianamente, miles de barras de pan, medialunas, sándwiches,
tortas y biscochos de muy diversos
tipos van a parar a la basura,
aunque estén en perfecto estado para el
consumo humano.
Fue entonces cuando se lanzó el proyecto Äss-Bar (que en dialecto suizo alemán significa “Se
puede comer”) que reintroduce el pan y la repostería
del día anterior en el circuito de
consumo. Los productos se recogen
por la mañana en las distintas panaderías
asociadas situadas en las proximidades
de los siete puntos de venta – todas coquetas, estilo boutique– con que cuenta Äss-Bar en las principales
ciudades.
En esos
elegantes negocios especiales,
ubicados en Lausana, Bienne, Berna,
Lucerna, Zúrich, Basilea y Winterthur, esos productos del día anterior cuya
manipulación debe respetar
estrictamente la cadena de frío se
pagan a mitad de precio o incluso
más barato. Según el sitio Web de
esta iniciativa “ya se han ahorrado varios cientos de toneladas de productos”,
con un impacto positivo no sólo para el medio
ambiente sino también para el bolsillo
de los consumidores. En la actualidad,
Äss-Bar cuenta con unos 90 empleados
en toda Suiza y el hecho de consumir alimentos del sector de la panificación del día
precedente es ya algo normal en la concepción del suizo medio. Si hace algunos años en los puntos de venta se veían
en particular jóvenes, estudiantes y
personas con menos recursos, hoy, los compradores,
son indiferenciados y pertenecen a todo el espectro
social.
Desperdicios al por mayor
Según cifras oficiales de la Confederación Helvética, cada año, el consumo alimentario suizo genera unos 2.8 millones de toneladas de residuos alimentarios, lo
que corresponde a casi 330 kg de
residuos anuales por habitante. Según un estudio de Foodwaste.ch de 2021, el 28% del desperdicio alimentario en este país europeo se genera en los hogares;
el 7%,
proviene de los restaurantes; 10% del comercio mayorista y minorista; 35% de la
transformación y 20% de la
agricultura.
En cuanto al impacto en el medio ambiente, el sistema alimentario representa alrededor del 28% de la huella ecológica total de Suiza (impacto en el efecto invernadero), una cuarta parte de la cual procede de residuos alimentarios que podrían ser evitados.
Desechos planetarios
En septiembre
de 2022, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO) informó que el
número de personas afectadas por el hambre
había aumentado en 2021 hasta llegar a
828 millones,
lo que significa un incremento de
unos 46 millones en relación a 2020 y de 150 millones desde 2019 En total, en 2022 se estimaba que 3.100 millones de personas no contaban con una dieta saludable.
La misma organización
onusiana, en su informe “El estado mundial de la agricultura y la
alimentación” de 2019 estimaba que el 14 % de la producción alimentaria
mundial se pierde después de recolectarse
y antes de llegar a los puntos de venta.
Las Naciones Unidas estima que el 17 % de los alimentos es desperdiciado tanto en la venta al por menor como por los consumidores
directos, especialmente en el marco
hogareño. Según la FAO, con los alimentos que se pierden y derrochan se
podrían alimentar anualmente a 1.260 millones de personas víctimas del flagelo del hambre y la desnutrición crónica.
Desde la
perspectiva ambiental, la pérdida
y el desperdicio
de comida representan entre el 8 % y el
10 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, lo que
contribuye a un clima inestable y a
fenómenos meteorológicos extremos como sequías e inundaciones. Estos cambios, a su vez, repercuten negativamente en el rendimiento de las cosechas, reducen
potencialmente la calidad nutricional de
los cultivos y provocan
perturbaciones en la cadena de suministros.
Por tanto, según el organismo de la ONU, es fundamental priorizar la reducción de los alimentos que terminan en la basura
para asegurar la transición hacia
sistemas agroalimentarios sostenibles.
Sistemas que hagan más eficiente el uso
de los recursos naturales, disminuyan su repercusión negativa en el planeta
y garanticen la seguridad alimentaria y la correcta nutrición para
todos los seres humanos.
Vientres
llenos en lugar de basureros repletos y alimentos desperdiciados. Un desafío
tan esencial, simple y humano, que pareciera imposible
que todavía hoy no se pueda concretizar.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario