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“La Europa de abajo, también castigada. En cuanto al impacto en Europa, un tal tratado
supondrá el aumento de las cuotas de importación de
carne con aranceles aduaneros reducidos, lo que implicará “que los agricultores europeos se enfrentarán a una mayor
competencia, que hará bajar los precios y, por tanto, intensificará el sistema
agrícola europeo más concentrado”. Y subrayan que también en el Viejo Mundo, las
principales beneficiarias serán las multinacionales
europeas que buscan hacerse con nuevos contratos públicos y/o exportar pesticidas que ahora
están prohibidos en Europa y automóviles de una tecnología y tipo de combustión
ya superadas.
Las cuatro plataformas completan
el panorama desolador que imaginan si se aceptara definitivamente el Acuerdo UE-Mercosur: “la impunidad de las
violaciones de los derechos humanos y de los pueblos perpetradas por las
grandes empresas transnacionales no hará sino reforzarse. Aunque el acuerdo
prevé la supresión de más del 90% de los
derechos de aduana sobre los intercambios entre las dos
zonas, son las empresas de los sectores automovilístico,
químico y farmacéutico europeos, y del sector agroexportador
de los países del Mercosur,
basado en el monocultivo,
las que más se beneficiarán”.
Así mismo, sostienen que de firmarse ese tratado se
profundizarán las asimetrías económicas entre la UE y los países del Mercosur, según un modelo neocolonial de
acaparamiento de recursos en detrimento de la diversidad,
la autonomía y la resiliencia de las economías locales y regionales, y de la
integración entre los pueblos. Y argumentan: “Allí donde las normas comerciales deberían
revisarse y limitarse en nombre de los imperativos del siglo XXI, este proyecto de acuerdo organiza estrictamente la
lógica contraria: las políticas climáticas, por ejemplo, se aceptan a condición de que
no contravengan las normas destinadas a aumentar el
comercio internacional de bienes y servicios”.
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MERCOSUR
Y LA UNIÓN EUROPEA
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Por Sergio Ferrari.
Fuente. Prensa Latina sábado 15 de julio del 2023.
La segunda quincena de junio un tema tan
trascendente como complejo volvió a ubicarse en el centro de la agenda
Suramérica-Europa. Lula estuvo en Francia y el
Acuerdo de Asociación Estratégica entre el Mercosur y
la Unión Europea fue parte de la pulseada entre futuros “socios”. Por otra parte, el 2 de julio la Declaración
Final del XXVI Encuentro del Foro de San Pablo,
que reúne fuerzas progresistas y de izquierda del continente, denunció los
acuerdos de libre comercio.
El Mercosur integra a Argentina, Brasil,
Paraguay y Uruguay en tanto Estados Partes. Venezuela está momentáneamente
suspendida; Bolivia
presentó su demanda de adhesión y junto con otros seis países del subcontinente
son naciones asociadas: Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Perú y Surinam.
Durante su visita a París
para participar en la Cumbre por un Nuevo Pacto Financiero Global, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva actualizó
sus críticas a las nuevas exigencias de la Unión Europea (UE) con
respecto a dicho acuerdo, a las que evaluó como “amenazas”. Al mismo tiempo,
apeló a un cambio profundo de las
instituciones financieras internacionales
del Bretton
Woods, creadas después de la
Segunda Guerra mundial que “no funcionan más”. Puso
como ejemplo de ese
disfuncionamiento el préstamo del Fondo
Monetario Internacional a Argentina, acordado durante el Gobierno del ex presidente Mauricio Macri.
Reforzando esta visión continental, el documento
final del reciente Encuentro del Foro de San Pablo realizado en Brasilia del 29 de junio al 2 de julio,
denuncia
“los tratados de libre comercio y la arquitectura
jurídica creada por ellos, que dan más poder a las transnacionales en perjuicio
de nuestra soberanía”. El mismo documento “exalta la actitud del presidente Lula de rechazar las sanciones ambientales y otros
mecanismos proteccionistas que aparecen en los debates sobre el Acuerdo
Mercosur-Unión Europea”
Amenazas
En su visita a Francia el mandatario
sudamericano declaró ante sus pares francés Emmanuel Macron y
alemán Olaf
Scholz, que «los acuerdos comerciales deben ser más justos”. Expresó su interés
en lograr un tratado con la Unión
Europea, pero consideró que por el momento
no es posible. La carta adicional
que hizo llegar la UE a los presidentes
del Mercosur
“no permite
llegar a un acuerdo”, refiriéndose a un anexo que incluye sanciones en caso de no cumplir, entre otros
compromisos, con nuevas metas
ambientales.
Lula afirmó que no es
imaginable
que se promueva una asociación estratégica y exista una carta adicional que suponga una amenaza para
una parte de los socios firmantes. El mandatario ya había rechazado esas nuevas exigencias
durante la visita que realizó a Brasilia
la segunda semana de junio Ursula von der Leyen, presidenta de la
Comisión Europea, al iniciar en Brasil
una gira por América Latina.
Luego de 20 años, las negociaciones entre el Mercosur y la UE concluyeron en junio de 2019, pero el tratado no ha sido ratificado por los parlamentos de los países participantes, requisito condicionante para su aplicación. Se trata del pacto comercial más importante para la Unión Europea ya que implica la;
integración de un mercado de 800 millones de habitantes, representa casi una cuarta parte del PBI
mundial y con más de US$ 100 mil
millones de comercio bilateral de bienes y servicios).
En marzo de este año, la UE presentó nuevas condiciones al Mercosur
rechazadas por
Lula, al mismo tiempo que los países
sudamericanos objetaban posibles sanciones en caso de no cumplir, por
ejemplo, las
metas ambientales fijadas desde Bruselas para el comercio bilateral. Los
cuestionamientos de los países del Mercosur tienen que ver con las regulaciones establecidas unilateralmente en el Pacto Verde Europeo, aprobado en 2020. Entre ellas, una
que prohíbe la compra de productos
que provengan de zonas libres de deforestación, lo que afectaría a muchas de las exportaciones de los países
sudamericanos.
Gritan su descontento
Se debe poner fin a las negociaciones de un acuerdo de liberalización comercial “obsoleto, neocolonial y desequilibrado», señalaron cuatro actores de la sociedad civil brasileña y francesa en un comunicado conjunto hecho público horas antes de que Lula iniciara su agenda oficial en Francia.
En un momento en el que la Comisión Europea (CE) está desplegando una gran energía para finalizar el acuerdo lo antes posible,
el colectivo nacional Stop Mercosur,
el Frente Brasileño contra el acuerdo UE-Mercosur, la coalición francesa «Solidarité Brésil» y la Red Brasileña por la Integración de los Pueblos (Rebrip), llamaron a que
la CE ponga fin a las presiones y amenazas que está ejerciendo contra los
países del Mercosur. Y exigen a todas las partes implicadas poner fin a estas negociaciones.
Las cuatro plataformas expresaban así la toma de
posición previa de 170 organizaciones sociales,
ONG, sindicatos y federaciones campesinas de unos 30 países latinoamericanos y europeos, que ya en
mayo habían definido un marco crítico a este acuerdo
comercial, sugiriendo diversas alternativas y propuestas viables. Las 170
organizaciones denominaron su toma de posición:
“Solidaridad, igualdad, cooperación y comercio
sostenible: una alternativa al acuerdo de liberalización comercial UE-Mercosur”.
Entre los firmantes se encuentran Vía Campesina,
Greenpeace, y Amigos de la Tierra; CADTM y ATTAC de
Francia; la CGT, Comisiones Obreras y la
Confederación Intersindical de España; KoBra y
la Oficina Ecuménica por la Paz y la Justicia de Alemania; el Movimiento de
Trabajadores sin Tierra (MST) y la
Articulación Tierra y Fuego de Brasil; la Sinistra Italiana y el TNI de los
Países Bajos, por citar solo algunos).
Las cuatro plataformas brasileñas y francesas– que
retoman ese documento de los 170
firmantes- advierten que el contenido actual del Acuerdo Mercosur-Unión
Europea, en caso de ser ratificado, agravaría “las asimetrías económicas y socioambientales existentes
entre ambos bloques”. Y, además,
acentuaría la especialización primaria
de las economías de los países del Mercosur en detrimento de la diversificación económica.
Según la percepción de las cuatro
plataformas, los sectores industriales, la agricultura
familiar y campesina, las pequeñas y medianas empresas de los países del
Mercosur- en particular
debido a la apertura de los mercados de
contratación pública- y las clases sociales medias y desfavorecidas de los
países sudamericanos “no tienen nada que ganar con un
acuerdo tan desequilibrado”.
El mismo, sostienen, beneficiará a los productores
y exportadores de materias
primas agrícolas, mineras y energéticas, a las empresas transnacionales
europeas que elaboran productos farmacéuticos,
agroquímicos y automóviles, así como a los interesados en los contratos
públicos y en la privatización de los servicios
públicos, a costa de violaciones de los derechos humanos y de impactos socio-
ecológicos aterradores sobre los pueblos indígenas,
las poblaciones locales, la
tierra, los bosques, los ecosistemas y la biodiversidad.
La Europa de abajo, también castigada
En cuanto al impacto en Europa, un tal tratado
supondrá el aumento de las cuotas de importación de carne con aranceles
aduaneros reducidos, lo que implicará
“que los agricultores
europeos se enfrentarán a una mayor competencia, que hará bajar los precios
y, por tanto, intensificará el sistema agrícola europeo más concentrado”. Y subrayan que también en el Viejo Mundo, las principales beneficiarias serán las multinacionales
europeas que buscan hacerse con
nuevos contratos públicos y/o exportar
pesticidas que
ahora están prohibidos en Europa y automóviles de una tecnología y tipo de
combustión ya superadas.
Las cuatro plataformas completan
el panorama desolador que imaginan si se aceptara definitivamente el Acuerdo UE-Mercosur:
“la impunidad de las violaciones de los derechos
humanos y de los pueblos perpetradas por las grandes empresas transnacionales
no hará sino reforzarse. Aunque el acuerdo prevé la supresión de más del 90% de los derechos de aduana sobre los intercambios
entre las dos zonas, son las empresas de los
sectores automovilístico, químico y farmacéutico
europeos, y del sector agroexportador de
los países del Mercosur,
basado en el monocultivo,
las que más se beneficiarán”.
Así mismo, sostienen que de firmarse ese tratado se
profundizarán las asimetrías económicas entre la UE y los países del Mercosur, según un modelo neocolonial de acaparamiento
de recursos en detrimento de la diversidad,
la autonomía y la resiliencia de las
economías locales y regionales, y de
la integración entre los pueblos. Y
argumentan:
“Allí donde las normas comerciales deberían
revisarse y limitarse en nombre de los imperativos del siglo XXI, este proyecto de acuerdo organiza estrictamente la
lógica contraria: las políticas climáticas, por ejemplo, se aceptan a condición de que
no contravengan las normas destinadas a aumentar el comercio internacional de
bienes y servicios”.
Concluyendo su análisis, Stop Mercosur, el Frente
Brasileño contra el acuerdo, la coalición francesa «Solidarité
Brésil» y la Red Brasileña por la
Integración de los Pueblos (Rebrip) reiteran que
no tiene por qué ser así, ya que
“a ambos lados del Atlántico, tenemos mucho más que
ofrecer en términos de cooperación y solidaridad internacionales que un acuerdo
comercial neoliberal”.
Los firmantes comparten la necesidad de reforzar los lazos entre los países de la Unión Europea y los
de Mercosur, y más ampliamente entre los pueblos de Europa y América Latina.
Pero esto no puede construirse únicamente en torno al comercio de bienes y
servicios que se transportan a través del Atlántico. Y concluyen:
“Al contrario, pedimos a nuestros gobiernos que se
comprometan y reorienten sus relaciones geopolíticas y comerciales sobre la
base de nuevos principios, como los propuestos recientemente por 170 organizaciones
sociales con el fin de garantizar una buena vida para todos en lugar de
asegurar beneficios para unos pocos».
Las cartas están sobre la mesa. Les toca jugar ahora a los gobernantes de uno y
otro lado del Atlántico que se miran con
recelo. Partido delicado
ante un público que no acepta trampas y que es consciente
que del resultado dependerá, en gran medida, su propia sobrevivencia.
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