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“MONTEVIDEO, EN EL DÍA CERO:
EL PRIMER CASO MUNDIAL DE UNA CAPITAL SIN AGUA POTABLE EN EL SIGLO XXI. MONTEVIDEO SIN AGUA. ¿SEQUÍA O SAQUEO?
ALERTA EN URUGUAY: ¿POR QUÉ MONTEVIDEO SE QUEDA SIN
AGUA POTABLE? Las reservas de este recurso natural están en mínimos
históricos y advierten que el agua de los hogares del área metropolitana no
será bebible en cuestión de días. ¿Por qué? Uruguay está en alerta por la crisis del agua en Montevideo. La sequía que afecta al país llegó a un punto
crítico en los hogares de la capital y sus alrededores, donde las reservas se ubican en
mínimos históricos. En apenas dos días, las reservas en Paso Severino bajaron casi 200.000 metros cúbicos y
se ubican por debajo del 2%, por lo que en pocos días no habrá agua potable
en las canillas. El
panorama no es alentador, ya que según los pronósticos no se prevén lluvias significativas a corto plazo. A este paso, advierten que solo en unas
semanas el agua que saldrá por las canillas de los hogares del área metropolitanana no será
bebible.
ALERTA en Uruguay: ¿por qué
Montevideo se queda sin agua potable en las canillas? La escasez de este recurso natural en
los embalses que nutren a OSE (Obras Sanitarias del
Estado, la empresa pública encargada del abastecimiento) provocó un aumento de los niveles de cloruros y de sodio
en el agua que sale de la canilla. Según
explica el diario uruguayo El País, OSE cuenta con una planta
potabilizadora en Aguas Corrientes, en el
departamento de Canelones, a 60 kilómetros de Montevideo. La planta toma agua
dulce del Río Santa Lucía Grande,
que llega del norte, pero como éste está seco, empezó a
hacerlo con la del Río de la
Plata, que viene del sur.
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URUGUAY
Y EL AGUA: EL DÍA CERO.
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Por Eduardo Gudynas | 06/07/2023 | América Latina y Caribe, Ecología social
Fuente
Rebelión jueves 6 de julio del 2023.
Compartimos esta
crónica del
semanario cooperativo Brecha,
de Uruguay, sobre la falta de agua potable en Montevideo, «el primer caso en el mundo
de una ciudad capital que llegó a esa situación de colapso«.
Los dilemas cotidianos en la zona metropolitana: lo que se dice en la calle y
en la feria. La diferencia entre «emergencia hídrica» anunciada
por el presidente Lacalle Pou, y la crisis
ambiental, sanitaria y económica en curso. Los impactos en personas de
riesgo, y en la desigualdad entre quienes no
pueden comprar lo esencial. Con las reservas de agua
dulce en el orden del 2%, sin agua
potable en las canillas, dice el cronista: «Cruzamos el
día cero sin saberlo».
«Café con agua sin sal, café con agua dulce», gritaba el vendedor callejero en la feria de Tristán Narvaja el domingo. En esos mismos días hay alivio en la familia porque finalmente se pudo cambiar la resistencia del calefón; la segunda que sucumbe carcomida por sales y sedimentos en los últimos tres meses. Celebramos poder bañarnos. Antes, en el barrio, los bidones de agua costaban 110 pesos, pero en el quiosco de la esquina, la picardía capitalista los tenía a 160 pesos; ahora, el gobierno lanzó una medida tributaria que redujo el precio. ¿Es para festejarlo? Posiblemente, no, porque, como es imposible cocinar, por ejemplo, una sopa con el agua salada, deberemos comprar más bidones. Observo las manchas marrones que van avanzando en cucharas y tenedores. ¿Tendré que desechar los que son devorados por la sal? ¿El gobierno convocará una rueda de prensa anunciando que anulará los impuestos a la venta de cubiertos?
De estos y otros modos similares se
transita la crisis del agua potable en toda la zona metropolitana de Montevideo.
Cruzamos lo que
sería el día cero, pero casi nadie lo advirtió, e incluso es imposible
determinar si el gobierno lo ocultó o simplemente no comprende lo que ocurre.
Ese concepto se aplicó en Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, ante la severa sequía
que padeció durante varios años y que alcanzó su extremo en 2018. A medida que caían las reservas de agua dulce de
esa ciudad (con más de 4,6 millones de habitantes), se aplicaban crecientes restricciones sobre el consumo de agua. Tenían un plan, por supuesto que discutible, pero se organizó con anticipación
un programa de medidas escalonadas.
Cuando las reservas de esa ciudad sudafricana cayeran por debajo del 13,5%, inmediatamente se decretaría el día cero: ya no habría agua potable para distribuir. Aquí, en Montevideo, la situación es mucho más grave, ya que las reservas en Paso Severino están por debajo del 3% (equivalentes a tres días del consumo de agua capitalino).
Hay agua en las
canillas, pero ya no es potable desde hace semanas. Cruzamos el día cero sin saberlo. Los organismos estatales que debían indicarlo callaron y, como no hay
ningún plan organizado, se desemboca en la
improvisación. Todo esto se disimuló cambiando el agua
dulce por otra salobre.
Supimos que el agua dejó de ser potable
porque lo dejó en claro la Facultad de Química y
por los análisis difundidos por la Intendencia de Montevideo. Quienes debían haber sido los primeros
en alertar sobre esa situación, OSE y los ministerios
de Salud y de Ambiente, enarbolaron la idea de «agua bebible».
El entrevero en las ideas y los datos se
multiplicó. El secretario presidencial, Álvaro Delgado,
prometía mantener la «calidad» del agua, aunque en ese momento lo que casi
todos entienden por calidad ya se había perdido. Ni siquiera se cumplió ese
compromiso, porque a los pocos días OSE incluso traspasaba
los nuevos exorbitantes límites de salinidad que le habían concedido.
El presidente Lacalle Pou anunció más recientemente una «emergencia» hídrica. En ello hay dos problemas sustanciales. El primero es que ese
término se refiere a una medida que es esencialmente administrativa,
que, por ejemplo, liberaliza y agiliza los gastos. El segundo
es que no se asume que esto no es una emergencia, sino una crisis, y que no es apenas
hídrica, sino que tiene otros componentes.
En efecto, estamos ante una crisis que se expresa en múltiples dimensiones: ambiental, social, sanitaria y económica. Somos testigos de una debacle ecológica, con la cuenca del río Santa Lucía plagada de represamientos y contaminantes. Los impactos sanitarios son evidentes, por ejemplo, para hipertensos, niños y embarazadas, a lo que se suman los riesgos de lidiar con aguas que tienen una sustancia, los trihalometanos, que son posibles cancerígenos. Las implicancias sociales son múltiples, comenzando por acentuar la desigualdad y la marginación, dado que los más pobres tienen menos recursos para lidiar con estos problemas. Finalmente, la situación impacta en los presupuestos domésticos y en el desempeño empresarial.
Se estima que es indispensable ingerir,
cada día, casi cuatro
litros de agua en varones y casi tres en mujeres (siete durante el embarazo).1 Esos
requerimientos se multiplican al sumar la cantidad requerida para cocinar. Eso
explica que, por ejemplo, en Ciudad del Cabo,
bajo el día cero el gobierno se comprometía a otorgar una
«ración» de 25 litros por persona por día.
En cambio, aquí, en la más reciente
conferencia de prensa, dos ministros
anunciaron que se brindarían dos litros de agua
potable por persona, no solo para niños o embarazadas, sino
ampliándolo a un grupo más grande. Se escenificó una medida supuestamente contundente,
pero que en realidad era brindar menos agua de la
necesaria a los más vulnerables, embebida en una fanfarria publicista
que no debería servir para disimular esa tenue solidaridad.
El día cero finalmente nunca llegó para Ciudad del Cabo, ya que unos días antes regresaron las
lluvias. Sin embargo, todo indica que Montevideo es el primer caso en el mundo de una ciudad capital que llegó a esa
situación de colapso. Otras metrópolis, como El Cairo, Yakarta o
Ciudad de México, arrastran dificultades por décadas, pero debido a
recursos persistentemente escasos. En cambio, nuestra capital siempre estuvo
rodeada por ríos y arroyos, pero que fueron contaminados, degradados o alterados de muchas maneras
por décadas, y sin tomar medidas de contingencia ante una eventual sequía.
A tono con la obsesión
publicista lograremos estar en otro primer lugar
mundial que nos convertirá en un ejemplo. Seremos la primera ciudad capital que, en el siglo XXI, alcanzó el día
cero, quedándose sin agua, bajo un gobierno que nunca lo entendió.
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