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“Participación indígena para
preservar la Amazonia. El 8 y el 9 de
agosto, y en paralelo – aunque sin ninguna relación orgánica– con la Campaña Descoloniza tu Comida promovida por la Red de
Pueblos Indígenas (muchos de los cuales viven en naciones de la cuenca amazónica), se realizó en la ciudad de Belém de
Pará, en el norte brasileño, la Cumbre de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA). En dicha Cumbre, convocada por Brasil,
también participaron dirigentes de primer nivel de Colombia, Ecuador, Bolivia,
Perú, Guyana, Surinam y Venezuela –las otras siete
naciones que integran esa región geográfica, verdadero
pulmón ecológico y principal reserva de la biodiversidad
del planeta.
“El documento final, con un
centenar de puntos, incluye una agenda para confrontar la deforestación
y establece medidas de cooperación entre naciones para la protección del Bioma Amazónico. Un aspecto clave del documento final
consiste en recordarle a las naciones poderosas del mundo que deben cumplir sus
compromisos financieros destinados al cuidado y la protección
de la Amazonia, tal como lo establecen los acuerdos climáticos de la ONU. Se trata de una cifra cercana a
los 100 mil millones de dólares anuales. A pesar
de esos pasos positivos, portavoces de las comunidades
indígenas expresaron su escepticismo sobre los resultados globales de la
Cumbre. Temas esenciales como la meta de
deforestación cero hasta 2030 o el control de la
expansión petrolera y de gas en la Amazonia no encontraron
respuestas efectivas.
“Importantes organizaciones
indígenas,
fundamentalmente de Brasil, reunidas en Brasilia muy poco antes (28 a 30 de junio), fueron
categóricas en cuanto a la exigencia de una participación
activa de los pueblos indígenas en la
Cumbre Amazónica. En esa ocasión se acordó convocar una suerte de pre-Cumbre (sociedad civil y
representantes de los gobiernos) en la misma Pará
de Belém. Sin embargo, la participación real de los pueblos indígenas en
el cónclave de la OTCA, así como en la dinámica
de toma de decisiones, sigue siendo un punto de
fricción debido a desavenencias entre la sociedad civil y los Estados.
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NUEVO PROTAGONISMO DE
ORGANIZACIONES ORIGINARIAS.
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Alimentación abundante o hambre multiplicado.
Preservar la Madre Tierra o destruir la
biodiversidad. Disyuntivas cada vez más cotidianas con efectos directos para
una gran parte de la población mundial. Los pueblos
indígenas toman la palabra y exigen protagonismo.
Por
Sergio Ferrari.
Prensa
Latina- Firmas Selectas. Domingo 20 de agosto del 2023.
El pasado 9 de agosto, para celebrar el Día Internacional de los Pueblos Indígenas 2023, la Red de Pueblos Indígenas “Slow Food”, la cual reúne a 370 comunidades en 86 países, lanzó una Campaña Mundial con el eslogan “Descoloniza tu comida”. Dicha iniciativa anima a las comunidades indígenas a reforzar la lucha para preservar su patrimonio alimentario contra los avances de la “comida rápida”, o “fast food”
Alimentos industrializados vs
biodiversidad
Según los promotores de la Campaña,
desde tiempos ancestrales los pueblos autóctonos han defendido y promovido una exhaustiva variedad de especies
vegetales y animales y bregado arduamente para asegurar la sobrevivencia de sus conocimientos tradicionales, sus lenguas y sus alimentos, todos
ellos seriamente amenazados de extinción
por procesos sociales y ambientales
destructivos.
La Red de Pueblos Indígenas
destaca también que sus territorios,
donde vive el 6%
de la población mundial, concentra
el 80% de la biodiversidad del planeta. Y
que sus comunidades son depositarias de conocimientos y alimentos
tradicionales. Sin embargo, el acaparamiento
de tierras, las prácticas agrícolas
insostenibles, las violaciones de los derechos de los pueblos indígenas y
el cambio climático amenazan dramáticamente esa herencia.
Otra amenaza trascendente,
que a veces no
se manifiesta de forma tan obvia, es
la colonización
creciente de los alimentos locales o nativos por parte de la industria alimenticia. Por una parte, esta industria y sus corporaciones
procuran apropiarse de los conocimientos
y productos indígenas sin el consentimiento de dichas comunidades. Además, sin
reconocerlo ni redistribuir los beneficios
con las mismas. Por otra parte,
los comestibles industriales y globalizados desplazan gradualmente a los generados por las comunidades locales y
tradicionales.
La Red de Pueblos Indígenas
denuncia que los medios de comunicación
y, en muchos casos, también las políticas públicas, fomentan la
producción y el consumo de los
productos alimenticios industriales.
Como consecuencia, se agrava la inseguridad
alimentaria de las comunidades indígenas debido
a la homogeneización de su dieta básica
y la desaparición de tradiciones y aun sabores culinarios,
economías locales e identidades alimentarias.
Las Naciones Unidas advierten que
ya en 2020 unos 130
millones de personas en
América Latina y el Caribe no lograban contar
con una dieta
cotidiana saludable. Un informe
de varias agencias de la ONU devela el escándalo nutricional que golpea el
continente:
“En la región, la
prevalencia de inseguridad alimentaria moderada
o grave, de sobrepeso en niños y niñas menores de cinco
años, y de obesidad en adultos, es superior a los promedios mundiales. Además,
la región tiene la dieta saludable más costosa en comparación con otras regiones del mundo”.
La antítesis de las recetas
autóctonas la constituye la comida “chatarra”, o
“de rápido
acceso” (de allí su nombre en inglés, fast food), con altos niveles de
grasas, azúcar, condimentos y aditivos. De acuerdo con datos de la consultora Grand View Research, el mercado mundial de comida rápida generó 529 mil 500 millones
de dólares en 2020. Las estadísticas anticipan para ese sector una tasa
compuesta de crecimiento anual (CAGR) de 4,6%
entre 2021 y 2028).
El movimiento indígena recuerda el valor
de lo propio, de su sabiduría popular: los
alimentos autóctonos y tradicionales
pueden desempeñar un papel importante en
la lucha contra el hambre y la
malnutrición. Las dietas a base de ingredientes naturales contribuyen a un estilo de vida saludable y preservan los ecosistemas locales y los recursos medioambientales. Y concluye
que
“dicho modelo se encuentra
en fuerte competencia con los alimentos procesados de
la industria agroalimentaria y el creciente uso
de Organismos Genéticamente Modificados (OGM)”. La
“inundación” del mercado con estos productos provoca un cambio
considerable en los hábitos alimentarios, cuyos
efectos nocivos para la salud se expresa cotidianamente. Sólo en 2022, la superficie mundial de cultivos
transgénicos aumentó un 3,3%, alcanzando
los 202 millones de hectáreas, la superficie más
alta jamás sembrada hasta ahora.
Este incremento se dio, especialmente, en Brasil, Australia, India, Paraguay y Sudáfrica.
De los 29 países
que siembran cultivos
transgénicos en el mundo, 10 se encuentran en Latinoamérica,
región donde se concentra casi la mitad del área cultivada. De los 10 principales países de este sector, cuatro son latinoamericanos, con Brasil y Argentina a la
cabeza).
Alimentos e identidad
Comentando sobre la importancia de la Campaña Descoloniza tu comida, Dalí Nolasco Cruz,
dirigente indígena mexicana, y miembro del
directorio de Slow Food, sostiene que
“Nuestra
alimentación nos
conecta con nuestras comunidades, con la Madre Tierra y con nuestros antepasados.
Es nuestra cultura, nuestro conocimiento, nuestra vida,
es decir, nuestra propia identidad».
Para esta joven
activista social oriunda del Pueblo Nahua de Tlaola, en Puebla,
dirigente de la organización local Timo’Patla Intercultural A.C. y miembro de
la mesa coordinadora de la Red Mopampa de empresas de economía social y
solidaria de mujeres indígenas,
«es esencial garantizar que
los alimentos de los pueblos indígenas sigan
siendo respetados, protegidos y celebrados como parte integrante de la cultura culinaria mundial»). En México, la Red de Pueblos Indígenas está desempeñando
un papel muy activo en esta campaña al promover
que las comunidades indígenas identifiquen y
presenten los alimentos locales que desean descolonizar. Desde años participa en las diversas
iniciativas y campañas que demandan un país sin
transgénicos.
Nolasco Cruz insiste
fervientemente en la necesidad imperiosa de promover la
«agricultura local
para defender la biodiversidad, el territorio
y la identidad de las comunidades
nativas”, en particular en América Latina,
“donde la situación sigue siendo crítica”. Ya en 2022,
en declaraciones de prensa, afirmaba que en las comunidades
indígenas esta labor es aún más importante pues
la represión que han sufrido durante muchísimo tiempo ha causado que se olviden de sus
tradiciones. «Muchas mujeres indígenas mexicanas
están haciendo recetarios para descolonizar la dieta,
reeducar los paladares y reconectar con los sabores de
los pueblos indígenas y los ancestros».
Participación indígena para
preservar la Amazonia.
El 8 y el 9 de agosto, y en paralelo –
aunque sin ninguna relación orgánica– con la Campaña Descoloniza tu Comida promovida
por la Red de Pueblos Indígenas
(muchos de los cuales viven en naciones de la cuenca amazónica), se realizó en la ciudad de Belém de Pará, en el norte brasileño, la Cumbre de la Organización del Tratado de
Cooperación Amazónica (OTCA). En dicha Cumbre, convocada
por Brasil,
también participaron dirigentes de
primer nivel de Colombia, Ecuador,
Bolivia, Perú, Guyana, Surinam y Venezuela –las otras siete naciones que integran
esa región geográfica, verdadero pulmón ecológico
y principal reserva de la biodiversidad del planeta.
El documento final, con un centenar de
puntos, incluye una agenda para confrontar la deforestación y establece medidas de cooperación
entre naciones para la protección
del Bioma
Amazónico. Un aspecto clave del documento final consiste en recordarle a las naciones poderosas del mundo que deben cumplir sus compromisos financieros destinados al cuidado y la protección de la Amazonia, tal como lo establecen los acuerdos climáticos de la
ONU. Se trata de una cifra
cercana a los 100 mil millones de dólares anuales. A pesar
de esos pasos positivos, portavoces
de las comunidades
indígenas expresaron su escepticismo sobre los resultados globales de la Cumbre.
Temas esenciales como la meta de
deforestación cero hasta 2030 o
el control de la expansión petrolera y de gas en la Amazonia no encontraron respuestas efectivas.
Importantes organizaciones
indígenas, fundamentalmente de Brasil,
reunidas en Brasilia muy poco antes (28 a 30 de
junio), fueron categóricas en cuanto a la exigencia de una participación activa de los pueblos
indígenas en la Cumbre Amazónica. En esa ocasión se acordó convocar una suerte de pre-Cumbre (sociedad civil
y representantes de los gobiernos) en la misma Pará de Belém. Sin embargo, la
participación real de los pueblos indígenas en el cónclave de la OTCA, así como en la dinámica de toma de
decisiones, sigue siendo un punto de
fricción debido a desavenencias entre
la sociedad civil y los Estados.
A fines de junio,
las organizaciones indígenas reunidas en Brasilia
advirtieron que, si bien los pueblos indígenas de la cuenca amazónica
“son verdaderos y profundos expertos y protectores de los bosques,
aún no cuentan con las condiciones necesarias e indispensables aseguradas para
participar efectivamente en los procesos de diálogo,
proposición y construcción de la mencionada Cumbre”.
Además, que abordar la agenda de la Amazonía
sin la participación efectiva de sus propios Pueblos
Indígenas demuestra la falta de reconocimiento
de sus vidas y de los roles que desempeñan a
favor del mantenimiento y defensa de los bosques. “Una
vez más”, señalaron en dicha ocasión, “nos
enfrentamos a debates y construcción de propuestas sobre nuestros territorios sin la garantía de nuestra participación, lo que revela la práctica colonialista recurrente que busca silenciar nuestros protagonismos, al tiempo que
suplanta nuestras voces y autonomía en los
espacios de toma de decisiones”.
Con la mira en la preservación de la biodiversidad amazónica y poniendo
el acento en la necesidad de la valoración de
los alimentos autóctonos, en los primeros días
de agosto el movimiento indígena pasó a la ofensiva. Y alzó su voz fuerte y decidida, aunque no siempre escuchada, reconocida y valorada por los Estados y
el poder económico. Un paso más de denuncia de la
colonización 531 años después de un tal Cristóbal Colón.
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