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“Quizá
sea que la zozobra de las grandes utopías ha
llevado a que recorra el mundo un pensamiento extremadamente sensato, que reivindica formas “humanas” de
opresión, a cambio de que los privilegios
formales de sus sostenedores sean preservados por las clases dominantes. El abstencionismo se sostiene
como síntoma de indignación y la ausencia
de una política de poder transformadora En Argentina, la pendularidad histórica
de los sectores que adscriben a este ideario, así como su obscena disposición a
saldar un pasado de sangrienta lucha de clases con
homenajes póstumos, viene obstaculizando significativamente el camino hacia una transformación
de fondo de las estructuras que generan la injusticia
social, dice Falcone.
La
pobreza ronda al 43% de la
población. Se trata de un fenómeno inusual y paradójico a la vez: altos niveles de empleo acompañado de un aumento de la pobreza. La tasa de desocupación del último trimestre de 2022 fue del
6,3% de la población económicamente activa, PEA, una de las más bajas de los
últimos años, pero la pobreza no siguió el mismo
ritmo, y sigue aumentando desde el segundo semestre de 2022.
No hay candidato que enamore, que brinde
esperanzas siquiera. La última fue Cristina Fernández
de Kirchner, dos veces presidenta y ahora
vicepresidenta, perseguida por el lawfare, víctima de un intento
frustrado de magnicidio…. pero no será candidata
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LA ARGENTINA REAL Y LA
ARGENTINA «FOR EXPORT».
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Por 07/08/2023 | Argentina
Fuente. Rebelión lunes 7 de agosto del 2023.
No hay
candidato que enamore, que brinde esperanzas siquiera. La última fue Cristina Fernández de Kirchner, dos veces presidenta y
ahora vicepresidenta, perseguida por el lawfare, víctima de un intento
frustrado de magnicidio… pero no será candidata.
Eso que el
mundo conoce como Argentina quizá sólo sea una entelequia
mediática que abarca cerca de 50 o 60 cuadras alrededor del Obelisco de Buenos Aires. Muy poco más allá está la realidad de pobreza y
desocupación, de hambre y
exclusión para casi la mayoría de un país que fue considerado el granero del mundo.
Hubo un
sueño emancipador, sí, pero fue ahogado en sangre por el patriciado local y tan fieles como
genocidas ejércitos a mediados
del siglo XIX y nuevamente en el siglo XX. Hoy, una vez más, el árbol de la capital-puerto tapa el bosque de la sangrante Argentina
profunda.
En ese clima
aberrante de desigualdades extremas, Roberto
García Moritán, actual
legislador de la Ciudad de Buenos -más conocido
por ser esposo de la modelo Pampita-
lanzó un spot en su campaña electoral
proponiendo
“una avenida
que conecta el norte con el sur de la ciudad. En el medio, un edificio que
concentra todos los piquetes protestas y los acampes…
Este año tenemos la gran oportunidad de recuperar el orden y la
libertad”.
Y para ser
más claro, su mensaje señalaba
que
“la
imagen de Evita será relocalizada a cargo del gobierno nacional” (en manos
del peronismo, mientras el de la capital es
manejado por la derecha). La avenida a la que se refiere es nada menos que la 9
de Julio (la más ancha del mundo), y allí está el edificio del Ministerio
de Desarrollo Social, de 22 pisos, en cuyos frente norte y sur tiene la imagen
de la considerada “abanderada de los humildes”, Eva
Perón.
(De fondo
bien se podría escuchar “No llores por mí, Argentina)
Lo que
sugiere García Moritán (portavoz
de muchos de sus correliginarios) es
terminar
con los reclamos de los trabajadores, de los indígenas, de los sin trabajo, y también terminar
con los derechos sociales adquiridos
de los argentinos. Ya el expresidente Mauricio Macri instaba en
las entrevistas con “dinamitar” todo
lo hecho por los gobiernos peronistas.
El piquete es uno de
los paradigmas en los
cuales se concentra parte de la protesta comunitaria. Consiste en la interrupción -no total ni
violenta- del tránsito normal de
una vía de comunicación, con el fin de obtener mejores condiciones de vida o al
menos que no empeoren las
existentes.
El
movimiento piquetero argentino nace de una necesidad
vital para los trabajadores:
la lucha contra el desempleo, que con el neoliberalismo
adquirió dimensiones de catástrofe, ante el absoluto abandono de los desocupados y de sus reivindicaciones por parte de la burocracia oficial de los sindicatos. En la
medida en que «organiza a los desorganizados», el
movimiento piquetero es un freno al intento de
atomizar a la clase obrera a través del desempleo.
La
ciudadanía con demandas insatisfechas busca una democracia que la escuche y la
siente a la mesa de las decisiones. Esa demanda de legitimidad democrática no es suficiente si no se asocia a una
esperanza de mayor bienestar futuro. Y si los
gobiernos no lo logran, seguirán los estallidos como
en diciembre de 2001, porque sus políticas neoliberales son
las que en realidad fabrican a los piqueteros
No miremos a
los pobres, a la gente que vive en la
calle y duerme en las recovas y plazas (hasta en los “pitucos” Barrio Norte y Recoleta) y afea las ciudades
y deben ser desalojados como
residuos, como dice el actual precandidato neoliberal a gobernar la capital,
Jorge Macri, primo del expresidente depredador.
El escritor argentino Ezequiel Martínez Estrada señaló que “bajo el asfalto está la pampa”. Hoy, bajo el asfalto
aflora la Argentina del dolor. Sus hijxs, tan invisibles como el cacique
Garabombo de Manuel Scorza (fallecido
escritor peruano que escribió obras sobre las revueltas campesinas), siguen sin participar del mapa del reparto
de riquezas, que cada vez más se inclina hacia
las trasnacionales extractivistas y la clase
alta empresarial, docta en fuga de capitales y asaltos al erario público.
Quizá los
dirigentes argentinos hayan leído a Eugene McCarthy,
quien decía que ser político es como ser entrenador de fútbol: “Tienes que ser tan listo como para entender el juego
y tan tonto como para creer que es importante”.
Lo que en el exterior hoy se nombra genéricamente como “un argentino” no es otra cosa que un arquetipo del medio pelo cosmopolita y urbano, subordinado al mito narcisista de la belleza absoluta y la juventud eterna, que promueven los centros del poder, la moda, y el consumo desde el Norte Global, se anima a afirmar Jorge Falcone.
Hay una argentinidad for export, pero también está ese
hermano kolla, wichi, aymara, tehuelche,
mapuche, guaraní despojado por el agronegocio de la tierra de sus mayores, que no aparece sino
folclóricamente en los medios masivos, que difunden el arquetipo genérico
de que argentino es oriundo de sus
principales ciudades, y particularmente de la capital-puerto.
Para esa argentinidad for export, la normalidad
consiste en evadir cargas fiscales en Uruguay, veranear en Punta del Este, viajar a Miami de compras con la excusa de ver jugar a Lionel Messi, intentar asesinar a la vicepresidenta, opinar desembozadamente que “a los negros que cortan rutas hay que matarlos a todos”, que la política en serio es la que se decide
en las urnas.
Vociferan en los
seudo programas políticos de la televisión que “la grieta” a
superar consiste en lograr la síntesis
entre dos expresiones políticas que coinciden
en ajustar y
reprimir, o que un país
civilizado no debería tener a un indio por gobernante. ¿Hay, acaso, algún país europeo -sinónimo de civilizado para ellos- que
tenga un indio como gobernante?
También en
reuniones de empresarios se preguntan qué va a pasar con el
país. ¿Cómo explicar el país for export? O cómo explicar la Justicia
en la Argentina. Según el miembro de
la Corte Suprema de Justicia, Carlos Rosenkrantz, «los argentinos están perdiendo la confianza
en el poder judicial». Él es uno del culpable de que eso pase.
Hoy la
novedad a la hora de las elecciones -porque de eso se trata “su” democracia- es hacerlo por opciones moderadas. Porque es sabido que para el ciudadano de bien la equidistancia entre capital y trabajo mejora la
digestión, la sexualidad y el sueño. La
democracia se va quedando sin
votantes… Los discursos peronistas o derechistas
no se diferencian en el fondo: quizá hayan contratado al mismo publicista
extranjero.
Las 18 elecciones ya
realizadas en las provincias, evidencian una
baja participación, que en algunas fue menor al 60%.
En varias el voto en blanco fue tercera o cuarta fuerza, como si ningún
candidato fuera votable.
Hay quienes
sostienen que el gran elector es el Fondo
Monetario Internacional (FMI), ya que los primeros cuatro candidatos en las encuestas son “pagadores
seriales”, sostenedores de sus políticas. Desde agosto de 2022 Sergio Massa es el ministro del ajuste en cogobierno con el
FMI, mientras mantiene sus excelentes
relaciones con Washington, en
especial con Juan
González, director para el hemisferio occidental del Consejo de
Seguridad de la Casa Blanca.
Por supuesto
también lo son Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, los dos
precandidatos presidenciales que compiten
por la neoliberal Juntos por el Cambio, y ni qué hablar el ultraderechista Javier Milei,
peores que el proyecto pro estado unidense de
Massa: se comprometieron a devaluar cuanto antes -con lo que
la disparada de precios internos sería
alevosa-, y a privatizar las
empresas estatales.
También a
cortar el gasto público tal como reclama el
Fondo, y a disminuir salarios y jubilaciones, y
encarar una reforma laboral y otra previsional. Bullrich propuso pedir más deuda al FMI para un “blindaje” similar al fracasado en diciembre de 2001,
que dio lugar al estallido social que desalojó (huida en helicóptero) al presidente
Fernando de la Rua de la Casa Rosada.
Y como es obvio, esos ajustes y eliminación de conquistas sociales y laborales requerirán una represión policial y de las fuerzas de seguridad en un nivel mucho más criminal que entre 2015 y 2019.
Hartazgo, desinterés
Pero el rechazo que la sociedad tiene por la actividad
política acaso sea el más alto en 40 años de
actividad parlamentaria, desde 1983 para
acá cuando los sucesivos gobiernos no han sido capaces de cortar con una política
iniciada en 1976 con el golpe de Estado cívico-militar,
ese que dejó 30 mil desaparecidos.
Obviamente
aquella política impuesta desde Washington hoy
se aplica, se ejecuta en otras condiciones. Y uno puede olvidarse de ello hasta
que mira los números de la distribución del ingreso y la pobreza en Argentina para saber que se
está hablando de básicamente lo mismo.
A alguien se
le dio por decir que la democracia que se impuso es un método político que, como cualquier otro, debe ser justipreciado por sus resultados. En Argentina,
mientras pretenden no ser lo que son,
con escaso poder de convicción y
demasiados antecedentes a la vista y en la memoria colectiva, en las elecciones (hasta ahora
provinciales) la abstención y el
voto en blanco crecen, recuerda Sergio
Sinay en Perfil.
Quizá sea
que la zozobra de las grandes utopías ha llevado
a que recorra el mundo un pensamiento extremadamente sensato, que reivindica formas “humanas” de
opresión, a cambio de que los privilegios
formales de sus sostenedores sean preservados por las clases dominantes. El abstencionismo se sostiene
como síntoma de indignación y la ausencia
de una política de poder transformadora
En Argentina, la pendularidad histórica de los sectores
que adscriben a este ideario, así como su obscena disposición a saldar un
pasado de sangrienta lucha de clases con
homenajes póstumos, viene obstaculizando significativamente el camino hacia una transformación
de fondo de las estructuras que generan la injusticia
social, dice Falcone.
La pobreza ronda al 43% de
la población. Se trata de un fenómeno inusual y paradójico a
la vez: altos niveles de empleo acompañado
de un aumento de la pobreza. La tasa de desocupación
del último trimestre de 2022 fue
del 6,3% de la población
económicamente activa, PEA, una de
las más bajas de los últimos años, pero la pobreza
no siguió el mismo ritmo, y sigue aumentando desde el segundo semestre de 2022.
No hay
candidato que enamore, que brinde esperanzas
siquiera. La última fue Cristina Fernández de Kirchner,
dos veces presidenta y ahora vicepresidenta, perseguida por el lawfare, víctima de un intento
frustrado de magnicidio… pero no será candidata.
La eventual
defunción del kirchnerismo (al menos en lo
electoral), quizá el hecho triste y
deplorable para la Argentina popular,
debe celebrarla el país burgués: el sistema político, que gestiona con
éxito renovado los intereses de la estructura agraria
agroexportadora y los intereses trasnacionales -en general
financieros y extractivistas-, sigue reinventándose a sí mismo.
Lo que hoy
se palpa que esa Argentina burguesa y retardataria sigue construyendo escenarios
de legitimación propia que lo ponen al abrigo de amenazas, que hasta
ahora siempre se insinuaron, pero fueron abortadas por las buenas, por las malas,
y por la peores también. Quizá la desesperanza
logre convertir la desesperanza en opción de poder político.
Del
otro lado del charco (conocido como Río la Plata), Mario Benedetti
explicaba en su poema «Te Quiero», que ‘en la
calle, codo a codo, somos mucho más que dos’.
ARAM AHARONIAN: Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster
en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la
Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de
Análisis Estratégico (CLAE)
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