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“Por otro lado -y quizá esto es lo fundamental- el Movimiento Semilla no trae un proyecto revolucionario. Las acusaciones de la derecha
más troglodita ahí están presentes, preparando
el camino para neutralizarlo. Como se ha leído en las redes sociales: “Arévalo y seguidores apoyan el aborto, la
mariquitación social mal llamada inclusión, la pérdida de valores, la
desintegración de la familia, la legalización de
las drogas, el aumento del gasto público, el
incremento del populismo y el nepotismo y la eliminación del ejército. Buscan
hacer de Guatemala una Venezuela”. Para tomar distancia de todo esto Semilla
aclaró, casi con vehemencia, que “no es comunista”,
que no habrá expropiaciones ni cosas por el estilo. La embajada de Estados Unidos y ciertos grupos económicos de los
más poderosos del país le dan su beneplácito, lo cual indica por dónde podrá
transitar próximamente. Revolución socialista a la
vista: no. Eso está claro. Por tanto, las
expectativas de mejora económica para las grandes masas seguramente no
podrán cumplirse; eso sirve a la derecha para mostrar que
“las izquierdas en el poder son inoperantes”.
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GUATEMALA:
¿ESTAMOS ANTE UNA “NUEVA PRIMAVERA”?
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Por Marcelo
Colussi.
Fuente.
Prensa latina. Firmas Selectas.
Domingo
27 de agosto del 2023.
Definitivamente el campo popular ha perdido muchísimo en estos últimos años.
Conforme con lo sucedido en todo el mundo, el triunfo de los planes neoliberales y el anticomunismo feroz que nos
dejó la primera Guerra Fría (ya estamos viviendo
la segunda), los avances y conquistas de los de a pie retrocedieron en forma
fenomenal. En Guatemala, si bien después de la Firma de la Paz en 1996 se habían abierto algunas
tímidas esperanzas de cambio, con las últimas administraciones presidenciales
(Otto Pérez Molina, Jimmy Morales, Alejandro Giammattei) esos mínimos avances desaparecieron completamente.
La actuación de la Cicig
durante un corto período de tiempo (cuando así lo determinó Washington, solo a su conveniencia) marcó un momento
de “respiro” en la sociedad, porque se sentía que se actuaba contra la corrupción galopante que se había instalado.
No debe olvidarse al respecto, tal como dijo uno de los apresados por esa cruzada anticorrupción que se desató en el 2015, que se detuvo a la Línea
1, pero jamás se tocó -ni parece que se vaya a tocar nunca- a la Línea
2.
Desde ese entonces, la
corrupción pasó a ser, en términos mediáticos, el problema principal del país. Los “malos de la película” fueron los mandatarios venales
que, con sus robos y fechorías,
“empobrecen al pueblo”. Verdad a medias. La corrupción
existe, sin dudas, pero es efecto de un sistema basado en la explotación de las grandes mayorías trabajadoras al
que llamamos “capitalismo”. Los hechos
corruptos, que aparecen en todos los gobiernos del mundo, en el Norte próspero
y en el Sur empobrecido, no son la real causa de
las penurias de las poblaciones: es la forma en que se distribuye la riqueza. Esos
funcionarios corruptos, que se mueven con
características delincuenciales Que diferencia sustancial, hay entre un ladrón
de celulares, ¿un pandillero que pide extorsión o un
político robando un presupuesto público? son producto de un sistema
injusto en sus raíces. Esos funcionarios, que lo que menos parecen ser es “servidores públicos”, son una excrecencia dentro de
un sistema en sí mismo perverso y corrupto.
De todos modos, desde hace un tiempo el llamado Pacto de Corruptos (clase política impresentable, crimen organizado,
cierto empresariado voraz) ha ido copando todas
las estructuras del Estado, asegurándose un
clima de completa impunidad para sus oscuros negociados,
manejados como mafias al peor estilo de Al Capone. Para la presente elección contaban con
que repetían un triunfo en la presidencia, afianzando y profundizando una
sangría a los recursos públicos de forma inmoral.
Pero la población reaccionó. El voto popular dijo
no a esa avanzada gangsteril, dando como ganador
a una propuesta renovadora: el Movimiento Semilla.
Definitivamente,
el triunfo de Bernardo Arévalo constituye una bocanada de aire fresco en una atmósfera irrespirable
como la que se tenía en el país últimamente, con grupos
mafiosos manejando los gobiernos (nacional y municipales) con criterios
de banda delincuencial, con un tufillo que apestaba y que llevó a la población a decir “basta”.
En el medio de la desazón generalizada que se
vivía, con abusos de poder por parte del gobierno rayanos
ya en el autoritarismo de una dictadura disfrazada de democracia, la aparición de Semilla es
una buena noticia. Ahora bien: ¿qué se puede esperar realmente de este nuevo
gobierno a partir de enero del 2024? Seamos realistas sin
perder la dimensión en el análisis. Tan bochornoso era el clima imperante que
una propuesta de reforma quiere verse como una “nueva
primavera” (remedando así la “primavera democrática”
de 1944). Ojalá lo sea, pero todo indica que no deberíamos hacernos
especiales expectativas.
Esto no es un llamado
al derrotismo, sino al realismo. Las propuestas
del Movimiento Semilla,
surgidas a partir de las movilizaciones
anticorrupción del 2015, no representan en realidad proyectos de
transformación social. Se centran básicamente en un esquema de transparentización de la función pública, intentando
eliminar la corrupción. Pero es sabido que esas estructuras
enquistadas en el Estado desde hace décadas, harán lo imposible por
resistir. De hecho, en el Congreso no tiene mayoría,
y el gobierno será una disputa permanente contra
los poderes más oscuros.
En este momento, recién transcurridas las elecciones, se puede vivir un clima de euforia, sintiéndose el triunfo del Movimiento Semilla como un auténtico avance popular. En un sentido, muy limitadamente, lo es: la población votante no se dejó embaucar y dijo “no” al Pacto de Corruptos. Pero ¡cuidado!: tengamos bien en cuenta qué representa haber ganado el Poder Ejecutivo. Desde la casa presidencial se podrán impulsar cambios, sabiendo que los verdaderos factores de poder no quieren cambios sustanciales. El nuevo gobierno, si es que llega asumir sin contratiempos el próximo 14 de enero, se las verá difícil. Ante todo, debemos estar preparados para todo tipo de juego sucio en estos meses, previéndose que las mafias enquistadas en el Estado puedan hacer cualquier cosa para no perder espacio. La lucha, por tanto, será ardua.
Por otro lado -y quizá esto es lo fundamental- el Movimiento Semilla no trae un proyecto revolucionario. Las acusaciones de la derecha
más troglodita ahí están presentes, preparando
el camino para neutralizarlo. Como se ha leído en las redes sociales:
“Arévalo
y seguidores apoyan el aborto, la mariquitación social mal llamada inclusión,
la pérdida de valores, la desintegración de la familia, la legalización de las
drogas, el aumento del gasto público, el incremento del populismo y el
nepotismo y la eliminación del ejército. Buscan hacer de Guatemala una
Venezuela”. Para tomar distancia de todo esto Semilla aclaró, casi con
vehemencia, que “no es comunista”, que no habrá
expropiaciones ni cosas por el estilo. La embajada de
Estados Unidos y ciertos grupos económicos de los más poderosos del país
le dan su beneplácito, lo cual indica por dónde podrá transitar próximamente. Revolución socialista a la vista: no.
Eso está claro. Por
tanto, las expectativas de mejora económica para las grandes masas
seguramente no podrán cumplirse; eso sirve a la derecha para mostrar que “las izquierdas en el poder son inoperantes”.
Apoyemos el clima de cambio, pero no
esperemos maravillas allí donde no puede haberlas. Terminar
con la corrupción -si eso fuera posible- es loable; pero eso no barre con las injusticias de base. No olvidarlo.
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