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“En
una entrevista, González Rossi manifestaba que se ha propuesto que en todos sus
libros aparezcan personajes gordos, y que intentará que sean
protagonistas. Esta es otra forma de activismo. “Las personas gordas sufrimos un vacío de
representación. O no hay personajes gordos o se construyen como
personajes gordos porque sus tramas van a tratar directa y exclusivamente sobre
la gordura. Los personajes que tienen otros conflictos no suelen ser gordos
porque la representación gorda tiende a ser una herramienta para representar
unas cuestiones muy concretas. Yo quiero que mis personajes gordos sean
complejos”.
Ponerse piel, romper el silencio, crear un espacio de sororidad. Bajo estas ideas, Carmen Sánchez Campos iniciaba el grupo Gordoridades en la Librería Mujeres, que se reúne un día a la semana desde principios de este año. El objetivo del grupo, formado ahora por ocho mujeres, es crear un espacio seguro en el que hablar libremente, tejer red y compartir. “Las gordas siempre hemos pensado que, si no molestamos, si no hablamos, nadie se dará cuenta de que estamos ahí. Necesitamos estos espacios para saber que no estamos solas y poder reconocernos”, explica. Grupos como este permiten por tanto crear una voz común con la que romper ese silencio que no protege, sino que invisibiliza. “Crear gordoridad –palabra que usamos en el movimiento gordo, a la manera de la sororidad– para apoyarnos las unas a las otras es muy importante para enfrentarnos a las opresiones y crear herramientas contra la gordofobia”, cuenta.
“Desde el feminismo, ¿podemos hablar de una gordofobia normalizada e
interiorizada? Sánchez Campos considera que
también aquí es difícil identificar la gordofobia. “La gordofobia sigue siendo la única opresión
socialmente aceptada. El miedo a engordar se traduce en rechazo hacia los
cuerpos gordos, considerándolos indeseables. Las personas gordas enfrentan
discriminación en el sistema sanitario, en las relaciones sexo-afectivas y
familiares, en el entorno laboral y en el ocio. Desde el feminismo debemos cuestionar
esta opresión y reconocer cómo la perpetuamos”.
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GORDOFOBIA,
UNA CUESTIÓN DE GÉNERO.
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Por Diana Oliver | 26/08/2024 | Feminismos
Fuentes. Revista Rebelión. Martes 27 de
agosto del 2024.
La gordofobia afecta de manera desproporcionada a
las mujeres. Tan invisibles como dañinos, los comentarios sobre nuestros cuerpos
moldean nuestra percepción de nosotras mismas.
Estás
más delgada. Estás más gorda. Come más. Come menos. Has cogido algunos kilos.
Te has quitado algún kilo. Ahora que has perdido peso estás más guapa. Los comentarios sobre el físico nos
acompañan a las mujeres desde la más tierna infancia. Circulan a nuestro
alrededor como las partículas de la contaminación: tan invisibles como dañinos,
moldeando nuestra percepción de nosotras mismas y reforzando la presión social
sobre nuestros cuerpos.
Y
es que existe un cuerpo estándar, un ideal, que se impone de forma muy
específica a las mujeres y que implica un juicio de lo que se ajusta o se
aparta de él. Así
lo explica María Martín Barranco,
abogada y divulgadora feminista, autora de libros como Ni por favor ni por favora (Catarata,
2019) y Mujer tenías que ser (Catarata,
2020):
“Gorda
no es solo una palabra, es una forma de prejuicio que genera discriminaciones
directas de forma cotidiana especialmente en la mujer”. Discriminaciones
que impregnan esferas tan amplias como el empleo, la ropa, las relaciones o el lenguaje.
“En un contexto donde la delgadez es la meta de vida, y lo más asociado
al éxito, la diversidad corporal es rechazada. De hecho, mucha gente piensa que
la gente gorda lo es por decisión, y no porque exista diversidad de cuerpos, ni
más de 130 factores determinantes de salud. Esto nos lleva a una jerarquía de
cuerpos, donde solo algunos son considerados valiosos o deseables”, explica la nutricionista Victoria Lozada,
quien
denuncia a través de sus
redes que las mujeres somos especialmente presionadas para mantener cuerpos
delgados como una forma de cumplir con las expectativas patriarcales de belleza
y feminidad. Y no solo mantener cuerpos delgados. Según Lozada, las características corporales
de personas racializadas no son las deseables y, cuando los cuerpos
envejecen, tienen menos valía.
“Yo, desde hace ya unos cuantos años, intento ponerme la ropa que me da la gana. Me encantan los crop tops, y al principio me costaba un mundo ponérmelos, era muy consciente de las miradas, de los pensamientos, cuando entraba en algún sitio”, dice la escritora Aida González Rossi, autora de Leche condensada (Caballo de Troya, 2023).
El
rechazo naturalizado a
las personas con cuerpos más grandes se hace visible cuando el cuerpo que
es considerado como “otro” se muestra
en un espacio público. Para González
Rossi, es una forma poderosa a la par que incómoda de revelar lo que
molesta a la gente.
“Aunque me he acostumbrado y ya no me afecta tanto, en ciertos contextos
todavía siento una ‘alarma’ que me recuerda que estoy ‘fuera de lugar’, que
puedo ser insultada, discriminada o recibir comentarios sobre la necesidad de
adelgazar, cosas que ya me han pasado antes”.
González
Rossi, que estudió periodismo y el Máster en Estudios de Género y Políticas de Igualdad en la Universidad
de La Laguna, cree que todas tenemos la voz gordofóbica en la cabeza, que replicamos e inyectamos a otras. O a
nosotras mismas:
“Es común ser más amables con los cuerpos ajenos que con el propio, y aunque podemos evitar la gordofobia hacia otros, seguimos normalizándola internamente. El desafío más grande es aplicar a nuestros propios cuerpos lo que predicamos”, señala y reconoce que este proceso de deconstrucción es continuo y durará toda la vida, porque la violencia estética se internaliza como una voz propia y un discurso inamovible.
Recuerda
Victoria Lozada que
esto no solo se manifiesta en conductas
individuales, sino también en las colectivas.
“Los medios de comunicación, como la televisión y el cine, han promovido
durante mucho tiempo la delgadez como ideal de belleza y éxito; la industria de
la moda ha glorificado la extrema delgadez, y pocas marcas diseñan ropa para
cuerpos grandes; en salud y medicina, existe un sesgo que atribuye cualquier
problema al peso, lo que lleva a una atención médica inadecuada; en el entorno
laboral, las personas con cuerpos grandes suelen ser menos contratadas y
reciben menos oportunidades de promoción; la cultura de las dietas refuerza la
idea de que ser delgado es sinónimo de salud y éxito, perpetuando la estigmatización
de los cuerpos grandes”.
Cuestión de género
La
divulgadora María Martín Barranco afirma que para aplicar la perspectiva de género siempre se debe partir de una base muy simple: preguntarse
en qué situación están las mujeres y los
hombres.
“¿Se trata de la misma manera a mujeres y hombres en el caso de los distintos pesos, tamaños y proporciones de unas y otros?”, se pregunta, y nos anima a echar un vistazo al diccionario. “El Diccionario de la Lengua Española, en su 23ª edición, acumula 30 descripciones relativas a la gordura de todo el ámbito hispanoamericano. Lo que en una persona es inteligencia, en una mujer –que no debemos de ser personas– es atractivo y exuberancia de formas –no de fondo, hasta ahí podíamos llegar–. ¿Definiciones para hombres gordos? ¿Alguna característica física que aparezca con sentido específico para los hombres? Pocas, por no decir ninguna”.
La
gordofobia es una cuestión
que afecta de manera desproporcionada a las mujeres que no se ajustan a los estándares basados en construcciones
de género. Mujeres y niñas están
expuestas a la violación de los derechos
humanos y la discriminación por su
condición, y esto se expresa de múltiples formas, como la violencia estética, la violencia sexual, la violencia económica o la violencia obstétrica, entre otras.
Sobre esta última, en relación a la gordofobia,
investiga Elena Castro, doctoranda
en estudios interdisciplinares de género por la Universidad Jaume I:
“Las mujeres gordas tienen más riesgo de sufrir violencia obstétrica y
además esta es más específica. De igual modo que la violencia aumenta a medida
que convergen varias opresiones en la misma persona –mujer, migrante,
racializada, disca, etc.–, las mujeres gordas están expuestas a sufrir
violencia por mujer y por gorda”.
Cuando
Castro habla de esto
suele utilizar el tripartito de la gordofobia que acuñó Magdalena Piñeyro: tiranía estética, moral y salud.
“En los entornos médicos, la sola visión de un cuerpo gordo activa la
asunción de los hábitos de la persona, que se lee como glotona, sedentaria,
falta de autocontrol; por lo que se la culpa de su estado de salud, que se
asume enfermo sin llegar a realizar ninguna prueba”, explica.
En
el contexto de
las mujeres que buscan un embarazo o están embarazadas, esta visión se entrelaza
con la concepción patriarcal de la maternidad ideal, que comienza a ser
evaluada desde el momento en que se considera el embarazo. Según Castro,
en estos casos las mujeres con cuerpos
gordos, que son percibidos como no saludables por los sistemas médicos, son etiquetadas como malas madres e irresponsables por no
cumplir con los estándares de salud para
la gestación. Esto puede resultar en la denegación de asistencia reproductiva, una hipermonitorización de su peso,
imposición de dietas restrictivas y un
trato condescendiente o incluso violento hacia ellas, similar al de una niña que se ha portado mal.
“Del mismo modo que la entrada de las mujeres a los entornos académicos
y científicos supuso el cuestionamiento de la ciencia machista, del mismo modo
que se ha cuestionado y se sigue cuestionando el conocimiento racista y
homófobo, necesitamos cuestionar la ciencia gordofóbica porque el estado de una
persona depende de muchas más cosas que solo de su peso”, argumenta.
Activismos contra la gordofobia
“La palabra gordofobia no está en el diccionario y, sin embargo, si
hacemos una búsqueda en Google nos arroja ni más ni menos que 682.000
resultados”, dice Martín Barranco.
En
2020, Susana Guerrero
señalaba en el artículo “Léxico e
ideología sobre la gordofobia en la comunicación digital” cómo surge un ciberactivismo feminista que denuncia
los cánones alimentados desde la segunda mitad
del siglo XX por la industria cosmética
y de la moda a través de textos que provienen de experiencias personales de discriminación. Primero en blogs, después en redes, las activistas utilizan el lenguaje como herramienta para hacerse visibles y promover un cambio
social y cultural.
“Los
activismos son el primer foco de visibilización de la gordofobia”, dice Aida González Rossi. Ella descubrió la antigordofobia a través de redes, en concreto por la página de Facebook Stop Gordofobia, que creó Magdalena Piñeyro.
“Durante mucho tiempo, toda la información útil que me hizo vivir mejor
venía de espacios como ese”. Además, señala que hay muchos “vicios
del discurso” cuando se habla sobre gordofobia:
“En los espacios hegemónicos suele darse que personas delgadas hablan por las
personas gordas sobre los problemas de las personas gordas. Está muy bien, pero
el problema es cuando las personas gordas no son la voz de su identidad, no
pueden emitir su propio discurso. El activismo es ese espacio en el que lo
invisible no es invisible”.
En
una entrevista, González Rossi manifestaba que se ha propuesto que en todos sus libros aparezcan personajes gordos, y que intentará que sean protagonistas. Esta es otra forma de
activismo.
“Las personas gordas sufrimos un vacío de
representación. O no hay personajes gordos o se construyen como
personajes gordos porque sus tramas van a tratar directa y exclusivamente sobre
la gordura. Los personajes que tienen otros conflictos no suelen ser gordos
porque la representación gorda tiende a ser una herramienta para representar
unas cuestiones muy concretas. Yo quiero que mis personajes gordos sean
complejos”.
Ponerse
piel, romper el silencio,
crear un espacio de sororidad. Bajo estas ideas, Carmen Sánchez Campos iniciaba el grupo Gordoridades en la Librería
Mujeres, que se reúne un día a la semana desde principios de este año. El
objetivo del grupo, formado ahora por ocho
mujeres, es crear un espacio seguro en el que hablar libremente, tejer red
y compartir.
“Las gordas siempre hemos pensado que, si no molestamos, si no hablamos, nadie se dará cuenta de que estamos ahí. Necesitamos estos espacios para saber que no estamos solas y poder reconocernos”, explica.
Angela Rodríguez, "Pam" sobre la Gordofobia. "A los hombres en política, no se les exige físicamente lo mismo que a las mujeres".
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Grupos
como este permiten por
tanto crear una voz común con la que romper ese silencio que no protege, sino
que invisibiliza.
“Crear gordoridad –palabra que usamos en el movimiento gordo, a la
manera de la sororidad– para apoyarnos las unas a las otras es muy importante
para enfrentarnos a las opresiones y crear herramientas contra la gordofobia”,
cuenta.
Desde el feminismo, ¿podemos hablar
de una gordofobia normalizada e
interiorizada? Sánchez Campos
considera que también aquí es difícil identificar la gordofobia.
“La gordofobia sigue siendo la única opresión socialmente aceptada. El
miedo a engordar se traduce en rechazo hacia los cuerpos gordos,
considerándolos indeseables. Las personas gordas enfrentan discriminación en el
sistema sanitario, en las relaciones sexo-afectivas y familiares, en el entorno
laboral y en el ocio. Desde el feminismo debemos cuestionar esta opresión y
reconocer cómo la perpetuamos”.
La
activista cree que es crucial identificar y desaprender las
expresiones y comportamientos gordofóbicos
que hemos normalizado; además de dar voz a las
mujeres gordas sin silenciarlas.
Sobre las imágenes de este especial
gordofobia
Este
reportaje, así como los artículos que los complementan Gordofobia en consulta, Queremos que desaparezcan las
personas gordas y Ser y hacer, forman parte del especial sobre
gordofobia del número de verano de la revista trimestral El Salto. Para la
sesión fotográfica de los artículos y la portada hemos contado con la
colaboración del Bloke Gorde. En concreto, han posado Bea, Eli y Rosa. Desde
este colectivo relatan que cuando recibieron la invitación hicieron “una
reflexión” y terminaron aceptando.
“Hicimos un esfuerzo por superar la vergüenza y decidimos poner el
cuerpo por delante y dar visibilidad a nuestra lucha. Individualmente no nos
hubiéramos atrevido, pero lo colectivo nos sostiene”.
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