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“No se trata de comparar a Nicolás Maduro y sus bigotones y la figura de Hugo
Chávez, Los memoriosos
recuerdan la formación, en 2002,
después del frustrado golpe de Estado
de un grupo parlamentario venezolano-estadounidense,
llamado Grupo de Boston, encabezado
por el demócrata John Kerry
(secretario de Estado hasta 2017) y el chavista
Nicolás Maduro, en ese entonces presidente
de la Asamblea Nacional. La mitad de los miembros venezolanos eran
diputados opositores. El grupo fue financiado por la Organización de Estados Americanos (OEA). El Grupo de Boston
se deshizo con la retirada de los diputados de la oposición de las elecciones
parlamentarias de 2005. A veces uno se sorprende, pero le
reclaman por escrito a las Fuerzas
Armadas Venezolanas que hagan un golpe
de Estado contra el gobierno constitucional. Además de cometer un delito,
hacen el ridículo: Ignoran la solidez del modelo de unión cívico-militar en Venezuela,
cuyos mandos militares son leales seguidores del lema de Bolívar «Maldito el soldado que levante un arma contra su pueblo». Sin la crisis
civilizatoria ha puesto valores y principios
patas para arriba: el mundo asiste inerme a un genocidio filmado en tiempo real, y la desaparición de la faz de la tierra del Derecho Internacional, sería imposible comprender por qué casi todo Occidente está reclamando en diversos
tonos a un gobierno soberano que
demuestre con documentos respaldatorios que ha ganado las elecciones, señala Alicia Castro, exembajadora argentina en
Venezuela.
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¿QUÉ ESTÁ EN JUEGO EN VENEZUELA?
Es el petróleo, estúpido.
(parafraseando a Clinton).
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Por Aram Aharoniann|16/08/2924
Venezuela.
Fuentes. Revista Rebelión. Viernes 16 de
agosto del 2024.
Lo que está en juego en Venezuela
no es el veredicto electoral sino la apropiación por parte de Estados Unidos de las inmensas reservas
petroleras y minerales del país
y dejar bajo su tutela –la de sus soldados, buques, submarinos, aviones- a
las naciones de la cuenca del Caribe,
que durante más de 20 años lograron sobrevivir, muchas veces, gracias al apoyo venezolano.
Si Bill Clinton fuera el presidente de
EEUU hubiera dejado en claro que “es
el petróleo, estúpido”. Pero Estados
Unidos no va a conformarse apropiándose tan sólo de los 300 mil barriles del petróleo venezolano, porque
también irán por el Presal brasileño,
con sus casi 14.000 millones de barriles.
Y sin un gobierno nacionalista en Venezuela,
las riquezas petroleras del Esequibo y de Guayana caerán también en manos de las trasnacionales
estadounidenses, las que, en parte, financian
las candidaturas presidenciales de demócratas y republicanos.
¿Qué es lo que revela esta
actitud de no reconocer el triunfo chavista?
Simple: la eficacia del poder de chantaje
de Estados Unidos, que a través de una ofensiva
mediática, diplomática y económica sin precedentes logró instalar en el
imaginario colectivo la idea de que la reelección
de Nicolás Maduro fue fraudulenta.
La manipulación mediática ha sido eficaz. Desde meses antes del proceso electoral se
venía anunciado, denunciando, un fraude
en unas elecciones que aún ni siquiera se habían llevado a cabo. En estas guerras de cuarta y quinta generación son los términos usados por analistas y
estrategas estadounidenses para describir la última fase de la confrontación en
la era tecnológica informática y de
las comunicaciones globalizadas,
concepto asimilado al de la guerra
asimétrica, la guerra antiterrorista
y el terrorismo mediático. Las balas (o misiles) son sustituidos por consignas mediáticas destinadas a
destruir el pensamiento reflexivo.
El embuste (también llamado “fake”
en inglés) no es otra cosa que una muestra más del poder de la propaganda elaborada por las usinas de mentiras que
anunciaban irresponsablemente un fraude
con la misma irresponsabilidad e impunidad con la que antes afirmaron que había
armas de destrucción masiva en Irak.
Desgraciadamente, los gobiernos latinoamericanos parecen impotentes para
neutralizar la extorsión diseñada en Washington
y ejecutada por centenares de medios y machacada por miles de lenguaraces que
vociferan a coro la misma melodía: ¡hubo
fraude, muestren las actas!
Venezuela ha desplegado durante dos décadas una intensa diplomacia petrolera en el Caribe, que benefició a los pueblos de la cuenca. A pesar de las
diferencias históricas y culturales y la percepción de este país como un «subimperialismo» regional, su
presencia se acrecentó desde la llegada al gobierno de Hugo Chávez. Iniciativas como Petrocaribe
y acuerdos especiales con algunos países, les permitieron a muchas
naciones a sobrevivir, y -sí- a Chávez
a ganar protagonismo en el área. Hoy esos países parecen hacer mutis por el foro.
Se habla de fraude… pero ¿Cuándo se demostró que ganara la oposición? Una semana
atrás la derecha tuvo ocasión de
mostrar las actas que demostraban su triunfo ante la Sala Electoral del Tribunal
Superior Constitucional, pero sus delegados
se abstuvieron de mostrar prueba alguna., tras reconocer que no tienen actas de escrutinio de los testigos de las mesas, ni
listados de testigos.
Y también aseguraron desconocer quien o quienes realizaron la carga de la
información de las presuntas actas
de escrutinio en la página web de la
organización Súmate, que dirige María Corina Machado, que le otorgaban
la victoria a Edmundo González.
¿Qué significa el reclamo desde el exterior de que el gobierno muestren las actas, más allá de injerencismo en los asuntos internos de otro país? Ni a Jair Bolsonaro se le ocurrió que Lula da Silva mostrara las actas de su triunfo en 2022, ni a Joe Biden exigirlas. Bueno, hubieran pasado un papelón porque en el sistema electoral de Brasil esas actas no existen y sólo hay un comprobante del resultado que exhiban las máquinas de votación, que nadie ha dudado que puedan ser hackeadas.
Los «demócratas» que hoy le exigen al Consejo
Electoral de Venezuela (CNE)
demostración de Actas y votos son
quienes reconocieron en 2019 al
autoproclamado Juan Guaido como
presidente del país en menos de 24
horas, sin votos, sin actas, sin elecciones, pero con el respaldo del gobierno
de Estados Unidos y la complicidad
de los europeos. Ahora dan crédito a
la oposición encarnada por María Corina
Machado que asevera que ganó su candidato, Edmundo González, por amplia mayoría.
La historia vuelve a
repetirse: antes de los comicios denunciaron que
habría un fraude –evidencia que
sabían que iban a perder-, desconocieron el resultado, generaron hechos de
violencia, en nombre de qué democracia.
No se trata de comparar a
Nicolás Maduro y sus bigotones y la
figura de Hugo Chávez, Los
memoriosos recuerdan la formación, en 2002,
después del frustrado golpe de Estado
de un grupo parlamentario venezolano-estadounidense,
llamado Grupo de Boston, encabezado
por el demócrata John Kerry
(secretario de Estado hasta 2017) y el chavista
Nicolás Maduro, en ese entonces presidente de la Asamblea Nacional. La
mitad de los miembros venezolanos eran diputados opositores. El grupo fue financiado
por la Organización de Estados Americanos (OEA).
El Grupo de Boston se deshizo con la
retirada de los diputados de la oposición de las elecciones parlamentarias de 2005.
A veces uno se sorprende, pero le reclaman por escrito a las Fuerzas Armadas Venezolanas que hagan un golpe de Estado contra el gobierno constitucional. Además de
cometer un delito, hacen el ridículo: Ignoran la solidez del modelo de unión cívico-militar en Venezuela, cuyos mandos militares son
leales seguidores del lema de Bolívar
«Maldito el soldado que levante un arma
contra su pueblo».
Sin la crisis
civilizatoria ha puesto valores y principios
patas para arriba: el mundo asiste inerme a un genocidio filmado en tiempo real, y la desaparición de la faz de la tierra del Derecho Internacional, sería imposible comprender por qué casi todo
Occidente está reclamando en diversos tonos a un gobierno soberano que demuestre con documentos respaldatorios que
ha ganado las elecciones, señala Alicia
Castro, exembajadora argentina en Venezuela.
No recuerdo que algún país de América
Latina pretendiera establecer condiciones para regular en detalle las elecciones en el parlamento alemán o para elegir el gobierno de España, pero –entre otros- esos países se arrogan facultades de injerencia directa para tutelar las
cuestiones internas de la política
venezolana.
María Corina informa de su
plan al subcomité para el Hemisferio Occidental de la Cámara de Representantes
de EEUU.
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Obviamente se trata del
petróleo. La oposición de derecha, de la mano de EEUU quiere que la tortilla se vuelva y
regresar a la vieja república. Quieren
cambiar al gobierno elegido por voto
popular, están dispuestos a intervenir militarmente y, realmente, el petróleo venezolano les queda más a
mano que el de Medio Oriente y
tratan de apropiarse de él (vía María
Corina Machado y Edmundo González) sin necesidad de un genocidio como en Gaza.
Son quienes representan a
la oposición, con un plan de gobierno diseñado para la entrega de las riquezas del país a las grandes trasnacionales estadounidenses (y
alguna europea, para que no enojen),
muy similar al de otro ultraderechista,
como Javier Milei.
Las intervenciones militares de los Estados Unidos son precedidas por una serie de acciones, En este
caso el linchamiento mediático, bloqueos y 900 sanciones para crear
desabastecimiento que fogoneen un
descontento social; secuestro de
divisas, actos de violencia
organizada; instalación de un gobierno
paralelo. En medio del caos
provocado, justifican la intervención
militar: en lo posible con militares
venezolanos.
En este escenario de gran fragilidad, contribuir a erosionar a Venezuela es irresponsable. Es el paso
que favorece un golpe. María Corina
Machado le dirigió una carta a Benjamín
Netanyahu pidiéndole su intervención en Venezuela, basada en la «responsabilidad de proteger» los
Derechos Humanos. Este es el
argumento introducido por los EEUU
para justificar la invasión a Libia.
De Ripley:
aunque usted no lo crea…
Venezuela está, nuevamente, bajo
asedio. Y no es la primera vez. Desde el golpe de Estado perpetrado contra Hugo Chávez en 2002, hace más de 22 años, no han cesado los intentos de golpe, intento (por suerte
frustrado) de magnicidio, sabotaje,
desabastecimiento, acciones de violencia
organizada, guarimbas, creación del Grupo
de Lima, el acoso del secretario general de la OEA.
Aram Aharonian: Periodista y comunicólogo
uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la
Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro
Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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