Las
crisis del capitalismo en Europa (y en el mundo) llevan la marca de colosales
transferencias de recursos en el plano internacional y entre clases dentro de
cada país. El que estos grupos sean de una u otra nacionalidad es accidental. La historia económica muestra que estas
transferencias son crónicas en Europa y con frecuencia han sido impuestas
después de una guerra por los vencedores a los vencidos. De aquí se desprende
una narrativa equivocada, pues se piensa que las transferencias son entre
países. Así, hoy se afirma que “Grecia
(o España) debe pagar sus deudas”. Pero las palabras “Grecia” o “Alemania” se refieren a una abstracción. Si nos
adentramos en el análisis, veremos que en cada uno de estos espacios nacionales
hay obreros, capitalistas, terratenientes,
banqueros y financieros, así como políticos corruptos. El tema de la transferencia debe ser analizado
con rigor para entender la crisis en Europa y la manera de superarla. El programa de austeridad impuesto en
Grecia y España conlleva un inmenso flujo de transferencia de recursos que
es soportado por ciertas clases sociales en beneficio de otros grupos o clases en esos y
otros países (por ejemplo, del norte de Europa).
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TRANSFERENCIAS Y LUCHA DE CLASES. CRISIS
EN EUROPA.
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Alejandro Nadal.
La Jornada jueves 19 de febrero del 2015.
En 1941 la Wehrmacht nazi aniquiló en unas cuantas
semanas la resistencia griega. La ocupación fue brutal: más de 325 mil civiles
murieron en Grecia antes de que concluyera la guerra. Durante la ocupación,
Berlín impuso un préstamo forzoso a Atenas por 476 millones de marcos, con lo
que el pueblo griego acabó pagando el costo de su propia ocupación por las
tropas nazis. El préstamo nunca fue reembolsado.
En 2013 una comisión del gobierno griego concluyó
que Alemania debía 160 mil millones de euros a Grecia para cubrir aquel
préstamo y los daños de la ocupación. La cancillería alemana respondió que el
tratado de 1990 sobre la reunificación había cerrado el tema.
El informe de la comisión griega fue un subterfugio
demagógico del ex primer ministro Antonis Samaras para legitimarse ante el
electorado griego. Hoy el nuevo gobierno de Alexis Tsipras ha hecho alusión a
este tema: en estricto rigor jurídico el tratado de 1990 no cierra el caso
(Grecia no fue parte de él) y el asunto podría seguir envolviendo las tensas
negociaciones entre Atenas y Berlín.
Las crisis del capitalismo en Europa (y en el
mundo) llevan la marca de colosales transferencias de recursos en el plano
internacional y entre clases dentro de cada país. El que estos grupos sean de
una u otra nacionalidad es accidental. La historia económica muestra que estas
transferencias son crónicas en Europa y con frecuencia han sido impuestas
después de una guerra por los vencedores a los vencidos.
De aquí se desprende una narrativa equivocada, pues
se piensa que las transferencias son entre países. Así, hoy se afirma que
“Grecia (o España) debe pagar sus deudas”. Pero las palabras “Grecia” o
“Alemania” se refieren a una abstracción. Si nos adentramos en el análisis,
veremos que en cada uno de estos espacios nacionales hay obreros, capitalistas,
terratenientes, banqueros y financieros, así como políticos corruptos.
El tema de la transferencia debe ser analizado con
rigor para entender la crisis en Europa y la manera de superarla. El programa
de austeridad impuesto en Grecia y España conlleva un inmenso flujo de
transferencia de recursos que es soportado por ciertas clases sociales en
beneficio de otros grupos o clases en esos y otros países (por ejemplo, del
norte de Europa).
Es necesario superar la narrativa que ve en estas
transferencias simples vínculos entre Estados nacionales e ignora la dinámica
de las relaciones de clase. Las transferencias de recursos en Europa (y en el
mundo) dependen de fuertes ajustes en la estructura de clases al interior de
cada país.
Por eso una aportación interesante es el trabajo
del analista financiero Michael Pettis, (http://blog.mpettis.com).
Pettis examina el proceso de estancamiento en el crecimiento del salario real
en Alemania a partir de 1995 como precursor de la crisis. Al constreñirse el
crecimiento salarial se forzó la reducción del consumo y, dice Pettis, creció
el ahorro forzado. Los bancos alemanes no podían invertir el exceso de ahorro
en Alemania y enfocaron la mira hacia países como España, Italia y Grecia. Los bancos
alemanes buscaron y encontraron prestatarios ávidos de obtener créditos baratos
para todo tipo de proyectos, algunos poco viables y otros especulativos.
Cuando estalla la crisis, los bancos alemanes
observan el aumento de su cartera vencida e incobrable. El lobby financiero
hace lo que sabe hacer muy bien: busca que los gobiernos trasladen el costo del
ajuste a las clases media y trabajadora a través de la devaluación interna.
Observa Pettis con razón: antes de la crisis los
trabajadores alemanes pagaron las burbujas griega y española al aceptar un
crecimiento muy bajo del salario real (en un contexto en el que la
productividad en Alemania se mantenía constante). Y después de la crisis los
trabajadores españoles y griegos se vieron obligados a pagar el costo de la
explosión a través de salarios deprimidos y desempleo.
Pero el análisis de Pettis es incompleto y sólo
toca la punta del iceberg. La capacidad de creación monetaria de los bancos en
Europa encontró un gigantesco espacio de rentabilidad con la unión monetaria.
Así que no sólo se trasladó el ahorro forzado de países como Alemania hacia
bancos y prestatarios en Grecia o España. Bajo la unión monetaria los bancos
más fuertes pudieron ejercer su capacidad de creación monetaria en todo el euro
espacio y fueron capaces de generar burbujas como las que estudia Minsky en su
modelo de crisis bancarias.
Hoy, la clase trabajadora en Europa se enfrenta a
un escenario desfavorable: los bancos alemanes, franceses, holandeses e
ingleses tienen grandes necesidades de recapitalización y ello necesitará de
apoyo público, es decir, de una masiva transferencia de recursos de las clases
medias y trabajadoras del continente hacia el sector financiero.
Los funcionarios del gobierno griego tienen razón
cuando afirman que luchan no sólo por el ciudadano griego promedio, sino por el
ciudadano europeo en general. La recuperación del alma social de Europa pasa por una
exitosa renegociación de la crisis en Grecia.
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