martes, 24 de febrero de 2015

NO HAY TIEMPO PARA JUEGOS EN EUROPA.

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Como ministro de Finanzas de un pequeño país agobiado fiscalmente que carece de su propio banco central y es visto por muchos de nuestros socios como un deudor problemático, estoy convencido de que solamente tenemos una opción: evitar cualquier tentación de tratar este momento decisivo como un experimento estratégico y, en su lugar, presentar honestamente los hechos de la economía social griega, someter a discusión nuestras propuestas para que Grecia vuelva a crecer, explicar porqué estas redundan en beneficio de Europa, y revelar las líneas rojas que la lógica y el deber nos impiden sobrepasar.  La gran diferencia entre este gobierno griego y los anteriores tiene dos aspectos: estamos decididos a combatir los poderosos intereses creados para dar un nuevo impulso a Grecia y ganarnos la confianza de nuestros socios. Y también estamos decididos a no ser tratados como una colonia de deuda que debe sufrir lo que sea necesario. El principio de mayor austeridad para la economía más deprimida sería pintoresco si no causara tanto sufrimiento innecesario. A menudo me preguntan: ¿y si la única manera en que puede asegurar el financiamiento fuera cruzar sus líneas rojas y aceptar las medidas que considera parte del problema y no de su solución? Fiel al principio de que no tengo derecho a tirarme un farol, mi respuesta es: las líneas que hemos presentado como rojas no se cruzarán. De lo contrario no serían auténticamente rojas, sino simplemente un farol.

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NO HAY TIEMPO PARA JUEGOS EN EUROPA.
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Yanis Varoufakis.*

The New York Times.

Rebelión martes 24 de febrero del 2015.

Traducido del Inglés para Rebelión por Sara Plaza.

Atenas – Escribo esta nota en los márgenes de una negociación crucial con los acreedores de mi país. Una negociación cuyo resultado puede marcar a una generación, e incluso convertirse en un punto de inflexión para el experimento que Europa está desarrollando con su unión monetaria. 

Los teóricos de juegos analizan las negociaciones como si se tratara de un juego en el que hay que repartir un pastel entre jugadores egoístas. Como dediqué muchos años de mi anterior etapa académica a estudiar la teoría de juegos, algunos comentaristas enseguida supusieron que, como nuevo ministro de Finanzas de Grecia, estaría muy ocupado inventando faroles, ardides y opciones externas, intentando jugar bien una mala mano.

Nada más lejos de la verdad.

Si acaso, mi experiencia en teoría de juegos me convenció de que sería un disparate pensar en las actuales deliberaciones entre Grecia y nuestros socios como un juego del regateo que se gana o se pierde con faroles y subterfugios tácticos.

El problema con la teoría de juegos, como solía explicarles a mis alumnos, es que da por sentado los motivos de los jugadores. En el póquer o el blackjack esta suposición no es problemática. Pero en las actuales deliberaciones entre nuestros socios europeos y el nuevo gobierno griego, el objetivo es inventar nuevos motivos. Diseñar una nueva mentalidad que transcienda las divisiones nacionales, dirima la distinción acreedor-deudor a favor de una perspectiva paneuropea, y sitúe el bien común europeo por encima de la política mezquina, un dogma que resulta tóxico si se universaliza, y crea una mentalidad del "nosotros contra ellos".

Como ministro de Finanzas de un pequeño país agobiado fiscalmente que carece de su propio banco central y es visto por muchos de nuestros socios como un deudor problemático, estoy convencido de que solamente tenemos una opción: evitar cualquier tentación de tratar este momento decisivo como un experimento estratégico y, en su lugar, presentar honestamente los hechos de la economía social griega, someter a discusión nuestras propuestas para que Grecia vuelva a crecer, explicar porqué estas redundan en beneficio de Europa, y revelar las líneas rojas que la lógica y el deber nos impiden sobrepasar.

La gran diferencia entre este gobierno griego y los anteriores tiene dos aspectos: estamos decididos a combatir los poderosos intereses creados para dar un nuevo impulso a Grecia y ganarnos la confianza de nuestros socios. Y también estamos decididos a no ser tratados como una colonia de deuda que debe sufrir lo que sea necesario. El principio de mayor austeridad para la economía más deprimida sería pintoresco si no causara tanto sufrimiento innecesario.

A menudo me preguntan: ¿y si la única manera en que puede asegurar el financiamiento fuera cruzar sus líneas rojas y aceptar las medidas que considera parte del problema y no de su solución? Fiel al principio de que no tengo derecho a tirarme un farol, mi respuesta es: las líneas que hemos presentado como rojas no se cruzarán. De lo contrario no serían auténticamente rojas, sino simplemente un farol.

Pero ¿y si causara mucho sufrimiento a su pueblo? me preguntan. Sin duda, usted está tirándose un farol.

El problema con esta línea argumentativa es que presupone, junto con la teoría de juegos, que vivimos en una tiranía de consecuencias. Que no hay circunstancias en las que debamos hacer lo correcto no como una estrategia sino simplemente porque es... lo correcto.

Contra este cinismo, el nuevo gobierno griego será innovador. Desistiremos, sean cuales sean las consecuencias, de acuerdos que son malos para Grecia y malos para Europa. Se acabará el juego de "prolongar y fingir" que empezó después de que la deuda pública de Grecia se convirtiera en impagable en 2010. No más préstamos; no hasta que tengamos un plan creíble para hacer crecer la economía con el fin de devolver esos préstamos, ayudar a la clase media a ponerse de nuevo en pie y hacer frente a la espantosa crisis humanitaria. No más programas de "reformas" dirigidos a los pensionistas pobres y a las farmacias familiares, que dejan sin tocar la corrupción a gran escala.

Nuestro gobierno no les está pidiendo a nuestros socios una salida para no pagar nuestras deudas. Lo que estamos pidiendo son unos pocos meses de estabilidad financiera que nos permitan embarcarnos en la tarea de reformas que la población griega en general pueda asumir y apoyar, para que podamos recuperar el crecimiento y poner fin a la incapacidad de pagar lo que debemos.
Uno puede pensar que esta retirada de la teoría de juegos está motivada por alguna agenda de izquierda radical. Pero no. La mayor influencia aquí es Emmanuel Kant, el filósofo alemán que nos enseñó que solo los sujetos racionales y libres escapan al dictado de la conveniencia haciendo lo que es correcto.

¿Cómo sabemos que nuestra modesta agenda política, que constituye nuestra línea roja, es correcta en términos kantianos? Lo sabemos mirando a los ojos a los hambrientos en las calles de nuestras ciudades, contemplando a nuestra estresada clase media o considerando los intereses de las personas trabajadoras de cada pueblo y ciudad europeos dentro de nuestra unión monetaria. Después de todo, Europa solo recuperará su alma cuando recupere la confianza de la gente poniendo sus intereses en el centro de la escena.


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