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“Una prioridad importante posible
era el relanzamiento de un diálogo económico constructivo entre China y la UE. En ese marco, se podrían reanudar seriamente las conversaciones sobre acceso al mercado,
reciprocidad y subvenciones industriales. En ese sentido, es lógico que
la UE dejara claro que está dispuesta a tomar medidas de protección si no se logra un progreso concreto para defender sus intereses económicos. Además, ambas
partes podrían explorar si existe
margen para un marco renovado de cooperación
en materia de inversiones. Esto se podría hacer retomando elementos del anterior Acuerdo Integral sobre Inversiones
(CAI),i pero con condiciones
adaptadas que se ajusten mejor al contexto actual. La
UE y China también podrían unir fuerzas en temas globales como el clima, la gobernanza de la IA y los estándares digitales, lo que
requiere valentía política, pero también puede ofrecer beneficios tangibles
para ambas partes y para el resto del mundo. Para Europa era importante hablar con una sola voz y seguir un
rumbo propio y autónomo, independientemente de Estados Unidos. La UE puede y debe defender sus propios intereses económicos, pero debe evitar caer en
un proteccionismo
al estilo estadounidense y ver a China únicamente como una amenaza.
“En
lugar de seguir la lógica de la formación de nuevos bloques, es importante que Europa elija un rumbo de diplomacia activa,
cooperación económica y autonomía estratégica. “Si China y la Unión Europea
buscan una cooperación en la que todos ganen, la nueva Guerra Fría no tendrá ninguna oportunidad”, afirma Wang Yiwei, director del Instituto de Relaciones Internacionales de
la Universidad Renmin en Pekín. China
tal vez nunca sea un aliado en el
sentido clásico, pero sí puede ser un socio fiable en ámbitos de interés mutuo. La
cumbre en Pekín fue una oportunidad
para que Europa redefina su papel en el mundo: como constructora de puentes, como actor estratégicamente autónomo, como defensora de un orden internacional
justo y sostenible. Para
ello, Europa
necesita a China, y viceversa.
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Fuentes: Rebelión [Foto: Banderas de China y de la UE (VCG)]*****
CUMBRE
UNIÓN EUROPEA-CHINA:
la
encrucijada estratégica de Europa en un mundo cambiante.
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Por Marc Vandepitte | 25/07/2025 | Mundo
Fuente. Revista rebelión viernes 25 de julio del 2025.
Traducido del neerlandés por el autor
El jueves 24 de julio, líderes europeos viajaron a Pekín. Lo que al
principio parecía una mera ceremonia diplomática – el 50º aniversario de las
relaciones entre la UE y China – resultó en realidad ser un encuentro
estratégico en un mundo que está cambiando de forma fundamental.
Contexto histórico.
Desde el regreso de Donald Trump a la
Casa Blanca
es evidente que Europa ya no puede
depender ciegamente de Estados Unidos.
Este último libra una agresiva guerra
arancelaria, se retira de instituciones multilaterales y emplea la presión
económica como arma geopolítica. Trump
prefiere los acuerdos a las reglas, el
poder al diálogo.
Para Europa esto representa un desafío estructural, no solo económico, sino también político y moral. En las últimas décadas la UE
ha cimentado su prosperidad en un comercio
mundial abierto, la cooperación y los valores compartidos. Las medidas
actuales de Estados Unidos
—sanciones unilaterales, retirada del acuerdo climático, bloqueo de la Organización Mundial del del Comercio—
socavan esta base.
Mientras tanto, China se afianza como el eje del Sudeste Asiático, que se convierte
progresivamente en el centro económico global. El país no es
solo «la fábrica del mundo», sino
también una potencia inversora, socio tecnológico
y un peso pesado diplomático.
La UE y China
se necesitan mutuamente.
China
es actualmente el tercer socio comercial más importante de la UE. Recíprocamente, Europa
es un mercado fundamental y un destino de
inversión para las empresas chinas.
Sin embargo, la dependencia mutua va más allá de los balances comerciales.
La
transición energética de Europa —pensemos en paneles solares,
coches eléctricos, baterías, materias primas raras— depende en gran medida de la producción y
las cadenas de suministro chinas.
Europa
tiene un interés vital
en no perder el tren económico hacia
el Sudeste Asiático, en reducir su dependencia de Estados Unidos y en construir una
relación estable con China, a pesar
de las diferencias fundamentales respecto a los derechos humanos y la postura sobre la guerra en Ucrania.
En
un mundo en el que Estados Unidos actúa de manera cada vez
más asertiva e impredecible no es sensato dejarse arrastrar a una nueva Guerra Fría. Europa debe tomar sus propias decisiones basándose en
sus propios intereses y valores.
China,
por su parte,
también tiene interés estratégico y económico
en construir una buena relación con Europa. La UE es uno de los mayores socios comerciales de China.
Los consumidores europeos representan un mercado para las exportaciones chinas, mientras que la tecnología y el conocimiento europeos son importantes para la
modernización de la economía china.
En tiempos de la guerra comercial con Trump,
Europa representa para China un mercado alternativo, menos hostil
políticamente que Estados Unidos.
En el plano geopolítico Europa también es crucial para China, ya que puede suponer un contrapeso a la presión de Washington. Ahora que Estados Unidos, bajo la administración Trump, apuesta nuevamente por una línea dura y unilateral, Pekín busca socios dispuestos a seguir un camino más independiente. Europa, que valora el multilateralismo, las reglas y la diplomacia, encaja en ese perfil.
Reclamaciones.
Europa
acudió a la cumbre con una lista de quejas. Funcionarios europeos acusan a los productores chinos de inundar sus
mercados con excedentes de productos
baratos. El superávit comercial
de China con la UE asciende a cientos de miles de millones de euros.
Europa teme sobre todo que la sobreproducción china de coches eléctricos desplace a la industria
automotriz europea. Los
productores europeos apenas pueden competir con los bajos precios de los vehículos eléctricos chinos.
Además,
las empresas europeas se
quejan de barreras para acceder a la
mayor economía del mundo. A
esto se suma que China restringe la
exportación de tierras raras e imanes, fundamentales para la producción automotriz europea, lo que pone en peligro el suministro y aumenta
la dependencia.
Finalmente,
también está la negativa de China a condenar la invasión rusa de Ucrania, algo
que genera fricciones en Bruselas.
Antes
de la cumbre UE-China, Ursula von der Leyen se pronunció de una manera notablemente crítica sobre China. Subrayó las preocupaciones europeas sobre la competencia desleal, como los subsidios
estatales a empresas chinas y el exceso
de capacidad industrial, y criticó
también el apoyo chino a Rusia en la
guerra contra Ucrania.
China, por su parte, también tiene numerosas quejas. Pekín
ha iniciado investigaciones sobre la presunta competencia desleal por
parte de empresas europeas, centradas en sectores sensibles como los productos lácteos, el coñac y la carne de
cerdo.
China
está indignada por
los aranceles que la UE ha anunciado
sobre los vehículos eléctricos chinos.
Pekín considera que estos aranceles
son proteccionistas y discriminatorios, mientras que lo que buscan es permitir
que su industria en crecimiento compita
de manera justa en el mercado europeo.
Según el jefe de Volkswagen,
el hecho de que el gigante asiático lidere el sector de los nuevos vehículos de
energía, incluidos los eléctricos, se debe principalmente a su firme política y
a las grandes inversiones realizadas en innovación tecnológica.
La
frustración global de China
se refiere a la actitud ambigua de la UE
respecto a Estados Unidos. China había esperado que Europa adoptara una postura más independiente de Washington. En la práctica, la UE busca principalmente un equilibrio: no
quiere seguir ciegamente la línea de Estados
Unidos, pero colabora al mismo tiempo en medidas que ejercen presión sobre China.
Así, el gobierno
neerlandés, bajo la
presión de Washington, ha prohibido la exportación a China de las máquinas
EUV más avanzadas producidas por la empresa
neerlandesa ASML. Además, Estados
Unidos ha logrado presionar con éxito a países europeos para excluir a Huawei del despliegue de redes
5G.
Por
último, Pekín
sigue manteniendo su estrecha relación
con Rusia, que considera
estratégicamente esencial. China
niega rotundamente que, por ello,
esté contribuyendo a la guerra en
Ucrania, como afirma Europa.
En la antesala de la cumbre UE-China,
China ha subrayado repetidamente que prefiere una cooperación constructiva y
pragmática con la Unión Europea.
Desde Pekín se hizo un llamado a centrarse en los intereses comunes, como el comercio, el clima y la cooperación tecnológica, y a evitar que las diferencias de opinión —por ejemplo, sobre los derechos humanos o las tensiones geopolíticas— deriven en una ruptura.
De la
rivalidad a una asociación madura.
Desde
2019 la UE califica a China
de “socio, competidor y rival
sistémico”. Esta triple calificación
refleja la complejidad de la relación.
Sin embargo, con demasiada frecuencia el
enfoque se ha centrado únicamente en el aspecto de la rivalidad, impulsado por la presión de Washington,
y eso supone una oportunidad perdida.
Tanto
Europa como China
desean un orden mundial multilateral
que ya no gire en torno a una sola superpotencia. Ambos tienen interés en
rutas comerciales estables, en una cooperación
internacional en clima y tecnología,
y en evitar grandes conflictos.
Este interés compartido constituye una
base importante para una colaboración renovada.
La cumbre UE-China ofreció, por tanto, una oportunidad para redefinir el debate, que no ignore los problemas, pero que se base la relación en el respeto mutuo, los beneficios recíprocos y unos acuerdos claros. Una asociación madura en lugar de una lucha ideológica.
Posibles
pasos hacia adelante.
Había muchos temas sobre
la mesa respecto a los
que se puede llegar a un acuerdo. Por
ejemplo, buenos compromisos sobre
vehículos eléctricos y cooperación en torno a materias primas raras.
Una prioridad importante
posible era el relanzamiento de un diálogo económico constructivo entre China y la UE. En ese marco, se podrían reanudar seriamente las conversaciones sobre acceso al mercado,
reciprocidad y subvenciones industriales.
En
ese sentido, es
lógico que la UE dejara claro que está dispuesta a tomar medidas de protección si no se logra un
progreso concreto para defender sus
intereses económicos.
Además, ambas partes
podrían explorar si existe margen para
un marco renovado de cooperación en
materia de inversiones. Esto se podría hacer retomando elementos del anterior Acuerdo Integral sobre Inversiones
(CAI),i pero con condiciones
adaptadas que se ajusten mejor al contexto actual.
La
UE y China también podrían unir fuerzas en temas globales como el clima, la gobernanza de la IA y los estándares digitales, lo que
requiere valentía política, pero también puede ofrecer beneficios tangibles
para ambas partes y para el resto del mundo.
Para
Europa era importante
hablar con una sola voz y seguir un rumbo propio y autónomo, independientemente
de Estados Unidos. La UE puede y
debe defender sus propios intereses
económicos, pero debe evitar caer en un proteccionismo al estilo
estadounidense y ver a China únicamente como una amenaza.
En
lugar de seguir la
lógica de la formación de nuevos bloques,
es importante que Europa elija un rumbo
de diplomacia activa, cooperación económica y autonomía estratégica.
“Si China y la Unión Europea buscan una cooperación en la que todos ganen, la nueva Guerra Fría no tendrá ninguna
oportunidad”, afirma Wang Yiwei,
director del Instituto de Relaciones
Internacionales de la Universidad Renmin en Pekín.
China
tal vez nunca sea
un aliado en el sentido clásico, pero sí
puede ser un socio fiable en ámbitos de
interés mutuo.
La cumbre en Pekín fue una oportunidad para que Europa redefina su papel en el mundo: como constructora de puentes, como actor estratégicamente autónomo, como defensora de un orden internacional justo y sostenible. Para ello, Europa necesita a China, y viceversa.
Resultados.
De
antemano, las expectativas
no eran altas. Europa ciertamente no
logró redefinir su papel en el mundo, pero sí se dio un paso en la dirección correcta.
Tanto
el presidente chino Xi Jinping como la presidenta de la
Comisión Europea Ursula von der Leyen expresaron, al término del encuentro,
su intención de buscar juntos soluciones
sostenibles para los conflictos persistentes entre China y la UE. Con ello, se dio
un paso simbólico importante hacia un
diálogo más constructivo.
Al
mismo tiempo, Xi Jinping
no dejó pasar la oportunidad de lanzar
una crítica. Según él, la causa de los actuales problemas económicos de Europa no se encuentra en China.
Advirtió que el intento de reforzar la
competitividad no se puede lograr construyendo “muros y fortalezas”, lo cual, según sus palabras, solo conducirá al
aislamiento.
Xi instó a Europa a tomar “mejores
decisiones estratégicas” y a mantener sus mercados abiertos, sin recurrir a
medidas económicas restrictivas.
Von
der Leyen reaccionó de forma diplomática y subrayó que la UE mantiene su
estrategia de “reducción de riesgos” (derisking) en
su relación
económica con China, pero lo hace de manera cuidadosa y respetuosa, dejando espacio para un diálogo abierto.
Un
punto positivo de la cumbre
fue la declaración conjunta sobre el cambio
climático. Ambos líderes confirmaron
su compromiso con los objetivos del Acuerdo
de París y subrayaron la necesidad de
cooperar más estrechamente en la transición energética. Esto abre perspectivas para una cooperación
sustantiva en uno de los temas globales más urgentes.
Nota:
i El Acuerdo Integral sobre
Inversiones (CAI) es un tratado de inversión que la UE y China concluyeron en principio a finales
de 2020. Su objetivo era brindar a
las empresas europeas un mejor
acceso al mercado chino y garantizar
condiciones de competencia más equitativas. Tras las sanciones europeas
debido a los derechos humanos en Xinjiang y las contrasanciones de China,
el Parlamento Europeo detuvo el
proceso de ratificación. El acuerdo está
paralizado desde entonces, aunque en la diplomacia todavía se lo considera una
posible base para una cooperación renovada.
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