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“Vivimos una época en la cual se
libra una lucha- nada nueva- contra lo que
los libertarios llaman “marxismo cultural”, que creen ganar la batalla tergiversando las teorías de Marx, también las ideas socialistas y alineándose con los gobiernos autoritarios de las derechas
y con las geoestrategias monroístas.
Aunque en sus filas se confunde al “marxismo”
y al “comunismo” con cualquier tipo de regulación y control estatal de la economía, las izquierdas tienen a su favor el camino de la historia, que acumula fuerzas orientadas a superar las
economías empresariales y oligárquicas
de América Latina y sentar las
bases de economías sociales, que
bien pueden derivar en caminos al
socialismo. En este sentido, hay
mucho por estudiar sobre la vía seguida por la República
Popular China, que se
ubica a la cabeza de la construcción socialista en lo
que va del siglo XXI.
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EL SOCIALISMO EN AMÉRICA LATINA.
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Juan J. Paz-y-Miño Cepeda.
Fuente. Firmas Selectas de Prensa latina.
Sábado 26 de julio del 2025-
Las primeras ideas socialistas llegaron a
Latinoamérica a mediados del siglo XIX en Argentina, Brasil, Cuba,
México y Uruguay, donde la fuerte inmigración
europea y particularmente de españoles
e italianos sirvió de instrumento para difundir obras conceptos y tesis anarquistas, mutualistas, sindicalistas y
de los socialistas utópicos Fourier,
Owen y Saint-Simon.
En Paraguay, el gobierno de Gaspar Rodríguez de Francia (1814-1840) es el único en la historia de la región que adoptó una
política de estatismo y aislacionismo
casi totales del país, con el fin de defender su independencia. A través del Estado controló el mercado externo, fomentó la agricultura y ganadería internas,
nacionalizó tierras de la iglesia y de los españoles, limitó la introducción de libros y periódicos
externos, controló la movilización de personas, promovió la educación y la salud públicas, y todo bajo su autoritarismo personal, que inspiró la obra “Yo el Supremo” (1974) de Augusto
Roa Bastos. Pero el dictador Francia
nunca tuvo ideas “socialistas”, y
sus políticas en nada tienen que ver con ellas.
Tampoco puede llamarse “socialista” al gran reformador
liberal mexicano Benito Juárez (1858-1872). José Martí fundó el Partido
Revolucionario Cubano (1892) para encabezar la lucha por la independencia.
El marxismo en América Latina llegó a pocos países a fines del siglo XIX y se difundió sobre todo después de la Revolución Rusa de 1917, cuando se fundaron partidos socialistas y comunistas, que desplazaron las corrientes políticas anteriores, como el PS de Uruguay (1910), PC de Argentina (1918), PC Mexicano (1919), PC de Uruguay (1920), PC (1922) y también PS de Chile (1933), PS Popular en Cuba (1925), PS (1926) y también PC (1931) de Ecuador, PS del Perú transformado en P. Comunista (1928), fundado por el célebre José Carlos Mariátegui. Solo en Chile se instaló la primera “República Socialista” en 1932 (duró doce días) con Marmaduke Grove, militar y uno de los fundadores del P. Socialista.
En América Latina se han producido movimientos revolucionarios inspirados por principios sociales radicales, aunque no definieron caminos socialistas, como fueron la Revolución Mexicana (1910), la Revolución Nacional Boliviana (1952) e incluso “La Gloriosa” Revolución (1944) en Ecuador. De igual modo, sin ser necesariamente marxistas, destacan los gobiernos “populistas” de Lázaro Cárdenas (1934-1940) en México, Juan Domingo Perón (1946-1952, quien siguió en la presidencia entre 1952-1955, y 1973-1974) en Argentina y Getulio Vargas (1930-1945 y luego 1951-1954) en Brasil.
Fue la Revolución Cubana (1959), que desembocó
en la creación del primer país
socialista en América Latina, la que inspiró intentos de vías guerrilleras en distintos
países. Salvo en Nicaragua con la Revolución Sandinista (1979),
ningún otro movimiento guerrillero
llegó al poder. Desde luego, se implantó la Guerra Fría en la región, en la que Estados Unidos pasó a desempeñar el papel rector, lanzando contra Cuba un bloqueo inédito; apoyando a los
“contras” en Nicaragua, y cultivando directamente el anticomunismo en las fuerzas armadas latinoamericanas. Ejércitos
de varios países sostuvieron represiones “anticomunistas”
con graves violaciones a los derechos humanos en Centroamérica y en el Cono
Sur, donde el régimen de Augusto
Pinochet (1973-1990) impidió la “vía
pacífica” al socialismo, intentada por el gobierno de Salvador Allende (1970-1973).
Al comenzar el siglo XXI, los gobiernos progresistas latinoamericanos, en una amplia variedad de países, caracterizaron la “marea rosa” de la región. Destacaron los gobiernos de Hugo Chávez (1999-2013) en Venezuela, Evo Morales (2006-2019) en Bolivia y Rafael Correa (2007-2017) en Ecuador, que proclamaron el “socialismo del siglo XXI”. Pero también cabe nombrar, entre otros, a Lula da Silva en Brasil, Néstor Kirchner y Cristina Fernández en Argentina, Tabaré Vázquez y José Mujica en Uruguay, Andrés Manuel López Obrador en México, además de los actuales presidentes Luis Arce en Bolivia, Gustavo Petro en Colombia, Gabriel Boric en Chile, Xiomara Castro en Honduras, Daniel Ortega en Nicaragua, Yamandú Orsi en Uruguay, Nicolás Maduro en Venezuela y, sobre todo, Claudia Sheinbaum, quien ha dado continuidad en México a un proceso ejemplar.
Sin embargo, ninguno implantó el socialismo, en sentido
estricto, y la mayoría tampoco son
marxistas. En realidad, se trata de gobiernos
con variadas orientaciones antineoliberales, que incluso cuestionan al capitalismo, rechazan al imperialismo y tratan de edificar economías sociales, con
distintos alcances en cuanto a la institucionalidad,
el bienestar colectivo, la intervención del Estado, el ejercicio de la democracia política e incluso la
orientación popular. El proceso
venezolano se define bolivariano, el nicaragüense
sandinista y el boliviano como
plurinacional. Cuba es,
hasta el momento, el único país
socialista en el sentido histórico
de su origen revolucionario,
sometido, desde los 60, al ilegítimo bloqueo de los EE.UU.,
que desde 1992 ha sido condenado
todos los años por las Naciones Unidas.
Desde luego, todos los progresismos
han provocado reacciones oligárquicas,
empresariales y de los EEUU., fuerzas que han logrado constituir gobiernos representativos de sus
intereses y que no dudaron en tomar revancha contra las izquierdas, en perseguir a líderes progresistas (víctimas del lawfare) y en establecer
regímenes volcados a restaurar el poder
del capital.
Hoy, Argentina como “cuna libertaria anarcocapitalista” y Ecuador en su “segunda época
plutocrática”, son los modelos ideales
de la política antiprogresista y de la consolidación de economías
empresariales. Sus procesos se han asentado en desarmar derechos laborales,
sociales y ambientales, destruyendo
capacidades, inversiones y servicios estatales, al mismo tiempo que la
riqueza se afianza en élites rentistas
guiadas por la perversa ideología de la “libertad
económica”.
Lo que a menudo deja de considerarse es que, acompañando al desarrollo de los partidos y movimientos socialistas,
durante décadas también crecieron amplios
sectores de izquierda, que postulan la superación del capitalismo, aunque no todos
son marxistas, en sentido
estricto. Es una realidad bien implantada entre profesores, académicos, estudiantes, artistas, literatos y movimientos
sociales latinoamericanos, además de que el marxismo es una teoría
destacada en las ciencias sociales
de la región, a pesar del reflujo que tuvo tras el derrumbe del “socialismo real” en la URSS y los
países de Europa del Este.
Vivimos una época en la cual se
libra una lucha- nada nueva- contra lo que
los libertarios llaman “marxismo cultural”, que creen ganar la batalla tergiversando las teorías de Marx, también las ideas socialistas y alineándose con los gobiernos autoritarios de las derechas
y con las geoestrategias monroístas.
Aunque en sus filas se confunde al “marxismo”
y al “comunismo” con cualquier tipo de regulación y control estatal de la economía, las izquierdas tienen a su favor el camino de la historia, que acumula fuerzas orientadas a superar las
economías empresariales y oligárquicas
de América Latina y sentar las
bases de economías sociales, que
bien pueden derivar en caminos al
socialismo.
En este sentido, hay mucho por estudiar sobre la
vía seguida por la República
Popular China, que se
ubica a la cabeza de la construcción socialista en lo
que va del siglo XXI.
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