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Tras la caída del Muro de Berlín (1989) y la disolución de la Unión
Soviética (1991), el capitalismo impuso la falaz idea
que, eliminado el oso comunista, se podría efectuar, sin enemigos a la vista, la integración del mercado europeo y
que, además, esto iba a extender el
Estado de Bienestar en todos los países que se integraran a la Unión, incluyendo
a aquellos que formaban parte del Pacto
de Varsovia y de la órbita de influencia de la antigua URSS. En la perspectiva actual,
queda claro que eso fue un embuste, el cual fue asumido en Europa hasta por los
trabajadores, los sindicatos y lo poco que quedaba de izquierda, la cual en su gran mayoría abjuró de
cualquier proyecto anticapitalista para abrazar sin condiciones y sin rubor
el capitalismo realmente existente, cuyo crecimiento se ha basado, como siempre
en la explotación de los seres humanos en las viejas y nuevas periferias. Lo terrible del caso es que la efímera
prosperidad de la Unión Europea de derroche y opulencia, que no ha durado ni
20 años pese a que se prometía que
iba a ser eterna, se sustenta en la explotación de los trabajadores del mundo
periférico, empezando por los de China,
y en el saqueo de los bienes comunes (recursos naturales, minerales, biodiversidad) del sur y del
este del planeta. El confort que disfruta una parte cada vez más
reducida de la población europea es
posible por el despojo a que es sometida otra parte del mundo, pero eso
también se ha agotado y ahora la explotación intensiva de los seres humanos regresa
a casa, es decir, a Europa misma.
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Europa. ¿Será realmente el final del Estado de bienestar? Y ver parte de las consecuencias dramáticas que hoy se presentan en el desempleo masivo, la destrucción de los derechos sociales y la liquidación de las instituciones de la Democracia.
Europeos: ¡Bienvenidos al Tercer Mundo!. España un país quebrado.
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En
Europa agoniza lo poco que queda de Estado de Bienestar y desaparece la
pretensión socialdemócrata del capitalismo con “rostro humano”
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Renán Vega Centeno.
Rebelíon jueves 13 de septiembre de 2012.
La crisis de la Unión Europea es de tal magnitud
que puede llegar a poner fin a este experimento de integración neoliberal y
capitalista y arrastrar consigo al euro, su símbolo monetario emblemático. La
celebración de los juegos olímpicos, con todo lo que supone de derroche,
opulencia y culto al consumismo y la mercantilización del cuerpo, ha
posibilitado desviar la atención, por dos breves semanas, de la crisis europea,
pero no ha podido detenerla, como es apenas obvio. Por lo general, esta crisis
suele ser analizada desde el ámbito financiero, pero poco se recalcan en sus
efectos sociales y la situación de los trabajadores.
1. Ciclos neoliberales.
Un término adecuado para analizar la crisis actual
es el de ciclos neoliberales. Tal denominación apunta a que, desde su
aplicación inicial en Chile en 1973 hasta la actualidad, se han impuesto las
políticas neoliberales de ajuste estructural en todo el mundo de manera
sucesiva, desde América Latina, pasando por África, Europa Oriental, parte de
Asia, hasta llegar ahora al propio corazón de Europa. Lo que hoy acontece en el
viejo continente puede interpretarse como el último ciclo neoliberal, en donde
se está aplicando a rajatabla el ajuste y se implementa el capitalismo del
desastre que el resto del mundo ha experimentado en los últimos 30 años.
Esto en sí mismo no tiene nada de sorprendente,
porque el neoliberalismo se ha convertido en la lógica dominante en el
capitalismo contemporáneo. Lo sorprendente estriba en que la mayor parte de los
europeos, incluyendo a los sindicatos, los partidos de una izquierda cada vez
más light, la socialdemocracia y los intelectuales hayan creído que
Europa era una fortaleza de bienestar, inexpugnable al capitalismo salvaje de
nuestros días, y que podía seguir manteniendo, en medio de las políticas
neoliberales, los logros sociales de la época del Estado Social. Esto se ha
mostrado como una vana ilusión, que se derrumba de manera estrepitosa,
recordándonos que “todo lo sólido se desvanece en el aire”, la célebre máxima
del Manifiesto Comunista.
Tras la caída del Muro de Berlín (1989) y la
disolución de la Unión Soviética (1991), el capitalismo impuso la falaz idea
que, eliminado el oso comunista, se podría efectuar, sin enemigos a la vista,
la integración del mercado europeo y que, además, esto iba a extender el Estado
de Bienestar en todos los países que se integraran a la Unión, incluyendo a
aquellos que formaban parte del Pacto de Varsovia y de la órbita de influencia
de la antigua URSS. En la perspectiva actual, queda claro que eso fue un
embuste, el cual fue asumido en Europa hasta por los trabajadores, los
sindicatos y lo poco que quedaba de izquierda, la cual en su gran mayoría
abjuró de cualquier proyecto anticapitalista para abrazar sin condiciones y sin
rubor el capitalismo realmente existente, cuyo crecimiento se ha basado, como
siempre en la explotación de los seres humanos en las viejas y nuevas periferias.
Lo terrible del caso es que la efímera prosperidad
de la Unión Europea de derroche y opulencia, que no ha durado ni 20 años pese a
que se prometía que iba a ser eterna, se sustenta en la explotación de los
trabajadores del mundo periférico, empezando por los de China, y en el saqueo
de los bienes comunes (recursos naturales, minerales, biodiversidad) del sur y
del este del planeta. El confort que disfruta una parte cada vez más reducida
de la población europea es posible por el despojo a que es sometida otra parte
del mundo, pero eso también se ha agotado y ahora la explotación intensiva de
los seres humanos regresa a casa, es decir, a Europa misma.
2. Explotación intensiva de trabajadores europeos.
Va quedando claro que el objetivo final de la Unión
Europea desde un principio consistió en adormecer a los trabajadores con el
consumo ostentoso y la mercantilización generalizada, para implantar a vasta
escala la flexibilización laboral. En otras palabras, lo que se buscaba era
imponer las condiciones de trabajo que caracterizan al capitalismo maquilero,
en donde no existen límites, ni sociales ni políticos, para la super-explotación
de los trabajadores. Por supuesto, esto no se ha impuesto de un día para otro,
ni ha sido simétrico en todos los territorios que hoy forman parte de la Unión
Europea, porque en algunos de ellos, sobre todo los de Europa oriental, eso se
dio después de 1989. En otros países, como Francia e Italia, se ha ido abonando
el terreno en la dirección de abaratar costos laborales, mediante la
eliminación progresiva de conquistas sociales relacionadas con salarios,
seguridad social y pensiones.
Lo que está sucediendo ahora es de otra magnitud,
porque la crisis capitalista ha creado las condiciones para imponer de una vez
por todas, a lo latinoamericano, el ajuste estructural, con el fin de
“normalizar” a Europa, por lo que debe entenderse la imposición antidemocrática
y brutal de la flexibilización laboral y todo lo que la acompaña en términos de
privatización y mercantilización. No otra cosa es lo que está pasando en
Grecia, España, Italia, Irlanda y viene camino en Francia y en otros países.
Porque, además de todo, la crisis del capitalismo y del sector financiero, la
están pagando los trabajadores, que así están perdiendo también lo poco que
quedaba del añorado Estado de Bienestar, donde éste había existido alguna vez.
Eso se muestra con la reducción de la clase media,
el aumento del desempleo –que alcanza en España la “envidiable” cifra del 24
por ciento-, la precarización laboral, el aumento de los suicidios, el
incremento de la edad de jubilación, la reducción de la seguridad social, la
mercantilización de la educación, vía Plan Bologna, la persecución de los
inmigrantes y la salida masiva de jóvenes, que forman parte de un nuevo tipo de
expatriados del mundo actual, que podemos empezar a denominar como nordacas.
En términos laborales y sociales, en Europa está
agonizando lo poco que quedaba de Estado de Bienestar y se ha hecho añicos la
pretensión socialdemócrata de que era posible, luego de la desaparición de la
URSS, construir un capitalismo con “rostro humano”. La verdadera cara del
capitalismo, con su cortejo de miseria, injusticia y desigualdad que se
sustenta en la explotación intensiva de los trabajadores, ha regresado en forma
brutal a Europa. Por ello, puede sugerirse que en los aeropuertos de Paris,
Frankfort, Roma, Londres y otras ciudades de la “civilizada” Europa, en lugar
de los carteles publicitarios en los que se alaban las virtudes mágicas de su
cultura y su moneda común, el euro, ahora se coloque un aviso más realista en el que se diga:
“Europeos, bienvenidos al Tercer Mundo”.
El Presidente de España, el sr. Mariano Rajoy, hoy es parte, de ser el responsable directo de haber QUEBRADO a ESPAÑA con la aplicación destructiva de sus políticas salvajes de austeridad.
ESPAÑA UN PAÍS QUEBRADO.
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Efraín
Rúa. Diario La Primera jueves 13 de septiembre del 2012.
El
Estado de Bienestar se quiebra en España para salvar el sistema financiero y a
los banqueros que provocaron una crisis cuyas
consecuencias aún son imprevisibles. El gobierno conservador presidido por
Rajoy, que incumple todas sus promesas de campaña, justificó el paquetazo así:
“Los españoles no podemos elegir si hacemos o no sacrificios. No tenemos esa
libertad”. La
decisión del gobierno de Mariano Rajoy de aplicar el ajuste más brutal de la
historia republicana es la prueba de que
el Estado español pasó a ser una administración sujeta a los dictados de la
troika europea y de la banca internacional. Y la demostración de que es fácil
olvidar las promesas de la campaña electoral para hundir al país.
“Yo no soy como usted… Le subió el IVA
(Impuesto al Valor Agregado) a la gente y no lo llevaba en su programa… Yo lo
que no llevo en mi programa, no lo hago”, dijo Rajoy durante su campaña
electoral al polemizar con su rival, el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba. Una
promesa que tardó un año en enterrar. El pasado miércoles, el gobierno anunció
un ajuste presupuestario de 65.000 millones de euros para los próximos dos
años, con el fin de alcanzar las metas de reducción del déficit público
impuestas por el FMI, el Banco Central Europeo y la Unión Europea.
ENTREGUISMO.
En su intervención ante el Congreso de los Diputados, Rajoy,
el hombre que había asegurado que el plan de rescate de la troika no incluía
ningún tipo de condicionalidad, se dedicó a repetir las medidas dictadas por
los organismos internacionales. “… Dije que bajaría los impuestos y los estoy
subiendo. No he cambiado de criterio pero han cambiado las circunstancias y
tengo que adaptarme a ellas”, comentó.
Pero lo más grave vino a continuación:
“Los españoles no podemos elegir si hacemos o no sacrificios. No tenemos esa
libertad”, anotó. Eso llevó al diario El País a editorializar: “Unas frases así
un gobernante solo debería pronunciarlas un minuto de antes de presentar su
dimisión. Si no es capaz de hacerse responsable de las políticas que dicta, un
jefe de gobierno no debe continuar”.
Todos los analistas coinciden en que el
ajuste responde a las exigencias de la troika y el gobierno alemán, tras las
concesiones otorgadas la semana pasada al sistema financiero por 100.000
millones de euros. “Es una demostración clara de la condicionalidad
macroeconómica que hemos tenido que aceptar”, dijo Santiago Sánchez Guíu,
economista de la Universidad Carlos III.
Las restricciones que se imponen al
Estado español en la toma de decisiones, se advierten en los compromisos que
establecen una revisión trimestral por parte de la Comisión Europea, el BCE y
el FMI, los que serán consultados cuando se planteen decisiones que comprometan
a las empresas financieras.
Entre los ajustes anunciados se
encuentran gran parte de las medidas exigidas por la Unión Europea, como el
alza del IVA, la eliminación de la desgravación a la compra de viviendas, la
reducción del fondo de Desempleo, la eliminación de
beneficios laborales de los empleados públicos como la gratificación de
Navidad, la liberalización y privatización de los servicios y la rebaja de las
cotizaciones sociales.
Los españoles exigen que el peso de la crisis caiga sobre espaldas de los
responsables. Banqueros y políticos.
DIVISIÓN.
Tras el anuncio, las reacciones fueron
comprensibles: la Comisión Europea saludó el paquete, mientras que el
principal sindicato de empleados públicos llamó a actos de protesta. Al mismo
tiempo, las dos mayores centrales sindicales anunciaron movilizaciones contra
los recortes.
Rajoy culpó de los “sacrificios” a la
gravedad de la situación, atravesada por una dura recesión tras el estallido de
la burbuja inmobiliaria, a la herencia recibida del gobierno socialista y a las
exigencias de los socios europeos. “Los excesos del pasado se pagan en el
momento presente”, dijo en su discurso, que se vio interrumpido por los
abucheos de la oposición y los aplausos de sus correligionarios. “Duele que los
ingresos se reduzcan y que los impuestos suban, pero hemos de hacerlo porque
gracias a estos sacrificios individuales podremos salvar lo que compartimos”,
anotó.
Pero no dijo una palabra sobre los
responsables de la crisis: los especuladores de la
banca que generaron la crisis financiera con crédito
barato que luego creció como una burbuja, en beneficio de los acreedores
alemanes o franceses, que son los mayores beneficiarios de los planes de
rescate. España es hoy un país con una deuda, según datos del Banco de España,
superior al 400% del PIB, de la cual un 325% es deuda del sector privado
(familias, empresas financieras y empresas no financieras). Un país quebrado
que marcha hacia el abismo.
ZONA EURO.
Con el paquete, Rajoy busca permanecer
como socio del euro, sin importarle el costo que significa para sus
compatriotas asumir las decisiones políticas que convierten en permanente la
recesión económica y en precarias las condiciones de existencia.
Con esa receta, al presidente español no
le quedó otro camino que desmentir todas sus promesas de campaña. “Un
presidente que se enmienda a sí mismo solo se puede aferrar a una cuestión: el
dramatismo del momento. Y eso es lo que ha hecho Rajoy, pedir a los españoles
un esfuerzo enorme, que confíen en el gobierno, y sobre todo les ha dicho que
no hay ninguna otra opción, aunque los dirigentes de la oposición han empezado
a desgranar esas opciones, entre ellas las de subir los impuestos a los más
ricos”, afirman analistas como Rafael Poch.
A cambio del ajuste, el gobierno logró
algunas promesas de sus socios europeos. Así, Bruselas amplió hasta 2014, el
plazo para que España reduzca a menos del 3 por ciento su déficit público, con
unos objetivos que se sitúan ahora en el 6,3 por ciento para 2012 (antes era el
5,3 por ciento), 4,5 por ciento en 2013 (3 por ciento) y 2,8 por ciento en
2014.
Es tan evidente el programa que los
analistas advirtieron sobre los peligros que trae aplicar mayores impuestos al
consumo en un clima de fuerte recesión económica,
con una tasa de Desempleo que se acerca al 25
por ciento. “La subida del IVA se va a traducir en una reducción del consumo,
pero no está claro que vaya a incrementar los ingresos. Hay una proporción
lineal entre el tipo del IVA y el fraude”, dijo Sánchez Guíu.
El recorte de la gratificación significa
además un duro golpe a la economía de los empleados. Según fuentes sindicales,
la paga de Navidad supone entre un 3,5 por ciento y un 7 por ciento del salario
anual de los empleados públicos. Vamos a perder 900 euros, comentaban los
trabajadores afectados.
Ángela Merkel. Canciller de
Alemania, responsable directa del fracaso de sus políticas de austeridad
impuestas a través de la Troika.
***
MERKEL.
Lo contradictorio es que el programa
recesivo que se aplica en Grecia y España no es el que aplicó en 2005, la hoy
canciller alemana Ángela Merkel, que decidió frenar las reformas para que los
recortes no se hicieran insoportables para la gente. Y además se opuso al
compromiso europeo de mantener el déficit por debajo del 3%.
Lo mismo hizo en 2009, cuando Alemania
entró en recesión, aplicando políticas de estimulo de la economía: invirtiendo
dinero en la jornada a tiempo parcial, subvencionando al sector automotriz y
negándose a reducir el presupuesto de Educación. Todo lo contrario de
lo que Merkel propone ahora al resto de Europa.
En esas condiciones, lo que se ve cada
vez más claro es que la deuda española al capital financiero resulta impagable,
por diversas razones, fundamentalmente, por razones prácticas. Hasta el propio
FMI, en su último informe bianual sobre “Perspectivas de la Economía mundial”, plantea reducir la deuda
privada, asegura el economista Alberto Montero.
En los últimos días, miles de españoles
se movilizaron por las calles de las principales ciudades clamando porque el
costo de la crisis recaiga sobre los
responsables. “Rajoy te quiero, Rajoy, te adoro, y tengo tu foto en el inodoro”
o “el Gobierno da nuestro dinero a los banqueros” fueron algunos de los lemas
que coreaban los manifestantes.
Las protestas masivas dejaron en claro
que la economía europea, aquella que intentó ser construida de acuerdo a los
dictados de los mercados está en crisis. Ahora queda el camino de construir una Europa
de acuerdo a los intereses de los ciudadanos. Eso sería lo justo y democrático.
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1 comentario:
Me da mucho gusto lo que ocurre en Españistán. Bien merecido se lo tienen. Húndanse, moros.
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