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En las tesis no se tiene suficientemente
en cuenta los cambios geopolíticos, destacadamente la decadencia de EEUU (y su aliado subalterno, la Unión
Europea) y el ascenso de nuevas
potencias. Estamos en plena
transición geopolítica mundial y lo decisivo es la tendencia a la multipolaridad.
Lo que eso significa es una gigantesca
redistribución del poder a nivel mundial.
El problema radical es que, históricamente, estas crisis se han resuelto
siempre, tarde o temprano, con la
guerra, con la expansión del militarismo y con enorme sufrimiento de las
poblaciones. La lucha por la paz
debería ser una prioridad de nuestro trabajo.
Una segunda cuestión tiene que ver con la
Unión Europea. Nuestra
posición es clara en este tema: el federalismo europeo que tradicionalmente
hemos defendido tiene que ser sustancialmente revisado. La “Europa alemana” impide cualquier avance democrático y perpetúa las
desigualdades sociales y entre países. La cuestión del euro tiene que ser
planteada con todo su radicalidad. La
tercera cuestión hace referencia a lo que algunos hemos llamado la “crisis
orgánica” del capitalismo español. Hablamos de toda una etapa histórica que se ha cerrado:
la que va desde los primeros gobiernos
socialistas hasta el 2007. Lo básico
es entender que esta crisis del patrón de acumulación capitalista español abre
una crisis de régimen, de Estado y de la
política en sentido fuerte. No voy a detenerme mucho aquí; subrayar,
sobre todo, que detrás de la crisis de régimen está el cuestionamiento profundo del bipartidismo político dominante.
Lo hemos dicho muchas veces y hoy conviene repetirlo: el bipartidismo ha sido un
modo de organizar el poder al servicio
de aquellos que no se presentan a las
elecciones y detentan el poder económico, mediático y cultural. La
alternancia ha sido eso, diferencias entre
partidos dominantes siempre resueltas en favor de los poderes fácticos.
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ESPAÑA. IZQUIERDA UNIDA: hacia la
revolución democrática.
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Manolo Monereo.
Rebelión. Jueves 20 de diciembre del 2012.
Este artículo
recoge, en líneas muy generales, la intervención del autor en el Plenario de la
X Asamblea de Izquierda Unida.
Quisiera
comenzar esta intervención recordando a Francisco Fernández Buey intelectual
comunista, marxista y fundador de IU. Su memoria y ejemplo nos acompañaran
siempre.
No hace
demasiado tiempo, paseando por Córdoba, recordaba Julia Anguita, con cierta
sorna, que a él, en IU, le aprobaban los informes por unanimidad y que luego
cada cual hacía lo que le venía en gana.
En esta
Asamblea, la primera cuestión que habría que recuperar es la veracidad, la
coherencia entre lo que dice y lo que se hace, huir del lenguaje falsario y
desterrar eso de que el papel “lo aguanta todo”.
Una segunda
cuestión en la que merecería la pena detenerse tiene que ver con la
caracterización de la etapa histórica en la que vivimos, distinguiendo entre
normalidad y excepción. La historia avanza a saltos, el tiempo histórico se
comprime y acelera, las verdades y hábitos de la etapa de normalidad ya no
sirven. Lo fundamental es saber que vivimos una etapa de excepción histórica,
de agudización de los conflictos de clase y de ruptura con los fundamentos
tradicionales del poder.
Habría que
hacer una tercera distinción: el factor tiempo es muy importante. En esta
Asamblea, en los debates que hemos tenido en estos meses parecería que
tendríamos todo el tiempo del mundo y no es así. En los periodos de excepción
se dan enfrentamientos frontales y se definen las correlaciones de fuerzas
futuras. Para decirlo con más claridad: en los próximos dos o tres años, como
mucho, se concretará si la reacción avanza o retrocede, si las clases
trabajadoras defenderán o no los derechos sociales y laborales conquistados y si
seremos capaces de construir una nueva sociedad de hombres y mujeres libres e
iguales, una democracia plebeya.
Esta
Asamblea tiene por delante el debate de cuatro cuestiones fundamentales
planteadas en las tesis políticas:
1) la rebelión democrática;
2) el proceso constituyente;
3) la construcción del “bloque político y social”;
4) la necesidad de una “revolución interna” en IU como fuerza y como
organización política.
Todo esto significa un giro radical, sustancial,
que nos exigirán cambios profundos en los modos de hacer y practicar la
política, nuevas relaciones entre trabajo en las instituciones y los
movimientos sociales y, es fundamental, formas de organización diferentes a las
tradicionales. No es poca cosa.
Quisiera, en
esta intervención, hacer referencia a algunas cuestiones no abordadas o
insuficientemente analizadas en las tesis políticas. La primera tiene que ver
con el análisis y caracterización de la crisis. Se trata, evidentemente, de una
crisis capitalista y, más allá, de la crisis de una entera civilización.
Seguramente, el aspecto más relevante sea la inaudita acumulación de “crisis en
la crisis”, es decir, una crisis económico-financiera que abre una crisis
geopolítica y en las relaciones internacionales, que profundiza al límite la
crisis ecológico-social del planeta, y, sobre todo, una crisis del
“occidentalismo” como predominio político cultural de la modernidad capitalista
euroamericana.
En las tesis
no se tiene suficientemente en cuenta los cambios geopolíticos, destacadamente
la decadencia de EEUU (y su aliado subalterno, la Unión Europea) y el ascenso
de nuevas potencias. Estamos en plena transición geopolítica mundial y lo
decisivo es la tendencia a la multipolaridad. Lo que eso significa es una
gigantesca redistribución del poder a nivel mundial. El problema radical es
que, históricamente, estas crisis se han resuelto siempre, tarde o temprano,
con la guerra, con la expansión del militarismo y con enorme sufrimiento de las
poblaciones. La lucha por la paz debería
ser una prioridad de nuestro trabajo.
Una segunda cuestión tiene que ver con la Unión
Europea. Nuestra posición es clara en este tema: el federalismo europeo que tradicionalmente hemos
defendido tiene que ser sustancialmente revisado. La “Europa alemana” impide
cualquier avance democrático y perpetúa las desigualdades sociales y entre
países. La cuestión del euro tiene que ser planteada con todo su radicalidad.
La tercera
cuestión hace referencia a lo que algunos hemos llamado la “crisis orgánica”
del capitalismo español. Hablamos de toda una etapa histórica que se ha
cerrado: la que va desde los primeros gobiernos socialistas hasta el 2007. Lo
básico es entender que esta crisis del patrón de acumulación capitalista
español abre una crisis de régimen, de Estado y de la política en sentido
fuerte. No voy a detenerme mucho aquí; subrayar, sobre todo, que detrás de la
crisis de régimen está el cuestionamiento profundo del bipartidismo político
dominante. Lo hemos dicho muchas veces y hoy conviene repetirlo: el
bipartidismo ha sido un modo de organizar el poder al servicio de aquellos que
no se presentan a las elecciones y detentan el poder económico, mediático y
cultural. La alternancia ha sido eso, diferencias entre partidos dominantes
siempre resueltas en favor de los poderes fácticos.
La pregunta
que las tesis políticas no se hace es la siguiente: ¿Cómo combatir realmente el
bipartidismo? Aquí y ahora tenemos dos experiencias, la andaluza, gobernar con
el PSOE y la extremeña, dejar gobernar al Partido Popular Este debate no puede
ser eludido y tiene que realizarse a fondo, hasta sus últimas consecuencias.
Nuestra propuesta es también diáfana: no hay posibilidad de regeneración
democrática en nuestro que no pase por la ruptura con el bipartidismo y la
construcción de una gran fuerza democrático-popular (el bloque políticos y
social) que derrote a la derecha, le dispute la hegemonía al PSOE y, no se debe
de olvidar, neutralice a la extrema derecha emergente.
También en
este tema el factor tiempo es muy importante. Los poderes fácticos harán todo
lo posible por perpetuar el bipartidismo (siempre con la derecha catalana y
vasca) y hoy andan extremadamente preocupados por la decadencia del PSOE.
Tenemos que hacer un enorme esfuerzo político para construir el bloque
político-social alternativo precisamente en un momento donde el PSOE vive una
crisis profunda. Hay que insistir: no tenemos todo el tiempo del mundo.
La propuesta
de un proceso constituyente es decisiva. Algunas veces parecería que se trata
de una posición política voluntarista o arbitraria. No es así. Han sido los
poderes económicos los que han puesto en crisis el régimen constitucional del
78 y han iniciado la transición hacia otro que bien pudiéramos llamar de
democracia oligárquica. Así de claro y evidente. Lo fundamental es que se está
haciendo sin tener en cuenta al soberano, es decir, al conjunto de ciudadanos y
ciudadanas. Reclamar un proceso constituyente es reivindicar la soberanía
popular y el ejercicio de los derechos y libertades violadas por los poderes
fácticos con la complicidad, hay que insistir una y otra vez, del PP y del
PSOE.
Para ir
terminando, Cayo Lara ha venido
poniendo el acento en algo que es muy importante: IU gana votos y pierde afiliación. Él habla hasta de tragedia por
esta cuestión; verdaderamente lo es. La pregunta que habría que hacerse es ¿por
qué? La cuestión podría plantearse del siguiente modo: hoy las clases subalternas
necesitan más que nunca organización, pero las viejas formas-partido ya no
sirven.
Fijémonos en
dos asuntos para entender lo que se quiere decir. De un lado, el predominio absoluto del eje
electoral-institucional en el funcionamiento regular de IU. Primera paradoja:
nos institucionalizamos cada vez más cuando los órganos representativos tienen
cada vez menos poder y la democracia
decide cada vez menos. De otro lado, las viejas
formas-partido tradicionales del movimiento obrero habían socializado
enormemente la política y sus modos de ejercerla. Hoy lo que predominan son partidos de cuadros cada vez más
profesionalizados y, segunda paradoja, donde hacen política fundamentalmente los que viven de ella. Para
la izquierda transformadora esto es mortal.
Lo
importante para el movimiento obrero organizado era que miles de hombres y de
mujeres dedicaban una parte de su tiempo libre a la cosa pública, a la
organización, al partido. Es lo que se ha llamado “una economía moral de la
multitud” o un “sector público voluntario”. Pues bien, necesitamos hoy más que
nunca formas de “socialización de la política” que promuevan el compromiso y el
trabajo voluntario de miles de hombres y mujeres; la auto-organización social y
formas
agregación social y económicas que generen un (contra) poder de los que no
tienen el poder.
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Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante
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