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Pero hay otra razón por la cual se
continúan las políticas de austeridad. Y es que la enorme cantidad de dinero que se está utilizando por parte de la banca en
prácticas especulativas tiene también sus elevados riesgos, como la banca es
bien consciente. De ahí que lo que desea
es buscar nuevas áreas de inversión que no sean especulativas, tales como
la Seguridad Social y los servicios
públicos del Estado del Bienestar. Se necesitan, pues, medidas de
austeridad que empobrezcan las transferencias públicas (como las pensiones) y
los servicios (como sanidad o educación), y que estimulen su privatización. Ello ofrece nuevas posibilidades para la
banca y para las compañías de seguro de realizar amplios beneficios en
actividades menos arriesgadas que las especulativas. Esta es la explicación de
las medidas de austeridad. Y si no se lo cree, mire quien se está beneficiando
de las privatizaciones de la sanidad en Catalunya, la Comunidad Autonómica de Madrid,
donde tales políticas de privatización han sido más acentuadas.
Entre muchos intereses financieros, existen
inversiones de alto riesgo, compañías de seguro, consultorías afines al capital financiero y un
largo etcétera.
Es la “americanización de la sanidad”, es decir, la extensión del modelo
sanitario estadounidense gestionado por las compañías financieras
con afán de lucro, que han determinado el sistema
sanitario más caro, más ineficiente y más impopular de los sistemas
sanitarios existentes. En EEUU el sector sanitario es un campo de expansión del
capital financiero. Y este es el
objetivo de las políticas de austeridad en Europa (ver mi libro Medicine
under Capitalism para analizar las consecuencias de este sistema
de financiación de la sanidad).
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UNION EUROPEA: Las causas reales de las
políticas de austeridad.
*****
Vicenc Navarro.
Público.es Rebelión lunes 17 de diciembre del 2012.
En un
artículo reciente indiqué que las medidas que se están tomando para
racionalizar el sistema financiero en la Unión Europea no están teniendo un
impacto en la resolución de la Gran Recesi ón que la Unión Europea está
experimentando (“¿Qué está ocurriendo en la Eurozona?, Sistema 30.11.12). Según
el Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía española descenderá un 1,5%
del PIB, la italiana un 2,3%, la portuguesa un 3%, la griega un 5,2%, la
británica un 0,6%, la alemana un 0,9% y la francesa un 0,1%. Para el promedio
de la Unión Europea, las predicciones de crecimiento económico son nulas, como
señala la Comisión Europea.
En realidad,
se calcula que el descenso de la economía europea será de un 0,4% de su PIB. Un
mal presente y un futuro peor. Las reformas financieras parecen no estar
mejorando la situación. Antes al contrario, muchas de las medidas que se están
tomando para mejorar el sistema financiero, están empeorando, en lugar de
mejorando, la situación económica. El énfasis del Banco Central Europeo (BCE) y
de la Comisión Europea en continuar las políticas de austeridad es un claro
ejemplo de ello. Se argumenta que la disciplina fiscal (reducir el déficit público
de los Estados) es clave para recuperar la confianza de los mercados
financieros. De ahí que, como consecuencia, se están realizando más y más
recortes en las transferencias y en los servicios públicos del Estado del
Bienestar.
La inmensa
mayoría de trabajos científicos creíbles muestran el profundo error de tales
políticas. En realidad, tales políticas de austeridad han sido las responsables
de que se vaya cayendo más y más en esta Gran Recesión. Y la causa de que ello
sea así no es nada difícil de entender. El gran descenso de las rentas del
trabajo en la mayoría de países del mundo occidental (y muy en especial
Norteamérica y Europa occidental) ha creado un enorme problema de escasez de
demanda, que aún cuando fue paliada, en parte, debido al enorme endeudamiento
de la población (endeudamiento que benefició a la banca), ha llegado a un
límite que ha paralizado el crecimiento económico.
Pero la
disminución de las rentas del trabajo se ha hecho a costa del enorme
crecimiento de las rentas del capital y de su concentración en unos sectores de
la población enormemente minoritarios (el famoso 1% del Occupy Wall Street
Movement). Nos encontramos así con la aparente paradoja que vemos, junto a un
enorme crecimiento de la cantidad de dinero existente en manos de unos pocos,
una gran escasez de dinero para que la mayoría de la población pueda pagar los
bienes y servicios que necesita para mantener su nivel de vida. En realidad, la
pobreza está alcanzando dimensiones epidémicas, alcanzando grupos y clases sociales
que se habían siempre considerado inmunes a tal escasez de recursos.
Lo que debería hacerse y no se hace.
Parecería
que lo más lógico es que se repartiera la enorme concentración de dinero para
que se transfiriera a la población en general permitiéndoles que compren y
atiendan a sus necesidades, recuperándose así la economía. La solución a esta
recesión es extraordinariamente fácil de diseñar, si el conocimiento científico
fuera el que motivara las decisiones políticas. De nuevo, toda la evidencia
científica creíble existente señala que tal concentración de las rentas está
dificultando la resolución de la crisis. Y la manera de corregir la
concentración es la redistribución de tal dinero. Sólo en EEUU, el dinero
acumulado (por la élite económica) durante estos años de crisis es de 2
trillones (americanos) de dólares. No hay, pues, falta de dinero. Su
redistribución hacia las clases populares resolvería rápidamente el problema de
falta de demanda en EEUU.
Que ello no
se haga se debe al enorme poder que tiene este 1% de la población en cada país
y las alianzas que se establecen entre ellos en varios países. Los argumentos
que constantemente se dan, incluso por autores de izquierda, para explicar
porqué no se hace tal redistribución y se estimule la demanda, es que los
economistas que dirigen o aconsejan estas políticas de austeridad son
incompetentes o ignorantes, argumentos que no son creíbles. Otro argumento que
se ha utilizado es que tales economistas están imbuidos de una ideología, la
ideología neoliberal que practican y promueven con una fe mancada de base
empírica que la sustente.
Pero tal
argumento ignora que la fe siempre se reproduce porque beneficia a los que la
promueven y sustentan. Hay intereses muy poderosos –para los cuales tales
economistas trabajan- que apoyan la austeridad. Uno de ellos es el capital
financiero, pues la expansión económica, que resultaría de las políticas
redistributivas, afectaría la inflación. Y el enemigo número uno de la banca es
siempre la inflación. Si el lector tiene 100 euros y la inflación anual es de
un 10%, al final del año, su billete de 100 euros únicamente tiene un valor de
90 euros en comparación con los iniciales. Y la banca tiene billones de euros.
Eso significa que ligeras variaciones de la inflación pueden tener impactos
sumamente negativos para el capital financiero.
De ahí que
las políticas de austeridad que se están imponiendo en la Eurozona (y utilizo
la expresión imponiendo porque en ninguno de los países donde tales políticas
se han llevado a cabo éstas estuvieron en los programas electorales de los
partidos gobernantes), y que están dañando el bienestar de la mayoría de la
población, hayan sido las escogidas por el sistema de gobierno del euro (el
Banco Central Europeo y también la Comisión Europea), enormemente influenciado
por el capital financiero europeo (y muy en especial el alemán). Estas
políticas han sido muy exitosas para tal capital financiero. La inflación en el
promedio de la Eurozona ha sido alrededor del 2% por año, el objetivo que se
diseñó cuando se estableció el euro (en noviembre fue el 2,2%).
Otras
causas de las políticas de austeridad.
Pero hay
otra razón por la cual se continúan las políticas de austeridad. Y es que la
enorme cantidad de dinero que se está utilizando por parte de la banca en
prácticas especulativas tiene también sus elevados riesgos, como la banca es
bien consciente. De ahí que lo que desea es buscar nuevas áreas de inversión
que no sean especulativas, tales como la Seguridad Social y los servicios
públicos del Estado del Bienestar. Se necesitan, pues, medidas de austeridad
que empobrezcan las transferencias públicas (como las pensiones) y los
servicios (como sanidad o educación), y que estimulen su privatización.
Ello
ofrece nuevas posibilidades para la banca y para las compañías de seguro de
realizar amplios beneficios en actividades menos arriesgadas que las
especulativas. Esta es la explicación de las medidas de austeridad. Y si no se
lo cree, mire quien se está beneficiando de las privatizaciones de la sanidad
en Catalunya, la Comunidad Autonómica de Madrid, donde tales políticas de
privatización han sido más acentuadas.
Entre muchos
intereses financieros, existen inversiones de alto riesgo, compañías de seguro,
consultorías afines al capital financiero y un largo etcétera. Es la
“americanización de la sanidad”, es decir, la extensión del modelo sanitario
estadounidense gestionado por las compañías financieras con afán de lucro, que
han determinado el sistema sanitario más caro, más ineficiente y más impopular
de los sistemas sanitarios existentes. En EEUU el sector sanitario es un campo
de expansión del capital financiero. Y este es el objetivo de las políticas de
austeridad en Europa (ver mi libro Medicine under Capitalism para analizar las
consecuencias de este sistema de financiación de la sanidad).
Otra causa
de la persistencia de tales políticas de austeridad es que está debilitando al
mundo del trabajo y a los sindicatos. El caso español es un caso claro. Por
primera vez en época democrática, las rentas del capital superan a las rentas
del trabajo. Y la enorme influencia del capital financiero junto con la
patronal, en el estamento político gobernante, hace y explica que, a pesar del
descenso de la demanda y del escaso crecimiento económico, las rentas del
capital continúen creciendo, ayudados por unas políticas fiscales que
garantizan sus amplios beneficios (ver mi artículo “El “expolio” social del que
no se habla”. Público. 06.12.12). La alianza del capital con el Estado
garantiza la prioridad de unas políticas que, mientras benefician a una minoría
de la población, dañan enormemente el bienestar de la mayoría.
No
es sólo el 1%.
Cuando
escribo una minoría no me refiero sólo al 1% al cual el movimiento Occupy Wall
Street hace referencia. Este 1% (los propietarios y controladores del gran capital) tiene un poder decisivo y determinante. En realidad, su porcentaje
sobre la población, tanto en EEUU como en España, es mucho menor que el 1%. Pero
este grupo controla los medios que configuran lo que uno de los analistas más
agudos de las sociedades capitalistas, Gramsci, definió como hegemonía
ideológica, que incluye desde las escuelas y las academias hasta los medios de
información y persuasión, y que determinan la sabiduría convencional del país,
que incluso hoy, tras tanto dolor y daño causado en la población, continúa
dominando: el neoliberalismo.
Toda una
batería de fundaciones, centros de estudios o proyectos de investigación, están
financiados por el capital, y muy en particular por el capital financiero. Los
mayores bancos del país tienen centros de estudios, organizan conferencias,
financian diarios y revistas llamadas científicas, donde el dogma se reproduce
y se promueve a través de amplias cajas de resonancia, medios radiofónicos o
televisivos, o prensa escrita, a su vez endeudada y dócil a tales poderes. El
1% para poder mandar necesita el aparato ideológico que lo sustente, Y de ahí que, a
pesar del daño que tales políticas están causando, se continúen promoviendo.
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