UBER, TRASKRABBIT, GAFA ( Google, Apple,
Facebook, Amazon) y el desarrollo de las
economías de Plataforma y las nuevas tecnologías portadoras de una hecatombe de
empleos y la sobre-explotación de la mano de obra, los nuevos asalariados
(proceso acumulativo de los nuevos asalariados del siglo XXI), absolutamente
sin Derechos Sociales, tiempos de la revolución en la era Digital
Admitamos durante un
instante, aunque esa previsión es altamente discutible, que las ganancias de
productividad ligadas a las nuevas tecnologías son portadoras de una hecatombe
de empleos y que un empleo sobre dos será automatizado en los dos próximos decenios.
Que una sociedad garantice un ingreso decente a todos
sus miembros es, evidentemente, un objetivo legítimo. Pero ello no implica la
adhesión a los proyectos de ingreso universal, de base, etc. Estos proyectos se
basan en un postulado erróneo, conducen a un callejón
sin salida estratégico y renuncian al derecho al empleo.
/////
Ya no habrá
empleo para todo el mundo, por lo que es necesario, un ingreso universal, para
redistribuir la riqueza producida por los robots. Los robots hacen una parte del
trabajo en nuestro lugar, por lo que el tiempo de trabajo y el propio trabajo,
vamos hacia la hecatombe del trabajo así como a la sociedad del fin del
trabajo?
***
EL ESPEJISMO DEL INGRESO UNIVERSAL.
Las nuevas tecnologías son portadoras de una
hecatombe de empleos.
*****
Michel Husson, Viento Sur.
Martes 10 de enero del 2017.
Admitamos
durante un instante, aunque esa previsión es altamente discutible, que las
ganancias de productividad ligadas a las nuevas tecnologías son portadoras de
una hecatombe de empleos y que un empleo sobre dos será automatizado en los dos
próximos decenios.
Que una
sociedad garantice un ingreso decente a todos sus miembros es, evidentemente,
un objetivo legítimo. Pero ello no implica la adhesión a los proyectos de
ingreso universal, de base, etc. Estos proyectos se basan en un postulado
erróneo, conducen a un callejón sin salida estratégico y renuncian al derecho
al empleo.
Adiós al pleno empleo, viva el ingreso.
La idea de un ingreso universal se encarna en
múltiples proyectos. Pero, más allá de sus diferencias, todos se desarrollan en
la intersección de dos propuestas más o menos explícitas. La primera es
conocida: las ganancias de productividad hacen que no se pueda alcanzar el
pleno empleo. Y como toda actividad humana es creadora de valor, hay que
redistribuir la riqueza producida mediante un ingreso desconectado del empleo.
Admitamos durante un instante, aunque esa previsión es
altamente discutible, que las
ganancias de productividad ligadas a las nuevas tecnologías son portadoras de
una hecatombe de empleos y que un empleo sobre dos será automatizado en los dos
próximos decenios. Los partidarios del fin del trabajo dicen entonces:
“veis claramente que ya no habrá
empleo para todo el mundo, -por lo que-es necesario un ingreso universal para
redistribuir la riqueza producida por los robots”.
Hay que rechazar absolutamente ese “por lo que”. Otro
razonamiento es en efecto posible: “Los robots hacen una parte del trabajo en
nuestro lugar, -por lo que- nuestro tiempo de trabajo puede disminuir”.
Es lo que ha ocurrido a escala histórica (no
espontáneamente sino bajo la presión de las luchas sociales): las ganancias de
productividad han sido, en gran parte, redistribuidas bajo forma de reducción
del tiempo de trabajo.
Pequeña economía política de lo numérico.
En la práctica nos encontramos con que las ganancias
de productividad asociadas a las nuevas tecnologías tardan un tiempo en
manifestarse. Los economistas se encuentran de nuevo confrontados con la “paradoja de Solow”: estas nuevas
tecnologías se ven en todos los lugares, salvo en las estadísticas de
productividad. Los intentos para salir de esta dificultad consisten en decir
que el volumen de producción está mal medido por los métodos habituales:
estaría subestimado, de tal forma que las ganancias de productividad serían
finalmente más elevadas que lo que parece. Los correctivos propuestos se basan
en su mayor parte en un olvido de la vieja distinción entre valor de uso y
valor de cambio que lo numérico estaría embrollando.
El desarrollo de la economía de plataforma (Uber, etc.) y de los GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon) ha estimulado en efecto las innovaciones teóricas a menudo impresionistas pero que se apoyan en su mayor parte en nuevas definiciones de la producción o de la captación de valor. La cuestión que es necesario plantearse es la de saber si las nuevas tecnologías hacen verdaderamente necesario un tal “sobrepasamiento” de la teoría del valor.
El desarrollo de la economía de plataforma (Uber, etc.) y de los GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon) ha estimulado en efecto las innovaciones teóricas a menudo impresionistas pero que se apoyan en su mayor parte en nuevas definiciones de la producción o de la captación de valor. La cuestión que es necesario plantearse es la de saber si las nuevas tecnologías hacen verdaderamente necesario un tal “sobrepasamiento” de la teoría del valor.
Aun a riesgo de conservadurismo es necesario, aquí,
dar un paso atrás: es preciso discernir lo que es efectivamente nuevo a la vez
que se toma distancia de la idea fácil según la cual las innovaciones técnicas
determinarían mecánicamente los cambios sociales adecuados. Esta fascinación
ante las proezas de la técnica conduce bastante rápidamente a la precipitada
conclusión de que la clase asalariada está condenada.
Para quitarse de encima ese dispositivo ideológico, lo más simple es preguntarse cuál es el modelo de las empresas “numéricas”. Dicho de otra forma: ¿cómo ganan dinero? Apple vende smartphones y tabletas; su modelo se distingue en un casi-monopolio que se basa, por un lado, en una sobreexplotación de la mano de obra y, por otro, en la renta que le proporciona la adición de los consumidores a su sistema cerrado. Pero, a fin de cuentas, Apple gana dinero vendiendo mercancías. No hay pues nada nuevo bajo el sol desde este punto de vista y ello permite subrayar un resorte ideológico consistente en la mezcla de dos cosas: los resultados notables del producto y el hecho de que es una mercancía clásica. La misma cosa se podría decir de Amazon, que no es otra cosa que un distribuidor de mercancías almacenadas en inmensos hangares (o de grandes servidores para los bienes numéricos) que son manipulados por proletarios.
Para quitarse de encima ese dispositivo ideológico, lo más simple es preguntarse cuál es el modelo de las empresas “numéricas”. Dicho de otra forma: ¿cómo ganan dinero? Apple vende smartphones y tabletas; su modelo se distingue en un casi-monopolio que se basa, por un lado, en una sobreexplotación de la mano de obra y, por otro, en la renta que le proporciona la adición de los consumidores a su sistema cerrado. Pero, a fin de cuentas, Apple gana dinero vendiendo mercancías. No hay pues nada nuevo bajo el sol desde este punto de vista y ello permite subrayar un resorte ideológico consistente en la mezcla de dos cosas: los resultados notables del producto y el hecho de que es una mercancía clásica. La misma cosa se podría decir de Amazon, que no es otra cosa que un distribuidor de mercancías almacenadas en inmensos hangares (o de grandes servidores para los bienes numéricos) que son manipulados por proletarios.
La tipología de las plataformas es todavía
más diversificada. Por ejemplo, Blablacar
y Uber no tienen exactamente la misma lógica. En el primer caso, la
plataforma pone en contacto a dos personas que han escogido hacer el mismo
trayecto y comparten los gastos. Se trata entonces de una transferencia de
renta entre personas individuales que no crea en sí misma valor. Por contra, la
plataforma percibe una comisión que corresponde a la venta de un bien
mercantil, en este caso el servicio de puesta en contacto. Uber, y otras muchas como TaskRabbit
en Estados Unidos, funcionan más bien como agencias de trabajo temporal,
poniendo a disposición a “asalariados” que van a realizar una tarea para un
cliente que va a pagar por esa prestación.
Las aplicaciones de puesta en relación hacen así
posibles transacciones que habrían podido ser realizadas bajo otras formas pero
a un precio más elevado o no se habrían realizado. Se podría hablar de empresa
virtual que pone directamente en contacto al comprador del servicio con una
persona “asalariada”. Desde un punto
de vista estrictamente económico no hay verdaderamente nada nuevo bajo el sol.
La plataforma rentabiliza su inversión y sus algunos asalariados, cobrando una
comisión: la mercancía que vende es el servicio de puesta en relación. El
trabajador recibe una remuneración, como lo haría un pequeño artesano. La gran
diferencia es evidentemente la no aplicación (potencial pero no inevitable) de
toda legislación social y fiscal. Este sector de la gig economy se asemeja al llamado sector informal o no declarado de
los países en desarrollo y el estatuto de sus participantes es frecuentemente
más próximo al de un jornalero del siglo XIX que al de asalariado o incluso
trabajador autónomo.
Ello es particularmente evidente en el caso del micro-trabajo que consiste, como explica el sitio web foulefactory.com, en automatizar las “tareas manuales más laboriosas” mediante una remuneración mínima. El ejemplo emblemático es el del Turco Mecánico (Mechanical Turk) de Amazon: esta plataforma (mturk.com) pone en contacto a particulares y empresas que proponen microtareas. La misma denominación de Turco Mecánico es reveladora. Hace referencia a la famosa superchería de finales del siglo XVIII: un autómata vestido a la moda turca jugaba al ajedrez (y ganaba la mayoría de las veces). En realidad era un ser humano que manipulaba al maniquí. Amazon reivindica orgullosamente la referencia a ese subterfugio, anunciando el slogan “inteligencia artificial”: se reconoce así que muchas tareas que parecen haber sido automatizadas son de hecho realizadas por pequeñas manos pero diseminadas a través del mundo y subpagadas. Amazon simboliza así el verdadero subterfugio ideológico consistente en transformar el recurso a esta sobreexplotación en maravilla de la tecnología.
Ello es particularmente evidente en el caso del micro-trabajo que consiste, como explica el sitio web foulefactory.com, en automatizar las “tareas manuales más laboriosas” mediante una remuneración mínima. El ejemplo emblemático es el del Turco Mecánico (Mechanical Turk) de Amazon: esta plataforma (mturk.com) pone en contacto a particulares y empresas que proponen microtareas. La misma denominación de Turco Mecánico es reveladora. Hace referencia a la famosa superchería de finales del siglo XVIII: un autómata vestido a la moda turca jugaba al ajedrez (y ganaba la mayoría de las veces). En realidad era un ser humano que manipulaba al maniquí. Amazon reivindica orgullosamente la referencia a ese subterfugio, anunciando el slogan “inteligencia artificial”: se reconoce así que muchas tareas que parecen haber sido automatizadas son de hecho realizadas por pequeñas manos pero diseminadas a través del mundo y subpagadas. Amazon simboliza así el verdadero subterfugio ideológico consistente en transformar el recurso a esta sobreexplotación en maravilla de la tecnología.
Adiós a la teoría del valor.
Un paso suplementario se realiza con las teorías del
digital labor. Ese trabajo gratuito realizado por los consumidores que surfean
en internet sería explotado, ya que produce una información que se capta
integralmente sobre el sitio web y que será revendida: hay pues captación de
valor producida por los “pro-consumidores”
(prosumers).
Este esquema conduce a elaboraciones teóricas a veces
descabelladas y que pueden incluso presentarse en un marco conceptual que
evocaría la teoría del valor. Este es el caso de Christian Fuchs que lleva hasta el extremo la tradición operaria
italiana: “la fábrica es el lugar del trabajo asalariado, la fábrica no está
solamente en el edificio: está en todos los lugares”.
Para Antonio
Casilli, otro teórico
del digital labor, creamos valor sin saberlo, especialmente a través de los
objetos conectados: “el simple hecho de encontrarse en una casa o en una
oficina ‘inteligentes’. es decir equipadas de dispositivos conectados, es ya
productor de valor para las empresas que colectan informaciones”. Es necesario entonces “reconocer la naturaleza
social, colectiva, común, de todo lo que se produce en términos de contenido
compartido y de datos interconectados y prever una remuneración que mida volver
a dar al common lo que ha sido
extraído. De donde la idea, que defiendo, del ingreso de base incondicional”
Esta justificación del ingreso de base se basa en una
extensión ilegítima de los conceptos de valor y de explotación y, finalmente,
de una incomprensión de las relaciones sociales capitalistas. El
gran problema del capitalismo numérico es al contrario su incapacidad de
mercantilizar los bienes y servicios virtuales que produce.
Otros dos adeptos del capitalismo cognitivo van
todavía más lejos al proponer un ingreso
social garantizado que debería “ser concebido e instaurado como un ingreso
primario ligado directamente con la producción, es decir como la contrapartida
de una actividad creadora de valor y de riqueza en la actualidad no reconocida
y no remunerada”/.
El término de “ingreso primario” remite a la distribución “primaria” de los ingresos,
entre salarios y beneficios. Dicho de otra forma, el ingreso garantizado es
pensado como una forma suplementaria de ingreso que debería agregarse al
salario y al beneficio. Pero este ingreso correspondiente a una creación de
valor ex nihilo nos hace entrar en un mundo paralelo fantasmágorico que ya no
es el capitalismo.
Saldo de cualquier cuenta.
El primer impasse estratégico de los proyectos de
ingreso universal se basa en una idea raramente subrayada que por otra parte
reenvía al postulado de base, es decir que el pleno empleo está en lo sucesivo
fuera de alcance. Sin embargo, es fácil mostrar, casi aritméticamente, que el
pleno empleo es esencialmente una cuestión de reparto. Decir que el pleno empleo está fuera de alcance equivale pues a
admitir que es imposible modificar la distribución del valor agregado de las
empresas en el sentido de una creación de empleos por reducción del tiempo de
trabajo.
Sin embargo los proyectos de ingreso universal
implican, también ellos, una modificación de la distribución de los ingresos
necesaria para financiar el ingreso incondicional en un nivel “suficiente” para asegurar un nivel de
vida decente. Pero, ¿por qué ese cambio en la distribución –al menos tan
drástico- sería más fácilmente aceptado por los dominantes que un reparto del
trabajo?
Los partidarios del ingreso universal se encuentran a
continuación confrontados con una contradicción fatal. Si el ingreso es “suficiente” o “decente”, su financiación implica redesplegar ampliamente la
protección social, ya que no hay fuente autónoma de creación de valor. Ello
supone una regresión social que consiste en remercantilizar lo que ha sido
socializado. Si el ingreso se fija en un nivel modesto, como etapa intermedia,
entonces el proyecto ya no se distingue de los proyectos neoliberales y les
prepara el terreno.
Al idealizar al
precariado como si correspondiese completamente a un trabajo más
autónomo que permitiría liberar las iniciativas, se ocultan las formas más
clásicas y dominadas. Al proponer el sobrepasamiento
de la condición salarial hacia un post-asalariado adosado a un ingreso de base
se facilita la tarea de los que organizan en la práctica la vuelta al
pre-trabajo asalariado. Los partidarios progresistas de un ingreso de 1000
euros mensuales tienen el riesgo de favorecer la puesta en práctica de un
ingreso universal de 400 euros –como saldo de todas las cuentas- que
permitiría, además, reducir ventajosamente los costos de funcionamiento del
Estado de Bienestar.
Adiós
al programa de transición.
La combinación
de fundamentos teóricos erróneos y de orientaciones programáticas vacilantes
conduce fatalmente a renunciar o a girar la espalda a los ejes esenciales de un
proyecto coherente, que empiece por la reducción del tiempo de trabajo. Más
allá de algunas posiciones conciliadoras (“eso
es complementario”) los partidarios del ingreso universal ignoran o
desacreditan esta palanca de acción.
Para Philippe Van Parijs, uno de los grandes
promotores de la renta universal, ella es “una idea del siglo XX, no del siglo
XXI” porque “la realidad del siglo XXI” (a la que es necesario pues resignarse)
es la “multiplición del trabajo atípico, del trabajo independiente, del trabajo
a tiempo parcial, de los contratos de todo tipo”.
Proyectándose
en un futuro indistinto, todos estos proyectos saltan por encima de la necesaria
movilización alrededor de medidas de urgencia como el aumento del salario
mínimo y de las rentas mínimas sociales (con su extensión a los jóvenes de 18 a
25 años). Al resignarse a la precarización dejan en realidad el campo libre a
los proyectos liberales de un ingreso mínimo único e insuficiente que
sustituiría a las rentas mínimas sociales existentes.
Al favorecer el espejismo de un salario para toda la vida o un ingreso incondicional, estos proyectos obvian una versión radicalizada de la seguridad social profesional que asegure la continuidad del ingreso/8 (se entiende por seguridad social profesional la que tiene por objeto asegurar la continuidad del recorrido profesional y el mantenimiento de los ingresos frente a las rupturas unilaterales de los contratos, a la vez que se instaura el derecho a la movilidad de las personas; según algunas propuestas los ingresos correspondientes a los períodos de no trabajo se financiarían por cotizaciones mutualizadas a cargo de las empresas; ndt).
Al favorecer el espejismo de un salario para toda la vida o un ingreso incondicional, estos proyectos obvian una versión radicalizada de la seguridad social profesional que asegure la continuidad del ingreso/8 (se entiende por seguridad social profesional la que tiene por objeto asegurar la continuidad del recorrido profesional y el mantenimiento de los ingresos frente a las rupturas unilaterales de los contratos, a la vez que se instaura el derecho a la movilidad de las personas; según algunas propuestas los ingresos correspondientes a los períodos de no trabajo se financiarían por cotizaciones mutualizadas a cargo de las empresas; ndt).
En fin, estos adioses
al pleno empleo impiden plantear la cuestión de las necesidades sociales y de
adoptar una lógica de Estado “empleador
en último término”. La cuestión
ecológica permanece ausente, salvo que la frugalidad del ingreso de base sea
suficiente para desencadenar el decrecimiento.
De forma general, el éxito de estos proyectos se explica sin duda por las coordenadas de un período bastante de pesadilla. Parecen representar atajos que permitan sortear los obstáculos y pasar de nuevo a la ofensiva. Se encuentra esta misma búsqueda de soluciones milagro en terrenos conexos: las monedas mágicas (“libre”, “doble” o “refundadora”) para crear actividad, la vuelta a las monedas nacionales para salir de la crisis del euro, el sorteo aleatorio para restablecer la democracia, etc. Estas utopías encantatorias no son solamente estériles: son también, desgraciadamente, obstáculos a la construcción de una estrategia de alternativa encarnada en la realidad de las relaciones sociales
De forma general, el éxito de estos proyectos se explica sin duda por las coordenadas de un período bastante de pesadilla. Parecen representar atajos que permitan sortear los obstáculos y pasar de nuevo a la ofensiva. Se encuentra esta misma búsqueda de soluciones milagro en terrenos conexos: las monedas mágicas (“libre”, “doble” o “refundadora”) para crear actividad, la vuelta a las monedas nacionales para salir de la crisis del euro, el sorteo aleatorio para restablecer la democracia, etc. Estas utopías encantatorias no son solamente estériles: son también, desgraciadamente, obstáculos a la construcción de una estrategia de alternativa encarnada en la realidad de las relaciones sociales
____________
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario