La Democracia en América Latina está herida y en grave
peligro. El poder de los "mass-media" y los poderes facticos
globales.- En la Introducción de nuestro Artículo
sobre la Democracia en América Latina, presentado el 30 de junio del 2012,
decíamos lo siguiente: Los Partidos
Políticos, otra de las fortalezas
históricas de la Democracia Liberal representativa, simplemente por décadas
continúan en crisis terminal y sólo presentan vida activa por el tiempo que
duren las elecciones – y al final cuando juramenta el “electo”, tampoco
gobierno, porque quien ejerce el “Poder Político”, es el Caudillo electo
y para ello se rodea de los poderes fácticos locales y entrega el gobierno y
el poder a la corporaciones transnacionales. (Son tan minúsculos en su
visión y responsabilidad política, que por recibir el apoyo, asesoramiento son
secuestrados por los representantes del poder factico transnacional y en lo cotidiano de la vida diaria nos les
importa traicionar a sus electores y menos perder – triturar, demoler, asesinar
- su propio “partido político” , movimiento o alianza política con la cual ganaron las elecciones y van
hasta el fondo de demoler sus millones de votantes que confiaron en él y que
dieron su apoyo, que se jugaron la vida porque confiaron en sus promesas y al
final aparece la nefasta calidad del electo de que no es capaz del mínimo de
reconocer en sus “antiguos asesores”, votantes, ciudadanos que apostaron
por él y termina destruyendo todo, hasta el próximo proceso electoral, y
nuevamente le volvemos a creer y somos sus electores, militantes y defensores.
Dr. Pablo Raúl
Fernández Llerena,
Sociólogo. Politólogo. Docente
de la Universidad Nacional de San Agustín. Ciudadano Mariateguista. Crítico del capitalismo "del
desastre", del capitalismo salvaje, de la llamada economía del casino, del
capitalismo en la era de la transnacionalización de los monopolios
imperialistas, aquél que comenzó en la década de los 80', como "la
revolución de los ricos", contra los pobres, modelo del capitalismo
financiero especulativo que rueda sin frenos hacia el abismo, a un ritmo
acelerado.... y nos arrastra a todos con él. Hoy millones de jóvenes indignados
y sindicalistas en Europa, Ocupa Wall Street, en Estados Unidos, universitarios
en Chile, el movimiento "Yo soy el
132" en México, así como millones de ciudadanos en las comunidades
históricas y pueblos originarios, están cavando su sepultura final. Arequipa sábado 30 de junio del 2012.
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Este proceso multidimensional dialéctico – social – representación de clase -, político –
Partido político, Programa y Proyecto Político -, cultural – diversidad
étnica e interculturalidad -, ambiental – diversidad de recursos
naturales, biodiversidad, conocimientos tradicionales, respeto a nuestra Madre
Naturaleza – impulsa desde el poder local de la nueva Sociedad Civil,
nueva, emergente, popular, democrática y junto al proceso de construcción de la
nueva Ciudadanía Múltiple, intercultural, la forja de nuevos Liderazgos – sociales, humanistas,
emergentes, representativos de las comunidades tradicionales y pueblos
originarios, ubicado en contexto generales del “Cambio
de Época histórica”, nuevos Sujetos Sociales Históricos,
traen consigo un Nuevo Paradigma Político que exigen profundos cambios
en el sistema democrático. Pasar de la simple democracia electoral, hacia la Democracia de Ciudadanos: se necesitan personas
bien informadas sobre los acontecimientos y sobre los principios que están en
la base del Estado de Derecho, personas alertas y lúcidas, capaces de
defender una ética y una política que refleje los valores de la
ciudadanía en democracia; porque debemos hacer una apuesta por el Estado de
Derecho, la Democracia y los derechos fundamentales, que son los derechos humanos ya consagrados
constitucionalmente, lo que implica que la ciudadanía puede ejercerlos con
propiedad.
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LOS PODERES FACTICOS
AMENAZAN LA DEMOCRACIA.
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Por Edgardo Mocca.
Página/12
sábado 31 de diciembre del 2016.
Los poderes fácticos están desatados hoy entre
nosotros. ¿Quiénes son los poderes fácticos? Una vasta literatura académica los
define y los estudia: son fuerzas organizadas que ejercen poder político sin
ninguna legitimidad que los sustente para ese fin. Entre nosotros el poder
fáctico proverbial fueron durante el siglo XX las fuerzas armadas.
Constitucionalmente definidas como fuerzas que tenían como fundamento la
defensa de la Nación bajo el mando del presidente, se colocaron en el rol de
fuerza ordenadora y disciplinadora y muchas veces directamente ejecutora del
orden político. El final de ese capítulo que tuvo lugar en 1983 tiene una
enorme importancia histórica; a partir de ese punto, los argentinos estamos en
condiciones –lo hagamos o no– de juzgar la conducta individual y de grupo
apelando a la ley. Sin embargo, como se reconoce de modo universal, los poderes
fácticos no son exclusivamente los militares, ni las armas su único fundamento.
En la historia académica de la expresión suelen mencionarse otros poderes de
ese tipo: la Iglesia Católica, los medios de comunicación, los grandes
empresarios y los terratenientes son los mencionados con más frecuencia. Es bueno
prestar atención a este problema porque los poderes fácticos son esencialmente
una amenaza, la principal amenaza, a la democracia. El territorio que controlan
los poderes fácticos no se rige por la democracia.
El triste espectáculo del “juicio” del régimen de
Morales en Jujuy a Milagro Sala, devenido lisa y llanamente en su proscripción
según las necesidades electorales del gobernador, las “denuncias” abiertas y
reabiertas con el máximo de velocidad y repercusión mediática a Cristina
Kirchner, las absoluciones en el caso Papel Prensa, la represión constituida en
forma normal de conducta ante cualquier protesta popular, las impresionantes
campañas publicitarias desplegadas a favor de la precarización laboral, a favor
del FMI como la gran ayuda para levantar la economía desastrada en estos doce
meses de macrismo, las operaciones contra personas y organizaciones por el solo
delito de seguir simpatizando con la fuerza que gobernó el país durante los
doce años anteriores al que se está yendo… todo eso y mucho más que una mirada
más detallista podría agregar es el modo de manifestación de los poderes
fácticos argentinos. Las apelaciones a las leyes –cuando existen–
suelen ser formales y vacías. Los argumentos que pretenden demostrar que la
prensa se limita a informar, que los jueces no persiguen ni protegen sino que
cumplen su trabajo, que la policía, al reprimir a gente que protesta, está
protegiendo a los ciudadanos, que la obsesión de los medios oligopólicos por la
legislación laboral es una simple “opinión periodística”, son un enunciado
ideológico que solamente sirve para ocultar (u ocultarse a sí mismo) la
existencia de poderes a los que ninguna ley ni Constitución pone límites. Lo
que está sucediendo en los últimos años es llamativo: los poderes fácticos han
adquirido un respaldo ciudadano explícito que en otra época no tenían.
Ciertamente hubo amplios sectores sociales que miraron con simpatía a los
golpes de Estado, pero a partir de 1983 empezaron a reconocer la existencia de
una Constitución y de leyes y a no repudiarlas en forma ostensible. Hoy,
algunos sectores enfrentan a la policía exigiendo mano dura, celebran el
simulacro judicial contra Milagro Sala –encarnación del mal para los medios
dominantes–, festejan que se reabra la causa por la denuncia de Nisman, aún
cuando todos los juristas que no se enrolan automáticamente a favor de los
poderes fácticos sostienen su absoluta falta de fundamentos, hasta el punto de
que no se produjo ningún delito que la explique. No puede ocultarse que hay una
franja de la sociedad que vería con simpatía la prisión de la ex presidenta,
con absoluta prescindencia de la legalidad y la constitucionalidad de su
consumación.
Los medios de comunicación concentrados han devenido
en todo el mundo un poder fáctico central. No se trata, claro, de los “medios
de comunicación” en abstracto, sino de maquinarias que en las últimas décadas
han alcanzado una tremenda efectividad para defender sus negocios y para operar
a favor de determinadas políticas, sobre la base del enorme poder de fuego
político del que disponen. Los medios son lo que son por su carácter de
articulador discursivo, táctico y estratégico de la red de poderes fácticos y
por su enorme poder de represalia contra sus antagonistas. Lo sabe cualquiera
que haya vivido en el país los últimos años. Claro, no hay un comité central de
los poderes fácticos. Tampoco hay una uniformidad absoluta en los intereses, ni
hay una plena coordinación de todos ellos a través de los medios. Por otro
lado, los empresarios mediáticos son, a la vez, una parte muy importante de la
red de poderes fácticos y no siempre sus negocios coinciden con lo que muchos
de sus sectores impulsan. Se puede hablar de una red de intereses y de un
cierto programa político de referencia. Es cierto que los poderosos discuten
mucho entre ellos pero fácilmente se podría hacer un pequeño programa con sus
abrumadoras coincidencias: plena “libertad de mercado”, menos Estado-menos
gasto público, salarios “competitivos”, es decir bajando hasta igualarnos con
otros países modélicos de la región, negociación salarial por empresa, calles
sin protestas populares, basta de juicios al terrorismo de Estado y mucho menos
contra civiles. Además hay un punto central de acuerdo en la Argentina de hoy,
que es terminar con el kirchnerismo a como dé lugar.
Hay un punto que es el más estremecedor de lo que está
sucediendo, y es que el Poder Judicial se ha convertido en el reducto de un
poder fáctico que actúa como tal de modo ostensible e intenso. Digamos que el
ejemplo más pleno de lo anterior es la ya mencionada reapertura de la causa
Nisman, pero el espectáculo judicial-televisivo es abrumador como para negarle
centralidad a algo que ya no es la judicialización de la política, sino la
prostitución del servicio de justicia. La independencia de la justicia, tan
reclamada en tiempos del golpismo republicano ha devenido una rosca impúdica
entre jueces, medios de comunicación y operadores gubernamentales. Pocas veces
se había ido tan lejos. El insólito ocultamiento mediático del juicio por
encubrimiento al atentado de la AMIA es un caso emblemático de lo que está
sucediendo: todo el mundo mediático agita la cuestión de la impunidad de la
causa AMIA, embrollando de tal manera las cosas como para que parezca que la
responsabilidad por esa impunidad sea de los gobiernos kirchneristas. Como dice
una muy interesante nota escrita por Hugo Presman en la revista virtual La
Tecl@ Eñe, “en cualquier lugar del mundo tener sentado en el banquillo de los
acusados a un ex presidente de la Nación; a su ex jefe de la inteligencia; al
juez y a los fiscales que participaron de la investigación, y al ex presidente
de la institución representativa de la comunidad afectada merecería un
seguimiento intenso del juicio. Nada de eso sucede en la Argentina. Ante este
misterio sólo cabe interrogarse ¿Por qué?” Como lo demuestra el artículo en su
conjunto, es un ocultamiento con aroma de intereses poderosos que están dentro
y fuera del país y tienen como prioridad el no esclarecimiento del
atentado.
La democracia argentina va a necesitar más temprano
que tarde una nueva Constitución. Es muy amplia la agenda de su probable
contenido y no podrá retroceder ante el llamado núcleo duro de los derechos y
las garantías, que es el que provoca escozor en los poderes fácticos porque en
el centro de esos derechos está el de propiedad sin principio regulador alguno.
Y la lucha contra los poderes fácticos es inconcebible sin limitación de los
monopolios, sin principios limitantes de la acumulación de riquezas, sin un
concepto de función social de la propiedad. Hablando más en general, será
necesaria la revisión del Poder Judicial devenido en oligarquía vitalicia que
no paga Impuesto a las Ganancias y cuyo punto de vista se coloca muchas veces
sobre las leyes y la Constitución. Sin embargo, el horizonte de una nueva
Constitución no puede pensarse por fuera de la extrema dureza de la actual
coyuntura. También el Poder Ejecutivo actúa frecuentemente como poder fáctico,
es decir situado por fuera de la ley. Lo hizo cuando designó jueces de la Corte
Suprema por decreto, cuando también por decreto –en este caso de necesidad y
urgencia– derogó partes fundamentales de la Ley de Medios de Comunicación
Audiovisual y hace poco cuando derogó de facto un punto de la ley de blanqueo
que fue el centro de la principal discusión parlamentaria que suscitó.
Hay cierto aroma de estado de excepción en el ambiente
político. Las recurrentes pedradas en el auto presidencial, que nunca logran
ser captadas por las sofisticadas técnicas que hoy están al alcance de
cualquiera, forman parte de la creación de este clima. En el orden neoliberal
parlamentario que hoy rige en el mundo, el gran moderador de la política es la
llamada “opinión pública”. Por eso un gran argumento del oficialismo actual ha
sido hasta ahora que una parte importante de la opinión acompaña al Gobierno y
aunque se siente mal tiene expectativas. Sin embargo, la tendencia es a un
creciente distanciamiento ciudadano respecto del Gobierno. Más allá de las
encuestas, está el clima en la calle, el tenor de las conversaciones entre las
personas. Los meses en los que entramos serán políticamente dramáticos para lo
que constituye el plan maestro del bloque dominante, la construcción de un
orden para la regresión neoliberal, algo así como un cierre drástico del
antagonismo de los últimos años y una recuperación del clima de la alternancia
sin alternativas, propia de los años dorados del neoliberalismo en la década de
los noventa. Nunca pareció fácil esa tarea. Hoy luce más compleja que nunca,
con la proximidad de la elección de medio término y las inciertas perspectivas
sociales de un plan que se dice gradualista pero ha afectado en tiempos
vertiginosos el nivel de vida de millones de argentinos. Serán tiempos
políticamente tensos.
Como
llegamos a fin de año se puede expresar un deseo: paz y justicia para todos.
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