“El feminismo descolonial plantea una reinterpretación de la
historia en clave crítica a la modernidad no sólo por su
androcentrismo y misoginia, como lo ha denunciado el feminismo clásico, sino también por su carácter
intrínsecamente racista y eurocentrico y es ahí en donde el feminismo
clásico encuentra sus límites pues como nos comenta Yuderkys: “cuesta creer que un progreso en la conquista de derechos
de las mujeres que se estima haya sido posible en Europa y Estados Unidos y algunos países del Tercer Mundo, se haya
convertido en la medida del horizonte por alcanzar tanto del feminismo como del
marxismo. El feminismo descolonial es
crítico del feminismo clásico porque este último es reproductor de la idea de
Europa como comienzo y fin de la historia y de la modernidad como proyecto de superación al que ha de
llegar todo grupo humano”.
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FEMINISMO DESCOLONIAL.
LOS PROBLEMAS DE LAS MUJERES SOLO TIENEN SOLUCIONES GLOBALES.
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Marcos Rey.
www/brecha.com.uy
Rebelión miércoles 18 de enero del 2017.
2ª
parte de la entrevista a Nerea Aresti pionera en los estudios de las
masculinidades en España, que realizó el medio uruguayo www/brecha.com
El pasado 5 de Enero la historiadora vasca Nerea Aresti estuvo en Montevideo para dictar un seminario en la Facultad de Humanidades sobre los nuevos enfoques de la historia de género. A continuación reproducimos la 2º parte de la entrevista enfocada al feminismo descolonial y el sistema sexo-género.
—¿Qué implica para usted “descolonizar el género”, en la línea del feminismo descolonial?
—El feminismo se ha enriquecido en la medida en que hemos comprendido
que el concepto de mujeres lleva dentro más relaciones de poder que las
puramente de género. Eso significa que los problemas de las mujeres pasan
también por soluciones que van más allá de la cuestión de género, porque
también implican relaciones de clase, raza, geopolíticas y entre países. De
modo que los problemas de las mujeres sólo tienen soluciones en términos
globales, y en esas luchas el feminismo seguirá teniendo un papel central.
—¿Pero por qué se sigue afirmando sin matiz alguno que la situación de las mujeres en los países desarrollados es mejor que nunca? Basta reparar en la situación de miles de mujeres migrantes en Europa empleadas en trabajos precarios para advertir que es un enunciado que sigue reparando básicamente en las mujeres blancas de clase media para arriba.
—¿Pero por qué se sigue afirmando sin matiz alguno que la situación de las mujeres en los países desarrollados es mejor que nunca? Basta reparar en la situación de miles de mujeres migrantes en Europa empleadas en trabajos precarios para advertir que es un enunciado que sigue reparando básicamente en las mujeres blancas de clase media para arriba.
—Es difícil dar una respuesta global a una realidad compleja. Algunas
mujeres están mejor, otras no. La crisis económica ha profundizado la
feminización de la pobreza y ha internacionalizado la división del trabajo en
términos de género. Parte de la cobertura social y de los cuidados que corrían
a cargo de los estados de bienestar (guarderías, residencias, cuidados de
enfermos) han sido recortados y pasaron a ser sustituidos por una mano de obra
inmigrante, mal paga y fundamentalmente femenina. Ahí está claro que hablar de
mejoras es obviar la realidad de millones de mujeres. El problema es que tendemos
a ver siempre una línea de progreso en sentido ascendente. Pero incluso las
conquistas se pueden perder, como lo vemos en varios países con respecto al
aborto. Debemos mantener la tensión, no sólo para avanzar en derechos sino para
mantener lo que se ha conquistado.
—“No al uso forzado del velo, no a la eliminación forzada del velo”, decía una plataforma feminista que rechazaba todo tipo de dominación. ¿Cómo se posiciona usted frente a la polémica del velo en Europa?
—“No al uso forzado del velo, no a la eliminación forzada del velo”, decía una plataforma feminista que rechazaba todo tipo de dominación. ¿Cómo se posiciona usted frente a la polémica del velo en Europa?
—Es un tema difícil, pero nunca la prohibición en términos identitarios o
culturales es una salida. Nos tenemos que mover en el terreno de la libertad y
la autonomía de las personas para elegir qué tipo de prácticas acompañan su
vida cotidiana, sea para vestir de una determinada manera como para tener el
derecho a no hacerlo. A veces se usa el feminismo de forma engañosa o con
tintes autoritarios. El caso francés es el más lamentable, porque utiliza al
feminismo para atentar contra la libertad de las mujeres a vestirse de una u
otra manera. Pero esto no significa que no comprendamos la terrible situación
que viven las mujeres en determinados contextos opresivos.
—¿La democracia y el secularismo (separación del Estado y la Iglesia) son las mejores garantías para la igualdad de las mujeres? ¿O también pueden existir cosmovisiones religiosas favorables a la emancipación de las mujeres? Eso se pregunta la teórica feminista Joan Scott.
—¿La democracia y el secularismo (separación del Estado y la Iglesia) son las mejores garantías para la igualdad de las mujeres? ¿O también pueden existir cosmovisiones religiosas favorables a la emancipación de las mujeres? Eso se pregunta la teórica feminista Joan Scott.
—Estoy de acuerdo con Scott. Ni la democracia liberal ni el secularismo son
garantía absoluta de libertad e igualdad para las mujeres. El secularismo puede
ser usado como un mecanismo autoritario de silenciamiento o represión de
algunas mujeres. Y la democracia liberal tiene sus límites, por eso me parece
importante que reivindiquemos otro concepto de democracia que realmente avance
en términos de libertad e igualdad.
“La ciencia obliga a respetar el binarismo sexual”
—El feminismo de los setenta y ochenta distinguió al sexo como lo biológico
(inmutable) y al género como una construcción cultural (mutable).Pero teóricas
feministas como Judith Butler han insistido desde los noventa en que tampoco el
sexo es inmutable, sino que al igual que el género es una categoría que está
investida políticamente y construida socialmente por discursos y prácticas que
han variado en el tiempo. ¿Comparte esa lectura?
—Sí, comparto la lectura de Butler. Ha servido para nombrar y legitimar, no sólo en el terreno académico sino también en lo político, un enfoque que necesitaba ser nombrado.
—Sí, comparto la lectura de Butler. Ha servido para nombrar y legitimar, no sólo en el terreno académico sino también en lo político, un enfoque que necesitaba ser nombrado.
—¿Por qué cree que sigue primando la distinción esencialista e
inmutable del sexo?
—Porque llevamos varios siglos de naturalización de la
diferencia sexual. Se ha convertido en parte de nuestra identidad más íntima.
Cuanto más naturalizada está una identidad más difícil es comprender que está
construida. Cuando nos volvemos vegetarianos, por ejemplo, tenemos más
capacidad para comprender que eso es una construcción, y que hay de por medio
una serie de elecciones intelectuales detrás. Pero cuando nos viene dado como
algo totalmente natural es mucho más difícil comprenderlo como una
construcción.
—En Médicos, donjuanes y mujeres modernas usted
estudió cómo el discurso médico produjo nuevas imágenes de masculinidad y
feminidad basadas en principios biologicistas del sexo. ¿De qué manera la
medicina sigue operando en esos términos para legitimar la diferencia sexual?
—De forma definitiva. La legitimidad del pensamiento
científico es enorme, y sigue teniendo este efecto de naturalización de la
diferencia sexual. Lo curioso es que el discurso médico es cada vez más
flexible al cambio de los cuerpos, pero más inflexible al cambio de los
géneros. La ciencia avanza para hacer encajar los cuerpos en una identidad, una
biología, unos órganos. Pero es inflexible con los géneros. Cuando no se produce
la identificación del cuerpo con el género, si no cambia el género hay que
cambiar el cuerpo, pues la identificación tiene que producirse. De lo
contrario, se asume como una patología con términos como la disforia de género.
(La ciencia) considera una enfermedad tanto que la identidad no corresponda a
los atributos corporales como que desde una identidad no se tenga una
inclinación hacia un género u otro. La ciencia, digamos, obliga a respetar el
binarismo sexual. No sé si esto se está reforzando, porque también veo líneas
de fisura con movimientos y gentes que teorizan y protestan por una mayor
apertura, pero para la ideología dominante este discurso médico sigue siendo
una verdad absoluta.
-¿Qué perspectivas le ve a la teoría queer en esto de
ampliar la politización de todas las relaciones de dominación, incluso
problematizando el trabajo académico y la dimensión política de la producción
de conocimiento?
—Aquí me surge la duda de si tenemos claridad de
cuál es la dimensión más política y práctica de futuro de la teoría queer. Ha
sido un avance tremendo en términos teóricos, filosóficos, políticos. Y se
puede seguir profundizando, pero no se debe perder la tensión de creación de
nuevas políticas en lo más práctico. Es ahí donde yo tengo falta de claridad
sobre cómo puede avanzar, y enriqueciéndose. No es que sea pesimista, sino que me falta
claridad de por dónde puede ir esta tensión crítica y esta capacidad de lo
querer para romper moldes.
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* Nerea Aresti es doctora por
la State University de Nueva York y por la Universidad del País Vasco.
Especialista en la historia de género, editora de la revista Ayer y
vicepresidenta de la Asociación Española de Historia e Investigación de las
Mujeres.
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