"Durante varias semanas, así funcionó todo. La
administración federal se mantuvo al margen de las denuncias por
irregularidades en el sistema de voto electrónico que hacían algunos sectores
del Partido Demócrata, exigiendo recuentos en algunos de los estados que
resultaron clave para el triunfo republicano. Los dos mandatarios, el electo y
el saliente, mantuvieron una relación telefónica fluida en todo este tiempo.
Una fuente de discordia fue la decisión de Obama de
cambiar el histórico veto de Estados Unidos a una resolución de Naciones Unidas
crítica de los asentamientos israelíes en Cisjordania. Trump acusó a su
predecesor de haberlo hecho para marcarle la cancha y dificultar su tarea una
vez que asuma y asumió públicamente el compromiso de revertir esa posición a
partir del 20 enero. Una serie de posteos al respecto también echaron dudas
sobre el compromiso del próximo gobierno con los organismos internacionales y
las instancias de multilateralismo para resolver conflictos de política
exterior.
Pero lo que hizo estallar la relación fue el informe
de las agencias de inteligencia norteamericanas confirmando la intervención de
hackers rusos en la campaña para perjudicar a la rival de Trump, Hillary
Clinton: mientras el presidente acusaba públicamente a Vladimir Putin de estar
atrás del ataque al sistema político estadounidense, el presidente electo
desestimaba el valor y la veracidad de esa información y acusaba al gobierno de
utilizarla para desacreditar su legitimidad, minada por la desventaja nacional
de más de tres millones de sufragios que arrojó el recuento definitivo del voto
popular. Desde la Casa Blanca anunciaron y aplicaron medidas retaliatorias
contra Moscú: en un acto inédito desde el final de la Guerra Fría, Obama
decidió echar del país a 35 diplomáticos rusos acusados de espionaje". Página/12.
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NOAM CHOMSKY: EL AISLAMIENTO DE ESTADOS UNIDOS.
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Noam
Chomsky.
La
Jornada lunes 2 de enero del 2017.
Traducción
de Jorge Anaya.
El 23 de diciembre de
2016, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas adoptó por unanimidad la
resolución 2334, con la abstención de Estados Unidos. La resolución reafirmó
que la política y prácticas de Israel al establecer asentamientos en territorios palestinos y otros territorios árabes ocupados desde 1967 no tiene validez legal y constituye una seria obstrucción para lograr una paz amplia, justa y duradera en Medio Oriente (y) llama una vez más a Israel, como potencia ocupante, a regirse escrupulosamente por la Cuarta Convención de Ginebra de 1949, rescindir sus medidas previas y desistir de llevar a cabo cualquier acción que resulte en un cambio del estatus legal y la naturaleza geográfica y que afecte materialmente la composición demográfica de los territorios árabes ocupados desde 1967, incluida Jerusalén y, en particular, a no transferir partes de su propia población civil a los territorios árabes ocupados.
Reafirmado. Un asunto de
cierta importancia.
Es importante reconocer
que la 2334 no es nada nuevo. La cita anterior es de la resolución 446 del
Consejo, del 12 de marzo de 1979, reiterada en esencia en la resolución 2334.
La 446 fue aprobada 12-0 con la abstención de Estados Unidos, al que se unieron
Reino Unido y Noruega. Las diferencias primordiales son que ahora Estados
Unidos está solo contra el mundo entero, y que es un mundo diferente. Las
violaciones israelíes a las órdenes del Consejo de Seguridad, y al derecho
internacional, son ahora mucho más extremas que en 1979 y suscitan mucha mayor
condena en gran parte del mundo. Por tanto, hay que tomar más en serio los
contenidos de las resoluciones 446-2334. De ahí la intensa reacción a la 2334,
tanto en cobertura como en comentario y, en Israel y Estados Unidos, en
considerable histeria. Esas son impactantes indicaciones del creciente
aislamiento de Estados Unidos en la escena mundial. Esto es, con Obama. Con
Trump, es probable que el aislamiento se incremente, y de hecho así ha sido
incluso antes de que asuma el poder.
El paso más significativo
de Trump en promover el aislamiento estadunidense se dio el 8 de noviembre,
cuando obtuvo dos victorias. La menor fue en su país, donde ganó el voto
electoral. La mayor fue en Marrakech, Marruecos, donde unas 200 naciones se
reunían para tratar de poner algún contenido real en los acuerdos de París de
diciembre de 2015 con respecto al cambio climático, los cuales quedaron como
promesas más que como el tratado que se pretendía, porque el Congreso
republicano no aceptaría compromisos vinculantes.
Al llegar los votos
electorales el 8 de noviembre, la conferencia de Marrakech se desvió de su
programa sustantivo hacia la cuestión de si podría haber alguna acción
significativa para enfrentar la severa amenaza de catástrofe ambiental ahora
que el país más poderoso de la Tierra está levantándose de la mesa. Esa fue,
sin duda, la mayor victoria de Trump el 8 de noviembre, de verdadera
trascendencia. También definió el aislamiento de Estados Unidos respecto de los
más severos problemas humanos jamás enfrentados en la historia del planeta. El
mundo puso sus esperanzas de liderazgo en China, ahora que el Líder del Mundo
Libre ha declarado que no sólo se retirará del esfuerzo sino, con la elección
de Trump, aplicará medidas de fuerza para acelerar la carrera hacia el
desastre.
Un
asombroso espectáculo, que pasó virtualmente sin comentario.
El hecho de que Estados
Unidos esté solo ahora en su rechazo al consenso internacional se reafirmó en
la declaración 2334, en la que perdió incluso a la Gran Bretaña de Theresa May.
La razón por la que Obama
optó por la abstención en vez del veto es una pregunta abierta: no tenemos
evidencia directa. Pero hay algunas suposiciones plausibles. Hubo algunas reacciones
de sorpresa (y escarnio) después del veto de Obama en febrero de 2011 a una
resolución del Consejo de Seguridad que llamaba a adoptar una política oficial
en Estados Unidos, y tal vez sintió que sería demasiado repetirlo si quería
salvar algo de su maltrecho legado entre sectores de la población que tienen
cierto interés por el derecho internacional y los derechos humanos. También
vale la pena recordar que entre los demócratas liberales, si no en el Congreso,
y en particular entre los jóvenes, la opinión acerca de Israel-Palestina ha
virado hacia la crítica a las políticas israelíes en años recientes, tanto que
el núcleo del apoyo a esas políticas se ha desplazado a la extrema derecha,
incluida la base evangélica del Partido Republicano. Tal vez esos factores
influyeron.
La abstención de 2016
causó furor en Israel y en el Congreso estadunidense, tanto entre republicanos
como en prominentes demócratas, incluso con propuestas de retirar fondos a la
ONU en represalia por el crimen del mundo. El primer ministro israelí Netanyahu
denunció a Obama por sus acciones
deshonestas contra Israel. Su oficina acusó a Obama de
coludirsetras bambalinas con esa
conjuradel Consejo de Seguridad, y presentó partículas de
evidenciaque apenas se elevan al nivel del humor enfermo. Un alto funcionario israelí añadió que la abstención
reveló el verdadero rostro del gobierno de Obamay que
ahora entendemos con qué hemos estado tratando en los ocho años pasados.
La realidad es muy
diferente. Obama de hecho ha roto todos los récords de apoyo a Israel, tanto
diplomático como económico. La realidad es descrita con exactitud por el
especialista del Financial Times en Medio Oriente, David Gardner: “Los
tratos personales de Obama con Netanyahu tal vez fueron ponzoñosos con
frecuencia, pero ha sido el más pro israelí de los presidentes: el más pródigo
con la ayuda militar y el más confiable en el ejercicio del voto estadunidense
en el Consejo de Seguridad… La elección de Donald Trump hasta ahora ha traído
poco más que espumarajos de tuits sobre éste y otros embrollos
geopolíticos. Pero los augurios son ominosos. Un gobierno irredento en Israel,
inclinado hacia la ultraderecha, se ve unido ahora por un gobierno nacional
populista en Washington que transpira islamofobia”.
En un comentario
interesante y revelador, Netanyahu denunció la conjura del mundo como
prueba de
la parcialidad del viejo mundo contra Israel, frase reminiscente de la distinción que hacía Donald Rumsfeld entre la vieja y la nueva Europa en 2003.
Se recordará que los
estados de la vieja Europa eran los chicos malos, los principales estados
europeos, que se atrevieron a respetar la opinión de la abrumadora mayoría de
sus pobladores y por tanto se negaron a secundar a Estados Unidos en el crimen
del siglo, la invasión de Irak. Los estados de la nueva Europa eran los chicos
buenos, que desoyeron a una mayoría aún más grande y obedecieron al amo. El más
honorable de los chicos buenos fue José María Aznar, de España, quien rechazó
una oposición virtualmente unánime en su país a la guerra y fue recompensado
con una invitación a estar al lado de Bush y Blair en el anuncio de la
invasión.
Este despliegue bastante
revelador de desprecio absoluto por la democracia, junto con otros al mismo
tiempo, pasó virtualmente inadvertido. Es comprensible, porque la tarea en ese
tiempo era ensalzar a Washington por su apasionada dedicación a la democracia,
como quedó ilustrado por la
promoción de la democraciaen Irak, que de pronto se volvió la línea del partido después de que la
única pregunta(¿renunciará Saddam Hussein a sus armas de destrucción masiva?) recibió la respuesta incorrecta.
Netanyahu está adoptando
la misma postura en gran medida. El viejo mundo que se ha alineado contra
Israel es todo el Consejo de Seguridad de la ONU; más específicamente,
cualquiera en el mundo que tenga algún compromiso duradero con el derecho
internacional y los derechos humanos. Por fortuna para la ultraderecha israelí,
eso excluye al Congreso estadunidense y –de manera muy abierta– al presidente
electo y sus asociados.
El gobierno israelí está,
desde luego, al tanto de estos hechos. Por tanto, busca cambiar su base de
apoyo a estados autoritarios como Singapur, China y la India nacionalista
derechista hindú de Modi, que ahora se convierte en un aliado muy natural, con su
viraje hacia el ultranacionalismo, las políticas reaccionarias internas y el
odio al islam. Las razones de que Israel mire en esa dirección en busca de
apoyo son esbozadas por Mark Heller, investigador principal asociado en la
Institución de Estudios de Seguridad Nacional de Israel.
A largo plazo, explica,
hay problemas para Israel en sus relaciones con Europa occidental y con Estados Unidos, mientras, en contraste, los importantes países asiáticos
no parecen indicar mucho interés por cómo Israel se lleva con los palestinos, los árabes o cualquier otra nación. En síntesis, China, India, Singapur y otros aliados favorecidos se ven menos influidos por las preocupaciones liberales y humanas que representan crecientes amenazas para Israel.
Las tendencias que se
desarrollan en el orden mundial merecen alguna atención. Como se indicó,
Estados Unidos está aún más aislado que en años recientes, cuando encuestas
dirigidas por este país –que no se informan aquí, pero son sin duda conocidas
por Washington– revelaron que la opinión mundial lo considera la mayor amenaza,
con mucho, a la paz mundial, con ninguno siguiéndolo siquiera de cerca. Con
Obama, el país está ahora solo en su abstención sobre los asentamientos
ilegales israelíes, contra un Consejo de Seguridad unánime. Con Trump y sus
seguidores de ambos partidos en el Congreso, la nación estará aún más aislada
en el mundo en apoyo a los crímenes israelíes.
Desde el 8 de noviembre,
Estados Unidos está aislado en el aspecto mucho más crucial del calentamiento
global. Si Trump cumple su promesa de salir del acuerdo de Irán, es probable
que los otros participantes persistan, con lo que Estados Unidos quedará aún
más aislado de Europa. También está mucho más aislado de su patio trasero
latinoamericano que en el pasado, y lo estará todavía más si Trump retrocede de
los vacilantes pasos de Obama hacia la normalización de relaciones con Cuba,
emprendidos para prevenir la probabilidad de que su país quedara excluido de
organizaciones hemisféricas a causa de su continuo ataque a Cuba, en
aislamiento internacional.
En gran medida ocurre lo
mismo en Asia, porque incluso aliados cercanos estadunidenses (aparte de
Japón), como Reino Unido, recurren al Banco de Desarrollo de Infraestructura de
Asia, con sede en China, y a la Sociedad Económica Regional Ampliada, también
basada en China, y en este caso con Japón incluido. La Organización de
Cooperación de Shanghai incorpora los estados de Asia central, Siberia con su
riqueza de recursos, India, Pakistán y pronto probablemente Irán y tal vez
Turquía. Esta asociación ha rechazado la solicitud de Estados Unidos de sumarse
como observador y en cambio le exigió que retire todas sus bases militares de
la región.
Inmediatamente después de
la elección de Trump, presenciamos el interesante espectáculo de la canciller
alemana Angela Merkel asumiendo el liderazgo en leer la cartilla a Washington
sobre valores liberales y derechos humanos. Entre tanto, desde el 8 de
noviembre, el mundo mira hacia China por liderazgo para salvar al planeta de la
catástrofe ambiental, en tanto Estados Unidos, una vez más en espléndido
aislamiento, se dedica a socavar esos esfuerzos.
Por supuesto, el
aislamiento estadunidense no es completo. Como quedó de manifiesto en la
reacción a la victoria electoral de Trump, Estados Unidos cuenta con el apoyo
entusiasta de la ultraderecha xenofóbica en Europa, incluidos sus elementos
neofascistas. Y el retorno de la ultraderecha en partes de América Latina
ofrece a Washington oportunidades de alianzas allí también. Y, desde luego, conserva
su alianza cercana con las dictaduras del Golfo y con Israel, que también se
separa de sectores más liberales y democráticos de Europa y se vincula con
regímenes autoritarios a los que no les importan las violaciones israelíes del
derecho internacional y sus duros ataques a los derechos humanos elementales.
El cuadro que se perfila sugiere el surgimiento de un Nuevo Orden
Mundial, muy diferente de los retratos usuales dentro del sistema doctrinal.
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Fuente
La Jornada sábado 31 de diciembre del 2016
Publicado con
permiso de Chomsky ZCommunications
Traducción:
Jorge Anaya.
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