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"El capitalismo está agotado y la crisis radica en negar la socialización del progreso humano, el cual será inevitable (luego del quiebre) con la robotización masiva y el desarrollo de las IA. Sugerir que el problema de la desigualdad sea solucionado con limosnas es como combatir una infección con una aspirina. En lugar de curarse, la infección aumenta. El quiebre podría evitarse por un acuerdo global, pero si la sensatez no fuese un bien escaso, no estaríamos ahogándonos en una crisis ambiental. La alternativa es un colapso global, una situación distópica dende se rompan todas las leyes aceptadas hoy como dogmas, como el valor del dólar, de la propiedad privada. Un colapso donde no haya ganadores sino una regresión definitiva a la Edad Media"
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EL
GRAN QUIEBRE DEL SIGLO XXI. DEMOCRACIAS SECUESTRADAS, PROPAGANDA Y REBELIONES.
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Por Jorge
Majfud |16/07/2022| Opinión.
Fuente Rebelión sábado 16 de julio del 2022.
¿Dónde
se demuestra que la prosperidad procede de la riqueza acumulada de los ricos? ¿Por qué no
ver que el desarrollo y la riqueza son productos de la humanidad, sobre la
experiencia y el conocimiento acumulado de la milenaria historia humana?
El profesor
Walter Scheidel, en su libro The Great Leveler mostró,
de forma más que convincente, que desde
la prehistoria hasta nuestros días todos los
sistemas socioeconómicos que conoció
la humanidad tendieron a la desigualdad y terminaron
en catástrofes globales. Lo primero es bastante
obvio y lo estamos viendo hoy en
día: aquellos que tienen poder
financiero y económico tienen poder político inflamado, lo que lleva a un
efecto bola de nieve. Los ricos y sus corporaciones son los grandes donantes de los partidos
políticos y luego escriben las leyes a su conveniencia. En 1971, un clásico de los comics políticos, The Wizard of Id lo resumió de forma insuperable: “La regla de oro
consiste en que quien tiene el oro hace las reglas”.
En 2013, el economista francés Thomas Piketty escribió su aclamado libro El Capital en el siglo XXI donde expresó que, en gran medida, el crecimiento de la desigualdad se debe a que la riqueza de los ricos (basado en acciones y propiedades) creció más rápido que la economía y los ingresos del resto, es decir, más rápido que los salarios de quienes luchan por sobrevivir.
Pero la desigualdad no es slo económica; también es racial, sexual, religiosa, ideológica y cultural. Desde
generaciones, las sociedades han
debatido sobre el significado de desigualdad social y si esto es bueno o malo. Una de las hipótesis conservadoras (ya que nunca
alcanzaron categoría de teorías) radicó en justificar la desigualdad como
una consecuencia natural
de la prosperidad. En una
tribu o en la Antigüedad las diferencias
nunca fueron tan grandes como en nuestras
(orgullosas) sociedades actuales.
De ahí se impuso la idea de que (1) la prosperidad
procede de la inequidad o (2) la inequidad es una consecuencia necesaria e inevitable de la prosperidad. “Nunca antes los pobres fueron menos pobres que
hoy”, y todo eso hay que
agradecérselo al capitalismo y a los ricos.
Esta
demostración de ignorancia radical es la bandera
de libertarios y neoliberales,
misioneros contra la intervención de los gobiernos (de sus
regulaciones y sus impuestos) en la vida social y económica de los
pueblos. Irónicamente, tienen a EEUU
como modelo ideológico, cuya
prosperidad, como la europea, fue
construida en base a la esclavitud y a
fuerza de brutales intervenciones
imperiales (de los gobiernos y sus agencias secretas) sobre el resto de la humanidad. Tampoco
consideran que las corporaciones son
dictaduras como lo eran los feudos en la Edad Media y las repúblicas bananeras más
recientemente.
Meros
mitos. ¿Dónde se demuestra que la prosperidad procede de la riqueza acumulada
de los ricos? ¿Por qué no ver que el
desarrollo y la riqueza son productos de la humanidad, sobre la experiencia y
el conocimiento acumulado de la milenaria historia humana?
Otro de los dogmas del mundo actual radica en una mala lectura del mismo Adam Smith, según el cual todo progreso social se basa en la ambición y el egoísmo del individuo. De ahí, el mito social según el cual el progreso y la prosperidad se basan en la ambición de los individuos por ser millonarios, razón por la cual no hay que “castigar el éxito” con impuestos. Un mito popular pero barato, si consideramos que todos los progresos, todos o casi todos los inventos técnicos, científicos y sociales que registra la historia (incluso en la Era capitalista) han sido hechos por gente que no estaba pensando en el maldito dinero.
Los mitos
sociales no proceden del pueblo.
Proceden del
poder. Sí,
(1)
la
Revolución Industrial multiplicó
(2)
la riqueza y
(3)
la desigualdad por cien, pero no se
puede separar los tres elementos del
(4)
brutal imperialismo euro-estadounidense.
Si América
del Sur hubiese saqueado al resto del mundo por siglos, hoy sería modelo de progreso y desarrollo.
El hecho de
que hoy los pobres sean menos
pobres que ayer no es una prueba de las bondades del capitalismo, ya que la Humanidad ha venido haciendo progresos por milenios y todos de forma acelerada. Ningún progreso técnico o científico se debe al capitalismo
ni a los capitalistas. Los
millonarios solo lo secuestraron. El
capitalismo corporativo actual es una herencia del sistema esclavista:
en nombre de la libertad, la explotación
de los de abajo,
la concentración de la riqueza, la sacralización de los amos-empresarios y
la demonización
de los trabajadores-esclavos.
En este
momento, el capitalismo no está aportando nada
más que problemas existenciales, como
(1)
la
destrucción del planeta a fuerza de crecimiento basado en el consumo y la destrucción y
(2)
el
agravamiento de las diferencias sociales, las que conducirán a mayores
conflictos.
El
capitalismo está agotado y la crisis radica en negar
la socialización del progreso humano,
el cual será inevitable (luego del quiebre) con la robotización masiva y el desarrollo de las IA.
Sugerir que el problema de la desigualdad sea solucionado con limosnas es como combatir una infección con una aspirina. En lugar de curarse, la infección aumenta. El quiebre podría evitarse por un acuerdo global, pero si la sensatez no fuese un bien escaso, no estaríamos ahogándonos en una crisis ambiental. La alternativa es un colapso global, una situación distópica dende se rompan todas las leyes aceptadas hoy como dogmas, como el valor del dólar, de la propiedad privada. Un colapso donde no haya ganadores sino una regresión definitiva a la Edad Media
Si en un pueblo hubiese gente muriéndose de hambre
y alguien se le ocurriese encender un
cigarro con un billete de cien
dólares, sería calificado de inmoral.
Bueno, esa es la situación hoy en día.
Es decir que estamos en el primer nivel
de tres:
1) Moral:
Es inmoral que mueran
niños de hambre en un mundo
superrico e hiper tecnológico. Necesidades
básicas cubiertas sería el primer
escalón de una civilización
humanista.
2) Injusticia: Luego,
quedaría la discusión de la injusticia de lo que le toca a cada uno
y en base a qué razón.
3) Conveniencia: una
discusión menos relevante es sobre
la necesidad o la conveniencia de la inequidad. Para
muchos de nosotros, la equidad favorece el desarrollo y hasta la producción
de riqueza. El crecimiento como condición
previa a cualquier redistribución es
un dogma creado por el poder.
Los superricos son los enemigos de la Humanidad.
No sólo le secuestran riqueza al resto,
no sólo monopolizan
la política en democracias y dictaduras, sino que
lo mantiene en estado de hipnosis a
través de
(1)
los grandes medios de propaganda,
(2)
los medios de distracción, de diversión tóxica y fragmentaria, y
(3)
por la virtud de mantener a otros millones de humanos en estado de necesidad,
como esclavos asalariados sin tiempo para pensar
que los piratas no son sus hermanos ni sus vecinos.
Pero gran parte de la humanidad ama,
admira y desea a los superricos, como los
esclavos amaban a los amos
que les arrojaban una pócima al final de una jornada agotadora. El amo y
la pócima eran recibidos como una bendición y los rebeldes como
los demonios que querían poner el mundo patas arriba.
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