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"En este contexto de crisis continental que se profundiza, España se confronta a una tasa de inflación interanual muy alta, llegando en junio a un 10,2%, su nivel más elevado de los últimos 37 años. Según la ONG española Oxfam Intermón, la inflación no solo golpea el conjunto de la actividad económica en general, sino que reduce el poder adquisitivo de los hogares más pobres un 30 % más que el de los hogares más ricos. Y advierte que siempre hay sectores que salen ganando tanto de la actual situación bélica como de la pandemia. Las ganancias de algunos sectores – financiero, farmacéutico, energético y alimentario – se disparan. La ONG recuerda que los ingresos de las cuatro mayores empresas energéticas de España crecieron un 34 % entre 2020 y 2021. Es más, puntualiza, sus beneficios en 2021 fueron el doble de la media observada durante los cinco años anteriores. Solo las centrales hidroeléctricas y nucleares habrían generado entre marzo de 2021 y marzo de 2022 más de 6.500 millones de euros de beneficios extraordinarios.
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EL EURO DERROTADO, LA
INFLACIÓN VICTORIOSA.
A cinco meses de la guerra
Rusia-Ucrania.
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Por Sergio Ferrari
| 20/07/2022 | Economía
Fuente Rebelión miércoles 20 de julio
del 2022.
La segunda semana de julio el euro dio una trastabillada más hacia el precipicio. En su caída se emparejó al dólar norteamericano, piso que nunca había alcanzado en las últimas dos décadas.
La moneda común de la Unión Europea (UE)
se deprecia y la guerra sigue marcando su impronta en toda Europa Occidental,
la región vecina más próxima al campo de combate.
El euro
al precipicio.
Tal desplome del euro no se producía desde el 15 de julio de 2002. Su valor de cambio en 2021 cerró a 1,137 dólares. Según la consultora financiera Bloomberg, la moneda europea se depreció un 12,05% en este primer semestre. El último año, su caída en relación al dólar fue del 15% y apenas un poco menos con respecto al franco suizo (en junio de 2021, un euro costaba 1,09 francos, en tanto que ahora pasó a 0,98 francos).
La radio y televisión inglesa BBC
informaba la tarde del 12 de julio
que atrás quedaron los años cuando el
euro era tan fuerte (1,6 veces el valor del dólar durante la crisis
financiera mundial de 2008), que muchos europeos iban de vacaciones a Estados
Unidos por los bajos precios de
hoteles y restaurantes y regresaban
a casa con las maletas llenas de productos electrónicos y ropa.
La situación político-militar de Europa es
la causa principal de este debilitamiento de la moneda europea. Analistas económicos subrayan que la caída del euro esta semana se dio casi en paralelo con la revelación de los datos sobre el desplome de la confianza empresarial en Alemania, superpotencia jaqueada por su fragilidad energética y su extrema
dependencia del gas ruso.
Desde hace varios días se vienen
intensificando las voces que afirman que este trauma energético estará a la base no solo de un muy posible crecimiento negativo en Alemania, sino
también de la eventual recesión en toda la zona del euro. Los técnicos
hablan de recesión
cuando el Producto Interno Bruto de un
país o región no registra
crecimiento alguno durante dos
trimestres seguidos.
La periodista Cecilia Barria señaló en su análisis en la BBC que “existe inquietud frente a la posibilidad de que esta crisis cause una recesión de consecuencias insospechadas”. Esta hipótesis se intensificó el día antes debido a la reducción del suministro de gas ruso y la preocupación generalizada de que la inflación continúe creciendo. La empresa energética rusa Gazprom, que abastece a Alemania y a otros países europeos, acaba de descontinuar con fines de mantenimiento por diez días el suministro de gas a través de su gasoducto Nord Stream 1, pero Rusia podría aprovechar esta coyuntura para prolongarlo indefinidamente.
Se empantana el conflicto, tiembla la Unión Europea
El cotidiano español El País,
en su edición
electrónica del segundo martes de julio,
se preguntó sobre el comportamiento tendencial de la moneda de la Unión Europea. La respuesta, según El País,
radica en los movimientos de los bancos centrales. Y
señaló que la Reserva Federal
estadounidense está respondiendo de una manera más agresiva que el Banco Central Europeo en lo que respecta al incremento de las tasas de interés.
Y de inmediato pasó a analizar el
fenómeno de la inflación, que
caracteriza como “un fenómeno global”, pero que
se manifiesta de forma diferente en las distintas
regiones tanto en su intensidad
como en relación a sus causas. Por
esta razón, la Reserva Federal de
los Estados Unidos ha iniciado la normalización de su política monetaria antes que el Banco Central Europeo, y “de forma más
decidida”, como lo explicó Francisco
Uría, responsable global de Banca de
KPMG, citado por El País.
Este mismo periódico incorpora además la
opinión de los analistas de la empresa de gestión de inversiones Allianz Global
Investors, quienes creen que a corto plazo el dólar seguirá aumentando
su valor frente al euro, “aunque a un ritmo más lento”. También
anticipan que en los próximos meses
podría haber una corrección, aunque
apuntan que
“si
la economía global se debilita o si entra en recesión, el
dólar seguirá fuertemente respaldado en términos
generales”.
El destacado economista belga Bruno Colmant, profesor de la Universidad Libre de Bruselas, no es tan optimista ni menciona posibles correcciones a corto plazo. En la Radio Suiza, en su cadena francesa, el 12 de julio declaró que la debilidad del euro se mantendrá en tanto continúe la guerra entre Rusia y Ucrania y que “puede ser [un periodo] extremadamente largo”.
Colmant reconoce en
su análisis la relación determinante y condicionante entre dicho conflicto y la crisis económica actual de Europa occidental. Y afirma que el peor escenario imaginable es que
continúe esta dinámica
bélica que condiciona la situación económica – de por sí ya muy compleja, irritante, llena de nerviosismo, que se
percibe en el espacio del euro– en
camino de producir un agotamiento continental.
Colmant observa que al mismo tiempo que
el euro se
desbarranca, la política “agresiva» de la Reserva Federal Estadounidense, que
continúa aumentando sus tasas de
interés, determina un rendimiento superior de los bonos de su propio tesoro con respecto a lo que Europa podría ofrecer. En resumidas
cuentas: para cualquier inversionista,
en la actual coyuntura, el dólar termina siendo una mejor opción que el euro. Lo que se
comprende muy bien, según Colmant, por
qué Estados Unidos se convierte en un refugio
en términos monetarios, ya que hoy cuenta con una economía fuerte, en plena recuperación, con alza del empleo y no condicionada
por la guerra que afecta directamente a Europa.
Medidas de emergencia en un país entre las cuerdas
En el marco del aumento de la inflación europea actual, con una media de 8,6% –su
nivel más alto desde que comenzaron los registros–, la depreciación del euro determina un
incremento del costo de vida ya que encarece las importaciones.
En este contexto de crisis continental que se profundiza, España se confronta a una
tasa de inflación interanual muy alta, llegando en junio a un 10,2%, su nivel más elevado de los últimos 37 años.
Según la ONG española Oxfam Intermón, la inflación no solo golpea el conjunto de la actividad económica en general, sino que reduce el poder adquisitivo de los hogares más pobres un 30 % más que el de los hogares más ricos.
Y advierte que siempre hay sectores que
salen ganando tanto de la actual situación bélica
como de la pandemia. Las
ganancias de algunos sectores – financiero,
farmacéutico, energético y alimentario – se disparan. La ONG recuerda que los ingresos de las cuatro mayores empresas
energéticas de España crecieron un 34 % entre 2020 y 2021. Es más, puntualiza, sus beneficios en 2021 fueron el doble de la media observada durante los
cinco años anteriores. Solo las centrales hidroeléctricas y nucleares
habrían generado entre marzo de 2021 y marzo de 2022 más de 6.500 millones de
euros de beneficios extraordinarios (https://www.oxfamintermon.org/es/nota-de-prensa/inflacion-reduce-poder-adquisitivo-hogares-mas-pobres).
El Gobierno ha respondido a la actual
situación hiperinflacionaria con medidas que
intentan amortiguar el impacto de la misma, como subsidios para los combustibles y una reducción del Impuesto de Valor Agregado (IVA)
sobre la electricidad, así como un aumento
de las pensiones. Desde septiembre pasado hasta el presente destinó 30.000 millones de euros a este esfuerzo amortiguador.
Para salir al cruce del impacto que
dichos tapagoteras antiinflacionarias
le producen al Estado, el Gobierno anunció la instauración de un impuesto único
(excepcional) sobre los beneficios
extraordinarios de las grandes empresas energéticas.
El Estado
calcula recaudar unos 2.000 millones de euros anuales en 2023 y 2024.
Adicionalmente, decidió aplicar un
impuesto, también temporal (dos años), a las grandes entidades financieras –que
ya están empezando a beneficiarse por
las alzas de los tipos de interés. Se estima que este impuesto permitirá recaudar 1.500 millones
de euros anuales.
Varios son los países europeos que
anunciaron en los últimos meses gravámenes
excepcionales sobre los beneficios empresariales derivados de la inflación, en particular los grupos energéticos,
que últimamente registran beneficios muy
elevados. El
Reino Unido e Italia, por ejemplo, establecieron impuestos especiales del 25% sobre las ganancias de las grandes empresas del
sector energético.
Por otra parte, el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, decidió un paquete de medidas, que incluye, entre otras el aumento de las becas, mantener un tope a la actualización del precio de los alquileres y la gratuidad de abonos para redes ferroviarias de corta y mediana distancia. Dichos anuncios los pronunció en el marco del maratónico debate sobre el estado de la Nación, entre el martes 12 y el jueves 14 de julio. Hacía ya siete años que no se realizaba este debate.
El pesimismo ambiente
En medio de una situación compleja en lo
económico, confrontativa en lo político y profundamente polarizada
en lo ideológico –la derecha con sus medios de prensa afines
reabrió con furia el tema ETA y la guerra
de décadas pasadas en el País Vasco–, España representa, parcialmente, lo que
vive una Europa convulsionada por las
consecuencias del conflicto entre Rusia y Ucrania.
Dentro de esta situación, la crisis energética, la inflación
galopante, la caída hacia el abismo de la moneda única,
los compromisos de aumentar los
presupuestos militares –siguiendo las imposiciones de la OTAN– y
los debates político-ideológicos
nacionales definen una agenda interna (y
continental) inimaginable apenas cinco meses atrás.
El conflicto
bélico condiciona ya la vida cotidiana de millones de habitantes del espacio euro. Una guerra por procuración (Washington
se frota las manos) suicida para una
frágil Europa occidental desconcertada.
Semejante panorama desvirtúa, en
los hechos, lo que apenas hasta hace
poco tiempo aseguraban diversos analistas europeos eufóricos por la guerra:
que la crisis solo afectaría a los dos
países implicados militarmente.
La realidad desmiente ese falso optimismo. Y si queda alguna duda, simplemente
véase de qué manera el euro resbala, se tambalea
y cae estrepitosamente. Y lo único que crece en esta
región es la inflación recesiva.
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