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"Pese a
tamaña inversión militar y a las sanciones unilaterales dispuestas contra Rusia, los mandatarios
reunidos en España buscaron
disimular el fracaso estrepitoso de
las medidas tomadas: desde que se inició
el intervención militar en Ucrania, las exportaciones de gas y petróleo de Moscú se han elevado,
el incremento de los precios
internacionales de los fertilizantes y la energía le ha permitido acrecentar los ingresos, se ha
extendido la sustitución de
importaciones (de los productos de aquellas transnacionales que han abandonado el país) y el rublo se
ha valorizado. Fue quizás el presidente
Emmanuel Macron quien advirtió recientemente –durante una visita a Kiev el 16 de junio– que Europa no podrá separarse nunca de Rusia:
“Nosotros,
los europeos, compartimos un continente, y la geografía es obstinada: resulta
que al final, Rusia sigue ahí”. Lo que no dijo, además, es que Moscú no
podrá ser derrotada militarmente: es la primera potencia mundial en aparatología bélica nuclear.
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LA OTAN Y LA MILITARIZACION GLOBAL.
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Por 05/07/2022 | Mundo
Fuente. Rebelión
La Alianza Atlántica se dispone para la
guerra con todos los que no forman parte de su entorno
La Organización del Atlántico Norte (OTAN), alianza militar que congrega a 28 Estados de
Europa junto a Estados Unidos y Canadá, realizó su Cumbre
en Madrid, en la que definió a Rusia y a China como sus enemigos al tiempo que decretó el final de la etapa de la globalización
neoliberal. La militarización de la producción,
la distribución, el comercio y la comunicación expresan la consolidación de dos
bloques geopolíticos y una
subsecuente reconfiguración de las relaciones internacionales.
El documento de la Cumbre,
que finalizó el último jueves,
expresa el Nuevo Concepto
Estratégico de Madrid, basado en una cobertura planetaria. Entre 22
puntos se consigna la necesidad de enfrentar las “amenazas cibernéticas, espaciales, híbridas y asimétricas, y al uso
malicioso de tecnologías emergentes y disruptivas”. También señala la
necesidad de combatir las prácticas comerciales
de sus adversarios y/o enemigos, y define nuevas áreas de incumbencia como la energía
y las migraciones –incorporadas en el punto 6 del documento– como dimensiones de tratamiento militar.
“Abordaremos
–especifica la declaración firmada por los jefes de Estado– de acuerdo con nuestro enfoque de 360
grados, en los dominios terrestre, aéreo, marítimo, cibernético y espacial, y
contra todas las amenazas y desafíos”, apelando a una mayor “cooperación
civil-militar”, ampliando “la asociación con la industria” y reuniendo a “los
gobiernos, el sector
privado y la academia
para reforzar nuestra ventaja tecnológica”.
Todas las esferas de la vida pasan a estar militarizadas en “operaciones de alta intensidad y multidominio”. La referencia a los procesos migratorios, conceptualizados como una problemática bélica, permite explicar los trágicos sucesos acaecidos en San Antonio –donde murieron asfixiadas 46 personas en un camión con acoplado– y la masacre de Melilla, donde fueron asesinados 37 africanos que buscaban escapar del hambre y la guerra.
La cumbre de Madrid extiende las concepciones planteadas en 2010, referidas a las “amenazas a la seguridad no relacionadas
con conflictos armados”, así como las relacionadas con la “la seguridad energética, las cadenas
mundiales de distribución comercial, los riesgos sanitarios o el cambio
climático”. En ese registro, cualquiera de estas dimensiones deberá ser
monitoreada desde una perspectiva bélica
y deberá incluir potenciales sanciones
y/o justificaciones de injerencia
otantista. Un paso más cercano a la guerra híbrida,
consistente en el manejo de modalidades
de conflictos, operaciones integradas y
superpuestas: convencionales, irregulares, espaciales y virtuales, atravesadas por
manipulaciones diplomáticas, mediáticas
y judiciales, estructuradas
sobre la base de operaciones
de configuración
cognitiva de las poblaciones.
En Madrid se
inició el procedimiento estatutario
dispuesto para el ingreso de otros dos
miembros, Finlandia y Suecia, al tiempo que
se suscribió la instalación de una base
militar en Polonia, donde residirá el cuartel general permanente para el
quinto cuerpo de ejército de los Estados
Unidos. Para convertirse en multidominio,
la OTAN se
propone –además de orientarse hacia el Este,
para cercar más a Moscú y a Beijing– ampliarse hacia el Atlántico Sur, instalando bases
operativas en África, América Latina y
la Antártida. En una segunda fase,
estipulan, buscará la expansión hacia el
Ártico.
El objetivo estratégico de la OTAN durante la Guerra Fría se
resumía en la contención, es decir dificultar la expansión de la Unión Soviética y el
resto de los países ubicados detrás de la que se denominaba “la cortina de
hierro”. Por el contrario, el objetivo actual de la Alianza Atlántica, comunicado por su secretario general, el noruego Jens
Stoltenberg, consiste en la búsqueda por desarticular la soberanía
de los países considerados enemigos (la
Federación Rusa)
y/o adversarios (China, Venezuela e Irán, entre otros).
Para lograr ese propósito se requiere moldear el
orden mundial de acuerdo con la visión
y los intereses de los tres ejes corporativos de dominación, definidos originalmente por
Washington: las transnacionales, los centros
financieros y el complejo
militar-industrial, integrados por directores
intercambiables que entran y salen por puertas
giratorias. Esos tres colectivos,
articulados, se constituyen en el centro
de la propuesta atlantista de hegemonía global, que consideran actualmente desafiada por la entente sino-rusa.
La militarización de la
economía, conceptualizada por el
documento de la OTAN,
generó el incremento del precio de los
fertilizantes y la energía,
provocando inflación
y escasez alimentaria en el sur global.
“Creo que quienes proponen
estas decisiones tienen la ilusión de que podrán intimidar a Rusia, contenerla de alguna manera. No tendrán éxito”,
precisó el viceministro de Exteriores, Serguei
Riabkov, el último miércoles.
La destrucción de países
como Irak, Siria, Yemen, Somalia, Sudan
y Libia es la expresión de esa direccionalidad,
en términos de desintegrar aquello
que no puede ser moldeado: se
tratará de darle continuidad al
desmembramiento de países díscolos
para transformarlos en Estados
fallidos y lograr, de esa manera, controlar sus recursos e
imposibilitar la vinculación con Rusia o China. La
nueva etapa de la OTAN amplía sus facultades, designando como objetivo a
las redes de cooperación interestatal:
buscará entorpecer los vínculos y las lógicas
de cooperación desplegadas por países
considerados enemigos o adversarios.
Como parte de esa tarea, se
buscará el desmembramiento de la Ruta de la Seda, con
el objeto de disminuir la influencia de Beijing. Los primeros ensayos de esta orientación estratégica, sin embargo, no han sido efectivos: las sanciones
unilaterales (económicas, comerciales
y financieras) orientadas a debilitar a Moscú se convertirán en el paradigma de esta nueva
concepción atlantista, destinada
a orientar con perfil
militarizado las dimensiones económicas, sociales y culturales de las relaciones
internacionales:
“La República
Popular China –señaló
Stoltenberg el último miércoles– desafía nuestros intereses, seguridad y
valores, y busca socavar el orden internacional basado en reglas (…) Hemos de
tener en cuenta las consecuencias para nuestra seguridad cuando vemos que China (…) intenta el control de infraestructuras
estratégicas, por ejemplo, el 5G, la red de telefonía de última generación”.
Hegemonía de las armas
Desde que se inició la intervención militar en Ucrania, Rusia mejoró su situación financiera.
La respuesta de Beijing
al documento de Madrid fue enunciada el 30 de junio por el portavoz de
la delegación china ante la Unión Europea:
“La OTAN
aún continúa con su táctica de crear enemigos y de fomentar la confrontación de
bloques. Este nuevo concepto estratégico ataca y difama maliciosamente a China. Daremos respuestas firmes y decididas a todo
acto que socave nuestros intereses”.
La respuesta militar planteada por la OTAN contra China no parece ser el resultado de amenazas a la seguridad atlántica. Es el resultado de
su éxito en la productividad industrial
y de servicios, la dedicación a la
cooperación –sin
injerencismo–, su capacidad para ampliar
sus mercados y su creciente poderío
económico, tecnológico y científico. Según la perspicaz columnista del Washington Post, Katrina
Vanden Heuvel,
“las nuevas armas y bases
del Pentágono no sustituirán nuestra incapacidad [la de Estados Unidos] para
invertir en investigación y desarrollo de vanguardia, en una infraestructura
moderna y eficiente y en una política comercial que sirva a los estadounidenses
en lugar de a las corporaciones multinacionales”.
La OTAN
está integrada por 30 países y diez socios. Además, Estados
Unidos mantiene más de 700 bases
ubicadas en casi la mitad de los
países del mundo. En las tres
últimas décadas, el Pentágono ha
llevado a cabo operaciones
militares en 85 países, con aval y asistencia del Mando Aliado de Transformación (SACT)
–dependiente de la Alianza Atlántica–,
dedicado a la capacitación y a la producción de pensamiento estratégico. En la actualidad, el SACT cuenta con centros de investigación articulados con centros
académicos, think tanks y agencias de inteligencia en los cinco continentes. Actualmente
hay 28 centros operativos, entre
ellos el de ciberguerra en Estonia y
el de comunicaciones estratégicas en
Letonia, ambos orientados a producir
y manipular contenido y algoritmos.
Para garantizar el cumplimiento de las
nuevas orientaciones atlantistas, la mayoría de los integrantes deberá incrementar su presupuesto,
tal cual lo exigía Donald Trump años
atrás. En la actualidad solo una tercera
parte de sus 30 miembros cumple con el compromiso de aportar el 2% de su producto interno bruto para la defensa. Por su parte, el Pentágono cuenta con un presupuesto más
alto que en tiempos de Guerra Fría. El
monto destinado por Washington al
complejo militar-industrial es equivalente a la suma de los presupuestos militares combinados de los nueve
países con mayores gastos.
La aprobación de los abultados
presupuestos militares por parte del Capitolio cuenta con la promoción de
700 lobistas, encargados de persuadir
a los miembros de las dos cámaras
del Congreso. Muchos de esos agentes –encargados de solventar las campañas electorales y de sobornar (legalmente)
a legisladores– son ex funcionarios de las Fuerzas Armadas. Dada que la práctica
de convencer con aportes es legal en Washington,
la Agencia de Responsabilidad Gubernamental llevó a cabo un relevamiento en
el que identificó a 1.700 generales,
almirantes y funcionarios ligados al
Pentágono que, luego de abandonar
sus cargos oficiales, pasaron a desempeñarse
en las 14 principales empresas contratistas de producción de armas. Estas empresas,
junto al Departamento de Defensa, aportaron en conjunto –en los últimos
años– más de 1.000 millones de dólares a
los 50 centros académicos más prestigiosos
de los Estados Unidos. Como contraparte, la iniciativa Belt and Road promovida por Beijing –orientada a la cooperación en el
desarrollo de infraestructuras– supone
el 10% del presupuesto del Pentágono.
Disimular derrotas
Vladimir
Putin en la reciente Conferencia virtual de los BRICS.
Pese a
tamaña inversión militar y a las sanciones unilaterales dispuestas contra Rusia, los mandatarios
reunidos en España buscaron
disimular el fracaso estrepitoso de
las medidas tomadas: desde que se inició
el intervención militar en Ucrania, las exportaciones de gas y petróleo de Moscú se han elevado,
el incremento de los precios
internacionales de los fertilizantes y la energía le ha permitido acrecentar los ingresos, se ha
extendido la sustitución de
importaciones (de los productos de aquellas transnacionales que han abandonado el país) y el rublo se
ha valorizado. Fue quizás el presidente
Emmanuel Macron quien advirtió recientemente –durante una visita a Kiev el 16 de junio– que Europa no podrá separarse nunca de Rusia:
“Nosotros,
los europeos, compartimos un continente, y la geografía es obstinada: resulta
que al final, Rusia sigue ahí”. Lo que no dijo, además, es que Moscú no
podrá ser derrotada militarmente: es la primera potencia mundial en aparatología bélica nuclear.
El marco
presentado por la OTAN supone una indudable
advertencia para América Latina y,
específicamente, para los BRICS. El martes, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, informó en una
conferencia de prensa en Asjabad,
capital de Turkmenistán, que “tanto la Argentina como Irán son candidatos
dignos y respetables (…) Lo más importante es que el proceso preliminar ha
arrancado”.
Por su parte, María
Zajárova, portavoz del mismo ministerio, anunció que ambos países presentaron oficialmente
sus solicitudes de ingreso. En
el mismo periodo de tiempo, Boris
Johnson, premier británico, se negó a entablar negociaciones sobre las Islas Malvinas y acusó de machista
a Vladimir
Putin, afirmando que la intervención militar en Ucrania se correspondía con una “masculinidad tóxica”. El
jefe de la Federación Rusa le recordó que fue Margaret Thatcher quien invadió las Islas del Atlántico Sur, a miles de kilómetros de Londres.
El próximo
año será el bicentenario de la Doctrina Monroe,
verdadero antecedente de las fórmulas empleadas por la OTAN: pocos años
después, el 5 de agosto de 1829, Simón Bolívar redactó
una carta dirigida al coronel Patricio Campbell con
una reflexión profética:
“Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a
plagar la América de miserias, en nombre de la libertad”.
Lo
que no pudo advertir el caraqueño es que no sería únicamente América la víctima
de esa plaga.
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