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"En
Colombia, el gobierno de Gustavo Petro anunció en la cumbre climática COP27 el
pasado noviembre un proceso de diálogo para construir una hoja de ruta para la transición energética justa. Se buscará sustituir las
fuentes de energía fósil por renovables en base a un criterio de “equidad, gradualidad y participación social vinculante”, se
sostiene en el documento presentado. El carbón es el
mineral más importante para la economía de Colombia.
Es el segundo producto de exportación y genera más de 130.000 empleos. El gobierno le ha
asegurado al sector que los empleos no están en riesgo ya que la
transición será gradual, y que los empleos por el
turismo y la agricultura serán mayores que los del carbón. Para Petro, a Colombia le queda una década de
exportación de fósiles.
"Los
sindicatos y los movimientos sociales y ecologistas de América Latina reconocen que
la transición ya se está produciendo en la mayoría de los países de la región.
Sin embargo, creen que aún hay tiempo para dar forma a cómo se está llevando a
cabo, pidiendo a los gobiernos y a las industrias que
inicien un diálogo para encontrar puntos en
común sobre el mejor camino a seguir de la forma más inclusiva posible. “Limpiar
las industrias contaminantes en pos de una
transición energética no tiene por qué significar crear nuevas desigualdades o profundizar las ya existentes”, afirma
Gonda. “Todo el mundo necesita sentarse a la mesa para debatir qué significa
una transición justa, teniendo en cuenta las
necesidades específicas de cada sector: desde las comunidades a las industrias,
pasando por los gobiernos”.
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Fuentes: Diálogo chino [Imagen:
Trabajadores de CODELCO en
Chile llamaron a una huelga nacional el pasado junio tras el anuncio del cierre
de una planta de fundición de cobre en Las Ventanas.
Esta ciudad del centro del país es conocida como una de las ‘zonas de
sacrificio’ de Chile,
áreas próximas a industrias contaminantes o que degradan el medioambiente
(Imagen: Claudio Abarca Sandoval / Alamy)]
***
¿QUÉ
ES LA «TRANSICIÓN JUSTA» Y QUÉ SIGNIFICA PARA AMÉRICA LATINA?
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Por Fermín
Koop | 07/03/2023 | Ecología social
Fuente Rebelión martes 7 de marzo del 2023.
El
concepto, creado en los 80,
está siendo adoptado gradualmente por los gobiernos en el marco de la crisis climática
En Chile, la empresa estatal CODELCO,
la mayor productora de cobre del mundo, anunció el año pasado el cierre de una planta de fundición, Ventanas, ubicada en una de las zonas más
contaminadas del país: Quintero, en la región central de Valparaíso. La decisión se tomó luego de un nuevo episodio de contaminación del aire que afectó a cientos de personas y obligó a cerrar
escuelas. El presidente Gabriel Boric dijo sentir “vergüenza”.
El anuncio generó
una reacción inmediata de los trabajadores de Ventanas, quienes convocaron a un paro por no haber sido consultados acerca del cierre, el cual aseguraron provocaría la pérdida de puestos de trabajo locales. Finalmente, luego de días de
tensión, acordaron finalizar las protestas ante
el compromiso del gobierno de medidas de
apoyo para los trabajadores que pierdan sus empleos.
Lo ocurrido
en Chile
se repite en diferentes partes de América
Latina. La transición hacia
economías sostenibles y bajas en emisiones de gases de efecto invernadero está obligando a industrias
contaminantes a transformarse. Pero la manera en la que se realice ese cambio es igual de importante que
su velocidad, ya que, si no se corre el riesgo de incrementar desigualdades, aseguran los expertos.
El concepto
de transición justa es impulsado
por sindicatos
y organizaciones ambientales como una
herramienta clave para garantizar
que la transición hacia una economía baja
en emisiones se produzca de forma
justa para todos. Si bien existe
hace décadas, el concepto cobró mayor fuerza en los últimos años ante los rápidos cambios que
debe realizar la economía a partir de la crisis climática.
15
millones. La cantidad de empleos netos que podría generar la descarbonización
de la economía de la región
“El concepto
está entrando con fuerza”, sostiene Javiera Lecourt, coordinadora del proyecto Transición Justa en América Latina,
quien analizó el significado del concepto
en la región.
“La
transición no es el fin, es el cómo. Es cambiar culturas de trabajo y formas de
desarrollo muy arraigadas. No va a pasar de un día para el otro. Hay gente que
se desarrolló en actividades extractivas y no sabe hacer otra cosa».
Para la
Organización Internacional del Trabajo (OIT), la
transición justa significa
“volver
verde la economía de una manera que sea lo más justa e integradora posible para
todos los interesados, creando oportunidades de trabajo decente y sin dejar a
nadie atrás”. Aunque esto da una idea general, la definición
varía entre países y sectores, cada uno incorporando su punto de vista.
Así, para
la Confederación Sindical de las Américas (CSA),
que reúne a 48 organizaciones de trabajadores en 21
países de la región, la transición justa significa cambiar el modelo de
producción y consumo.
“Tiene
que haber una discusión de fondo de la que tienen que formar parte los
trabajadores”, sostienen voceros de la organización. “La transición justa es
una transición de modelo”.
El
origen de la transición justa
Sindicatos
de Estados Unidos introdujeron el concepto de transición justa en la década de 1980. Al principio, lo entendían solamente como un programa de apoyo a trabajadores que
perdían su empleo por políticas de protección del ambiente. Pero con el tiempo pasó a significar algo mucho más
amplio, una transición
gradual hacia empleos y economías sostenibles con el objetivo
de no dejar a nadie atrás.
A medida que
aumentó la comprensión de la urgencia de la crisis
climática, los
sindicatos empezaron a vincular la transición justa
específicamente a la acción contra el
cambio climático. Fue así que empezaron a hacer campaña para incluir el concepto en los acuerdos internacionales de las Naciones Unidas,
como con el Acuerdo de Paris del 2015, que busca limitar el calentamiento global.
Tuvieron algo
de éxito. En su preámbulo, el acuerdo reconoce
“los
imperativos de una transición justa de la mano de obra y la creación de trabajo decente y empleos de calidad de conformidad
con las prioridades de desarrollo definidas a nivel nacional”. Además,
el concepto de transición justa está
vinculado a 14 de los 17 Objetivos de Desarrollo
Sostenible (ODS), un conjunto de metas adoptadas a nivel global en 2015.
No hay una
receta de transición justa. Cada lugar necesita de enfoques específicos
En ese mismo
año, la OIT también estableció una serie
de lineamientos para la transición justa luego de una negociación entre gobiernos, sindicatos y
empresas. Allí, se establece que la transición deberá contar
con un consenso social sólido, respetando los derechos del trabajo y
adecuando las políticas a la realidad
de cada país y
su economía, entre varios lineamientos.
Pero las
organizaciones sociales y ambientales también
establecieron sus propios lineamientos.
Por ejemplo, para el proyecto Transición
Justa en América Latina, se debe fomentar
la reconversión de empleos, planificar
la diversificación de la matriz
energética, compensar a los afectados por la transición e impulsar un
diálogo transversal en toda la sociedad
acerca de la transición.
“No hay una receta de transición justa. Hay varios espacios que generaron su listado de principios, pero es un concepto que tiene que ser ajustado a condiciones locales. Cada lugar necesita de enfoques específicos para su transición justa», afirma Catalina Gonda, coordinadora de política climática en la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) de Argentina.
Abandonar
los combustibles fósiles
De todos los
sectores económicos en transición,
es el energético
el que se encuentra
atravesando el mayor cambio. La energía
representa cerca de la mitad de las
emisiones de gases de efecto invernadero de América Latina. El petróleo, gas y carbón son utilizados para la generación de electricidad, el transporte y las industrias, lo que
trae un costo ambiental asociado.
La
transición energética se refiere a gradualmente
dejar de utilizar combustibles fósiles para la
producción y consumo de energía y reemplazarlos
por fuentes de energía renovable como la eólica y solar. Los expertos lo describen
como un cambio enorme pero necesario para
poder evitar una mayor suba de la temperatura a nivel global, que ya alcanzó 1.1 grados Celsius desde
el comienzo de la Revolución Industrial.
Pero el
cambio a las renovables no se puede
dar de cualquier manera, coinciden
organizaciones sociales y ambientales y sindicatos. Es por ello que
piden por una “transición energética justa”. Esto significa
no sólo lograr un sistema energético menos contaminante, sino también uno que sea más equitativo y democrático
y tenga en cuenta
los derechos de los trabajadores y las comunidades.
“El
sector energético es uno de los principales responsables de los conflictos
ambientales y de las violaciones de derechos de los pueblos y territorios”, sostienen desde Amigos de la Tierra y la Confederación Sindical de las Américas en un reporte de 2022. Para ello, piden que no se repitan los mismos errores con las energías renovables en su
expansión en América Latina.
En México y en Brasil, el desarrollo de proyectos de energía eólica ha generado rechazo de las comunidades rurales en donde se instalaron los proyectos, que sostienen no haber sido consultadas previamente. En Ecuador, la demanda de madera balsa, el principal material para la construcción de las hélices de los molinos eólicos, ha aumentado la presión sobre los bosques en el Amazonas.
El
empleo en la transición justa
Bien
gestionadas, las transiciones hacia economías ambiental y socialmente
sostenibles pueden impulsar la creación de puestos de
trabajo, mejorar la calidad del empleo y reducir
las desigualdades, sostiene la OIT. América
Latina perdió 26 millones de empleos por la pandemia
del Covid-19, agravado por problemas
preexistentes como la informalidad laboral y la desigualdad.
La descarbonización de la economía de la región podría
generar 15 millones de empleos netos, de acuerdo a un informe del
Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la OIT. Si bien se perderían
7.5 millones de empleos, especialmente en el sector de los combustibles fósiles por el paso a renovables, se generarían 22.5 millones en energía solar
y eólica, silvicultura y construcción, entre otros.
Muchos de los
trabajadores que perderían sus empleos podrían
hacer uso de sus habilidades en nuevas industrias,
sostienen los autores del informe.
Pero para ello las empresas y gobiernos
deberán implementar mecanismos de
reconversión laboral y desarrollo de
competencias laborales para apoyar a los trabajadores en la transición, agregan.
Esto es
especialmente importante para las ciudades y pueblos de América Latina cuyas economías
dependen en gran parte de sectores económicos
contaminantes como los combustibles
fósiles, sostienen investigadores del Stockholm
Environment Institute (SEI) en Colombia. Se
necesitarán de inversiones, asistencia
técnica y un compromiso político que
promueva la diversificación de la economía, sostienen.
En Argentina, la extracción de petróleo y gas en Vaca Muerta, la formación geológica del oeste de la provincia de Neuquén que alberga algunos de los mayores yacimientos de shale gas del mundo, ha generado una migración de miles de personas en búsqueda de empleo. La actividad económica de la provincia gira en torno a Vaca Muerta, tanto los empleos directos como los indirectos.
Trabajadores en una refinería de arena utilizada
para el proceso de fracking, en los yacimientos de petróleo y gas de Vaca
Muerta en la provincia de Neuquén, Argentina (Imagen: Agustin Marcarian / Alamy)
***
Jonatan
Nuñez, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (CONICET) de Argentina, sostiene que la relación
entre los empleos que se ganan y se pierden en la transición plantea problemas
geográficos y sectoriales.
“Las
reconversiones de un sector al otro no son siempre posibles. Además, los
lugares donde se crean y pierden empleos no son necesariamente los mismos”,
dice.
Para Nuñez,
América Latina debe repensar su lugar en el mundo en la transición energética.
La región posee destacadas reservas
de minerales demandados en la transición,
como el litio,
utilizado para las baterías de los autos
eléctricos. Pero si los minerales
solo se extraen y exportan sin generar valor
agregado, el potencial de crear nuevos
empleos será muy limitado, agrega, en comparación
a un escenario donde los minerales se utilizan
en las industrias locales.
Un
largo camino
El concepto
de transición justa empieza gradualmente a aparecer en documentos de política pública
de los gobiernos de América Latina,
sostiene José
Vega Araujo, investigador del
SEI en Colombia.
“Pero
todavía falta mucho camino por recorrer. Cada país debe definir con claridad lo
que entiende por transición e incorporarlo en paquetes de políticas concretas»,
agrega.
Entre los 170 países de todo el mundo que ya
actualizaron sus planes de acción
ante el cambio climático a nivel global, 65 (38%) hacen
referencia a la transición justa, de acuerdo a un análisis de Naciones Unidas publicado el año pasado. En América Latina, el listado incluye a
Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Honduras, República Dominicana,
Paraguay y Antigua y Barbuda.
En Chile, el
gobierno de Gabriel Boric creó a fin del año
pasado la Oficina de Transición Socioecológica Justa
dentro del Ministerio de Ambiente.
El objetivo es acercar a las personas
que habitan en comunidades con
industrias contaminantes al sector privado y al Estado para así avanzar hacia una economía
sostenible, sostuvo el ministerio en un comunicado.
Para ello, se está trabajando en planes de transición para las llamadas zonas de sacrificio, ciudades o pueblos cuya calidad de vida y entorno ambiental han sido afectadas por la actividad industrial instalada. El término fue creado por la sociedad civil para hacer referencia a los impactos no solo de la industria del carbón, sino también del cobre, el cemento y los químicos, entre otros.
Un niño juega
en la playa frente a la tubería de una central termoeléctrica en Las Ventanas
(Imagen: Pablo Sanhueza / Alamy)
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En Colombia,
el gobierno de Gustavo Petro anunció en la cumbre climática COP27 el pasado noviembre un proceso de diálogo para construir una hoja de ruta para la transición energética justa. Se buscará sustituir las fuentes de energía fósil por
renovables en base a un criterio de “equidad,
gradualidad y participación social vinculante”, se sostiene en el
documento presentado.
El
carbón es el mineral más importante
para la economía de Colombia. Es el segundo producto de exportación y
genera más de 130.000 empleos. El gobierno le ha asegurado al sector que los
empleos no están en riesgo ya que
la transición será gradual, y que
los empleos por
el turismo y la agricultura serán
mayores que los del carbón. Para Petro, a Colombia le queda una década de
exportación de fósiles.
Los
sindicatos y los movimientos sociales y ecologistas de América Latina reconocen
que la transición ya se está produciendo
en la mayoría de los países de la región. Sin embargo, creen que aún hay tiempo para dar forma a cómo se
está llevando a cabo, pidiendo a los
gobiernos y a las industrias que
inicien un diálogo
para encontrar puntos en común sobre el mejor camino a seguir de la
forma más inclusiva posible.
“Limpiar
las industrias contaminantes en pos de una
transición energética no tiene por qué significar crear nuevas desigualdades o profundizar las ya existentes”, afirma
Gonda. “Todo el mundo necesita sentarse a la mesa para debatir qué significa
una transición justa, teniendo en cuenta las
necesidades específicas de cada sector: desde las comunidades a las industrias,
pasando por los gobiernos”.
Fermín
Koop es editor de Diálogo Chino para el Cono Sur. Twitter @ferminkoop
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