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“Tercero, débil liderazgo y la polarización extrema. A los factores ya señalados, se suma el hecho de que todas las autoridades
responsables de enfrentar la epidemia del dengue son
nuevas. Tanto la presidenta de la república y sus ministros, nacidos en medio
de un intento fracasado de golpe de estado, como
las autoridades regionales y municipales,
elegidas con el voto popular. Todas estas autoridades son herederas, además, de
un profundo deterioro de la confianza ciudadana en
su clase política dirigente y una marcada
polarización e inestabilidad.
“Lamentablemente, esta
situación no
ha hecho sino empeorar desde que la Sra. Dina Boluarte asumiera el cargo de presidenta de
la república, fundamentalmente por la violenta represión a las movilizaciones
sociales que demandaban el adelanto de las elecciones presidenciales y
congresales, lo cual dejó como saldo casi 60 muertos y
una aguda pérdida de legitimidad tanto en el
ejecutivo como en el poder legislativo. Según la última encuesta del Instituto de Estudios Peruanos, en cinco meses de
gestión, la desaprobación
del ejecutivo es del 85%
y la del congreso 94%. Tal y como lo
señala Francis Fukuyama, sin legitimidad y sin confianza en
las instituciones, es imposible ejercer el liderazgo que una epidemia
requiere para lograr el trabajo conjunto de
todos los actores, incluyendo a la ciudadanía y sus representantes. Un ejemplo práctico
de esta situación es que casi la mitad de la población
se niega a abrir sus casas para facilitar
la fumigación.
“En resumen, sin
competencias para actuar sobre los factores que
favorecen la reproducción del mosquito, con un
poder muy limitado para intervenir en la provisión de
los servicios de salud a nivel regional y
con una aguda crisis de confianza y una extrema polarización política y social que obstaculiza
el accionar conjunto de la ciudadanía y sus instituciones, era muy aventurado, desde el Ministerio de Salud, comprometerse a reducir de manera
efectiva el azote de esta enfermedad. Y las cifras oficiales así lo demuestran. 15 días después, el número de casos se ha más que duplicado,
superando los 115,000,
y el de fallecidos se acerca a 170 (una cuarta
parte solo en la región de Piura), cifras nunca registradas en los últimos 30 años desde la
reintroducción del dengue en el país.
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DENGUE: LIMITACIONES Y
DESAFÍOS PENDIENTES.
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Por Víctor Zamora.
Otra Mirada Lima jueves 1 de junio del 2023.
El Ministerio
de Salud no puede asegurar el cumplimiento de esta promesa debido a
sus capacidades limitadas y competencias insuficientes, tanto para el control del mosquito transmisor como para la provisión de servicios de salud a nivel regional. Situación que se
ha complicado aún más por la profunda crisis social y
política, la cual está marcada por los altos niveles de pérdida de legitimidad de la autoridad,
la desconfianza y la polarización,
lo que limita uno de los factores clave para la lucha contra el dengue: la movilización social.
Primero, controlar los contagios
El control de los contagios de dengue depende de reducir al máximo las
posibilidades de reproducción del mosquito
transmisor de la enfermedad, el Aedes aegypti.
Este insecto requiere agua limpia para
reproducirse, ya sea potable o proveniente de la
lluvia.
Las personas que no tienen acceso
constante a agua potable se verán obligadas a almacenarla en recipientes de diversos tamaños, desde tanques cisterna hasta baldes y ollas.
Si estos recipientes no están adecuadamente tratados y no se les tapa de forma permanente, se convierten en lugares propicios para la reproducción
de los mosquitos.
En áreas donde las condiciones de vivienda y saneamiento son precarias, es común encontrar objetos inservibles,
como llantas viejas, latas o botellas
rotas, que se convierten en criaderos de
mosquitos
al acumular agua de la lluvia.
Por tanto, para controlar la propagación
del mosquito, es necesario
garantizar condiciones adecuadas de vivienda y saneamiento, incluyendo
el acceso permanente a agua potable. Además, se requieren campañas
educativas y de concientización
sobre la enfermedad, así como sobre las medidas necesarias para controlar su propagación
en el hogar y la comunidad.
También es fundamental llevar a cabo una
vigilancia constante de la presencia y el
comportamiento del mosquito para determinar
cuándo y dónde atacarlo.
La responsabilidad de implementar
oportuna y adecuadamente estas intervenciones recae principalmente en los gobiernos locales y regionales, no en el
Ministerio de Salud. El Ministerio
puede establecer los estándares, brindar asistencia técnica
y movilizar recursos financieros
complementarios.
En conclusión, el Ministerio de Salud no puede cumplir por sí solo con la promesa de controlar la transmisión del dengue en 15 días, ya que las competencias para ejecutar las intervenciones clave para controlar el vector, están delegadas a los gobiernos regionales y locales.
Segundo, reducir la mortalidad.
Sin embargo, el riesgo
de morir por dengue, una vez infectado,
está relacionada con el de acceso a servicios salud de
calidad, algo que el Ministerio de Salud
tampoco puede garantizar plenamente a nivel nacional, y mucho menos en las regiones.
Como aprendimos durante la pandemia del COVID-19, el sistema público de salud del Perú enfrenta desafíos significativos, entre
ellos su muy precario financiamiento –
entre los más bajos de América Latina
–, la alta fragmentación (con aproximadamente treinta subsistemas con
financiamiento público) y los elevados niveles de
corrupción. A estas fracturas
estructurales se suma el proceso de descentralización de la salud.
Aunque a los ojos
de la población, las postas, los centros de salud o los hospitales siguen siendo responsabilidad del MINSA, en realidad su gestión recae en los gobiernos regionales (con
excepción de Lima Metropolitana).
En situaciones como esta, nuevamente, el
ministerio puede apoyar, por ejemplo, declarando
el estado de emergencia sanitaria, lo
que flexibilizará en cierta medida
las rigideces administrativas para realizar compras o contratar personal. También podrá gestionar
recursos financieros adicionales y movilizar asistencia técnica para asesorar o capacitar. Incluso
podrá desplegar brigadas de apoyo para el cuidado de pacientes.
Lo que el MINSA
no puede hacer en una región es tomar decisiones
referentes a la gestión presupuestal, la organización de los servicios (por ejemplo, los turnos de atención o los desplazamientos del personal, la utilización de los ambientes, etc.) y mucho menos decidir quiénes deben ser los responsables de liderar la respuesta sanitaria en esos territorios.
Todas estas funciones
son responsabilidad de los gobiernos regionales,
quienes están amparados en su marco normativo y tienen la legitimidad del voto.
En resumen, con un sector
salud precario y sin control directo sobre la provisión de servicios, la
titular del sector salud podrá apoyar, pero, lamentablemente, no puede garantizar
la provisión efectiva de servicios de salud, ya
que no tiene poder de decisión sobre ellos.
Tercero, débil liderazgo y la polarización extrema.
A los factores ya señalados, se suma el hecho de que todas las autoridades
responsables de enfrentar la epidemia del dengue son
nuevas. Tanto la presidenta de la república y sus ministros, nacidos en medio de un intento fracasado de golpe de estado, como las
autoridades regionales y municipales, elegidas
con el voto popular. Todas estas
autoridades son herederas, además, de un profundo deterioro de la confianza ciudadana en su clase política dirigente y una marcada
polarización e inestabilidad.
Lamentablemente, esta situación no ha
hecho sino empeorar desde que la Sra. Dina Boluarte asumiera el cargo de presidenta de
la república, fundamentalmente por la violenta represión a las movilizaciones sociales que demandaban
el adelanto de las elecciones presidenciales y congresales, lo cual dejó como
saldo casi 60
muertos y una aguda pérdida de legitimidad tanto en el
ejecutivo como en el poder legislativo. Según la última encuesta del Instituto
de Estudios Peruanos, en cinco meses
de gestión, la desaprobación
del ejecutivo es del 85%
y la del congreso 94%.
Tal y como lo señala Francis Fukuyama, sin legitimidad y
sin confianza en las instituciones, es imposible ejercer el liderazgo que
una epidemia requiere para lograr el trabajo conjunto de todos los actores,
incluyendo a la ciudadanía y sus
representantes. Un ejemplo práctico
de esta situación es que casi la
mitad de la población se niega a abrir sus casas para facilitar la fumigación.
En resumen, sin competencias para actuar sobre los
factores que favorecen la reproducción del mosquito,
con un poder muy limitado para intervenir en la provisión
de los servicios de salud a nivel regional y
con una aguda crisis de confianza y una extrema polarización política y social que obstaculiza
el accionar conjunto de la ciudadanía y sus instituciones, era muy aventurado, desde el Ministerio de Salud, comprometerse a reducir de manera
efectiva el azote de esta enfermedad.
Y las cifras
oficiales así lo demuestran. 15 días después,
el número de casos se ha más que duplicado, superando los 115,000, y el de fallecidos se acerca a 170 (una cuarta parte solo en la
región de Piura), cifras nunca registradas en
los últimos 30 años desde la reintroducción del dengue en el país.
Hacia adelante… un Niño en el horizonte
Quizá nunca sabremos qué impulsó a una
persona cualificada y con experiencia como la ministra
Gutiérrez a prometer algo que estaba fuera de su alcance.
Esta situación la ha colocado en un predicamento. Y, siendo honestos, esta ministra
representaba el retorno al profesionalismo, especialmente después de haber visto pasar a vendedores de productos milagrosos, acusados de
“mochasueldos” o
simplemente incompetentes para
desempeñar el cargo. De hecho,
era una de las pocas ministras de
este régimen que no se limitaba a estar
encerrada en su oficina, ya que podía salir
a terreno sin ser abucheada, insultada
o simplemente expulsada, como le
sucedía al resto del gabinete e incluso
a la propia presidenta.
Lamentablemente, esa promesa, hecha con exceso de entusiasmo para algunos y con simple
arrogancia para otros, ha debilitado su posición de liderazgo en el sector. Es una situación difícil de superar, especialmente en un entorno altamente polarizado y extremadamente volátil como el que estamos viviendo.
No obstante, debemos
preguntarnos si un cambio en la dirección del
ministerio servirá para reducir los altos
niveles de contagio y la elevada mortalidad por el dengue. Evidentemente, no,
sobre todo si no reconocemos que enfrentar fenómenos de esta magnitud con un Estado debilitado y disfuncional
como el nuestro sigue siendo una tarea casi imposible.
El descenso de las
temperaturas y
las lluvias, así como el agotamiento del ciclo
de reproducción del mosquito, jugarán a nuestro favor en las siguientes semanas y el número de
casos y fallecimientos efectivamente disminuirá. Sin
embargo, los anuncios de un fenómeno El Niño en
la segunda mitad del año volverán a generar las condiciones favorables para su resurgimiento. Esperemos que las lecciones
que nos deja esta dura fase sirvan para mejorar nuestra
respuesta en el futuro.
Finalmente, es impostergable iniciar un proceso de
revisión de un conjunto de políticas públicas,
entre ellas el proceso de descentralización de la salud
en el país para devolverle al ente rector parte de la gobernanza
perdida; rescatar lo que ha funcionado, mejorar
aquello que se muestra promisorio y desechar lo que no nos permite avanzar.
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