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EE.UU EN EL CARIBE, ¿INTERÉS
GENUINO O PREOCUPACIÓN POR CHINA? La presencia de la
vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris, en
una reunión de la Comunidad del Caribe (CARICOM)
a celebrarse hoy en Bahamas constituye un
intento por contrarrestar la presencia china en la región, interpretan
analistas. A tres meses de que la general Laura
Richardson, comandante del Comando Sur de Estados Unidos, declarara comerciales
con el gigante asiático, Washington alega estar dispuesto a ayudar a resolver
los problemas que el mismo país norteño crea en la zona. “Tenemos que prestar más atención a esta región. La
proximidad importa. Están en la yarda 20 de nuestra patria. Estamos en un
vecindario, estos son nuestros vecinos y tenemos que prestarles atención”, dijo
la militar el pasado marzo al Comité de Servicios Armados de la Cámara de
Representantes.
Por su parte, el general Glen VanHerck, comandante del Comando Norte, opinó que China es “muy agresiva” en Bahamas, mientras señaló cómo Estados Unidos no posee embajador permanente allí desde 2011, y que nombrar uno sería de “gran ayuda”. Según un comunicado de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), entidad conocida por sus intentos de subvertir a los gobiernos progresistas, Harris anunciará hoy un fondo de más de 100 millones de dólares para abordar asuntos relacionados con “el clima, la energía y la seguridad alimentaria”.
Dentro de esas iniciativas divulgadas en relación al Caribe,
el Departamento de Justicia prevé nombrar un supuesto coordinador para supervisar casos de tráfico ilícito de armas cuyo origen es justamente el país norteño. El pasado 17 de
enero, por ejemplo, el primer
ministro de las Bahamas Philip Davis se
reunió con Harris para discutir, de acuerdo con
la prensa bahameña, “la importancia de reducir el flujo
ilegal de armas a Las Bahamas procedentes de Estados Unidos”.
Unos días antes, el primer ministro de San
Vicente y Las Granadinas, Ralph Gonsalves, acusó a Washington de ser responsable del flagelo, mientras el primer ministro de Granada, Dickon Mitchell, se refirió al mismo tema por
esos días. Acorde con la información de la USAID,
se anunciará durante la reunión en Bahamas un
total de casi 54 millones de dólares en asistencia para Haití,
país donde, según Naciones Unidas, se trafican
armas cada vez más sofisticadas, procedentes principalmente desde Estados Unidos y en especial desde Florida.
En un contexto de creciente anarquía en la empobrecida nación caribeña,
los rifles de mayor potencia “made in USA”, como los AK47, AR15 y Galils, suelen
ser los más demandados por las pandillas, se lee
en el reporte. De acuerdo con el sitio de noticias estadounidense Truthout, “la tragedia que se
desarrolla en Haití es el resultado directo de más de un siglo de coerción
política, militar y económica procedente de Washington”. La
vicepresidenta Harris será la funcionaria
estadounidense de más alto rango en visitar Bahamas
desde el que presidente John F. Kennedy estuvo
allí en 1962. Bahamas es actualmente la nación que ostenta la presidencia del CARICOM, asociación integrada también por Antigua y
Barbuda, Barbados, Belice, Dominica, Granada, Guyana, Haití, Jamaica,
Monserrat, Santa Lucía, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas,
Surinam, y Trinidad y Tobago. Fuente: Prensa Latina
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EL
CRECIENTE PODER DE CHINA EN AMÉRICA LATINA.
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Por Alicia García-Herrero.
Fuente. Otra Mirada Lima
jueves 8 de junio del 2023.
Si Estados Unidos y la Unión Europea reducen
sus dependencias estratégicas de Pekín sin avanzar en sus relaciones con otras partes
del mundo solo conseguirán mayor aislamiento internacional.
Hace ya tiempo que casi todo lo que pasa
en la región latinoamericana tiene algo que ver con China.
La relación entre ambos mundos empezó por el comercio de materias primas cuando
China se convirtió en el principal comprador de
las mismas tras poner a su economía en esteroides para proteger la de los
efectos de la crisis financiera global en 2008.
Enseguida China consiguió girar las tornas
inundando a los países latinoamericanos con sus exportaciones de bienes de
consumo, y más recientemente, también de productos intermedios, como
maquinaria, componentes electrónicos y muchos otros, haciendo competencia
directa a Estados Unidos y, sobre todo, a una Europa que durante décadas se ha beneficiado de su
potencia exportadora mundial.
Cuando la mayor parte de los países latinoamericanos empezaron a acumular déficits comerciales con el gigante asiático, China empezó a desarrollar un segundo nivel de influencia económica que es el de la inversión directa. A pesar de la competitividad de China en el sector manufacturero, no han sido estas empresas las que se han lanzado a producir en América Latina sino más bien el sector eléctrico, así como la búsqueda del control de recursos naturales. Más allá de la inversión directa, la participación de China en la construcción de infraestructuras en la región se ha financiado con préstamos por parte de los grandes bancos de desarrollo chinos, que no han hecho más que aumentar la acumulación de deuda ha sido tan rápida que ha acabado en una deuda latinoamericana, esta vez con China. De hecho, en algunos casos la reestructuración de la misma, como muestra el caso de Ecuador.
Habiendo alcanzado un nivel de
relaciones económicas mucho más amplio, no nos debe extrañar que China haya podido avanzar también en sus relaciones
diplomáticas con buena parte de la región. De hecho, en los últimos años, de
los países latinoamericanos que aún mantenían relaciones
diplomáticas con Taiwán varios se han girado
hacia China, con Panamá
como caso prominente por su importancia estratégica derivada del Canal y, más recientemente, Honduras.
Las incertidumbres sobre el futuro de las relaciones diplomáticas con Taiwán de los pocos países que quedan son enormes,
como reflejan la evolución de las recientes elecciones en Paraguay.
Pero no es solo Taiwán.
Las tendencias políticas en la región sin duda se están viendo influenciadas
por China, como queda patente en la campaña
electoral de Lula da Silva y su política
exterior. En términos más generales, los vientos de populismo de izquierda son
cada vez más fuertes, con miras a un modelo alternativo de desarrollo en el que
el papel del Estado juega un papel más
importante.
Aunque la influencia de China pueda parecer imparable por sí sola, la realidad es que tanto EE UU como la Unión Europea se lo han puesto muy fácil. Ambos bloques económicos no se han tomado suficientemente en serio la importancia de llegar a acuerdos comerciales y de inversión con América Latina y han ido perdiendo comba en la región. En el caso de EE UU, la crisis financiera sin duda ha dejado mella en la apreciación del ciudadano medio sobre los beneficios del comercio internacional. En la Unión Europea, la falta de un acuerdo sobre
Mercosur después de más de 20 años de negociaciones es paradigmático de las
dificultades que un área económica, pero no soberana, tiene hoy en un mundo
donde las reglas comerciales internacionales se resquebrajan y los países miembros
no están dispuestos a realizar las concesiones necesarias para poder avanzar.
Más allá de los acuerdos comerciales, parece difícil pensar cómo la Unión Europea puede mantener una influencia acorde a
su tamaño económico —que por cierto también se achica en términos relativos—
con un entramado institucional tan complicado que nos aboca al statu quo.
Es fácil echar la culpa a China de nuestra pérdida de influencia en la región latinoamericana pero la realidad es que China solo ha aprovechado la oportunidad que le hemos otorgado de manera probablemente poco consciente pero evidente a los ojos del resto del mundo. Ante el futuro, la pregunta que cabe hacernos es si nuestro cambio de estrategia respecto a China, que aboga por reducir los riesgos inherentes en nuestra dependencia crítica del gigante asiático en algunos sectores claves, como son los de la transición energética, también pueda tener consecuencias sobre nuestra política hacia América Latina, una región con lazos muy importantes histórica y culturalmente.
Cabría esperar que
los políticos europeos y sus autoridades económicas de repente comprendan que
reducir las dependencias estratégicas de China
sin avanzar en nuestras relaciones con otras partes del mundo solo nos aislará
más. La única manera de mitigar el fuerte impacto negativo de las políticas que
Europa está empujando frente a China es el de fortalecer las relaciones económicas
con el resto del mundo, especialmente el que es más complementario por motivos
poblacionales y sectoriales. América Latina, sin
duda, cumple estos criterios. Parece claro que la presidencia
española del Consejo de la UE perseguirá con ahínco este sano objetivo. La
pregunta es si conseguirán cambiar las dinámicas, o
mejor dicho la falta de las mismas, después del estancamiento de las últimas
décadas.
Publicado en El País.
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