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“Un cambio sistémico como alternativa posible. En
mayo pasado, el Programa para el Medio Ambiente de las
Naciones Unidas publicó el Informe Cerrar el Grifo: cómo el mundo puede poner fin a la
contaminación por plásticos y crear una economía circular. El mismo
examina modelos económicos y comerciales para
hacer frente al impacto negativo de la economía del plástico. Este informe
señala que las soluciones alternativas ya están
disponibles y que un cambio integral en los sistemas y
sectores pertinentes, respaldado por la legislación necesaria, generará una
serie de beneficios económicos y reducirá los daños a
la salud humana.
Propone un cambio sistémico que resuelva de raíz las causas de la
contaminación por plásticos y combine
la reducción del uso problemático e innecesario de dicho
material con una transformación del mercado para asegurar la circularidad de
dichos productos. Por circularidad se entiende la reutilización,
el reciclaje y la reorientación-diversificación, así como
la adopción de medidas necesarias para hacer frente al impacto
histórico de esta forma de contaminación. La reutilización implica un cambio
radical de actitud: de una economía acostumbrada a arrojar basura sin
pensar en las consecuencias, a una de reutilización.
Esta nueva modalidad no solo contribuirá a la reducción de la contaminación por
desechos plásticos; también garantizará emprendimientos económicos más
rentables. Tanto la reorientación como la diversificación de este
mercado hacia alternativas sostenibles requerirá,
por otra parte, cambios significativos en la demanda de los consumidores, los
marcos normativos y los costes.
Las buenas
intenciones y los discursos con propuestas sobran. La realidad, sin
embargo, está marcada por otras lógicas de sociedad. En
2021, sólo en la Unión Europea la industria del plástico les dio trabajo a 1.5 millón de
personas en 52.000 empresas –en su mayoría pequeñas y medianas–, lo que generó una facturación de 405.000 millones de euros.
Según el criterio del valor añadido, el del plástico es un sector muy
importante, ubicado en la octava posición y tan
solo por detrás del sector de equipos eléctricos. Como en todos los otros
sectores de la actividad económica, también en
este sector la viabilidad de alternativas más coherentes con el medio ambiente
se confronta con “el hoy y el aquí”. La
producción y la comercialización del plástico no
escapan a la regla. Aunque la ciencia confirma que,
de hecho, ya existen microplásticos en nuestros alimentos y en el agua que
bebemos, los cambios seguirán siendo lentos y apenas perceptibles.
Mientras tanto, aparecerán nuevas islas en el mar profundo: las que se forman por la acumulación monumental de los
desechos plásticos.
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CUANDO
LA GENTE COME Y BEBE PLÁSTICO.
Sólo
el 10% de la basura plástica logra reciclarse.
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Por Sergio Ferrari | 14/06/2023 | Ecología social
Fuente.
Rebelión miércoles 14 de junio del 2023.
Los 50 lugares más
contaminados de la Tierra
Un maremoto tóxico envenena los océanos: entre 19 y 23 millones de toneladas de residuos plásticos acaban anualmente en lagos, ríos y mares. Constituyen solo una
parte de los 400 millones de
toneladas de basura de este tipo, resultado
de productos diseñados para utilizarse una sola vez. Menos del 10% de este gran total llega a reciclarse. De seguir así, hacia 2040
estas cifras se habrán duplicado.
La primera semana de junio, expertos de las Naciones Unidas reclamaron
enérgicamente y repitieron sus
advertencias. David R. Boyd, Relator Especial
sobre Derechos Humanos y Medio Ambiente, y Marcos Orellana, Relator Especial
sobre Tóxicos y Derechos Humanos, volvieron a la carga. Sus declaraciones no dejan lugar
a dudas: la producción de
plásticos depende casi exclusivamente de combustibles fósiles y libera sustancias tóxicas. El producto final contiene sustancias químicas
venenosas, lo que supone graves riesgos y daños para la salud y el medio
ambiente.
El resto del mundo científico adelanta argumentos sólidos: al final del ciclo de los plásticos como bienes de consumo, sus residuos son altamente contaminantes, ya que el 85% de los mismos, que pueden usarse una sola vez, van a parar a vertederos o, directamente al medio ambiente.
Los expertos de la ONU
insisten en que el plástico, los
microplásticos y las sustancias peligrosas que los mismos
contienen, ya pueden
encontrarse en los alimentos que se ingieren, el agua
que se bebe y el aire que se respira. Y alertan, además, sobre el impacto nefasto de este tipo de polución en el clima, aunque muchas veces se subestima. Un solo
ejemplo ilustrativo: las partículas de plástico que se
encuentran en los océanos limitan la
capacidad de los ecosistemas marinos para eliminar los gases de efecto
invernadero.
Ya en 2019 la Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO,
en inglés) había identificado más
de 220 especies que
ingieren desechos microplásticos en
condiciones naturales. Muchas de estas especies,
como los mejillones, las ostras, las almejas y los camarones, son consumidas por los
seres humanos (https://www.fao.org/3/ca3540es/CA3540ES.pdf).
Según la FAO,
los microplásticos, pequeñas partículas sintéticas que
provienen de derivados del petróleo y muy difícilmente degradables, se clasifican en primarios y secundarios. Los primarios son aquellos que, después de su uso, se desechan sin que puedan filtrarse o depurarse. Su dimensión miniatura les permite evadir todo tipo de control. Tal es el caso de los granulados, los polvos y los abrasivos domésticos e industriales que se utilizan, por ejemplo, en productos
cosméticos y pastas dentífricas.
Los secundarios resultan de la degradación
de otros productos plásticos, ya
sea de la fragmentación de grandes
estructuras sintéticas
como de la liberación
de fibras durante el lavado de telas y prendas
de vestir y aun de la abrasión de
los neumáticos de los automóviles en movimiento.
Las áreas más afectadas por la presencia de estos productos son el Mar Mediterráneo y los mares del este y el sudeste asiático, así como las zonas de convergencia ecuatorial al norte del Atlántico y el Pacífico.
Las “zonas de
sacrificio” terrenales
Los expertos
afirman que, aunque todo el mundo se ve afectado por las repercusiones
negativas del plástico, la exposición a la contaminación y sus residuos afecta
más a las comunidades marginadas.
Y denominan “zonas
de sacrificios” a aquellos lugares o regiones especialmente expuestos a un mayor nivel de contaminación
debido tanto a los plásticos como a otras formas de explotación de los recursos
naturales.
Se trata de sitios donde se han
establecido fábricas, minas y refinerías. Todas
estas actividades producen un alto nivel
de sustancias
tóxicas, contaminan el aire, el suelo y el agua, y amenazan la salud
de las personas que viven en las
cercanías.
El relator de la ONU David Boyd, junto con la investigadora Mckenna Hadley-Burke y
con el auspicio de dos departamentos de la Universidad British Columbia, acaban de
publicar el informe Zonas Sacrificadas: los 50 lugares con más polución de la Tierra, para
cuya elaboración se consultaron unas 80
personalidades y organizaciones
ambientalistas de varios continentes (https://www.ohchr.org/sites/default/files/2022-03/SacrificeZones-userfriendlyversion.pdf).
La lista de las zonas sacrificadas es exhaustiva: desde Cerro de Pasco, en Perú, hasta Grassy Narrows, en Canadá, e incluye unos 40 países de todos los continentes donde se encuentran sitios emblemáticos de la polución mundial.
América Latina, avances, pero lentos
América Latina y el Caribe conforman una región especialmente vulnerable a los desechos
marinos y otras amenazas medioambientales. Según el Programa de la ONU para el Medio
Ambiente (PNUMA),
solo en el año 2020 llegaron al océano 3.700.000 toneladas
de contaminación plástica procedentes de países de la región.
Este informe hace referencia a varios
sitios específicos, como La
Oroya, Perú, donde el 99%
de los niños cerca de una fundición de plomo presenta niveles elevados de ese metal en la sangre.
O como las comunidades indígenas Wayuú, en Colombia, donde la explotación de la mina de carbón El Cerrejón contamina el aire y el agua,
causa de enfermedades respiratorias
y elevados niveles de sustancias tóxicas en la sangre.
Aunque todavía queda mucho por hacer,
las Naciones Unidas reconocen que 27 de los 33 países del continente han
aprobado leyes nacionales o locales
para la reducción,
la prohibición o la eliminación de los plásticos no reciclables.
Y enumera algunas realidades y
decisiones acertadas.
Recuerda que Chile,
en 2018, fue el primer
país sudamericano que prohibió el uso de bolsas de plástico
y que en 2021 promulgó la Ley de Plásticos de un Solo Uso, que prohíbe la utilización de artículos
como palillos y pajillas de plástico en establecimientos dedicados a la alimentación.
Argentina aprobó en 2019 una resolución que establece directrices
nacionales para abordar la producción, el uso, la gestión de residuos, la reducción de la
contaminación del plástico y su impacto
en el medio ambiente. En 2020 promulgó una ley que prohíbe la
producción, importación y comercialización de productos cosméticos y de higiene personal que contengan microesferas
de plástico.
Colombia busca garantizar que hacia el año 2030 el 100% de
los plásticos que en el presente se usan
una sola vez, sean reutilizables, reciclables o desechables con residuos
orgánicos. En 2022 aprobó un proyecto de ley para prohibir 14 tipos de plásticos,
entre ellos bolsas, pajillas y envases
para frutas y verduras.
Por su parte, Ecuador intenta convertir a las Islas Galápagos en un archipiélago libre de plástico, y desde 2018 ha eliminado gradualmente las bolsas y botellas de ese material, así como los envases de polietileno.
En 31 de
los 32 estados de México se han adoptado
prohibiciones y restricciones para diferentes productos de un solo uso,
como bolsas, pajillas de plástico y
productos fabricados con poliestireno expandido, así como microplásticos en
los productos de cuidado personal.
El gobierno
mexicano está elaborando un Plan de Acción
Nacional sobre Basura Marina y Contaminación
por Plástico e implementando un primer
Inventario Nacional de Fuentes de Contaminación por Plástico, el cual constituirá la base para la
ejecución de dicho plan.
Por otra parte, la Ciudad de México reforzó su compromiso con
la eliminación de la contaminación por
plástico, como puede verse por su decisión
de apoyar el Compromiso Global de la Nueva Economía del
Plástico. De esta manera se
convierte en la primera megalópolis de la región en
establecer una firme línea de acción con respecto a este problema
ambiental.
Uruguay lanzó en 2022 un programa voluntario para promover la
reducción de residuos plásticos y explorar opciones de sustitución de
fácil implementación. Con el nombre
de “Desafío:
Libre de plásticos de un solo uso”, esta iniciativa apunta principalmente
a los sectores del comercio minorista y el turismo.
También aprobó una ley que establece
que, a partir de 2025, las empresas que fabrican, embotellan o
importan bebidas no alcohólicas en envases de
plástico sólo podrán utilizar envases con un mínimo de un 40% de su peso en material reciclado.
Guatemala está utilizando biovallas fabricadas con desechos plásticos
recuperados para que las comunidades ribereñas puedan
recoger y reciclar los residuos de los ríos. Estas barreras
procuran evitar que la contaminación plástica
fluya hacia el mar.
Un cambio sistémico
como alternativa posible
En mayo pasado, el Programa para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas publicó el Informe Cerrar el Grifo: cómo el mundo puede poner fin a la contaminación por plásticos y crear una economía circular. El mismo examina modelos económicos y comerciales para hacer frente al impacto negativo de la economía del plástico.
Este informe señala que las soluciones alternativas ya están disponibles y
que un cambio
integral en los sistemas y sectores pertinentes, respaldado por la legislación necesaria, generará una
serie de beneficios económicos y reducirá
los daños a la salud humana.
Propone un cambio sistémico que resuelva de raíz las causas de la
contaminación por plásticos y combine la reducción del uso problemático
e innecesario de dicho material con una transformación del mercado para asegurar la circularidad de dichos productos. Por circularidad se entiende la reutilización, el reciclaje y
la reorientación-diversificación,
así como la adopción de medidas
necesarias para hacer frente al impacto histórico
de esta forma de contaminación.
La reutilización implica
un cambio radical de actitud: de
una economía acostumbrada a arrojar
basura sin pensar en las consecuencias, a una de reutilización. Esta nueva modalidad no solo contribuirá a la reducción de la
contaminación por desechos
plásticos; también garantizará emprendimientos económicos más rentables. Tanto
la reorientación como la
diversificación de este mercado hacia alternativas
sostenibles requerirá, por otra parte, cambios significativos en la demanda de los consumidores, los marcos normativos y los costes.
Las buenas
intenciones y los discursos con propuestas sobran. La realidad, sin
embargo, está marcada por
otras lógicas de sociedad. En 2021, sólo en la Unión Europea la industria del
plástico les dio trabajo a 1.5 millón de personas en 52.000 empresas –en su mayoría
pequeñas y medianas–, lo que generó una facturación
de 405.000 millones de euros. Según el
criterio del valor añadido, el del
plástico es un sector muy importante, ubicado
en la octava posición y tan solo por detrás del
sector de equipos eléctricos.
Como en todos los otros sectores de la actividad económica, también en
este sector la viabilidad de
alternativas más coherentes con
el medio ambiente se confronta con “el hoy y el aquí”.
La producción y la comercialización del plástico
no escapan a la regla. Aunque la ciencia confirma que, de hecho, ya existen microplásticos en nuestros alimentos y en el agua que
bebemos, los cambios seguirán siendo lentos y apenas perceptibles. Mientras tanto, aparecerán nuevas islas en el mar profundo: las que se forman por la acumulación monumental de los
desechos plásticos.
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